martes, 27 de junio de 2017

LA FERIA DE LA ALEGRIA

Si, se puede. La “filosofía del optimismo”* es así, una actitud cool frente a la realidad adversa que se termina negando y pasando por arriba. Entonces, ¿la cambia? En términos motivacionales, si. Para los herederos del Iluminismo, los tocados por un racionalismo feroz y el positivismo –que no se va nunca del todo- estas cosas de la “revolución de la alegría” son soberanas pavadas, repetidas por pajarones, digitadas por hijos de puta.

Bien. Pero este curioso tipo de pensamiento en positivo (insisto, este tipo…) tiene gancho, atrapa naturalmente porque tira para adelante en el momento en que el patrimonio de lo que se percibe como “mala onda”, nos señala a nosotros, infames peronistas y demás secuaces del campo popular (auténticos losers).

Justicia social; lucha contra los intereses de los poderosos; lucha contra el stablisment –y lo peor, lucha anti imperialista-; patria si y colonia no; promoción de derechos… Y más, que la riqueza de unos pocos genere la pobreza de los muchos... La complicamos: superávit fiscal haciendo que paguen cada vez más los que más tienen; nacionalización de activos accionarios de las ex AFJP en el ANSES para el sustento de políticas sociales (como la Asignación Universal por Hijo, por dar un ejemplo). Y va más: ascenso social vía mayor consumo de bienes y servicios; instrucción para más gente (y universidades nacionales en los distritos donde vive la gente). Y bancar en el transcurso de la recuperación -para llegar a ser “un país en serio”- un toque de inflación, matizada por medidas que protejan el consumo (como los precios cuidados, por ejemplo). Abstenerse de tomar deuda para pagar gastos corrientes, y/o para pagar deuda. Todas estas medidas y políticas generaron indefectible y,diría, objetivamente un “otro” enfrente que no quería soltar la chancha y los veinte. Generábamos “conflicto”, enfrentábamos a los argentinos, los obligábamos a tomar partido y establecer bandos. Algo que la derecha llamó “la grieta” y nos la endilgó (increíblemente, porque fueron sus mentores desde que el cadáver de  Moreno fue arrojado a las aguas del océano).

Eso es mala onda, un pasado que nos tironea y persigue. Encima y para colmo de males, viene endosado con el relato de la “pesada herencia” en alusión a un colosal desmanejo del Estado y corrupción sin parangón en toda nuestra historia. “Se robaron cerca de un PBI y medio” dijo el energúmeno de Farías, sin saber qué es un PBI, pero con ganas de zafar de la cárcel. “Se robaron todo, muchachos” sentenció bajando la cabeza el gobernador (des)Morales mientras deshacía el estado de derecho en Jujuy.

Nos ganaron con el optimismo y promesas que eran cuanto menos improbables,  eran imposibles de creer para mentes más o menos avisadas y con un mínino de información. Pero fueron creídas, más por exceso de técnica comunicacional que por sostener alguna realidad. Y así era que, frente a un Scioli que pronosticaba en el debate de campaña electoral todo lo que finalmente ocurrió, surgían cosas como: a nadie se le va a seguir cobrando el impuesto al trabajo que es el descuento de Ganancias 4ta categoría; a nadie –que le corresponda-se le va a quitar nada de lo que recibe y cobra, sean pensiones, planes, subsidios; no va a haber despidos injustificados. Hay más, pero me cansa el inventario y además, cada uno puede ir haciendo la lista.

Hay parte de una generación (joven, rePro) cuasi yanqui, cuasi boba, camino a hijaputarse, que banca a rajatabla el optimismo ultra, sobre todo si contradice una realidad comprobable. ¿Por qué pasa esto? Tal vez porque se compra ese viejo discurso de la “tierra de oportunidades”, o aquello de que si uno se mentaliza lo consigue, de que todo es posible… individualmente. Los mensajes están dirigidos del uno a uno, tratando de que lo “colectivo” quede pegado a lo gregario, masificado, en caca, o kaka (mejor). El esfuerzo personal puede vencer la situación adversa de un país, en lugar de saber que son las políticas públicas (decisiones políticas) las que obliguen a una nivelación como para generar las oportunidades en que la voluntad (individual y de grupo) puede manifestarse y desarrollarse con parámetros reales y en progresión.

