miércoles, 15 de agosto de 2012

DERECHA (algo de discurso)

Frases cortas, contundentes. De a ratos pausado, de repente enérgico y con un enojo que cede en seguida, como le pasaría a cualquiera que casi casi pierde la paciencia. Pero no, el Jefe de Gobierno de la Ciudad de BA se contiene. Vuelve la mesura, la lógica del sentido común. Aún no enmenda la corrida de letras hacia el final de frase que recuerda la procedencia, tal vez nunca fue un objetivo enmendarla.

Pero arma un discurso con un par de ideas claras. Un discurso sin decurso, atropellado y con poca ilación, pero se entiende.

Apelo a la memoria, sin citas, la reflexión parte de haber visto algo de “Hora Clave” (el programa eterno de un eterno M. Grondona, ahora casi en off) el pasado domingo (12/08/2012). El tema puntual era el prolongado paro de subtes y los famosos “metrodelegados”.  Los mismos que, apenas un rato antes, suspendían la medida de fuerza tomándose de éxitos parciales en cuando a condiciones de trabajo (y dejando para los días que vendrán la conclusión de la casi única paritaria abierta, luego de más de 1.500 firmadas en lo que va del año… porque en este país hay paritarias todos los años desde 2004).

Y ahí aparece el “abordaje” del Jefe Porteño: los metrodelegados son un invento kirchneristas. Menudo invento que le costó al propio Néstor paro tras paro de subterráneos cuando estos delegados, aún casi no despegados de la UTA (Unión Tranviarios Automotor), pelearon con éxito la consideración (nuevamente) de su trabajo como “insalubre” (recordemos que trabajan bajo tierra) y el reconocimiento de su organización, amén de la rejerarquización salarial de la actividad entre un mar de otras cosas. Muchos coincidíamos con las reivindicaciones, pero nos disgustaba el abuso del recurso de huelga prolongada, “estos troskos” decíamos. Algunos de esos dirigentes se volvieron K, K de críticos también porque cualquiera que los escuche se da cuenta de que no acuerdan “disciplinadamente” con el Gobierno.

Pero lo que tenía que quedar en claro es que el paro –de 10 días- se terminaba si Cristina o uno de sus esbirros levantaba el teléfono y le daba la orden a Pianelli o a Segovia. Que se trató de un paro “político” (es decir, subversivo, casi obra de Al Qaeda) contra la gestión del PRO en la Ciudad. Y el periodista (el muleto de Grondona) que le tira un centro: ¿Ud cree que si se baja de la carrera presidencial esto se soluciona? Impecable.
En ese momento empieza la otra parte, la de las dos ideas.

La primera: Cristina va por todo. La hegemonía K. Desde diciembre del año pasado (lo del casi 55% es un detalle que no vale la pena recordar parece, o seguramente ahora es mucho menos, o las mayorías circunstanciales no dan derecho a hegemonizar, o estos negros de mierda votan cualquier cosa, o la democracia es una garcha la verdá), el Gobierno –Cristina- se lanzó a una política sistemática de destrucción de toda oposición. Claro, a la mayoría no hizo falta hacerle nada, porque ya se lo había hecho la gente en dos elecciones. Pero ahí están las desventuras de Scioli y los ataques contra la Ciudad de BA para demostrarlo. Los gobernadores cooptados (esos corruptos), muchos “K” que dicen lo que piensan (en contra de su propio Gobierno) pero después llegan hasta el muñón de tanto aplauso. En fin. Queda él.

Macri, el abanderado de los soberbios, está dispuesto a dar la batalla cultural, porque desde el vamos no la define como política (y mucho menos económica). Y dice: nos dicen cuántos dólares podemos comprar, adonde podemos viajar, qué bienes podemos tener, no podemos importar, las empresas no encuentran financiamiento ni pueden producir, no podemos contraer deuda en el exterior a tasas favorables (¿será en Andorra?). Y más, tanto como para llegar a Chávez. Un chavismo a la argentina.

Y va la segunda idea, la del autosacrificio. El le va a decir “basta”. En nombre de todos los argentinos bienpensantes (a derecha y a izquierda) que, como él, creen que otro país es posible. Pero están cansados, hartos pero sobre todo cansados (del peronismo). Por suerte Macri está más que descansado. Y los quiere liderar.

El argumento –porque detrás de los balbuceos y la mandíbula trabada hay un argumento- hace base en otro primigenio de la Madre de todas las Batallas, la doctora Elisa Carrió (que, como La Momia, trae secuelas) y es este: los gobiernos son legales (por mayoría de votos) pero también tienen que ser legítimos (porque construyen y/o defienden la República). Algo así como decir que existe una forma de zafar de las mayorías electorales y autodenominarse guardián de las esencias del régimen democrático (aunque para ello haya que violarlo). Es una vieja idea fabricada por el Pentágono, el Consenso de Washington y distribuida por las Embajadas del Imperio (y sus Fundaciones, en las que abrevan muchos de estos simpáticos “políticos” opositores). Ese algo cuya esencia tan bien denunciaron nuestros “intelectuales” en Carta Abierta (sigo prefiriendo “pensadores nacionales”) como “destituyente”.

Es la derecha neoliberal. No, es la derecha a secas, la que padecimos de Roca para acá, con esporádicas y breves (en algunos casos “gloriosas”) irrupciones de lo popular.

Cada uno es dueño de sus verdades (y responde por sus silencios), pero hay un momento en que se tiene que estar de un lado o del otro. Porque hay dos lados. Y no tiene nada que ver con perder el pensamiento crítico, más bien se trata de todo lo contrario.

jueves, 26 de julio de 2012

YO NO LA VI

Yo no la vi.

Luces de esperanza en Retiro difuminadas en los vapores del andén; carga la valija, puede con ella, afuera está todo. Y no debe haber sido fácil entre las marquesinas que no la nombran en Corrientes angosta, Corrientes esquiva. Café con leche, madrugada, arreglar y planchar la misma ropa para que parezca distinta, esperar. Esperar nerviosa, con una actividad que se come el estómago. Actuar.

Sin embargo el nombre iba y venía en los relatos de mi viejo antiperonista, pero con un reverencial respeto por la Señora que saludaba a esos (a él) muchachos del Central cuando se iban tarde, fichando las horas extras. Porque ella se iba a ir más tarde. Algo así como respeto y admiración, bajo rencores de clase media estrenada en esa época. Cuello blanco, no overol. ¿Dónde estaban esas oficinas que les daban un cruce casi cotidiano? Nunca supe, no se me ocurrió preguntar ni interrumpir.

