jueves, 25 de mayo de 2017

Y TODO ESO DE LA PATRIA

Cuando era chico, la patria era un desfile por la 9 de Julio. Soldados, tanques, banderas de ceremonia, la venia al palco que también estaba lleno de militares. El Cardenal Primado bendecía el comienzo de la parada y la fanfarria arrancaba marcha tras marcha. Que era como estar en el colegio en un acto. Pero ahí ves, la patria era un poco más celeste. French y Beruti repartiendo escarapelas, los fulanos de la colonia que pasaban vendiendo velas, un gordito con la cara pintada con corcho quemado daba el "negro". La señora de las empanadas. "Las doce tranquilo y seeeereenoooo".

La Historia era así. Monumentos que te miraban desde arriba, muchos pero muchos milicos, la bandera que entra y no hay que aplaudir, que no se puede doblar, que no se puede lavar... complicadísima la bandera. Y las promesas (aunque en colegios de curas, mucha promesa a la bandera digamos que no...), los discursos y alguno que se colaba hecho por los alumnos más grandes y bueno, alguna vez le tocó a uno.

Pero pasó que en los setenta la Patria, la conmayúscula se nos apareció en la calle y estaba de fiesta. Era como el desfile pero desordenado, un quilombo de gente cantando hacia Gaspar Campos. Conocí a la Patria Peronista y a una prima que tenía, la Patria Socialista. Ahí empezamos a hablar de verdad de la Patria.

A mí de la Patria me habló Perón. Y mi viejo en su discurso sin ninguna palabra, en sus ojos celestes chiquitos y su laburo de todos los días. La familia de laburantes me enseñó de qué estaba hecha la Patria y si bien los vagos poníamos al mango el combinado con rock en ingles, lo cantábamos bien en castellano tirados en la plaza.

Yo marché de pendejo con la Patria, así, de puro curioso, de asombrado por la Juventud Maravillosa que me llevaba algunos años. Los banderones, las fogatas, las cañas, los brazaletes. Los bombos, que eran como los órganos mayores de la Patria.

Entonces aparecieron los Caudillos... y el sueño de la Patria que era San Martín, Belgrano siempre corriendo. Y Rosas, para garantizártela por las buenas o por... Algo que seguía en ese momento, porque había que Liberar la Patria. Del Imperialismo, de la puta Oligarquía.

Cuando se cayó el cielo sobre todos nosotros -que éramos tan jóvenes- la Patria se hizo un pañuelito y nos lo guardamos en el bolsillo. Guardada a las apuradas, mal doblada. No tenían que verla los que estaban traicionándola. El desfile esa vez terminó en Malvinas.

Uno se hizo grande, consiguió un laburo, otro, cambió, armó familia, hasta tuvo un coche que iba seguido al taller. Se fue el viejo, las tías, una abuela, se perdió el mundo extraordinario aquel del barrio y el lechero. Fuimos teniendo una video, llegaron los chicos. La vida comenzó a ser de uno. Y hasta parecía que el país también, pero no.

Un día me pareció ver a la Patria en un cuarto oscuro mientras le dejaba tocar las boletas a uno de mis hijos que iba a upa. No sé, pensé que tal vez por ahí... algún día.

El pañuelo que había sido la Patria iba atado en las cabezas de unas Viejas que no pararon de dar vueltas, hasta que uno se vio tantas veces dando vueltas con ellas. Atrás de ellas, como aprendiendo a caminar otra vez. Y los chicos nuestros aprendieron en esos días que por allí quedaba lo que quedaba de la Patria.

Pero eran raras apariciones, sospechas, verla y perderla entre los días. Nada que pudiera uno agarrar y estar del todo seguro. Alguno que otro se habrá preguntado si eso que llamamos la patria existía, y seguro que a otro fulano el alma se le había apagado, que de tanto tragar saliva y ver cómo se cagaban en la patria, como la entregaban una y otra, y otra y otra y otra vez. Digo, por ay la patria era ese sueño de San Martín en el colegio y está.  Fue.

Vos sabés que hubo revancha.

Volvimos a la Plaza pero esta vez era nuestra. Nos convocó un loco alto y flaco, virola, despeinado, que se llevó puesta una cámara  y jugó con el bastón. Nos trajo de vuelta y gritamos que creíamos en la Patria porque la Patria había vuelto. La habíamos tenido en el bolsillo todo el tiempo, si seremos distraídos.

Todos los veinticinco se hizo costumbre el encuentro, la choripaneada, los humitos, las banderas, los vecinos, las columnas, la alegría. Era eso lo que había que saber. La Patria es una fiesta, sí señor, es una fiesta. Y los chicos que iban creciendo, fueron viendo. Porque esta vez, la Patria anduvo suelta doce años.