Erigir a un Durán Barba como el nuevo Mesías tiene muchas bibliotecas atrás, no se crea. No es fruto de la imbecilidad o la ignorancia, no, no. Son cuestiones que requirieron mucho estudio y preparación, la derecha tiene think tanks -los grupos de tareas del pensamiento- ágiles y sumamente pragmáticos. Engatusar -nunca tan bien dicho- a una parte importante de la gente de medio pelo es tarea de profesionales.

Estafa. Malversación. Perversión de ideas y valores. Hacer que laburantes y pequeñas personas (los del común) sirvan a los de arriba y que no se den cuenta. El problema de siempre es la percepción de la realidad, por más narcótico que se halle en sangre. El boludismo no paga las cuentas ni hace que se progrese.

Las olas de tanta felicidad pasan por arriba de gente que se queda sin laburo, con lo complejo y dramáticos que ese ese segundo después del telegrama o del cartelito pegado en la puerta del establecimiento, o que el de vigilancia no te deje pasar y te muestre la lista. Jodido enterarse que no vienen más los remedios por el PAMI, que se caiga la pensión que apenas paga algo del pibe entubado e inmovilizado. Difícil pensar en una deuda a cien años, después de haber hecho tanto esfuerzo por refinanciarla y pagarla. Desalentador que no vaya más el incentivo para estudiar, programas que le hacían bien a un sector y que tendían a enderezar una vida torcida a propósito para conveniencia de pocos.

La Feria de la Alegría debe parar, al menos debe ir frenando. Porque en su trastienda se hacen negocios non sanctos y se sale llorando, no riendo. Es como la foto que puse ahí, una Feria pueblerina del Ku Klux Klan de fines de los veinte (1920). No es alegría, es segregación, es aceptación de la fatalidad a través de la banalización total de las ideas y de la moral social.

Aunque a muchos no les guste, decir “la patria es el otro” es de una satisfacción emocional y ética tremenda. Hacerlo, ni hablar: es de un optimismo de la gran puta. Del de verdad.


* Una crítica por derecha a la filosofía del optimismo en “El optimismo no es un programa de gobierno” por Daniel Muchnik, Clarín del 23-06-2017.

miércoles, 21 de junio de 2017

LAS IDEAS NO SE MATAN

De camino al exilio en Chile, se dice que Sarmiento escribió en una piedra "las ideas no se matan" (y lo puso en francés, el muy fino). Lo que sigue no tiene nada que ver con el gran sanjuanino (ponga usté gran qué cosa, a gusto), sino conque es cierto que hay ideas que no se sacan así nomás. No hablo de grandes ideales, de valores como la justicia social, la solidaridad o el mero compañerismo, que se sienten o se aprenden a sentir desde el vamos... o no. Tampoco de esos pensamientos complejos sobre la economía política, que da sustento a eso de "patria si, colonia no". Todo eso no suele fijarse en la cabeza como los preconceptos, los prejuicios y algunas burradas que se adhieren como chicles y hacen nido, se alojan, se mimetizan y se transustancian.

"Cristina es chorra" por ejemplo (o su genérico más gorilón, aunque sincero: "los peronistas son todos chorros"). Cristina es dueña de una cadena de hoteles en el sur y los alquila a precios exorbitantes a conocidos que benefició siendo Presidenta y se guardó la guita. Mientras Devido se choreó todo con la obra público y le pasaba a CFK su parte de las coimas. Toda la guita iba a parar a múltiples cuentas en el exterior. Y más, como si usté y yo estuviéramos en esos livings que se arman a la tarde en programas de "noticias" para hablar de cualquier forrada. Las pruebas te las debo, eso sí. Las causas no van ni para atrás ni para adelante, y eso que la corporación judicial -que es la mafia judicial, y no el poder judicial- tiene ahora las terminales bien alineadas con Balcarce 50 y/o una cuadrita al costado tirando hacia Retiro, cerca del Nación, donde una placa tapa lo que siempre fue, la Side.

Pero el portador de la idea fija lo cree todo, porque para eso tenía la idea pegada, para recibir la sospecha y reconocerla como propia. Decir que eso es antiperonismo nos diluye el problema y encima enaltece al mequetrefe vociferador a la categoría de pensador y poseedor de una ideología que no es tal. Se trata de estupidez lisa y llana, de la que se valen los que no son ningunos estúpidos y les chorrea hijaputéz por todos los poros.

Porque vea, que si de Cristina no pudiera probarse que es una chorra, queda lo de soberbia, altanera, maestra ciruela. Todas cuestiones molestas si le apetece, pero que no llevan a una sanción ética. Puede ser que la Señora despierte algún sentimiento de inferioridad y sabemos que cuando un forro se siente forro, puede ser peligroso.