Iba y venía insospechablemente. La abuela Minga contando la historia maravillosa de su prima -entre licorcito y licorcito en noches de nieto que se queda en casa de abuela y ya es grande, pero allí no- Ezpeleta, campo (esto ya lo escribí pero va de nuevo a las apuradas), la prima juntando chicas que vaya a saber qué hubiera sido, venidas del interior profundo de la provincia (como Esa), llevándolas a su casa y haciendo primero una especie de pensión y luego un emprendimiento. Coser, bordar, esas cosas de una época malvada y al mismo tiempo ingenua. La carta, las máquinas de coser que bajan del camión en fila india. Las chicas en fila en el antiguo living meta trabajar. Y un día, el cochazo negro levantando polvareda en la puerta… Era ella. Ella que venía a ver esos proyectos de mujeres detrás de las máquinas de coser.

¿Hacer una historia? Y para qué si todos la conocen. Se vieron, se frecuentaron. El le dio aire, le vio las alas de gorrión atrevido. ¿Se habrá dado cuenta de todo, pudo haberlo presentido? En esa actriz, la verdad que no. Pero el tipo redobló la apuesta. El departamentito, el medio secreto a la vista de todos. De todos los milicos que tenían amantes, no novias. De tanto cacatúa con uniforme que comulgaba y se iba de putas. Pero claro, la única puta del país tenía que ser esta. Esta.

Hay un relato sobre el rencor. Que era por eso, el odio. Ladraba desde el micrófono. Ladraba. Y la tercera palabra: fanática. La mancha de lo ilegítimo, las veleidades de actriz (y cuantas cosas más que se dicen bajando la voz y frunciendo la boca). Es que se estaba por hacer mierda el fantástico país de la Generación del 80, ese en el que se decía lo que había que decir, con las manos juntitas, la boca cerradita y el pelito planchado. El país donde las mujeres honestas eran nenas para siempre y un buen día se convertían en viejas de mierda. Bajo la atenta mirada de los hombres.

Yo no se si ella vino a sacarles la lengua, si todo era a propósito. Algunas cosas si, y dios mío que locura extraordinaria. Nací en un país en el que ella no existía. Donde estaba prohibido que existiera. El "tirano prófugo" de alguna manera tenía existencia, gravitaba sobre todo, aún cuando no se lo nombraba ni por los eufemismos. ¿Pero ella qué era? Un recuerdo guardado entre los creyentes, una velita que se prende en un altar escondido, un beso al aire antes de acostarse. ¿Qué era? Sólo una máscara robada, un cadáver desaparecido. Y basta. Yo nací en el país que decía rabiosamente ¡basta! (y lo lamentaría).

¿Cómo sería viajar a Europa? Los días en el barco, esa emoción de ser recibida, de tener que ser aceptada por la vieja Europa. Uno hace una seguidilla de fotos y va viendo paso a paso los boatos de la monarquía franquista, los boatos impasibles del Vaticano. Vestidos increíbles como en esas películas de Sisí Emperatriz, espectacular y deslumbrante, justo, justo como debe ser. Y seguramente el lenguaje de siempre, el ácido, chongo, de calle, en el hotel con esa amiga con la que se puede, en esas altas horas en que todos los días finalmente terminan.

La foto del tren, alargando manos entre la gente. El tour por las provincias y el desborde imperceptible. Sin vuelta atrás. En el desdoble -del que ella misma habla- va a quedar sólo una. Es un milagro político, o simplemente un milagro. Y de allí son solamente cinco años de actividad política. No es una carrera. Es un degolpe.

Yo estaba ahí, pero mucho después. Casi en los mismo lugares, que se habían transformado en otros lugares. Primero me topé con el Viejo y reparé en el uniforme de fotos pintadas. Caramba un milico, se sabe que a mi generación todos los uniformes (de lo que sea) nos van mal. Pero bueno, un liderazgo. Y todos lo empiezan a decir, los pibes más grandes van y vienen, las revistas, los libros. Y Latinoamérica, aunque vale aclarar que el furor por la revolución cubana pasó antes. Yo hablo de cuando se separaron los Beatles y el rock nacional nos empezó a mover el piso, de esa época.

Uno venía con el corazón a la izquierda, mezclado con la religiosidad popular y todo eso con lo que nos parapetamos para que la certeza implacable de los paradigmas no nos hiele el alma. Pero la “ciencia” entró igual, rompió los vidrios y salpicó un poco de marxismo en las zapatillas y el vaquero. Uno se cargó algún libro en el morral, hizo una ensalada con todo eso y la realidad que de prepo se autoimpuso. Laburo de villa, esas cosas de quién llega medio con la lengua afuera corriendo para subirse al pueblo. Y se tira dando el salto porque ese es un tren que va al paso, como esperando y dando chance (hay que ser muy boludo para no darse cuenta, sobre todo si uno no le tocó estar adentro desde el vamos).

La revolución era tan grande que todos cabíamos y hasta era posible tomar caminos diferentes. Al final era como andar dando vueltas por el patio. Pero había animales ahí afuera, ojos que perforaban la luz de la tarde y espiaban escondidos en los árboles. Había monstruos entre nosotros, y seguramente algún lobo mordía a alguno que andaba en ese patio y esperaba a la próxima luna llena. Hubo derroche y se tiró manteca al techo, la juventud tiró valor por todos lados.

La tenía en las fotos con el cabello suelto, esas de San Vicente en que aparece feliz (así la tengo ahora también en un cuadro), pero no la buscaba.

Como dije: yo no la vi. Entonces me puse a buscarla. Pero fue cuando me abandonó todo. El marxismo se me hizo un agua podrida entre los pies, no por esa ideología que respeto (que tomo y me toma, pero ya no de cuerpo entero ni mucho menos), sino que se me fue la izquierda al costado, tan cerca de las ideas que estaba y tan al desamparo. Ocurrió apenas después de que los santos se me huyeron una noche y me dejaron con los rezos hechos solo de palabras sin ton ni son. La fe perdida dos veces en una vida me parece como mucho, las dos catedrales –la de incienso y la roja- haciendo de ruinas en mi paisaje. En fin, y ahí me la encontré.

