martes, 29 de diciembre de 2015

LOS ESTUPIDOS



A nadie le gusta que lo consideren un estúpido. Imagino que debe ser irritante que venga un fulano (uno, por ejemplo) y le demuestre con argumentos y datos que lo que piensa es una verdadera pelotudez. Si, si, que lo engañaron como a un chico; que se creyó todo, pero todo todo. Y que el fulano que lo mortifica con su prédica, se lo había dicho una y otra vez. En fin, es la vida… 

Ahora bien. ¿A quién le importa ganar una discusión, si el tipo este va a votar como votó? A mí, desde ya que no. Porque estos individuos se arremolinan en su convicción, se atercan más y más y finalmente, se les forma una masa dura en la sesera como para no escucharnos más. Y no nos escuchan, aparte de no creernos. 

Claro que estoy hablando de esa gente que podría habernos votado y ya no (que tal vez nos votó en el 2011). A los enojados, a los escuchadores de relatos hegemónicos, a los repetidores de noticias no chequeadas, a los viajadores del globo mediático sin confirmación. A los que responderían “lo dijeron en la tele; lo leí en el diario”, agregando sin decirlo “entonces seguro que es verdad”. Importa muy poco que hayan escuchado que las imágenes se trucan, que las noticias pueden ser mentiras, importa un bledo eso llamado “mirada crítica” o también eso llamado “inteligencia”, que consiste en someter razonamientos a leyes de lógica formal mínimamente, leer varias versiones de la cosa y entender que hay tantos puntos de vista como intereses a defender… y que uno, uno debe tener opinión fundada en el conocimiento y el análisis, templados ambos en el debate. Eso que hace doler la cabeza o incita al bostezo al principio, tiene que ver con evolucionar y ser un ser más pensante que antes de iniciar el proceso.

No estoy hablando, entonces, de aquel/aquellos que tenían una posición “anti” desde el vamos. Radicales que asumieron el gorilismo desde temprano, guardan un considerable resentimiento, y festejan la caída de cualquier peronismo y si es por las urnas, mejor. O el anti política y pronegocio, el garca, el que se salva solo pisando las cabezas de los giles que no son tan vivos como él. 

No hablo del militante de derecha, ni tampoco de los buenos y buenas señoras de convencida derecha. Estoy hablando del gran resto.

De esos, a algunos no les llegamos nunca y por alguna razón nos tuvieron tirria desde siempre. Las cosas no hicieron más que corroborar que estaban en lo cierto. Para ellos, tal vez el tema de la corrupción sea el más importante. Uno no va a entender nunca (y es una lástima, porque hace falta entender) cómo es posible que mucha gente considere que los gobiernos kirchneristas han sido más corruptos que el menemismo… ¿Cómo hacen para minimizar el descomunal negocio de la deuda, de la venta del patrimonio estatal? No sé, pero a muchos los convencieron. ¿Es que Lanata, Magneto y Durán Barba son tan geniales? ¿Será que nosotros somos tan pelotudos? La realidad no suele ser tan binaria…

Solemos apelar al raciocinio, a la comprensión; queremos explicar como lo hacía la Señora en las Cadenas (las que nosotros aplaudíamos y muchos no soportaban). Es lógico, somos gente que necesita entender para ir a la acción. Y me paro acá para matizar un poco el párrafo. ¿Habemus cabeza de termo que lo subís a un micro con una banderita? Seguro que sí. Y me consta que no son mayoría ni mucho menos en cualesquiera de nuestras movilizaciones. Recuerdo los famosos primeros de marzo cuando la gente bajo el solazo cruel en la Plaza de los dos Congresos, se quedaba como lagartijas escuchando a Cristina. Eso no lo logra un billete ni un chori, se trata de algo más. También tenemos compañeros blanquinegros, a todo o nada, es esto o lo contrario, gente maniqueísta y con una simpleza de pensamiento abrumador. ¿La ventaja? Están de este lado, no encuentro otra.

Esta gente de la que venimos hablando tiene otra forma de percibir las cosas. Parece ser que necesitan certezas y no argumentos. Ver y no tocar, creer en lo que de alguna manera ya creían. Y allí está el problema… creo que ratifican en nuestro discurso y nuestra actitud las cosas que les hacían sospechar desde el pesado toldo mediático. Nosotros éramos los malos de entrada, sólo había que comprobarlo una y otra vez.

Recibían aumentos de salario, subsidios, servicios, un sinnúmero de cosas que irán(iremos) perdiendo. Pero seguramente era nada al lado de la que se llevaba el Gobierno, y el kirchnerismo en general. No hay con qué darles, no les entra un argumento.

Encima repiten cosas que son tentadoras. Un coso va y te dice “en este Gobierno hay toda gente nueva”. Cómo le decís lo de Prat Gay, por nombrar uno. Cada uno tiene antecedentes y estuvo en la función pública no una sino muchas veces, pero ellos no se acuerdan o nunca lo supieron. Y si se los recordas (la figura es esa, no es que uno piense que no tenían ni idea), ahí se te ofenden, como que los tratás de salames. Bueno. 