Y otra pregunta que se me aparece como una manifestación de la primavera: ¿por qué justo cuando se reivindican cuestiones populares, derechos, historias "no oficiales", por qué cuando se cuestiona al neoliberalismo y se gobierna un poco para los de abajo y los del medio abajo, surge la fiebre de la corrupción? Porque hay que voltearlos y punto. Y con esta Señora no se pudo, entonces hay que llenarla de mierda, para que ni usté ni yo vayamos por ahí diciendo barbaridades sobre la curiosa relación que hay entre una necesidad y un derecho, como para calentar motores.

El patrón dice chito, el celador dice chito. Entonces se me calla. Que nos de un ataque de vergüenza, depresión, impotencia, o simplemente que nos de un ataque. Y nos callemos, y no votemos. Que desaparezca ese cuestionamiento, esa mirada de reprobación, el ímpetu de pelear y de volver y volver y volver y volver. El sueño de la oligarquía es que el mismo pueblo, o una parte importante del pueblo, nos rodee y nos haga callar. O nos eche, o nos escupa. O que simplemente y finalmente, desaparezcamos de la faz de la tierra.

Recuerdo una cosa que decía una señora por ahí, algo como "estos hacen las cosas bien, sólo porque quieren ganar las elecciones". Y de esto se compone o descompone la idea del "populismo" que pretende reemplazar al concepto "peronismo". Este abuso pornográfico de lo popular parece que produce engatusamiento, una fuerza interior de tozudez hecha programa político y doctrina (que es peor, mire). No sé, enloquecen, se ve que da miedo.

Y mire qué curioso, esa conciencia nacional, de derechos sociales, políticos, económicos, de continentalismo, todo eso que se malconfunde bajo el rótulo miserable de "populista" (en lugar de decir peronista, progresista, zurdo, y siga más allá de la pared si quiere), no funciona como la idea incrustada en el cerebro que le decía.

No. Para tener estas ideas hay que sentir (no "sospechar"), saber (que conlleva "aprender") y pensar. Es tremendamente difícil y te duele la cabeza. Tan difícil que lo puede hacer cualquiera que no haya sido penetrado (ay) por la merda del sistema que te roba siempre las vértebras esas cuya función es mantener la cabeza alta y la posición erguida.

Ahora bien, ¿significa esto que nuestros compatriotas, esos que portan el prejuicio antiperonista como el balazo que llevaba Mitre metido en la frente, no tienen remedio? Tienen remedio, eso sí, aunque no todos. Porque ser prejuicioso y aún medio gorila no siempre significa que el proceso sea irreversible. Hace falta si que el fulano o fulana no se regodee demasiado con la desgracia ajena para sentir el placer propio, porque eso sí que es jodido. Hace falta que no sea un envidioso empedernido. Estos casos suelen ser graves porque el enfermo no reconoce padecer del mal.

Y uno dice, o un coso me dice ¿para usté todo el que no está de acuerdo con ustedes es un enfermo? No sucumbo a la tentación y le digo que no, que de ninguna manera. Hay gente que no acuerda con uno y está cargado de argumentos. Es más, gente con la cual uno debió coincidir pero no podía blanquearlo mucho porque estaba cuidando la Patria -digamos- o creía que así estaba bien aunque no todo fuera del todo bien.

Pruebe en darle a esos otros menganos la razón en un par de cosas -seguro que hay un par- y manténgase firme contra lo que es pura manipulación mediática, pura alucinación gorila sin prueba alguna (y con mucha prueba en contra, agrego). De eso no nos bajemos, pero de lo otro sí. Y va a ver como la cosa cambia; y si no llega a un acuerdo al menos verá que la distancia está un poco más corta.

Y un día por ahí se reconstruye ese 54% que no es todo propio, que lo hicieron estos también. ¿O usté piensa que importamos gente de otro lado en aquella oportunidad? ¿O usté piensa que gano Carrió en el 2011 pero le afanamos casi el 40% de los votos?... porque mire que esto también se dijo. Entonces, el famoso frente ciudadano -a mí tampoco me gusta el nombre- no es, como uno pensaba, para ir a buscarlos a la casa y cagarlos a trompadas, sino que es para reencontrarnos, que nos viene haciendo falta. Y vio... la Señora sabe, aunque no te diga todo. Y ahí cuando menos se pensaba, la Mina nos puso la Unidad Ciudadana como para ir parando el espantajo que el neoliberalismo nos trajo de vuelta.

