Tempranísimo en domingo, por cuarta vez en el año. Las dos primeras, bueno, espanto y lo que no se alcanza a hacer como se debe por esas cosas de la conciencia humana y la marencoche (qué pensamiento simbólico maravilloso el de mi tía María, pobre). La cuestión es que este domingo era el día. Lo sabíamos más que intuirlo, primarias de por medio.
Mismo colegio, misma gente. Somos los únicos que pusieron fiscales en todas las mesas (y en nuestro caso, todos amigos de años), los demás a la vieja usanza de la izquierda: un fiscal general para cuatrocientos colegios. Mal comienzo. Me pareció que los fiscales generales de los Hermanos Saa apenas habían cumplido los dieciocho. Había por ahí alguno que otro avezado en estas cuestiones, que ya no recordaba cuándo o en qué elección dejó de figurar como uceerre. Algo así como exilados, vagabundos en un limbo que se les escapa. También un mengano que hoy se dice PRO, pero a los dos minutos aparece como entusiasta duhaldista, pero ya no sonríe (el 14 de agosto nos auguró el malestar de esa misma noche cuando tuviéramos que reconocer la derrota). Algunas viejas que se vienen a hacer un mango, porque la bonanza no llegó a todos lados. O una changa. O como la vicepresidenta que me toca en suerte, que anda de mal en peor, siempre peor y con una energía negra que te la cuento. Otra que era radical. Esto parece un hospital de Naciones Unidas. Por suerte, en algún momento los milicos abren y entra la gente.
Siempre dos en la cola, no más. Así todo el día y se van haciendo los porcentajes de concurrencia. La mayoría hace una broma sobre el cumplimiento del deber cívico, pero se les nota el orgullo. Más allá del color del voto, ese orgullito se percibe. Eso para todos los que quisieran que el voto no fuera obligatorio, en un alarde de la conciencia política que no tienen y el desconocimiento de la larga marcha de un pueblo. Pero en fin, si empezamos a putear gente no paramos más…
Sandwichitos en el medio (siempre me preparo en casa, más suculentos y generosos, como para uno y a veces para más de uno), poco café, agua, gaseosa. Las diez horas ahí, hasta que son las seis.
Son las seis. Una compañera recibe mensaje, Canal 13 esta titulando: "ARRASA CRISTINA". En estas mesas de Monserrat (alto), llegamos a un 35, y hasta el 38% ganando. Bien, muy bien. Terminar el tramiterío, ayudar a llenar actas, telegrama, y todo eso que un fiscal no hace pero bueno, ahí estamos. Los demás anotaron rápido y salieron apurados a llevar el pelpa o seguir con el resto de las mesas antes de que los presidentes se las tomen a su casa.
Nosotros tenemos una cita para festejo. Seguro los de Binner también, agrandándose pero bueno, tienen algún motivo. El PRO tranqui y conformes con la boletita amarilla solitaria. El resto, al olvido si fuera posible, al absurdo con seguridad. Es desastre. Lo prepararon, siguieron el manual de lo que no se debe hacer al pie de la letra. Acaparan la derrota, hasta en eso son egoístas. No se hunden hoy, hace mucho que vienen haciendo agua. Hoy se les rompió la represa.
Vamos para allá. La calle es medio un quilombo ya. Gente que va apareciendo. Centro tomado. Uno que grita algo. Muchos que se saludan. La Ve primero como contraseña, en otros momentos como bandera de guerra y ahora es un abrazo a lo lejos o porque no podemos andar abrazándonos con todos (y todas). Gritamos un intempestivo "andateCoboslaputaqueteparió" y la cana nos mira como a resentidos. Somos resentidos.
Bocinazos, esos que hacen el cantito. Banderas. La capital castaña clara que hace profesión de fe peronista. Peronismo explícito. Kirchnerismo galopante. La pendejada como cuando viene el agua, por todos lados. Cuando llegamos al Intercontinental todo se agolpa. No se si somos multitudes, pasa que estamos todos en la misma baldosa. Y felices. Horrorosamente felices. Nos lo decimos. Comentamos. Se hacen concursos de boludeces y no gana nadie, de puro boludos. La felicidad es boluda.
Un gordo grandote enrremerado (para la ocasión) pispea con maestría y concentración un celu que es tele con antenita. Recepción perfecta, debe tener cable o algo así. Nos juntamos a su alrededor (a medio metro los demás ni se dan cuenta, esto es un quilombo). La morocha (esa) me dice: tecnología del negro peronista. Extraordinario.
Y aparece la Señora en la pantalla. Estalla todo, las banderas (que no van a bajar) tapan todo. Levantamos las manos, hacemos la Ve, gritamos, saltamos. Locura. Habla para todos, después nos habla a nosotros solos, nos reta cuando silbamos a cualquiera de los otros. Se rie. Se pone seria. Se quiebra. Sale. Dice que va a ir a la Plaza.