Es una cuestión imposible, reitero la idea porque es pertinaz, sacarles de la cabeza el tema de la corrupción. Lo traigo de nuevo porque me parece que hay que hilar un poco más fino. En el caso de los que piensan (convencidamente) que "son todos chorros" los políticos, difícilmente se les ocurra que pueden serlo también empresarios, sacerdotes, titulares de oenegés, a menos que el nihilismo anarco sin utopía que subyace en ellos supere esos límites de urbanidad burguesa. Además, está la cuestión del Estado. Hay prejuicios muy difundidos y muy burgueses (históricamente burgueses) de cuando se planteó la sociedad civil como distinta y contraria al Estado (monárquico, aristocrático); ese Estado condicionaba el desarrollo del mercado con trabas impositivas, aduaneras, con tasas de todo tipo. Un verdadero esquilmador del esfuerzo ajeno. Y si bien alguna vez y en Europa esta postal pudo ser veraz, no lo ha sido tan así por estas tierras. Hay una larga precedencia de concepciones subconscientes que remedan percepciones de otras épocas y sociedades. La desconfianza hacia el Estado (y sus administradores, los políticos) sin duda encuentra base en las múltiples trastadas que se han hecho en la Argentina. Es cierto, salvo que ocurrió en períodos en los que justamente no gobernaban ni Néstor ni Cristina Kirchner. Al contrario, el Estado de estos últimos años políticos practicó la inclusión social y duplicó el número de los sectores medios. Cosas que tienen que ver con el trabajo, los derechos, el mercado interno y el consumo.

En el medio se cometieron errores, pero no fueron por los que se trata de justificar un voto a Cambiemos. Pero no se gaste, es inútil. Cada argumento que usté intente desarrollar será interrumpido con un airado "entonces yo soy un estúpido, es lo que me querés decir". Sería mejor a veces decirles que sí, que es lo que uno piensa. Y sabemos también que así no llegamos a nada.

Por un tiempo habrá que moderar el discurso. Quiero decir, no llevarlos por delante todo el tiempo. Dejar que saquen las conclusiones que deban sacar, sin correrse de su lado como un copiloto molesto y no elegido. Decir alguna cosa, callar muchas. Tampoco pintar un panorama aterrador, aunque usté piense que es precisamente lo que va a ocurrir. Mire, si no ocurre inmediatamente, al día siguiente a ser vaticinado, le dirán que usté es un alarmista o que sangra por la herida. Y se generará una nueva discusión en la que indefectiblemente el tipo se sentida tratado como un estúpido. Yo no le digo que se calle, mucho menos que no salgamos a defender lo que hay que defender. Pero todo en su medida y armoniosamente. 

El camino con esta parte del pueblo (porque de eso se trata y ya le dije antes qué parte) va a ser arduo y cuesta arriba. Demandará de una paciencia oriental y una templanza de santos... Si, lo entiendo, usté los mandaría a la concha de la lora. Y bueno, a veces no está mal ser absolutamente sincero. Humaniza, siempre y cuando se pueda volver. La tarea militante no es solamente cuando nos juntamos en alguna plaza, cuando organizamos cosas y movidas, es también este fulano a fulano que tanto nos irrita a veces y  desmoraliza cuando las cosas salen como salen. 

Sabemos que muchos de estos tipos van a darse cuenta, tarde, pero darse cuenta de que tal vez no estuvieron tan bien votando como lo hicieron. Algunos en un colmo de honestidad lo reconocerán, otros dirán que no lo votaron, otros más le echarán la culpa a cualquiera con tal de no confrontarse con ellos mismos.

La gente es así. También es como uno, como nosotros, pero resulta que llegamos nomás al 49, entonces... Por un tiempo, la culpa de todo la tendrá el Gobierno anterior; la victoria de Cambiemos será la prueba de verdad de cuanta barbaridad se haya propalado contra el kirchnerismo. Y a medida que la cosas vaya poniéndose complicada, es posible también que suba la porfía. Porque a nadie le gusta que lo consideren un estúpido. Y mucho menos, saber que se ha sido un estúpido.

Entonces, cuente hasta donde le den los números, un poco más de paciencia y vuelva a intentarlo, a repetir todo más calmo y sin pretender ganarle. Haga sus críticas generales, plantee las dudas que tuvo en cada momento (si hay confianza), hágalo mínimamente porque tampoco es cuestión de dar pasto a las fieras. Humanícese, que lo vean con el fulano que es y no uno con una pechera. Comprenda y sea duro también, porque siempre es importante ver a alguien con ideas claras. Diga si se equivocó, no le escape al asunto. Y haga todo esto cuando lo pueda soportar, pero fíjese que si le dura demasiado, será difícil hablar con esta gente cabezona. 

Piénselo... no son traidores a la Patria, tal vez sean medio estúpidos.



lunes, 21 de diciembre de 2015

OPOSITORES

Llevo de oficialista poco más de los últimos doce años. El poco más vendrían a ser los tres meses de Cámpora, el difícil año de un Perón monumental que hacia el final volvió a reinventarse y pasó de nuestra historia a la Historia. En fin, en esa época aún no votaba.

Pueden pasar como oficialismo también otros tres meses de Ménem hasta la irrupción de los grandes empresarios y la cachetada de los Alsogaray boys&girls. Y en tren de contar miserias, unos seis meses de Alianza por qué no, hasta el leve e inconsecuente portazo del Chacho. Acá está todo a la vista, señores, pasen y vean.

El gran resto de la vida política de uno (imagino que de unos cuantos) ha transcurrido en la oposición. Clandestina a veces, abierta, silenciada de muchas maneras, pero oposición. No sería de extrañar que ahora uno vuelva a ser eso, salvo que estos doce años pasaron y pesaron, cambiaron hábitos y costumbres, se articularon mucho más que un tiempo transcurrido. Parece más y parece también que oficialista uno hubiera sido siempre. Entonces, el llano desgarra aún más y gravita enormemente en el ánimo.