Ya sé que esto es parcial, que la Patria es más grande y de todos. Pero, nosotros la tuvimos que vivir apasionadamente, fanáticamente, y la vimos bailar en el aire alto muy alto vestida de blanco.
Ya no la vamos a guardar, y además es imposible olvidarla. Uno se puso la Patria como escarapela en el pecho y sale orgulloso. Existe si el coso que no pudo jurar por la Patria porque no la entiende, porque le parece una pelotudez tanto patriotismo. Allá él...

Entonces, a lo que iba. Libres o muertos, jamás esclavos. Patria si, colonia no. Patria o muerte. Venceremos. La Patria siempre es lo que seremos, eso extraordinario que todavía no pasó, pero que sabemos bien de dónde viene.

¡Feliz día de la Patria!, contra todo, pese a todo, por nosotros.
Y viva Perón, como siempre.


martes, 9 de mayo de 2017

IMPERDONABLE

Pese a las décadas de democracia formal, la sociedad no supera aún el hecho de haber padecido una sangrienta dictadura cívico-militar y eclesiástica. Sus consecuencias y secuelas físicas están a la vista del que quiera ver (siempre es así, el resto seguirá con la cabeza metida en un hoyo mediático hegemónico). El reciente fallo de la Corte Suprema aplicando el no vigente “2x1” en un caso de terrorismo de Estado, reabre anchas y generosas puertas a la impunidad en la Argentina. Y es más grave en el contexto de un gobierno de derecha elegido, que viene tras los doce años de gobiernos kirchneristas y no está dispuesto a aceptar la “pesada herencia” de los derechos humanos reivindicados.

De estas cuestiones (y más) habla el impresionante artículo de Luis Bruschtein “Impunidad” aparecido en Página 12 (Panorama Político; 06-05-2017); las citas que seguirán salen de ahí mismo. Para comenzar y centrar el tema:

“(…)La impunidad tiene una dimensión simbólica y otra más concreta y el ciudadano común no alcanza a medir la importancia que siempre le asignaron la derecha y el poder económico, el establishment y las corporaciones.”

“(…) La derecha siempre tuvo claro que el debate de los derechos humanos era también un debate sobre los resortes de poder en la Argentina.”

La impunidad sirve para ejercer un poder sin controles y sin excusas, como lo pretendió siempre –y ejerció casi siempre- la burguesía vernácula. Ahora mismo, han descubierto que se podía hacer manipulando opinión pública, arrinconando a los proyectos populares y hasta ganando una elección por poco, pero ganándolas legítimamente. Pero si no resultara, pero si la crisis autogenerada se desbocara, siempre estarán los perros, las guardias pretorianas a las que hay que cuidar con esmero y no castigar para siempre (por más discurso centroprogre, o pseudoprogre que adopta la Coalición de la Alegría). Se los podría necesitar…

Todos los gobiernos de la “democracia” transaron de alguna manera, unos porque les torcieron el brazo y otros con la extraña bonhomía que ostentan los traidores. Salvo uno… :
“Kirchner juntó las dos cosas: usó el poder que obtuvo en las elecciones para atacar, para atacar a la impunidad, lo contrario que le exigía la derecha y el poder económico. Hizo votar la nulidad de las leyes de punto final y obediencia debida y comenzaron los juicios junto con la furiosa hostilidad de la derecha. El corazón del odio anti k inicial se enquistó alrededor de esa problemática y funcionó como vector de contagio.”

“(…)Nunca se hubiera podido alcanzar la anulación de las leyes de impunidad si no hubiera existido el poder para hacerlo y la voluntad política para decidirlo aún a costa de todas las amenazas que había advertido Escribano: el gobierno que se meta con la impunidad no aguantará más de un año.”

Poder para hacerlo y voluntad política, eso fue lo que caracterizó a los tres gobiernos peronistas del kirchnerismo. El poder se refiere a la legitimidad popular que construyó un presidente que venía como de prestado y con el 22,5% bajo el brazo, después de la peor crisis económica, política e institucional ocurrida tras el recupero de la democracia. Se hizo gobernando en sintonía con el peronismo original, comunicando directamente, y también pactando con sectores del peronismo no tan afines y otros que no eran peronistas y aprovecharon el deslizador de la transversalidad que el peronismo a la K ofrecía generosamente. Eso fue una construcción, que en las postrimerías del gobierno de NK y el principio de CFK se consolidó en nuevas agrupaciones juveniles y espacios del centroizquierda no peronistas. La voluntad política la portaban los protagonistas, que no iban a dejar las convicciones colgadas en la puerta de la Rosada. Y eso contagia.