Como le decía, no se pueden matar esas ideas fijas; yo sugiero que le vayamos de costado. Que le ganemos la confianza en base de ser más sinceros, más críticos, menos pelotudos, menos infantiles, menos estalinistas (ya se que no se escribe así). Brutal, me lo digo, no es que se lo digo. Y no por eso vamos a dejar de estar donde hay que estar y en el momento en que hay que estar. Será que es posible vencer ese cerco imperialista que bloquea las mentes, deshace las sonrisas y pretende que se acepten cosas que son absolutamente inaceptables. Y que van contra la vida y hacienda del pueblo (o pueblismo).

El gobierno y el poder mienten mucho y todos los días. Descaradamente. Tienen como hacerse oír, tienen sus perros y sus escribas, tienen casi todo. Nosotros tenemos lo de siempre y vea que va dando resultado. Como el hecho maldito, de un país burgués.

Es cuestión de hacérselos otra vez.



sábado, 17 de junio de 2017

GUEMES

Uno dice "Güemes" y piensa en San Martín. Entonces la gesta es de San Martín y don Miguel Martín sigue siendo ese soldado bancador y leal que mantiene el norte a raya de los godos. Es cierto, pero no le hace justicia. El Güemes gobernador era un "populista" empedernido, y si me apura, un peronista de aquellos.

Gobierna un territorio con el enemigo en la frontera -y no se sabe muy bien cuáles son los límites de la frontera- y con otro enemigo adentro. Al ratito los oligarcas salteños (de esa gran región que llamaron Salta) vieron con claridad que el Gobernador, que era uno de ellos, resultaba ser un gaucho con algunas propiedades. No gobernaba como uno de ellos, tenía el vicio de rodearse de chusma y gobernar para el pueblo. Claro, los que no tienen patria tampoco se sienten parte del pueblo. Como ahora, sin ir  más lejos.

Por eso, consideraron a Güemes un traidor de clase por más que no lo plantearan así. Los garcas de la época se inventaron un bando y lo llamaron "La Patria Nueva", en reverso de esa patria que veían vieja o indeseable, una patria de gauchaje y gente que seguía al caudillo y sabían muy bien por qué. Algo difícil de comprender para los que veían que era necesario centralizar, ordenar, limpiar, diseñar un país para hacer negocios. No podían contar con gente como Güemes, ni con Belgrano, ni con San Martín. Será por eso que cuando se dieron cuenta de que no podían borrarlos del relato de la historia -justamente porque los pueblos no los borraban- decidieron transformarlos en monumentos.

Había que derrocar a Güemes. Los de La Patria Nueva decían algo así, en oportunidad de esa curiosidad reaccionaria que se denominó la "Revolución del Comercio" (mire usté que fallido ¿no?):

"... el gobernador Martín Güemes, transformado en deidad superior a los de su especie, empuñó el cetro de yerro más duro que cuantos tuvieron los Calígulas, los Nerón y los demás tiranos de la historia; (...) desde su colocación en el gobierno sus primeros empeños fueron perpetuarse en él, engañar a la muchedumbre, fomentar los vicios, despreciar al honrado ciudadano, quitarle sus bienes hasta arruinarlo y constituirlo en la miseria, disponer de las propiedades a su antojo, chocar con las primeras autoridades del Estado, ser motor de la anarquía en las demás provincias, oprimir al vecindario con contribuciones a su solo beneficio, tiranizar al soldado, turbar el sosiego del gaucho; huir cobarde por los montes; (...) se proclamó general de un ejército que sólo existía en su fantasía; recibió auxilios de los pueblos de buena fe; ...."

Por supuesto que siempre hay un Bonadío para transformar la canallada en ley, y la prensa "seria" para difundir las barbaridades.

En total, Güemes y sus gauchos -los "Infernales"- resistieron victoriosamente nueve invasiones realistas: 1812 al mando de Pío Tristán; 1814 Joaquín de la Pezuela; 1817 Pedro Antonio Olañeta y José de La Serna; 1818 Olañeta y José María Valdés; 1819 Olañeta y José Cartenac; 1820 Juan Ramírez Orozco; 1821 Guillermo Maguiegui; 1821 Olañeta. Y en medio de semejante quilombo, el caudillo, el gobernador, el Conductor veló por ese pueblo que alguien -con mucha razón- llamó "la tierra en armas".