A no enloquecer. No del todo, por decir un algo. Somos opositores, allí nos puso el electorado que ganó. Claramente, hay un oficialismo con el cual no compartimos visión, historia, objetivos, métodos, imaginario ni proyección de futuro. Incómodamente, tenemos que compartir el país. No somos un “equipo”, las diferencias no se han borrado, importa poco que graciosos sin gracia y con culpas hablen de “la grieta” o pavadas por el estilo para encubrir toda una historia en la que proyectos de país se han enfrentado y confrontado permanentemente.

A ver, ¿qué tenemos? Un bloque de Senadores y de Diputados que se han expresado con absoluta claridad sobre el hecho de ser oposición. No poner palos en la rueda, no significa claudicar en la defensa de los principios y políticas concretas de estos años, dijeron palabra más palabra menos. Intendentes que con Ferraresi como portavoz han dejado el concepto bien en claro en presencia de la Gobernadora de Buenos Aires. Un ex candidato a Presidente que sostiene lo que pregonó en la campaña (y que fue lo que votaron algo más de doce millones de argentinos).

Un montón de gente se reconoce como oposición. Es un hecho de mayor magnitud -no de mayor importancia- que la de definir rápidamente cuáles vendrían a ser los límites y la Conducción de la oposición. Y aquí vuelven a aparecer los apresurados y sus gemelos, los retardatarios.

Unos pretenden imponer sin discusión alguna a Cristina como única conducción, otros prefieren ignorarla, y de ser posible, retirarla de la política. El tema tiene que ver, sin duda, con la confrontación entre “kirchnerismo” contra “pejotismo”. En primer término se podría decir que es una falsa opción, muy a gusto de los enemigos del movimiento nacional y popular. Un gran favor al poder real que usando la herramienta llamada “Cambiemos” se ha hecho también con el poder político.

En segundo lugar, separemos los términos y veamos. El “kirchnerismo” efectivamente es más grande que el peronismo. Trasciende sus fronteras y lo complementa, aún con fulanos que no son peronistas. Es claramente la construcción de un peronismo frentista (como lo era Perón) que ocurrió en esta época. El PJ ha podido ser el eje vertebrador y reaseguro final de una coalición versátil, heterogénea, movilizada y movilizadora, como nunca ocurrió en la historia argentina. El kirchnerismo ha demostrado ser algo más que la suma de sus agrupamientos políticos constituyentes, y de allí su dinamismo (algo que los peronistas practicamos desde adentro en una manera movimientista de vivir la política).

Ahora bien, “pejotismo” es una descalificación y como tal fue usada para hablar de esa maquinaria política que se había entregado al neoliberalismo. Es una terminología histórica y no debería ser utilizada indiscriminadamente y mucho menos como un sinónimo de Partido Justicialista. Ofende.  

Hay ejemplos a tener en cuenta. Podría hablar de situaciones provinciales donde el PJ tiene peso y es una realidad militante, pero no voy a meterme en cuestiones que no manejo aunque conozco. Parémonos entonces en La Matanza, el lugar desde el que comenzamos a volver según palabra de la Intendenta Verónica Magario. Ese PJ, con Espinoza al frente, tradicional y blabláblá, supo enhebrar una síntesis de todos estos años, hablando de peronismo. Así, el ex secretario de Salud bonaerense, Alejandro Collia, es secretario de Salud local; el ex diputado nacional y ex secretario de Política Económica y Planificación del Desarrollo Nacional, Roberto Feletti, quedó al frente de la secretaría de Economía y Hacienda; la ex ministra de Industria Nacional, Débora Giorgi, está a cargo de la secretaría de Producción; el jefe de gabinete es Alejandro “Topo” Rodríguez, ex ministro bonaerense de Asuntos Agrarios; la cartera de Educación quedó a cargo de la pedagoga y ex directora del Programa Conectar Igualdad, Silvina Gvirtz. Algunos nombres, múltiples procedencias representativas del peronismo y el kirchnerismo (peronista).

Ahora bien, “pejotismo” es una descalificación y como tal fue usada para hablar de esa maquinaria política que se había entregado al neoliberalismo. Es una terminología histórica y no debería ser utilizada indiscriminadamente y mucho menos como un sinónimo de Partido Justicialista. Ofende.

Hay ejemplos a tener en cuenta. Podría hablar de situaciones provinciales donde el PJ tiene peso y es una realidad militante, pero no voy a meterme en cuestiones que no manejo aunque conozco. Parémonos entonces en La Matanza, el lugar desde el que comenzamos a volver según palabra de la Intendenta Verónica Magario. Ese PJ, con Espinoza al frente, tradicional y blabláblá, supo enhebrar una síntesis de todos estos años, hablando de peronismo. Así, el ex secretario de Salud bonaerense, Alejandro Collia, es secretario de Salud local; el ex diputado nacional y ex secretario de Política Económica y Planificación del Desarrollo Nacional, Roberto Feletti, quedó al frente de la secretaría de Economía y Hacienda; la ex ministra de Industria Nacional, Débora Giorgi, está a cargo de la secretaría de Producción; el jefe de gabinete es Alejandro “Topo” Rodríguez, ex ministro bonaerense de Asuntos Agrarios; la cartera de Educación quedó a cargo de la pedagoga y ex directora del Programa Conectar Igualdad, Silvina Gvirtz. Algunos nombres, múltiples procedencias representativas del peronismo y el kirchnerismo (peronista).