"Nuestro peor momento vino con el kirchnerismo", dijo Videla desde su prisión común y no se equivocaba. El pecado capital fue meterse con los genocidas, rescatar la memoria, bancar a los organismos de derechos humanos, destrabar los juicios pendientes, y sobre todo, ir alertando de que había que ir por el componente "civil" de la dictadura. Sacarse de encima una teoría de dos demonios que necesita guerrilleros y militares y oculta a los civiles, a los curas, a las instituciones y, de última, a la derecha. También estaba lo de la deuda, la ampliación de derechos, cosas importantes. Pero se trataba de ésto, que remite al poder real en la Argentina y que sufrió un ataque primero con la visualización, y luego con el cuestionamiento. Algo impensable, insoportable, que encendió todas las alertas y desencadenó que se actuara en consecuencia. Si era posible, voltearlos con un "golpe blando"; caso contrario desprestigiarlos, calumniarlos, impedirles la acción, terminarlos. Tenían con qué hacerlo, lo sabemos bien.

Entonces me atrevo a decir que no es el anti peronismo la razón final del odio, en tal caso vale como explicitación de un paisaje. La explicación del odio es que el peronismo kirchnerista se metió con la impunidad del poder real -no de lleno, no desde el vamos, pero al fin y al cabo si- y eso fue imperdonable. Ese poder sabe muy bien como convertir a un simple ciudadano en cómplice descuidado de sus intereses; cómo manipular cabezas groseramente, con una sonrisa y mucho color.

Ahora las cosas son como son y estamos donde estamos. Esto es peligroso, porque como termina diciendo Bruschtein en la nota citada:

"En el marco de una política económica que aumenta drásticamente el desempleo y la pobreza, con sus consecuencias de marginación y desesperación, el mensaje de la Corte con este fallo es atemorizante porque muestra a un gobierno que desarma los controles, en este caso de la Justicia, y se prepara para la represión del descontento, asegurándoles a las fuerzas represivas que serán impunes."




domingo, 7 de mayo de 2017

"NADIE SINO EL PUEBLO ME LLAMA EVITA"



¿Quién era esa mujer?, lo que para la época y los ajenos era decir ¿cómo pudo pasar?, que no es lo mismo.



Se da determinadamente; como todo lo que la rodea. Uno puede hablar de lo que Eva no es hasta cansarse; destrozar la calumnia y rehuir el mito… pero ¿es lo más interesante? Eva y el peronismo componen una biografía en paralelo, porque en ambos casos, ocurre lo que había una tremenda necesidad de que ocurriera (aunque nada sea obligatorio ni fatal). 


Los peronistas -que no lo eran- van al encuentro de Perón; y Perón, que venía por ellos como por tantos otros, queda atado para siempre a los trabajadores –esos que renunciaron a la independencia de clase y se quedaron con la de él- y todos fueron peronistas. Ellos y también Perón. Eva llegó justo cuando todo estaba empezando y se les mezcló de tal manera, que todo tuvo que empezar. 


La vida política de Evita dura seis años: viaje a Europa, la pelea por el voto femenino, la relación con la CGT y los sindicatos, la Fundación y la acción social. No pudo proyectarse más allá porque no le quedó tiempo y entonces, los verdaderos deudos la trajeron hasta acá. Es eterna porque esa turba llevó una y otra vez su nombre como una bandera a la victoria. Y cuando tocó derrota, la levantaron otra vez, otra vez, y otra vez. 


Eva adjura del feminismo y al mismo tiempo afirma el rol activo de la mujer como nunca; hace política desaforadamente, hostiga, divide, pero también compone, disculpa, arrima. Acata verticalmente a Perón a la par que lo matiza, lo discute, lo actualiza permanentemente. Es inescindible de Perón y a la vez, opera como la puerta de entrada privilegiada al movimiento nacional. Su figura cuestiona, afirma, arremete, aún al mismo movimiento, aún a los dirigentes. Salvo a Perón.


Evita es como el peronismo. Un movimiento que no es y es partido; una doctrina clavada entre el capitalismo y el marxismo que forma parte del primero y se atreve a levantar las banderas del segundo. Una marcha y contramarcha que siempre va para adelante. Una parada en el camino, un refresco para el alma, una caricia para el herido. Una mujer que no fue madre y tiene millones de hijos. Por eso el gorilaje no entenderá nunca al peronismo ni a Eva; son otros los lenguajes, otras utopías que requieren de un orden absoluto e imposible en la vida real. 


Nos hemos formado a su sombra y detrás de su aliento, sin poder atraparlo nunca. Hemos estado muchas veces dos pasos atrás, casi por alcanzarla como si fuera posible (que no lo es). Y a pesar de eso, uno tuvo muchas veces la sensación de su presencia, la veneración de la cotidianeidad. Hizo escuela. Enormes minas de rodete aún sin hacérselo, las “tías” de la Resistencia, las doñas de los barrios y la Básica, las que están siempre y Esa otra, la que llegó más alto que todas y la puso en el billete de cien.