Nos clavamos un choripan en la Plaza, como Dios (cuando es peruca) manda. Está buenísimo, sobre todo tras la sinceridad del parrillero cuando le pido un par que estén hechos. "Dame un minuto", dice y espero los que quiera. ¿Qué otra cosa tengo que hacer? Aparecen amigos, compañeros amigos, gente que uno conoce y lo conoce a uno (más de esto último que lo primero, increíblemente), gente que te saluda y no te acordás quién era. Gente que pensás "¿vos acá?". Y si, está acá (sigamos agradeciendo que se podía mejorar). Como uno. Y hace dos años nos daban por muertos, así como hoy están ellos. Se terminó el kirchnerismo, decían. Se terminó el peronismo, pensaban. Al menos ESE peronismo. Porque Duhalde, De Narváez, los Sáa, Puerta, Rico… esos no les molestan.
El piberío es infernal y copan todo. Hay mucha familia. Chicos a upa asombrados, medio dormidos, asustados del ruido (acostumbrándose al ruido). Desde el Hotel estaba el Evita, ahora entra La Cámpora y hay banderones como para elegir. Banderones con montonazos de gente abajo y atrás. Viene un camión con una banda, mucha trompeta. Bombos, obvio. Y hay otros que tienen cara de "eslaprimeravezquevengo". Y felicidad en la cara. Un gentío.
Nos empezamos a ir, estamos cansados. Mañana por suerte tengo el día y voy a poder reponerme, hacer cama y fiaca, mirar todos los noticieros, todos los diarios. Pasarlo con la fulana (esa morocha). Pero llega la Señora y todo se detiene. Quiere saludar a la Plaza. No la veo pero la escucho, la gente enloquece y se emociona muchísimo. Se nota el amor, una dimensión mucho más honda que el acuerdo o la convicción. Y nos vamos yendo. La historia grande, ya está.
Cuando de ida cruzábamos la NuevedeJulio, muchos miramos al sur buscando ese edificio que quedó prepontente parando la calle. Buscábamos la mirada y el gesto, la contención (porque la alegría también requiere de contención, nunca viene sola). Algunos levantaban la Ve, otros una consigna, otros un beso al aire. La mirada de Eva. En una noche como esta.
Mismo colegio, misma gente. Somos los únicos que pusieron fiscales en todas las mesas (y en nuestro caso, todos amigos de años), los demás a la vieja usanza de la izquierda: un fiscal general para cuatrocientos colegios. Mal comienzo. Me pareció que los fiscales generales de los Hermanos Saa apenas habían cumplido los dieciocho. Había por ahí alguno que otro avezado en estas cuestiones, que ya no recordaba cuándo o en qué elección dejó de figurar como uceerre. Algo así como exilados, vagabundos en un limbo que se les escapa. También un mengano que hoy se dice PRO, pero a los dos minutos aparece como entusiasta duhaldista, pero ya no sonríe (el 14 de agosto nos auguró el malestar de esa misma noche cuando tuviéramos que reconocer la derrota). Algunas viejas que se vienen a hacer un mango, porque la bonanza no llegó a todos lados. O una changa. O como la vicepresidenta que me toca en suerte, que anda de mal en peor, siempre peor y con una energía negra que te la cuento. Otra que era radical. Esto parece un hospital de Naciones Unidas. Por suerte, en algún momento los milicos abren y entra la gente.
Siempre dos en la cola, no más. Así todo el día y se van haciendo los porcentajes de concurrencia. La mayoría hace una broma sobre el cumplimiento del deber cívico, pero se les nota el orgullo. Más allá del color del voto, ese orgullito se percibe. Eso para todos los que quisieran que el voto no fuera obligatorio, en un alarde de la conciencia política que no tienen y el desconocimiento de la larga marcha de un pueblo. Pero en fin, si empezamos a putear gente no paramos más…
Sandwichitos en el medio (siempre me preparo en casa, más suculentos y generosos, como para uno y a veces para más de uno), poco café, agua, gaseosa. Las diez horas ahí, hasta que son las seis.
Son las seis. Una compañera recibe mensaje, Canal 13 esta titulando: "ARRASA CRISTINA". En estas mesas de Monserrat (alto), llegamos a un 35, y hasta el 38% ganando. Bien, muy bien. Terminar el tramiterío, ayudar a llenar actas, telegrama, y todo eso que un fiscal no hace pero bueno, ahí estamos. Los demás anotaron rápido y salieron apurados a llevar el pelpa o seguir con el resto de las mesas antes de que los presidentes se las tomen a su casa.