Hay tiempos para plasmar una Conducción, lo que no quiere decir que no exista ninguna endemientras. Vamos viendo. Lo importante es estar atentos y con esa capacidad de movilización que se demostró desde el 9 de diciembre (en esa monumental despedida de Cristina) hasta aquí. Cada uno va cumpliendo su papel y bien. La destemplanza y la discusión ilimitada es una cagada, sin más, cosas aptas para insomnes y gente que no tiene una alegría muy a menudo…

Hay una gran responsabilidad frente a esos votantes que perdimos la elección. Hay que resistir… puede ser (aunque no me gusta el término, lo tengo reservado para algo que ocurrió tras el golpe de la Fusiladora). Hay que defender lo conquistado en estos años, ciertamente. Hay que impedir que hagan mierda el país, en todo lo que se pueda. Pero hay también que construir la alternativa para las parlamentarias de 2017 y pensar en las presidenciales de 2019. Hay gente que espera eso de todos nosotros porque han decidido ir con nosotros aún pegándose unos golpes en la refalada.

Viendo estas cosas, sin ir a la carrera y quedar solo punteando ni tomando tantas precauciones que se termine a salvo pero fuera de la pista, tenemos que ir construyendo en la práctica eso de que “a volver, vamos a volver”.

lunes, 14 de diciembre de 2015

A LOS OJOS



Llegamos a la plaza de siempre. Pudimos haber viajado en columna pero no, como muchos preferimos ir con nosotros mismos a cuestas. Muchos días amargos tras el 25 de octubre, mucha discusión, algún que otro mal gesto, cosas de cuando se ve claramente que se acerca un día. Ese día.

Pero ¿qué hacer? Qué hacer cuando la palabra “derrota” que está tan cargada de tragedia, no es trágica. Cuando “por poco” comprobamos y comprueban que el país si está partido casi al medio. Eso es una circunstancia, los números, pero lo partido tiene toda una historia, que es nuestra historia, la argentina. Y uno sabe por experiencia y porque se va aprendiendo que nunca quedan de un lado todos los buenos y del otro todos los malos, ni todos los leales contra todos los traidores. La cosa suele ser más tozudamente compleja, como la vida, como los amores y las miserias.

¿Era tarde, vinimos a horario? Había una convocatoria medio así pero no estaba clara la hora de llegar, simplemente fuimos viniendo y llenando todos los claros, ubicándonos como el agua lenta pero inexorablemente y sin contención posible. 

Había un último acto adentro. Inesperadamente, la imagen de un amigo. Uno que se acercó para bancar el momento, hacerle la segunda, decirnos con el gesto lo mucho que vale el respeto, tal vez de puro agradecido se quedó mirando fijamente a quién sonreía levemente ahora en el mármol. Entre los dos corrieron la bandera que lo cubría, lentamente. Nunca vamos a olvidar a Evo, nuestro hermano y querido Evo. El Fulano apareció con la mirada clara y también difícil, como cuando entonces. Grande, blanco, con la banda, fantástico. Don Héctor lo miraba también desde su mármol y el sinfín de caminos por los que hizo aquel triste desfile con la lealtad. 

Era entonces. Otros tiempos que corrieron con el General que vivía y atronaba, protegía, destemplaba; era cuando nuestra juventud no sabía que era tan pero tan joven. Ay, lástima. Y aquí estábamos llegando como siempre, porque doce años parece como siempre. Y no es así.

Nuestra costumbre es una rareza en la Argentina atroz, esa que no quisimos ver, la que negamos, la que sin embargo aparece una y otra vez porque no está sanada. Estábamos y fuimos porque somos lo que somos y no podemos ya ser otra cosa. Al menos no todos, sabemos siempre que algunos siempre irán corriendo tras bastidores acomodándose para agradar y recibir.

Pero no fue Daniel uno de esos. Y la plaza al fin, por fin, lo reconoció. Tuvo que vestir la mortaja apretada de la derrota apretada para merecer el elogio de que “siempre acompañó”. Y un minuto… Daniel no nos traicionó, pasa que es un poco más educadito y de barrio que muchos, que será un bienaprendido que sabe que lo cortés no quita lo caliente (ay, guardémonos de los que gritan y declaman…). Va a ser importante preservarlo porque el futuro requiere también de fulanos como Daniel. 

La Señora salió finalmente al único espacio que no traiciona, al único aire que puede respirar tranquila. Era una despedida, la más fastuosa y espectacular porque estaba llena de gente que se pasó el plan y el chori bien por el orto y enarboló las convicciones que Néstor no dejó en la puerta. Y la puta que me hubiera gustado que hubiera dejado al menos alguna colgada con tal de tenerlo vivo y putearlo por algo y no en ese mármol y la puta madre que lo parió al dolor que te chumba y te tarasconea desde adentro, con espuma de rabia y sin consuelo posible. Acá se quedó tirado lo mejor. Néstor es nuestro caído por un país que quizás no lo merecía. 

Salió y habló fuerte y claro. A los ojos, directo a la boca, hermano. Como siempre. Nos tiró todo el discurso, el despliegue maravilloso de la gran oradora, la que ya no tendremos, la de la Conductora que acertó y se equivocó en partes iguales, al menos intensamente iguales. Y qué si es la mariscala de la derrota, beso la derrota por esa mujer, carajo. 

Cristina, nuestra Cristina. La que se va escoltada por una Plaza, pareja del Otro que también se fue escoltado por una Plaza. Del Partido fundado por un milico que dejó las palmas de general por la descamisada manera del pueblo peronista y se llevó todas las plazas. 