Tenía el gesto de mi otra abuela recalentando la plancha, revolviendo almidón y haciendo prolija la pila que mi viejo –un pibe en bici- iba  a entregar en los caserones de Coghlan. Andaba alcanzándole los lentes que la tía Ema usaba a caballito de la ñata y por arriba de las orejas, cosequetecose, y la hora que vuela como el matrimonio y los hijos que la modista de barrio tuvo, mi tía vieja de batón hecho por ella y mis pijamas, hechos por ella. Era también el Chinito, ese tío abuelo tarambana que se levantaba al alba para ser el carnicero de la feria, con el gorrito blanco y el delantal impecable, sonriendo intencionado a las doñas. Ese que hacía flotar los boletos del tren en una palangana para desfigurarles la fecha.

Ella estaba en mi tía Adela, en Sofía, las de Ezpeleta que trabajaron en La Estrella, y esa casa vieja de enrejados de madera pintados de verde con las bochas de vidrio (deshechos de la fábrica) en la entrada. Latía seguro con Ernesto, el tío que manejaba las palancas de los cambios de la estación del tren y que se perdió un día por no callarse la boca en una paliza de policía brava. Esta parentela de trabajadores con pocas palabras y mucho gesto, mucha mirada, que me decían “Grabiel”. Y se reían cuando metía el pie en la zanja. Yo no se si alguno de ellos era peronista, se que tenían orgullo por las marcas del laburo en las manos.

Ella me fue entrando qué se yo cuándo ni cómo, se me hizo nudo en el estómago, me dio fiebre y también me curó. Ahora se que me seguía al costado de la ruta 3, o en Mármol, en Calzada con la parva de encuestas en la mano. Me tiraba encima el conurbano peruca para que yo sacara mis propias conclusiones. Sin mostrarse nunca, sin soplarme las respuestas. Y no las encontré, lo que me andaban sobrando eran las preguntas.

Hace años que había entendido, pero con eso nunca es suficiente. Algo me estaba pasando. No la ví y comencé a extrañarla. Ella se las había arreglado para meterme en las fotos de cualquier manera. Me salpicaban los pibes entrando en malón al mar nunca visto en Chapadmalal, la gritería de triunfo de tantos parientes sin mar. En el pecho se me abrió paso una gratitud que no era mía, me la estaban contando otros. Yo no los conocí, pero subo y bajo seguido las escaleras que ellos pisaron esperando verla, cuando la Legislatura era el Palacio en que la Señora los atendía. Y todos los días alguno me habla sin que lo note, me enseñan como sólo el pueblo enseña, a mi que no soy un buen alumno.

Es raro todo esto. La madurez viene a ser como empezar de nuevo, pero bien. Y esto lo digo porque es “por opción”, tuvo que ser pensado pero para ser de verdad, tuvo que ser sentido. Y si, uno volvió al viejo General, que se convirtió en el personaje preferido de “cursos”, charlas, mates, y uno ahí presentándolo, explicándolo, contándolo. Es raro como el hereje termina siendo un predicador. Pero es así.

No la vi, y ella estuvo siempre.

miércoles, 25 de julio de 2012

El Angel

Acabamos por aceptar que nos íbamos a encontrar una y otra vez, y que nunca nos dirigiríamos la palabra, a menos que una circunstancia excepcional lo hiciera absolutamente necesario. No pensé que la ocasión pudiera darse, pero aquí estoy.

Lo veo como tantas tardes, buscando casi sin decidirse un ángulo que lo mimetice entre un vértice de la cama y el rayo de sol que entra por la ventana apagando el resto de la habitación. Es como un trabajo. Silencioso, paciente, ¿necesario?... Sus ojos acerados y casi azules esquivan los míos, mi demasiada curiosidad en la puerta apenas entreabierta.

Hoy tengo esa urgencia. La sola cercanía me aleja un rato de la congoja, por una esperanza que no debería tener, por la osadía de acudir a él habiéndolo evitado tantas veces. La nuestra es una relación de distancias o de escondidas. Sabe perfectamente que una noche entre tantas noches podría vencer el pacto explícito y dar los pasos que la comprensión siempre me ha negado. Cómo no hacer lo que, de todas maneras, es inevitable. Tal vez un error. Hay ocasiones en que un error es la única súplica que una persona puede balbucear.

Repaso en un minuto la lista de los encuentros en silencio de los últimos meses… Al principio lo tomé como una visita, pero la reiteración me puso sobre aviso. Tampoco era personal del hospital, aunque bien podría pasar por uno de los tantos médicos que deambulan por aquí. O no, es un fulano extraño que, sin embargo, tiene el don de pasar desapercibido como una sombra de alguien que no está. Si tuviera que describirlo, por ejemplo para contarle a un investigador, dar parte a un policía, recordar con el propósito de reconocerlo para la próxima vez, no sé. Sin embargo, ha llegado a serme inconfundible. Sospecho que los habitué de este lugar no lo registran, que nadie lo percibe, sólo lo ven pasar, entrar o salir de las habitaciones. Nadie parece calcular los momentos, sacar las conclusiones que están a la vista. Y los parientes generalmente están demasiado extraviados en otras cuestiones como para notarlo. Después de todo, cada uno lo tiene cerca unas pocas veces y después de lo que viene a hacer, nunca más.

Pasa largamente los cuarenta creo, aunque su rostro no muestra las marcas que debería. Delgado y alto anda en suspenso, no recuerdo sus pasos por los pasillos. Me impresionan sus manos, algo pálidas pero firmes. Tiene un aspecto reconcentrado y manso, pero siempre dudé de la bondad que debería tener. Esos ojos se revuelven en ocasiones, atacan con ferocidad aprendidamente domada. Intacta. Deberían temerle, aún antes de tomar conciencia de la tarea. La violencia no le pertenece y, sin embargo, sería perfectamente capaz de ejercerla. Es una decisión no hacerlo, lo presiento. Casi creo conocerlo, adivinarlo. Puedo sentir su presencia, hace que me de vuelta sólo para notar si lo estoy buscando. Es posible que al percibir mi obstinada persecución, quiera tenerme a la vista. Es que, aunque parezca imposible, puedo ser el único que lo sabe.

Estudié su modus operandi, que es muy simple. Llega una tarde o una noche y se fija cuidadosamente el nombre del paciente para cerciorarse. Se para ante la puerta del cuarto como alguien que se ha perdido. Queda un momento ausente, hasta parece que dudara antes de entrar. Nadie le pregunta nunca quién es, si es un familiar, un amigo; nadie le hace notar que ha terminado el horario de visitas si ese es el caso. Se que es imposible, pero nadie lo ve realmente. Distracciones en el momento menos oportuno, que es como ocurren. Se queda a un costado, escucha con atención a los médicos explicando el estado terminal al cercano que escucha sin poder creer que su enfermo no va a salir de esa habitación. Esos son los casos que atiende y la reiteración, que llamó mi atención, me llevó a descubrir la imperturbable misión. El se los lleva. Ejecuta un permiso dado secretamente, cumple un designio del que no es parte. Nada lo delata: gestos, miradas, un mínimo sudor, un parpadeo de más.