Ahora es fácil Evita, casi folclore, hasta para turistas. ¿Y si hubiera vivido más? ¿cuántas Evitas que pueden no habernos gustado hubieran aparecido? ¿cuántas opiniones con el peso de su gigantesca autoridad?... Habría que haberla conocido para saber, habría que haber charlado y discutido con ella, habría que haber estado allí para plantarse detrás de su figura y bancar todo, aún lo que creemos que no se podía. Porque ella lo hizo. 


De todos los títulos, le quedaba mejor el de ser el puente entre Perón y el pueblo, entre los anhelos del pueblo y las manos hacedoras de Perón, como lo dijo. Y todos pasamos sobre ella para llegar a la Patria libre, justa y soberana. Así lo quiso. 


“Los opositores dicen que esto es fanatismo, que soy fanática de Perón y del pueblo, que soy peligrosa porque soy demasiado sectaria y demasiado fanática con el General Perón y con los descamisados de la Patria.

Yo les contesto con Perón: el fanatismo es la sabiduría del espíritu. ¡Qué importa se fanático en la compañía de los mártires y de los héroes!

Al fin de cuentas, la vida alcanza su verdadero valor no cuando se la vive de manera egoísta, nada más que para uno mismo, sino cuando uno se entrega a la vida toda íntegra, fanáticamente, en aras de un ideal que vale más que la vida misma. Yo contesto que sí soy fanática de Perón y de los descamisados de la Patria.”


Felíz cumpleaños, Señora… Evita.


*Citas y consultas de “Evita”, de Marysa Navarro; Edhasa; 2005.

martes, 2 de mayo de 2017

DEL TRABAJO

Un bancario que conocía la city como a su barrio de chico y que alguna vez que otra vendía en el mostrador cemento, cal y arena. Delirios de ser su patrón y tener un negocio, veleidades que viejos inmigrantes le habían susurrado en la patria adoptada y pródiga...

Un hombre flaco y largo que ponía para atrás las palancas enormes o para adelante. Mil palancas que hacían ruido cuando caían los cambios en las vías. Y me sonreía.

Mujeres que volvían de la fábrica de enfrente, obreras del vidrio y la casa adornada con  bochas verdebotella y enanitos. Mujeres sencillas que luego de la jornada larga se calzaban un delantal.

Una señora que conocí con canas, de lentes redondos y lustros planchando para afuera, el hierro caliente y el carbón. Un brasero que quedará afuera en la noche del invierno. Otra más, con  anteojos más bravos y ojos acostumbrados  a la máquina de coser y dele quetedele en el pedal. Y esa lámpara de cuello flexible que nunca se apaga.

Un jóven alto y rubión que va y vuelve del puerto mirando y anotando en la planilla la descarga de la yerba mate; sube al jeep de doble cabina y sale para la oficina.

El Chinito con el gorro blanco y el delantal en la carnicería de la feria y el paquete bajo el brazo con un buen corte para la casa, caminando siempre por la vereda de la sombra.

El albañil que construye chalecitos y su casa cuadrada a la italiana, que habla enrevesado y suspira en el azul profundo de los ojos gringos.

Un ama de casa diplomada, educada por las monjas para ser la mejor y es la mejor. Crea en las ollas, recrea milagros para que cada día salgan de la casa al trabajo y vuelvan del trabajo a la casa.

La maestra que se las tiene que ver con los chicos croatas de la guerra balbuceando mal el español. Y un día se casa y atiende su casa, e irá diseñando en los años un jardín fabuloso que no tiene fin.

Un chico en bicicleta que entrega la ropa planchada en las casas bien, y que algún día será el bancario.

Champurreo de domingo en el que se mezclan palabras en italiano y el hablar de todos los días. Conventillos de origen, casa alquiladas, casas propias. Historias mansas de laburo y ascenso social... quién diría.

Así fue. Parientes. Los cercanos que nos fueron enseñando sin mucha palabra de dónde venimos y lo que hacemos. Trabajadores. Nada más.

No me dijeron si faltaba la plata ni cuánto les costaba cada cosa que nunca faltó. Imagino  algunas noches malas, imagino desazón que no declamaron. Imagino un mundo con el diario de la tarde y la radio a lo lejos. La ropa cuidada y la manía con la higiene, los remiendos, los batones, los tejidos y tantos mates con bizcochitos de grasa
en una tarde eterna de domingo.


Y todo eso... quería hablar del trabajo y me salió la familia.