Vendrán otros y si, amigos, enemigos, enemigos, aterrizarán en la plaza los aviones de la marina que volvieron del Uruguay. Lo que quieras, pero nosotros siempre vamos a estar porque este es nuestro país, aunque empiece a no parecerlo. 

Necesitamos un poco de calma, che. Un poco de sentarse y tomar mate, un poco de silencio. No es necesario desensillar del todo porque aclara cada vez más rápido. Y tal vez poco importe si esto se trata solo de la sucesión interminable de destrucciónrreconstrucción. Pobrecita nuestra historia que cada tanto empieza de nuevo como si nada pudiera aprenderse. Pero si, imperceptiblemente un ladrillo se pone arriba del otro y así… Es desesperante como el pueblo elige hacer la historia, el tiempo tremendo que se toma(mos).

Y así. A los ojos. Nos mira derecho a los ojos porque puede. Y no es que todo estuvo bien, vos sabés que no.

Tengo el orgullo de haber ayudado a criar pibes que muchas veces no acuerdan conmigo y ser a sus ojos más conservador de lo que me gusta aceptar, pero el orgullo de que cuando las papas quemaban y hacía falta estar de un lado claramente, allí estaban. Se llaman hijos. Los nuestros, los que nos cuestionan como nosotros cuestionamos antes. 

Ellos tienen a Cristina para pelearse y también para reconciliarse, porque Perón les queda lejísimos. Mirá si les hubiéramos dejado solamente al Carlos, hubiera sido como para que el enojo les durara para siempre. Pero tuvieron a Néstor y a Cristina y por suerte, la dialéctica volvió a salvarse.

Puedo mirarla a los ojos en el silencio de la noche, cuando la Plaza se desarma casi dos horas después de que se fue. Si Dios lo permite, quiero ser como ese viejo peruca que consolaba a Lara (que lloraba para ella nomás)

diciéndole “nosotros siempre volvimos, y ahora también vamos a volver”. Quiero ser ese, algún día. 

Alguna vez éramos la rabia de Perón porque como decían que muerto el perro se acabó la… Y nos abofetearon con que eran la vida. Y nos la bancamos. Todavía estoy como un pelotudo esperando los cómputos de la Provincia que no llegaron jamás en el ochenta y tres. Ahora tampoco, porque el único que tiene la vaca atada es milka.

Vamos a sufrir el paseo de los globos y las burlas o el silencio, como si jamás hubiéramos existido. Hay tantas formas de decretar el 4161, cuando no se podía nombrar al quetejedi. Era mi niñez y por suerte no la de todos estos pibes que se iban llorando. Pero vivos. 

Algo hicimos. No mucho, pero si algo como generación política, con todos los charcos que tenemos y no llegan a lago y mucho menos a mar. No sé, tantas cosas se podrían decir, pero esto no es un análisis de nada sino una sobria borrachera.

Algún día mi nieto (que ya existe) puede que me pregunte cómo era Néstor y Cristina. Le puedo decir que los vi, les di la mano, les di un beso y los mire a los ojos. Y lo que había en sus ojos cuando miraban. 

Y hoy… bueno, que estamos empezando a volver pero todavía no se nota.
Todo tiene que ver con poder mirarnos a los ojos. Así.
(viva Perón)

lunes, 30 de noviembre de 2015

...AL CAPITAL

¿Está mal que un empresario sea ministro?... también se podría preguntar si es inconveniente que un rico empresario llegue a presidente, pero bueno. A poco más de la mitad del electorado parece no hacerle ruido que ocurran cosas así.


Entonces insisto, ¿está mal? Escuché un argumento que paso a repetir… Es bueno que un empresario, o un alto ejecutivo de una gran empresa (por ejemplo, un CEO de una multinacional o un alto funcionario de la banca internacional), pasen a tomar el control de la gestión pública porque están más cerca de los problemas reales. Es decir, tuvieron que pagar una quincena, negociar contratos con proveedores, velar por la marcha de la producción o la multiplicación del dinero. Los problemas que tiene todo el mundo. Saben de qué se trata porque viven en el mundo real.

La contracara de este supuesto  es que la gestión estatal corrompe e inutiliza per se, está en su ADN, al igual que la carrera política. Un político difícilmente sirva para gestionar, su experiencia está en explicar lo inexplicable (…en fin), encontrarle el pelo al huevo, la pata a la sota, el lado oscuro a la luna y convencer. El político persuade (o no), el empresario gestiona. El político es un chanta, el empresario es eficiente. El político es corrupto, el empresario… es honesto. En tal caso, los sostenedores de estas líneas argumentales admiten solamente a cuadros “técnicos” para la gestión estatal eficiente, desligados de la política (y de la ideología). En caso de no haberlos, sea porque no hay una formación profesional mensurable por las normas que sostienen o por cualquier otro motivo, entonces lo más idóneo sería encumbrar a hombres de negocios en la cosa pública (pero jamás, dejarlo en manos de “políticos”).

El presidente -que supieron conseguir- forma en estos días un gabinete (el “equipo”) con muchas laureadas figuras del establisment empresarial, lo cual a ojos de la “gente decente” (y que por ser tan decentes, tienen ideas de derecha pro mercado) está muy bien. Les da confianza, les otorga garantías.
He allí el problema. Confianza y garantías ¿de qué? El tema de fondo son los intereses. Ya nos mira mal ese señor de la derecha, no nos escucha más la lánguida oficinista de la segunda fila, pone cara de “esta noche tampoco” el gordito de saco. Porque vamos a problematizar el asunto. Y acostumbrémonos por si no nos dimos cuenta: somos los que llegan a la fiesta y advierten que los canapés están algo verdosos y que el payaso contratado está manoseando a una nena en el baño de servicio.