Claro, los mercantilistas y monopolistas que manejaban Buenos Aires -ese lugar en el que dicen los turritos que vive Dios- les importaba un carajo que Güemes defendiera la frontera, un bledo que fuera el puntal para que San Martín pasara de Chile a Perú. Querían liberar tropa para reprimir a los caudillos y sobre todo, para hacer bosta a los orientales de Artigas (otro grande).

Las oligarquías saben elegir bien a sus enemigos, los huelen como los animales hambrientos que son y van por ellos, porque detrás de ellos está la torta y la gente. Había que liquidar a Güemes...

Mire lo que Güemes decía de esta gentuza con galera y levita:

 "Vosotros sois mucho más criminales que los enemigos declarados, como verdugos dispuestos a servir al vencedor en esta lid. Sois unos fiscales encarpados y unos zorros pérfidos en quienes se ve extinguida la caridad, la religión, el honor y la luz de la justicia. El estiércol de vuestros intereses, que adora vuestra codicia y avaricia, y mezquináis para auxiliar a vuestros virtuosos y pobres hermanos que caminan a la batalla, al peligro de perder el mejor y más inestimable caudal de su existencia, no sea pues, que llegue a servir para apagar la hipócrita sed de los tiranos.
Llenaos de rubor y temed el justo enojo de vuestros compatriotas a quienes abandonáis en el caso urgente de necesitaros."

O sea algo así como que cuando los pueblos agotan su paciencia, hacen tronar el escarmiento... Digo.

Güemes no se rindió, no se vendió, no transó. Y mire que lo tentaron, aún después de tenerlo caído, herido de muerte y en una agonía de diez días. Güemes se hizo jurar por los Infernales que, ni bien hubiera expirado, saldrían a recuperar Salta y seguir la guerra contra los enemigos de la Patria. Y eso hicieron, por eso todavía tenemos Patria.

Gracias general Martín Miguel de Güemes, nuestro general, nuestro caudillo.

Sepa que aún le debemos la segunda independencia. Y vamos a cumplir.

*Datos consultados de "La tierra en armas. Los infernales de Martín Miguel de Güemes", en Pigna Felipe: LOS MITOS DE LA HISTORIA ARGENTINA 2.


viernes, 9 de junio de 2017

EL ORDEN DE LAS COSAS



La patria es más que el país, que una dimensión geográfica o de economía política. La patria es un proyecto, nunca viene sola ni está colgada entre las utopías. Es un proyecto concreto que se lleva a cabo o que es impedido. Por eso es que hay un solo proyecto de Patria (y va con mayúscula) y lo otro es para establecer una y otra vez una colonia. No hay tercera vía en esto, en tal caso, es necesario poder captar todos los abordajes posibles del proyecto de Patria (y eso pertenece al pensamiento complejo, vale avisar).

Para los referenciados –como uno- en el nacionalismo, la Patria es la máxima referencia y barre con todos los eufemismos. Tiene que ver con esencia y con mística, un saber dónde se quiere ir y cómo se quiere llegar. Objetivos y valores. De todas las aproximaciones, quedémonos con la última. La Patria es el otro. Es un parteaguas tan fuerte. Los que optan por la colonia jamás podrán entender qué es el otro, donde está, qué le pasa y que tiene que ver con uno. Nada. 

Y una última cosa. Por la Patria se jura. Porque compromete hasta el alma, porque si uno va de verdad no hay después. Y si no es así, no se jura…

Después está lo del movimiento. Uno dice Mayo, la idea de la nacionalidad sudamericana, el federalismo tozudo y volvedor. Algo del radicalismo yrigoyenista. Sin duda alguna, el peronismo. Doctrina, idea, acción, movimiento. Eso que sirve para hacer el proyecto de la Patria, moverlo, recuperarlo cuando se pierde, estarle encima al país y aparecerle por todos los costados. Estar organizado, sin dejar ni por un segundo la insolencia espontánea. Pertenecer, unirse básicamente, estar. Y también la vida, esa la personal, la de todos los días. Y si le parece, pejotearse sin miedo ni tapujos, que también le hace al Movimiento. 

Al final, los fulanos y fulanas. Los que llevan o deben llevar en alto el proyecto de la Patria, porque vienen del Movimiento. La gente diría, que como no se trata de ángeles, alguno se tuerce, otro se dobla, otro se va al carajo. Y los más, ahí paraditos, permanecen como siempre fueron, compañeros.

Nada nuevo, pero repasando: primero la Patria, luego el Movimiento y, por último los hombres. Y las mujeres.