Nosotros tenemos una cita para festejo. Seguro los de Binner también, agrandándose pero bueno, tienen algún motivo. El PRO tranqui y conformes con la boletita amarilla solitaria. El resto, al olvido si fuera posible, al absurdo con seguridad. Es desastre. Lo prepararon, siguieron el manual de lo que no se debe hacer al pie de la letra. Acaparan la derrota, hasta en eso son egoístas. No se hunden hoy, hace mucho que vienen haciendo agua. Hoy se les rompió la represa.
Vamos para allá. La calle es medio un quilombo ya. Gente que va apareciendo. Centro tomado. Uno que grita algo. Muchos que se saludan. La Ve primero como contraseña, en otros momentos como bandera de guerra y ahora es un abrazo a lo lejos o porque no podemos andar abrazándonos con todos (y todas). Gritamos un intempestivo "andateCoboslaputaqueteparió" y la cana nos mira como a resentidos. Somos resentidos.
Bocinazos, esos que hacen el cantito. Banderas. La capital castaña clara que hace profesión de fe peronista. Peronismo explícito. Kirchnerismo galopante. La pendejada como cuando viene el agua, por todos lados. Cuando llegamos al Intercontinental todo se agolpa. No se si somos multitudes, pasa que estamos todos en la misma baldosa. Y felices. Horrorosamente felices. Nos lo decimos. Comentamos. Se hacen concursos de boludeces y no gana nadie, de puro boludos. La felicidad es boluda.
Un gordo grandote enrremerado (para la ocasión) pispea con maestría y concentración un celu que es tele con antenita. Recepción perfecta, debe tener cable o algo así. Nos juntamos a su alrededor (a medio metro los demás ni se dan cuenta, esto es un quilombo). La morocha (esa) me dice: tecnología del negro peronista. Extraordinario.
Y aparece la Señora en la pantalla. Estalla todo, las banderas (que no van a bajar) tapan todo. Levantamos las manos, hacemos la Ve, gritamos, saltamos. Locura. Habla para todos, después nos habla a nosotros solos, nos reta cuando silbamos a cualquiera de los otros. Se rie. Se pone seria. Se quiebra. Sale. Dice que va a ir a la Plaza.
Nos clavamos un choripan en la Plaza, como Dios (cuando es peruca) manda. Está buenísimo, sobre todo tras la sinceridad del parrillero cuando le pido un par que estén hechos. "Dame un minuto", dice y espero los que quiera. ¿Qué otra cosa tengo que hacer? Aparecen amigos, compañeros amigos, gente que uno conoce y lo conoce a uno (más de esto último que lo primero, increíblemente), gente que te saluda y no te acordás quién era. Gente que pensás "¿vos acá?". Y si, está acá (sigamos agradeciendo que se podía mejorar). Como uno. Y hace dos años nos daban por muertos, así como hoy están ellos. Se terminó el kirchnerismo, decían. Se terminó el peronismo, pensaban. Al menos ESE peronismo. Porque Duhalde, De Narváez, los Sáa, Puerta, Rico… esos no les molestan.
El piberío es infernal y copan todo. Hay mucha familia. Chicos a upa asombrados, medio dormidos, asustados del ruido (acostumbrándose al ruido). Desde el Hotel estaba el Evita, ahora entra La Cámpora y hay banderones como para elegir. Banderones con montonazos de gente abajo y atrás. Viene un camión con una banda, mucha trompeta. Bombos, obvio. Y hay otros que tienen cara de "eslaprimeravezquevengo". Y felicidad en la cara. Un gentío.
Nos empezamos a ir, estamos cansados. Mañana por suerte tengo el día y voy a poder reponerme, hacer cama y fiaca, mirar todos los noticieros, todos los diarios. Pasarlo con la fulana (esa morocha). Pero llega la Señora y todo se detiene. Quiere saludar a la Plaza. No la veo pero la escucho, la gente enloquece y se emociona muchísimo. Se nota el amor, una dimensión mucho más honda que el acuerdo o la convicción. Y nos vamos yendo. La historia grande, ya está.
Cuando de ida cruzábamos la NuevedeJulio, muchos miramos al sur buscando ese edificio que quedó prepontente parando la calle. Buscábamos la mirada y el gesto, la contención (porque la alegría también requiere de contención, nunca viene sola). Algunos levantaban la Ve, otros una consigna, otros un beso al aire. La mirada de Eva. En una noche como esta.
Sepa que cada cosa que pinta con su magistral teclado, cada cosa, es absolutamente compartida, por ideología, por amor, por orgullo. Nunca fui tan feliz en mi vida, y es tan bueno que estè usted ahí...
ResponderEliminarche Gaby, me parece que la tani está "copada" con vos, porque no le preguntas si "quiere andar con vos", y a lo mejor te la "chapas"...
ResponderEliminar¡que lindo vivir esta alegría después de tanto remar en dulce de leche! y que bueno saber que para todo lo que falta hay al lado compañeros como ustedes...
Guille