Si señor, uno sabe porque no nació ayer que el Estado tampoco es esa panacea que defiende el interés común, el de todos. Siempre el Estado es un tironeo porque vivimos en el capitalismo y es el Estado la arena en el que se dan las pujas de todo tipo (guiño para la zurda: ¡si! donde se dirimen conflictos que tienen que ver con la lucha de clases. Uf.). Pero no es un Estado “de clase” así a lo bruto, porque desde que lo agarra el peronismo se arma un bolonqui fenomenal. Aparece la “independencia relativa del Estado” (le aclaro que en un peronista por opción como el que le habla suele haber de fondo un marxista pasado de brindis). De ahí que el peronismo logre el Estado para todos, o mejor dicho, un Estado que promueva y proteja el interés popular, del pueblo lo entienda el pueblo o lo vaya a entender más tarde (de todas maneras, lo peronista es que el pueblo lo entienda y lo haga suyo, lo pelee, lo milite y se empodere finalmente).

Dígale usté al empresario-ministro que donde hay una necesidad hay un derecho y el adusto fulano se le caga de risa. Porque es una cuestión de intereses. Pensemos en un señor (no importa la coincidencia con la realidad, va más allá de eso) que fue ejecutivo de la Shell, y lo ponen a velar por YPF. Lo primero que le dice es que el autoabastecimiento petrolero no es una prioridad. Plantéele a un gerente de la JP Morgan (que viene a ser lo contrario a la “gloriosa) que el Banco Central debe ser el mojón al que se ata la política fiscal, monetaria y financiera del Estado. Las pelotas, le hablará (si le dirige la palabra) de la “independencia” de la entidad.

Cuando elegimos, también lo hacemos por el sentido en que se van a cometer los errores. Y mucho me temo, compañero, que se ha elegido por cometerlos hacia arriba. Por la manera en que se va a distribuir esa gran plusvalía si lo quiere, la forma en que se va a acumular y quiénes van a hacerlo.
A usté no le va a ir en suerte y a mi tampoco. Y si bien no estábamos haciendo la revolución, algo si nos había tocado a una mayoría en estos años.

Mire, no creo en el apocalipsis que se pinta porque no creo que los ganadores de hoy sean pelotudos. Pero son lo que son y como el alacrán terminarán picando a la rana que lo cruza por el río.

Fíjese que el argumento apuntado más arriba no es muy diferente a aquel que decía que era mejor que un rico llegara al  poder porque, como tenía mucha plata, no iba a robar. Ingenuo o bobo como pensamiento si, pero el otro, ese que postula la superioridad de un empresario gestionando el Estado está cargado de animosidad. Es una vieja ideal liberal que sospecha del Estado si este no atiende a las mínimas necesidades de seguridad (externa si, pero sobre todo interna) y garantías al desarrollo sin trabas del Capital.

Acumulación de capital en un mercado libre, sin regulaciones. En el medio y dado que fue inevitable la explosión de la sociedad de masas (de la cual el peronismo es consecuencia y no causa), hay que gobernar la cuestión social. En ese sentido, los “gerentes” son necesarios para esa confiabilidad y esa dirección promercadista del Estado.

Es una cuestión de fondo. Cuando el peronismo “combate al capital” lo hace sin poner en cuestión la existencia del Capital, sino su propensión a avasallar el interés común que es el de los que menos tienen (no el de todos). Se puede avasallar  también con buenas maneras (si la hegemonía cultural da) y hasta con con globos en un carnaval re-alegre.

Estas son cuestiones que no saltan a primera vista, pese a haberse dicho muchísimas veces, a haberse comprobado infinitas veces en la historia. No son evidentes para nada y, a veces, es mejor no insistir para no ser pesado (o no aparecer siempre como el arruinador del cumpleaños como decía antes).

Será entonces como dice el Martín Fierro del creyente: “por sus hechos los conoceréis”.



martes, 24 de noviembre de 2015

LA MITAD MENOS UNO

A dos puntos con ochenta. Doce millones cien mil fulanos, cabeza más cabeza menos. Si no fuera que son las cifras de una derrota, es una muy buena elección. Bien Daniel, no nos defraudaste (por lo menos a mi y a unos cuantos que conozco).


Mayoría en el Senado, primera minoría en Diputados, algo así como doce gobernaciones. Organizaciones importantes que antes no existían en un movimiento popular renovado. Y el peronismo en pie. Orgánicamente, tampoco está nada mal.

¿Alcanza? Al perder una elección –sobre todo esta- nada alcanza si no alcanzó. Vale la tristeza, valen los llantos profundos y sinceros de esa noche que no terminaba nunca frente al Cabildo, frente a tantos lugares en los que nos tocó no ser felices. Es humano y sano estar mal. Va a durar un tiempo; puede quedar como cuando se pierde a un querido/a para siempre (cuando se muere para ser más claro), una tristeza crónica detrás de las sonrisas que vendrán. Es cierto, es comprensible.

También es lógico que no hayan explicaciones que expliquen. Ni argumentos, sobre todo cuando uno no quiere que le digan nada. Es hasta que se nos pase. Sirve el abrazo, los mil y un intentos de levantarle el ánimo al otro con la no tan secreta esperanza de que también resucite el propio. Sirve la mirada cómplice, las pertenencias renovadas en la mala.