Son dos o tres visitas, a veces más. En cada una cambia de posición, si se toma como referencia la cama y el enfermo. Si se ubica a los pies, la mirada ausente, las manos aferradas imperceptiblemente a los hierros de la cama, es la última vez. En unos momentos, el paciente simplemente partirá. Y él ha venido como la compañía que nos atemoriza o nos incomoda. Alguna vez lo vi acercarse y tomar levemente la mano del desahuciado. Su rostro cambió y pude notar claramente sufrimiento en sus párpados. El enfermo no quería. Con algo de espanto, fui testigo de cómo lo convencía. Protector, comprensivo, reconfortante, fatal. Pero fue sólo una vez, ya que casi siempre están inconcientes. La morfina, los sedantes y demás hacen su tarea, ahorrando lo peor de la suya. Cuando ocurre el deceso, afloja sus dedos del pie de hierro, se aleja un paso y observa desapasionadamente el espectáculo más común y desconcertante de la muerte. Suspira un par de veces, mira distraídamente por la ventana y vuelve a la ausencia de las sombras. Se queda unos momentos hasta que entra alguien o, hasta que los que asisten al momento abandonan también la vida que no pudieron salvar. En la mayor de las desesperanzas, es el único que sabe qué es lo que ocurre en profundidad.

Es eso lo que me desconcierta de su actitud: no tiene capacidad de asombro. Parece haberlo visto todo. En otras oportunidades sale de la habitación, vaga unos momentos sin alejarse demasiado y sus labios se mueven imperceptiblemente. ¿Reza?, ¿se comunica con alguien, informa? No lo se.

En los últimos días me ha estado evitando, ya que me dejó muchas veces espiar sus actividades. No le preocupo demasiado, me tiene como dije de alguna manera vigilado. No es correcto, soy yo el que vigila, él sólo me mantiene en un círculo próximo, cercado. Es lógico pensar que, dada la naturaleza del trabajo, no se acostumbra compartir impresiones con mortales, ni debe ser deseable que nosotros hagamos conjeturas y menos aún que las compartamos. Llegué a preocuparme por mi suerte, pero en este momento es lo de menos. Si pudiera servir para algo lo que voy a intentar.

Vamos a mi caso, a lo que me hizo compartir con él un mismo espacio. No fue casual, veo. Soy un tipo común, que a veces sueña que nació en otra época y que olvidó cuestiones fundamentales. A veces tengo la sensación de no haber nacido, pero tiene que ver con temores propios de la situación. Nunca me interesaron demasiadas cosas ni me conmueve lo que a todos. Hasta hace unos pocos años, en que todo podía suceder.

Hasta que la vi una tarde bajar del auto y entrar por una puerta lateral al palacio de Perú al 100. Me confundí entre el gentío que esperaba bajo el solazo de marzo; imposible acercarse, imposible hablar con alguien. La cola era inmensa. El desfile del abandono humillado, la desolación de los que no tenían aliento para respirar. Contemplé los rostros durante minutos, uno a uno hasta donde me dio la vista, y al rato estaba casi llorando porque todo era imposible. Las muletas, las miradas bajadas por la maldición del resto, ojos secos junto a manos deshechas de tanto taparse, los viejos de saco gris gastado, las viejas que eran jóvenes en algún lado invisible. Unas chicas los iban ordenando en fila porque todos iban a entrar si no ese día, pronto.

Son las ocho de la noche. El se queda en el marco de una puerta presintiendo que estoy más cerca que los últimos días. Sabe. Se da vuelta y me ve, no puede evitarme como siempre. Camina en mi dirección, sus pupilas me buscan y siento un frío interior viajando por la espalda. Ahora se detiene, duda. Mira en otra dirección, ¿deberé ir a su encuentro, es eso lo que espera? ¿Qué es lo que está permitido hacer y que no? Se que se han cancelado los permisos de visita hoy; algo vuela en el aire y petrifica las cosas. Debo apurarme. Alguien puede reparar en que no debería estar aquí y echarme. Lo mismo vale para él, pero se que no es así. Los médicos y las enfermeras caminan apurados, comentan cosas que no entiendo. Pasan a mi lado sin reparar en nada. Soy invisible para todos, menos para él. 

Esa tarde fue tan larga que cuando llegó la noche parecía otro día. Nadie se movió, la cola avanzaba lentamente. No entré, sólo me quedé por curiosidad. Volví varias veces a conversar con los que esperaban. Sus relatos son parte de un evangelio que aún no se escribe y deben quedar en secreto porque el dolor más profundo es una intimidad que corre el peligro de ser violada. Sentí pudor de entrar en tantos mundos desgraciados, sólo para escuchar. Algunos venían de un país lejano que los transeúntes que cruzan a diario la Plaza no conocen, al que no irían de vacaciones ni les gustaría oír en una reunión familiar. Historias de la dejadez y sus ruinas que escuché mientras la gente salía por otra puerta enorme. Algunos secaban las lágrimas, otros sonreían con pocos dientes, alguno tomaba aliento apoyándose en un árbol de Diagonal Sur. Salían otros, diferentes a los que habían entrado. ¿Quién hacía los milagros en ese edificio tan ajeno?

Me quedaba hasta que salía, muy tarde. Quería verla de cerca y nunca pude. Era rubia, muy rubia. Podría contar muchas cosas, pero los pueblos tienen historias que son personales. Lo importante pasa desapercibido casi siempre y ocurre en un rosario de minutos, de horas, de días, tan lejos de lo que algunos piensan que merece recordarse.

Ahora son las ocho y once; él va a entrar a esa habitación. Debo detenerlo, no debe pasar la puerta. Apuro el paso. Trato de vencer un miedo antiguo que me tira para un costado. Es importante que llegue. Estoy a sus espaldas y puedo notar sus ojos mirándome (y seguramente los tiene cerrados). ¿Cómo va a deshacerse de mi, que se de su trabajo? Le toco el abrigo y se vuelve. Estamos cara a cara. Cierra los párpados levemente, es por las buenas pero no voy a irme. Lo miro y pienso que no debe entrar. Me escucha.

