lunes, 3 de octubre de 2011

las ideas simples

Ideas simples, casi de entre casa. Tan alejadas de lo que aprendí a valorar como importante. Quizás, …

Comencemos con un “Que la Patria sea grande, y el Pueblo felíz”. Un programa de gobierno revolucionario. Necesario, urgente, contenedor. Decir “felíz” ya, bueno, no es lo mismo que liberarse de la explotación del hombre por el hombre, o de vivir el vértigo de haberse hecho a uno mismo.

La “patria grande”, dos por el precio de uno. Patria no figuraba en los textos, no es un término que la Academia respete demasiado, a algunos les suena a facho (así de colonizados vinimos a quedar). Y “grande”, ¿cuál, la de San Martín?, o uno se refiere a ese proceso (una palabrota) de gobiernos populares en América Latina que terminó escalonadamente en un Plan Cóndor… a ver.

“De casa al trabajo, y del trabajo a casa”. Cuánta discusión sobre esto, nos sonaba mal pero muy mal. Adios a la participación política, un burro de carga que se mete en el agujero para salir al otro día. Eso sin hablar de la mención subliminar de la familia encerrada en la palabra “casa”. Todo bien, hasta que un mal día –de esos días de mierda que tuvimos como historia reciente- los pibes fueron a comer al colegio, en Europa nos dijeron que había llegado “el fin del trabajo” y a una gran parte de la sociedad señor, nos rompieron bien el culo. Ni casa ni trabajo. Y la familia languideció, las parejas se separaron, muchos se repartieron en casas de parientes o se fueron al carajo. Haciendo laburo de encuestador durante años por el conurbano vi filas de pibes –esos que habían crecido un poco- sentados en la vereda tres cuatro de la tarde con una cerveza (no mil, una). ¿Y el cole, y el primer laburo?

La del escándalo: una “tercera posición”. Hay dos imperialismos (bueno, ahora hay más), uno subordina el hombre al capital y el otro al Estado. En ambos se sufre (y dale con el tema de la felicidad). Algunos te lo matizaban y aparecía el imperialismo bueno, porque los rusos de vez en cuando apoyaban a algún movimiento de liberación nacional. Y el malo, que es el de siempre. Sacrilegio para los oídos zurdoliberales que uno tuvo.

Pero lo del tercer mundo nos mataba, nos hablaba en un idioma para el que no había que ir a la academia cultural inglesa de olivos ni al sarcu. Algo de eso que tanto molestaba te decía desde adentro que era así y que había una tercera (y que era la nuestra). Siempre triángulos, diría el analista.

Ya cuando uno le entró a la “comunidad organizada” la cosa cambiaba. ¿Me querés decir por qué no tendría que estar organizada la comunidad?, sobre todo por eso de que “nadie se realiza en una comunidad que no se realiza”. Después –instrucción y lectura mediante, pero sobre todo mucha mateada- aparece el valor de la ley de Asociaciones Profesionales, la organización sindical que encuadra como factor de poder al polo “trabajo” frente al “capital”. “Armonía de capital y trabajo”, un despropósito… a menos que se generaran las condiciones para que el capital no pueda encapricharse con la ganancia. Es difícil, claro, y que dure el equilibrio lo es aún más porque el capital tiende a ser grosero con el equilibrio. Igualdad como génesis de la libertad, algo así.

Está bueno esto de las frases porque es interminable. Me quedan por ahora dos más y voy redondeando el paseo.
La subversión bien entendida empieza por casa. Entonces “donde hay una necesidad, es que existe un derecho”. Y me partió al medio esa Mina. Y entré por ahí, corazón abierto y la cabeza hecha un bollo bajo el brazo.

Uno quería conocer mundo, entender otras lenguas y se fue a la mierda. Yo no digo que se perdió el tiempo. Militar, vivir, eso no le quita facultades al tiempo. Era todo para volver a casa más grande, más curtido, un poco más entendido. Y ver, qué se yo, armar algún día esa agrupación que siempre ronda, la “Justa, Libre y Soberana”.

Qué cosa brutal las palabras. Y esa ideas tan comunes como mis tías y mis abuelas, y algún tío abuelo inmigrante que se perdió en el color azul del cielo bendiciendo estar acá donde había trabajo y no había guerra y me lo decía teniéndome a upa bajo la parra. Pensando que yo no le entendía.

2 comentarios:

  1. Sencillo, como pan y picadillo. Así es el peronismo, compañero

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  2. Me gustó la nota de las frases famosas del blog. Muy buena.
    un abrazo grande
    Ramón

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