Los peronistas no puteamos al pueblo y aceptamos sus decisiones, aunque no nos gusten. Como norma está bien sostenerlo. Ahora… puede haber peronistas que de tan amargados arremetan contra todo y se manden una puteada; hay muchos que no son peronistas y si kirchneristas y no les cabe la máxima, aunque sería un buen aprendizaje comenzar a sentirla como propia. Porque es cierto, nunca pueden quedar del lado del enemigo muchos más que de nuestro lado y eso sin entrar a discutir lo de amigo-enemigo o adversarios o lo que sea. Acá y hoy no pienso discutir nada, habrá tiempo cuando la congoja se vaya diluyendo.

El kirchnerismo tal cual lo conocimos, es una coalición heterogénea e inestable si se toma en toda su proyección. Se fue conformando desde el 25,5 de Néstor hasta este 48,6 pasando por el pico largo 54,5 de Cristina. Altibajos electorales, derrotas parciales y victorias impactantes. Mucha agua bajo el puente en doce años. No ocurrió todo el domingo de la segunda vuelta, esa es nuestra circunstancia. Y también pasará, como todo.

Vendrá en estos días el recuento definitivo de los votos y los números se acomodarán, tal vez la diferencia se acorte, quién sabe. Lo más importante ya ocurrió y cada uno deberá hacerse cargo de su voto. Nosotros estamos acostumbrados, nunca nos tapamos detrás de nadie ni esquivamos el bulto, por más que las cosas sean como ahora. Los demás, no se, no tienen buenos antecedentes en ese sentido.

Cosas interesantes han ocurrido en estos últimos tiempos. La militancia de siempre y la avalancha de gente no organizada (en orgas) soportó todo el peso de la campaña junto a su candidato. Se pudo suplir la vacilación de sectores que votaban desgarrados y los que se creyeron mucho más de lo que son, el autismo de algunos y también, por qué no decirlo, algo de soberbia. Doce años de buena vida pierden a cualquiera...

Doce años. Paremos un poco en esto. Existieron, existen y existirán por mucho tiempo porque dejan una huella importante. Un sentido de país y la vuelta de la Patria. Néstor y Cristina volvieron a la vida al peronismo, después de la jarana neoliberal del menemismo y la apostura conservadora del duhaldismo. Una nueva generación pudo pensar al peronismo desde otros ejemplos y otras realidades, que esta vez las llevaron directamente al legado de Perón y al corazón de Evita.

No es poco lo que tenemos que contabilizar, y no importa que no lo hagan todos. Es necesario, imprescindible que esta mitad de país lo tenga claro. Porque muchos de la otra mitad van a venir con el caballo cansado, o habiéndolo perdido como sucede en estos casos. Con el tiempo va a haber muchos arrepentidos, lo vamos a ver. Estemos preparados para recibirlos (correctivo mediante).

Vamos a atravesar el desierto, pero por suerte no será la marcha de los Kilmes que terminó cuando cayó el último. La nuestra es una marcha distinta, de mucho aprendizaje y de crecimiento. Porque para volver bien, hay que saber irse.

La seguimos, como siempre, pero hoy...
un abrazo, compañeros.



viernes, 20 de noviembre de 2015

SOBERANA

Aceite hirviendo desde las terrazas… dicen que era agua hirviendo, da lo mismo porque igual no suena muy amigable. Tras cartón humillación pública del ejército más poderoso del planeta de entonces con rendición de la espada de Beresford para la posteridad en un enorme cuadro. Y este día, veinte de noviembre en que se nos dio por “festejar” el día de la Soberanía… ¿y por qué? Porque a uno se le ocurrió poner cadenas cruzando el río para que no pasara la escuadra Anglo-Francesa (léase bien, “Anglo” por Inglaterra, “Francesa” ya sabemos, dos potencias se saludan).


Qué los franceses andaban calientes con la obligación de ser reclutados para la milicia en el Río de la Plata, que a uno se le ocurrió que los ríos interiores no son navegables (lo que es una tontera, porque si usté pone un buque, navega). En vez de estar todos juntos y soñar con el futuro. Lástima.

Pero veamos quién era ese “uno” al que se le ocurrían estas cosas. Un dictador sanguinario que defecaba en la República; que se pasaba la noche en vela en su “palacio de Palermo” haciendo listas negras para que su policía feroz (la Mazorca) los hiciera puré en los días y noches subsiguientes. Así se cuenta en “Amalia” y no es cuestión de dudar de José Mármol. Un hombre sin escrúpulos que obligaba a usar una divisa (cinta) punzó (medio rojito), como un signo cabal del diablo (y de los federales). El mismo que protestaba desde 1833 porque los ingleses (y dale con los ingleses) habían desembarcado en las islas Falklands (acá se les dice “Malvinas”) terminando con la patraña de ese salteador de caminos de dudosa moral conocido como el gaucho Rivero. Si el Dictador hubiera tenido barcos a disposición imagínese lo que hubiera pasado, tiemblo en pensar en la idea de “recuperarlas”. Siempre iba a haber un irlandés traidor y borrachín como (el almirante) Brown para secundar esas ideas terroristas.