No voy a entrar, no soy yo esta vez.
Entonces, no es el día.
Es el día.
Hay que hacer algo, no se puede ir. Vi lo que hace, ustedes tienen que saber lo que ella hace.
Me mira en silencio. Yo también estuve en las colas, siempre detrás tuyo. No entiendo qué ibas a pedirle.
Nada, sólo estaba viendo.
Entonces, ¿sabías todo el tiempo por qué estoy acá cerca de su cuarto? Están varios de ustedes, todos los que pueden verme y todos por lo mismo. Creyentes sin propósito que se van descubriendo, los que no pudieron creer como los que hacen las colas. Tenían que ver, siempre tienen que ver. ¿Qué va a pasar ahora?
Esta vez el silencio me parte en dos. Se va hoy, ahora.
No puede ser, ¿qué vamos a hacer si se va?
Van a estar sin ella.
¿Quién viene a buscarla entonces?
Soy sólo una guardia que espera, no me está permitido entrar. A ella se la lleva Dios.

Me deja, se aleja y quedo mirando como se va por el pasillo. Me siento en un banco sin saber qué es lo que debe sentirse, sin ánimo para nada. Levanto la vista, son las ocho y veinticuatro. En un minuto me quedo dormido y sueño, tal vez el mejor sueño. Estamos bajando de un micro en fila y uno de los pibes grita: ¡el mar! Bajamos mirando nuestros sacos nuevos, los pantalones cortos planchados, los zapatos lustrados que va ensuciando la arena. Corremos y nos retan pero no importa. A la noche cenamos en un comedor inmenso. Hay carne al horno con papas y podemos repetir. Hay servilletas y unos cubiertos pesados que brillan. Uno mira las cortinas de flores y los manteles como si estuviera contemplando la Gioconda. Deletreo con dificultad el nombre que está escrito en un cartel de bienvenida Cha-pad-ma-lal. En eso se arma un alboroto. Los que sirven aplauden cuando entra una señora delgada rubia, muy rubia. Con un gesto los detiene. Pasa por las mesas y conversa con los chicos. Pasa a mi lado, le hace una caricia a mi compañero de al lado. La veo, al fin la veo.

Fue un cerrar de ojos, de sueño por tantas noches en vela. Miro el reloj de nuevo, las ocho y media. Está oscuro y no se escucha nada. No veo las puertas, los sillones, no hay médicos ni monjas, no hay nadie. Hay si un abandono enorme en la penumbra. El está sentado en el mismo banco, a centímetros mío. No me atrevo a hablarle, apenas trato de mirarlo de costado. Está ausente, sin mirada.

De pronto se lleva una mano a los ojos y se pone a llorar en silencio.

miércoles, 18 de julio de 2012

TU PLATA NO VALE

“La Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC) rechazó dinero proveniente de Minera La Alumbrera (el mayor yacimiento metalífero de Argentina) y, con un duro documento votado por el Consejo Superior, se sumó a otras cuatro universidades nacionales que ya explicitaron su negativa a recibir fondos de la megaminería. ‘Estos modelos extractivos se sustentan en la lógica desplegada por el capitalismo tardío, que a través de capitales transnacionales impulsan la megaminería y el agronegocio extractivista que afectan derechos fundamentales de las poblaciones’, afirma en sus fundamentos la UNRC.”

“(…) Yacimientos Mineros de Agua de Dionisio (YMAD) es una empresa compuesta con la Universidad Nacional de Tucumán, el Estado catamarqueño y el Estado nacional. Tiene bajo su concesión el yacimiento Bajo La Alumbrera, explotado desde hace quince años por el consorcio suizo-canadiense Xstrata (50%), Goldcorp (37,5) y Yamana Gold (12,5), que extrae oro y cobre.
Por la ley nacional 14.771, sancionada en 1958 durante la presidencia de Arturo Frondizi, se obliga a YMAD a distribuir utilidades entre las universidades nacionales. Durante la dictadura de Juan Carlos Onganía, y luego durante la última dictadura militar, se modificó un artículo  clave (n° 5) de la ley 14,771 y se habilitó el ingreso de capital privado y transnacional a YMAD. Ese fue el germen para que, en la actualidad, tres empresas extranjeras se queden con el 80% de las utilidades obtenidas de un recurso no renovable.
En 2009 comenzó a implementarse la distribución entre universidades y ocasionó un debate con dos aristas principales: la universidad pública financiada por el sector privado y, segundo punto, que ese dinero además provenga de una actividad cuestionada por sus aspectos ambientales, sociales y sanitarios.”

“(…) Desde 2008 ya son más de veinte las facultades de diversas casas de estudio de todo el país que rechazaron dinero proveniente de La Alumbrera. Y, con la UNRC, ya son cinco las universidades públicas que rechazaron los fondos: Luján, General Sarmiento, Mar del Plata y la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Esta última fue la que con mayor dureza cuestionó la megaminería: ‘Se ha verificado empíricamente, y lo sostiene la amplia mayoría de los informes recogidos por este Consejo Superior, que la actividad minera que se desarrolla a cielo abierto e implica la utilización de procedimientos químicos para la extracción de metales, daña severamente el ambiente y en consecuencia a los seres humanos y sus comunidades”.
La UNRC hace propios en su resolución argumentos de su vecina UNC: ‘Las actividades productivas de Minera La Alumbrera tienen impactos socio-ambientales de corto, mediano y largo plazo’. Destaca el alto consumo de agua (cien millones de litros por día, casi el doble del consumo de toda Catamarca), la afectación de ríos, contaminación por drenajes ácidos y la ‘grave e irreversible destrucción de ecosistemas’.”

Y todavía algo más, la UNRC: “…solicita al Estado la nacionalización de los recursos naturales y también le pide la revisión de la normativa que posibilita la megaminería transnacional. En particular, solicita la derogación de los leyes de la dictadura militar y de la década neoliberal de los ’90 que promueven la actividad de las transnacionales en desmedro del bien público y del debilitamiento del propio Estado nacional.”

Cortito y para terminar, dos cuestiones apenas esbozadas…
¿Cómo concebir un “proyecto nacional” sin abordar profunda y seriamente el tema de la explotación minera y sus consecuencias? En este sentido, las Universidades están diciendo algo y en voz alta (y hay que tener bolas para andar rechazando guita).