La mal llamada “batalla” de la Vuelta de Obligado se perdió, los barcos pasaron rompiendo cadenas (ay, como en el Himno), siendo hostigados permanentemente por un grupito de baterías (cañones) desde la costa y los gauchos desaliñados y animales que comandaba Lucio Mansilla. Pero pasaron, es cierto que un tiempo después tuvieron que concordar que en estas tierras de indiada y salvajes era imposible y se retiraron (por suerte quedaron los comerciantes). Encima, por la gloriosa “gesta” un tirano prófugo residente en Europa, un populista irredento -si se toma en cuenta el gobierno cuasi zurdo y subversivo que hizo en Cuyo- que Mitre intentó lavar más tarde como pudo, le entrega al Dictador su sable de la “guerra” de la Independencia. Peor, no lo pudimos hacer.

¡Cuántas oportunidades tiradas a la basura! Tendríamos que esperar a la Generación del ’80 y hasta la década de los ’90 con un presidente peronista como Menem para ingresar al Primer Mundo, como nos correspondía.

Al parecer la Soberanía está peleada con el Progreso, es decir, con ser Primer Mundo. ¿De quién es la culpa? De Perón señor, de Perón. De cuando los pasillos del Banco Central estaban llenos de lingotes de oro que no sabían donde mierda meterlos de tantos que había (producto del beneficioso comercio de las carnes con el Reino Unido, por supuesto). Y no, el tipo ese viene a gastar plata con los ferrocarriles (pagados muy por encima de su valor), con la flota mercante (barcos viejos que había por ahí y encima después tuvo el tupé de fabricarlos), y el gasto social señor, el gasto social que como todos sabemos es pura y exclusivamente corrupción. Pudimos ser como Australia pero fuimos la Argentina.
Estas y otras muchas turradas figuran en la caricatura del discurso que de verdad tiene mucha gente metida en la cabeza. Son pre pensamientos y cuando uno dice algo así, está sugiriendo que alguienes han puesto pensamientos pensados en otro lado en el subconsciente. La cultura hegemónica tiene que ver con delitos plantados en la conciencia. Te los dejaron ahí y vos crees que son propios o que  no tenés cómo explicarlos. Sería todo un acto de salud que esa gente dijera “no es lo que parece” e intentara al menos balbucear algo en contra de tantas malas ideas ajenas.

Uno dice “ajenas” y otro diría que son otras ideas respetables, como las nuestras. No. La verdad es que no. ¿Y por qué no? Demás está decir que si usté insiste en un discurso como este, ya han dejado de escucharlo. Pero bueno, si tal vez pudiera ser menos agresivo de lo que soy yo… Las maneras hacen al fondo de la cuestión, créame.

No da lo mismo Patria que cualquier patria. Una soberanía que tiene que ver con el pasado o pensar la Soberanía como cuidar conquistas sociales, políticas, económicas y pasar a profundizarlas y agrandarlas. Soberanía viene a ser una idea que se reactualiza constantemente. Nos hicieron creer que esa palabra tenía que ver solamente con el territorio, y dicho así suena muy a milico y abre un flanco para que a uno le peguen por izquierda justamente los defienden ideas de derecha.

Para muchos la Soberanía es una cosa antigua, de los discursos escolares y que poco o nada tiene que ver con la vida cotidiana. Se emocionan si con la camiseta en un Mundial o cuando sus hijos izan la bandera, en alguna catástrofe. Se emocionan… algo se ha aprendido. Tal vez esa emoción sea lo único que tenemos en contacto, usémoslo.

La Patria es de todos, aún de los que no creen en la patria. Incluye a los que tampoco quieren a la patria. Y aún más, a muchos que desean otras patrias. Mire que cosa, en las tres banderas (de Perón) la que toca a la Soberanía es la que tiene que ver con la Política. Uno hubiera pensado que sería la Economía. Pero no, porque es la política la que manda ahí. Son decisiones políticas las que pueden ser soberanas o colonizadas (y los mil matices que van entre una y otra). Tenemos añales del de segundo término y algunos años de las primeras, miremos si no cuántos gobiernos populares (y cuántos años duraron) tuvimos en la bicentenaria historia.

Volvamos al principio. Rosas gobernó duramente, sujetando a la época. Consolidó la revolución de Mayo en un gobierno fuerte y lo hizo saber a las potencias (y a toda otra dominación extranjera). La batalla de la Vuelta de Obligado fue una victoria política y también económica, militarmente demostró un coraje extraordinario desde una evidente posición de desventaja técnica. Rosas ganó, la Confederación Argentina también ganó. Desde Europa, un San Martín viejo y a dos años de la muerte, se dio cuenta, se alegró y lo hizo público con un gesto enorme. Nada menos que el sable que lo acompañó en la Guerra de la Independencia, y que jamás se desenvainó para derramar sangre de hermanos. Un tiempo después, vino un militar que plantó en la conciencia nacional la realidad efectiva de una Patria Socialmente Justa, Económicamente Libre y Políticamente Soberana. Tuvieron de enemigos a la oligarquía, a los comerciantes-contrabandistas de la Buenos Aires Puerto, a las potencias extranjeras. Son algunos de los hechos de los que hablamos (claro que no todos, hay más en la historia popular).

Muchos hijos de la Patria pensaron y piensan que el día de la Soberanía es un feriado que está medio al pedo. Nadie va a andar discutiendo sentimientos, o hacer un concurso a ver quién ama más a la Patria o quién es más argentino. No se trata de eso. La Patria significa los fulanos que están adentro, sus destinos, sus sueños, lo que tienen, lo que les corresponde y cómo se reparten  ganancias y esfuerzos. Cosas concretas entre los pliegues de una bandera, lo sepas o no.

Y así como la cultura viene a ser eso que te queda cuando te despojás de todo, la patria es un territorio en el alma. Algo así.