Y la otra: contraponer sólo la generación/manutención de empleos es argumentalmente pobre ante la magnitud del tema. Y además, es hora que todos los compañeros preocupados por la salud, vigencia y futuro del Proyecto Nacional  (ese proyecto que resucitó con Néstor), nos empecemos a interesar por temas como éste (aunque uno no sea un especialista, siempre se puede aprender y saber un poco). Como para también dar en este terreno la batalla cultural al colonialismo gorila que, muchas veces, viene disfrazado también de econewage.

* Las citas corresponden al artículo “Rechazo a los fondos mineros” de Darío Aranda, publicado en Página 12 del 12/07/2012 (pág. 18).


jueves, 21 de junio de 2012

NO.

Todo en caliente. Así parece que manejara la política sindical la dinastía Moyano. Pero no es verdad, hay un cálculo preciso (¿mezquino?) en cada movida, en cada exabrupto y en cada redoble de apuesta. Saben cómo y saben con quiénes.

Es incomprensible el por qué y cómo el Gobierno dejó que las cosas llegaran hasta acá, por qué no se le dio el trato preferencial acostumbrado –si se sabe que uno trata con un aliado y no un propio; se suele tratar mucho mejor a los aliados que a los propios en la política criolla-; por qué no se lo llevó aparte y se le explicó que el proyecto Recalde de reparto de ganancias por ahora no podía ir, porque se venía con todo la crisis internacional. Pactar un pago de la deuda de las obras sociales en plazos, porque en caja había poco efectivo. Ver cómo ir sacando la piedra del zapato de cobrarle ganancias a los trabajadores. Ir viendo y comentarlo, aunque sea silenciosamente en reuniones que dan la idea de que el fulano está en algún círculo en donde se cocinan las cosas. Pero no fue así, parece.

Igual, esto anotado para decir en qué me parece que nuestro Gobierno mete las de andar (al pedo y seguido). Otra cosa y otro tono merecen  las actitudes de Moyano desde antes del triunfo (inobjetable e inagenciable) de Cristina para acá. La lista la conocen todos, pero digo ese acto furibundo a días de la reasunción presidencial. La renuncia absurda y despechada al PJ de la Provincia (BA), descubriendo que era una cáscara vacía, una mierda que no se entiende por qué entonces le da tanta bronca no tener.

Y la junta. Madre mía. Moyano dice que frente a él se plantan “impresentables” de la década de los noventa, y tiene razón. Pero él se sienta con un mamarracho detestable como el Momo Venegas (que, encima tiró y tira para la Mesa de Enlace como delegado de Duhalde). Lo apoya Barrionuevo, el “dirigente” de la payasesca CGT Azul y Blanca y Pablo Micheli, el lider indiscutido de pequeños gremios permanentemente movilizados junto a Barrios de Pie (esos puteadores profesionales que supimos conseguir). Me dirán que del otro lado las cosas no son mejores. Tienen razón y si no lo dicen, lo estoy diciendo yo. Solamente apelo a un poco del decoro que Moyano demostró tener muchas veces y perdió, lamentablemente.  

El trasfondo primario es la elección del 12 de julio, qué duda cabe. Y hasta Caló parece simpático, comparado con el espectacular desmadre de la conducción de Camioneros. Dejemos a los troskos pensar que es una pelea entre la burocracia sindical aliada a la burguesía, la puta son nuestros dirigentes (te guste o no, me gusten o no).

Y a mediano plazo, algo huele a podrido en Dinamarca (que queda en La Plata), ¿o no? Se van alineando los patitos.

Gremialmente hablando, la cosa es clara. Tendencia al empleo genuino, salarios que permitan el consumo (y la inclusión, que es un alguito más) y paritarias regulares (sin piso ni techo). Son las reglas y los principios, no más. El que se aparta de esto, hoy por hoy está pateando el tablero. Y siempre se patea el tablero en alguna dirección, nadie –a esas alturas- tiene un ataque de ira huracanada.

Ahora tienen el 25,5 y hay que acatar la conciliación obligatoria. La movilización a Plaza de Mayo, claro que hay que hacerla para venderla lo mejor posible en la elección del capo de la CGT, o cuando terminen entre todos de partir la CGT. Pero es eso, no tiene nada que ver con reclamos ni reivindicaciones, a menos que se marche por lo de Ganancias (lo cual sería llevar la aristocracia obrera a niveles de debate fiscal).

Un tema el poder sindical, el sindicalismo por si mismo. Una deuda pendiente de la recuperación democrática es la de democratizar la vida sindical argentina. Pero… pero no cómo lo han intentado casi todos (esa “ley Mucci”) y menos dándole letra al gorilaje siempre listo. Abrir el debate, instalarlo y dejar que los trabajadores hagan el resto. Y si quedan estos dirigentes, bueno, será así.

Moyano quiere hacer daño, empardar otra 125. Va a perder, no me caben dudas. El tema es que en el revoleo de chancletas no se anden todos tirando con los trabajadores. Habrá que ver, esto recién empieza.

miércoles, 20 de junio de 2012

La bandera de Belgrano


La derrota se filtró con la luz del primer sol. Tal vez. Una ciudad extraña lo albergó un poco y lo aguantó menos. El día de los tres gobernadores que no fueron porque en realidad el vacío político se enseñoró de Buenos Aires. Otra vez, antes de la próxima vez.

Y allí estaba Belgrano muriéndose. A lo lejos se escuchó el golpe de la cancel cuando se retiró el médico que, protestando, le tuvo que aceptar el reloj como pago. Es que él insistió y se lo puso en la mano apretándosela fuerte, no como el enfermo terminal que era, sino como el que había sido.  

Tenía la fuerza del que venció en Salta y Tucumán, del que se metió a milico de puro militante, el que asombró a San Martín y le enseñó política. La mano convencida que levantó todo un pueblo y se lo llevó lejos. La incontenible fortaleza de un funcionario colonial que pasa a ser un revolucionario. Ese, y también otras muchísimas cosas para las que no es necesario hacer una lista.

Después, sólo “El Despertador Teofilantrópico” publicó algo sobre su muerte. Nadie más, estaban todos muy ocupados.

Qué cosa, don Manuel (José Joaquín del Corazón de Jesús), qué cosa nuestra patria.
Mausoleo, maestras bobas y sarmientinas, el soporte inefable de Billiken. Un rulito, los rumores para dudar de todo, otra historia oficial para educar pelotudos.

Y mientras a uno de sus hijos lo criaba don Juan Manuel (felíz de él), y mientras la idea de la monarquía inca la pervertía Mitre (pobre de nosotros). Ganaban en todas las puntas los señoritos del puerto, los comerciantes del monopolio, los librecambistas hipócritas de Rivadavia. Ganaban los otros. Y usted perdía como siempre pasa en este país que honra las tragedias y le toma el pelo a las ideas.

Usté, mi general Belgrano, tenía un Proyecto Nacional. Balbuceado, pensado, tachoneado, medio mestizo, medio negro, medio educado. Nos lo dejó ensecretado en los pliegues del trapo que venimos defendiendo hace doscientos años. Hay que descubrirlo y sacarlo enterito para que el sol lo temple y no puedan ya desfigurarlo.

Nuestro primer Tío (porque don José es el Padre), se levanta de la cama como de una siesta y escribe una carta, una orden. Ahora está sano, a salvo.
A veces hay gente que hace una bandera y la enarbola, la lleva adelante nuestro. Pobres de aquellos que estén guachos de ideas, dirigentes y conducciones. Son los muertos que vagan perdidos sin causas, sin banderas, con la derrota como divisa.

Gracias don Manuel, su Patria existe.

sábado, 16 de junio de 2012

NO NOS HAN VENCIDO

Hoy, lo creían. Hoy se lo creyeron... Cacerolearon desde el cielo, cobardes como siempre fueron los chupasangres y los vendepatria. ¿Putearlos, buscarlos, vengarse? Paqué. Era mucho peor lo que les teníamos reservado. Y es esto:

NO PUDIERON. ¿Saben qué? No pudieron.
Ahí tenemos a una minita de los setenta (que les hubiera convenido bombardear señoritos) hablandole de frente al Rey León para que se den cuenta de que nos van a tener que devolver las Malvinas. Ni cuota Hilton, ni ocho cuartos. Las Malvinas. 
Y lo tenemos a la bestia, ese que vino del sur a abrir las puertas de la ESMA (la joyita de tu abuela gorila) y las puertas del país para que otra generación se haga orgullosamente peronista.
Pudieron si, nos hicieron más y más pueblo. Porque la amargura y la derrota te hacen grande, aunque es mucho mejor aprender cosas en un cumpleaños. Nos hicieron seguir a un Coronel (que era nuestro) y transformarlo en "El General", grados que no da la carrera militar, pero los da un reguero de básicas en cada pueblo. 
Se la tienen que bancar. Para siempre, porque no nos vamos nunca más. Hay un pacto de amor que ustedes (pobrecitos) jamás van a entender. Nos lo enseño Evita, nos lo cumplió Perón.
Hoy, 16 de junio, pasan por Plaza de Mayo a vuelo rasante miles de compañeros fantásticos, esos que reaparecen cuando se pelea por una Patria Justa Libre y Soberana. 
Eso pudimos.

viernes, 15 de junio de 2012

TARTA DE CIPAYITOS


Para traicionar a la Patria, primero hay que saber que existe. Este parece ser uno de los problemas del PRO, ese curioso experimento con que la derecha quiere olvidar su vertiente nazional (ese otro asuntito) y descubrirse más liberal que Alsogaray.

La cuestión parece ser liderar "algo", que se oponga brutalmente al gobierno nacional. ¿Y qué mejor que una causa definida como "nacional" (esa sí con "c" de casa, con "c" de compañero)? No estar de acuerdo con el gobierno en el reclamo por la soberanía argentina en las Islas Malvinas. Una preciosura…

Parece muy brutal, entonces ¿por qué?
Existen (deben existir) una cantidad de argentinos (hagamos un abuso del término) que no acuerdan con que las Islas Malvinas deban ser argentinas. En un esfuerzo de imaginación, voy a hacer una lista de motivos para respaldar una opinión de ese calibre:

- Fue una usurpación pero pasó hace mucho, ya no tenemos derecho a continuar con el reclamo.
- No es lógico reclamar una herencia del Imperio Español; el mundo moderno tiene otras lógicas.
- No es bueno oponernos a la política exterior de una potencia de primera magnitud como Gran Bretaña; si bien es injusto, podemos tomarlo como un pequeño precio a pagar por estar insertos en el mundo.
- Hay que tener en cuenta la opinión de los isleños que son los habitantes reales de las islas, si ellos se sienten ingleses, debemos respetarlos.
- Los supuestos derechos históricos y geográficos que alega nuestro país son discutidos por las principales potencias en los foros internacionales, corremos el riesgo de aislarnos cada vez más en una posición chauvinista y poco inteligente.
- El reclamo quedó totalmente desvirtuado por la guerra de 1982; por más que digamos que la decisión fue de un gobierno de facto, los ingleses y Europa no lo ven así, de alguna manera todos quedamos salpicados por lo que ocurrió en esa época y nos quita derechos.
- El lenguaje utilizado por este gobierno para renovar el reclamo es agresivo y antiguo, en el mundo de verdad no se habla de "situaciones coloniales", eso pertenece al repertorio del populismo.
- No podemos compararnos con un país como Gran Bretaña, no tenemos la historia, el lugar, la tradición ni el potencial económico y militar. Los reclamos tienen que ver con esos aspectos más que con antiguos derechos.
- Nunca tuvimos en cuenta a las Islas Malvinas como parte de nuestro territorio. Además tenemos una historia de abandono del Interior, no integración económica ni nacional, preeminencia de la Capital sobre el resto; primero tendríamos que hacer realidad la soberanía en la Argentina para poder ocuparnos de las Malvinas.
- Este país siempre tuvo gobiernos corruptos y un Estado sobredimensionado que actúa siempre en contra de la sociedad y coartando la libertad de los privados para comerciar, desarrollar la producción y generar ahorro. Es mejor para los malvinenses no ser parte de esto, pensemos que son ingleses…

Más o menos algo así (a muchos se les ocurrirán infinidad de pensamientos, prejuicios y razones que no figuran en el listado, que cada uno agregue lo que le parece mientras lee), podemos reducirlo a un puñado de principios básicos:

a) el reclamo interfiere en la relación con las potencias mundiales. Estar en armonía con los países poderosos es de suma importancia;

b) no tenemos razón; los países fuertes toman y hacen lo que quieren, es su historia. Nosotros somos un país subdesarrollado; y

c) nuestro país nos da vergüenza; no importa si tenemos razón, lo mejor para cualquiera es ser inglés y no argentino.

Me quedo con c). Sentirse menos, avergonzado ante la cultura que se supone hegemónica y superior, sentirse digámoslo "como un negrito" y encima sabiendo muy bien que los ingleses/europeos (los blancos de verdad) no van a distinguir entre uno y todos los negros que nos rodean, pone a alguna gente en una situación tremenda de subestimación y humillación. Es lógico que, ignorantes soberbios de la propia identidad, resulte fácil abrazarse a otras banderas y a supuestos éxitos ajenos.

Sin entrar a hacer teoría, diría que tiene que ver con la colonialidad cultural del poder. Suena bien pero trata de nombrar a un estado lamentable de degradación cultural, la pérdida absoluta de la propia cultura y el reemplazo por el discurso del amo. Y eso, que se agacha hasta la traición, es lo que verdaderamente debe dar vergüenza.

lunes, 16 de abril de 2012

BUSCANDO LAS JOYAS DE LA ABUELA

"Somos el único país de Latinoamérica y casi del mundo que no maneja sus recursos naturales". Contundente. No lo dice un resentido al volante de un tacho, fue la Presidenta en cadena nacional.

"Por primera vez, desde que se desnacionalizó YPF en 1998, en el año 2011 nos convertimos en importadores netos de gas y petróleo, con un déficit de 3.029 millones de dólares. Es la primera vez en 17 años que Argentina tiene que hacerlo"(…)"La reducción en el saldo comercial fue entre el 2006 y el 2011 del 150%. En 2011 se produjo la importación de 9.300 millones de dólares en combustible.”

… "el problema fue la desnacionalización’ que -afirmó- ‘atraviesa desde los sectores más primarios hasta los de más valor agregado’. Consignó que desde 1999 hasta el 2011 ‘la utilidad neta de YPF fue de 16.450 millones de dólares de 1999 a la fecha’ y que la empresa distribuyó dividendos por 13.246 millones de dólares.”

Así fue que cerca del mediodía de hoy (16-04-2012) la compañera Presidenta “anunció el envío al Congreso de un proyecto para declarar de interés público nacional la explotación de hidrocarburos con el objetivo de lograr el autoabastecimiento en la materia; para garantizar el desarrollo económico, y el crecimiento ´equitativo y sustentable de las provincias´.”

Se trata de un modelo de empresa mixta, distinto de la estatal YPF que fuera rifada en el altar de los dioses primermundistas de mercado cuando la política argentina parecía la fiesta interminable.

“Entre los artículos del proyecto se establece la necesidad de garantizar el desarrollo económico, y el crecimiento ´equitativo y sustentable de las provincias’. ‘A los efectos de garantizar el cumplimiento de los objetivos de la presente ley, declárese de utilidad pública y sujeto a expropiación el 51 por ciento del patrimonio de YPF S.A´.”

“Esas acciones, de clase D, quedarán distribuidas de la siguiente manera: 51 % para el Estado Nacional y 49 para las provincias que integran la Organización Federal de Estados Productores de Hidrocarburos.”

(…) “El proyecto oficial contempla también que las acciones expropiadas no podrán ser vendidas sin la autorización del Parlamento, que necesitará las dos terceras partes de sus miembros para su enajenación, ´la misma mayoría que se necesita para modificar la Constitución’.”

Y se hizo, algo que la verdad poníamos en duda en tren de no ilusionarnos demasiado. Recuperar el control y la decisión, es decir recuperar soberanía que es algo así como volver a pintar de celeste y blanco YPF. Encima en un modelo más acorde con estos tiempos, con la participación de empresas privadas que pueden ser nacionales y también internacionales. Y me viene una y otra vez el “retiro” hace unos días de la British Petroleum de la licitación por la plataforma submarina en Malvinas, como quien sabe de qué va la cosa y no quiere quedar fuera de la carrera cuando una recuperada petrolera nacional argentina saliera a buscar socios. Socios si, pero que ya no podrán reemplazar políticas de desarrollo estratégico nacional con políticas sectoriales de mercado y remisión de ganancias sin más. De eso se trata esto.

Ahora viene la discusión en el Congreso y vamos a ver quiénes tienen voluntad de establecer políticas de Estado y quienes nos corren por derecha y “por izquierda”. Dos tercios señores, de cara a la sociedad, por la tele, sin banelco y sin excusas (ni fotos de grupo a).

Y hablando de números, a veces viene bien saber que con el 54,11 hoy recuperamos un 51. Este es el gobierno que votamos. Qué bien.

Las comillas señalan que estoy citando la página de Presidencia de la Nación del 16-04-2012.

lunes, 2 de abril de 2012

ROMPA EL MANTO DE NEBLINAS, COMO UN SOL

Es una fecha para hablar del imperialismo, del colonialismo inglés y sus prácticas piratas. Para decir que están explotando pozos petroleros y recursos pesqueros sin control ni cuidado; que persisten en considerar como estratégicos los pasos oceánicos. Que increíblemente levantan el principio de la autodeterminación de los pueblos en favor de una población minúscula e implantada por conquistadores, sólo para rechazar el pedido persistente de una nación del tercer mundo para sentarse en una mesa de negociaciones cuyo tema principal sea la soberanía. Todo eso y más, es justo.

Pero no quiero ir por ahí, me pesan otras cosas. No me gusta la marcha de las Malvinas, me parece muy milica, muy de la dictadura. Me traen los volantes que volaban desde la ventana de un falcon con el dibujo caricaturesco de un soldado argentino cogiéndose a la Thatcher con un exocet. Concientización castrense en población civil. Ahí si nos necesitaban estos turros hijos de puta que usurpaban el uniforme de San Martín.

Una plaza llena. Es cierto. También llena de puteadas, con los gremios y algunos partidos adelante levantando consignas y también el “se va a acabar…”. Terminémosla con lo del apoyo a Galtieri. Les servía pero no hubo apoyo a la dictadura, al menos no de los que el 30 de marzo salieron a desafiarla con muchas bolas. Otros tal vez si, se sabe que estas cosas cuentan con civiles a montones.

Milité en la Caja de Ahorro con un ex combatiente. Lo conocí, lo escuché, hice un esfuerzo por entender. Todavía lo veo en el bar, los rulos, los ojos brillosos y de a ratos esquivos. “Lo que más me duele, me dijo, es que en el Canberra los ingleses nos trataron mejor que los nuestros”. Llegaba al hospital prisión flotante medio sordo de haber estado semienterrado cerca de la pista de Puerto Argentino durante los bombardeos. Atontado de miedo y después de vergüenza.

No hubo recepción a los soldados, hasta el día de hoy no la hubo (quizás en algún aniversario…). No les dijimos que, pese a todo, estamos orgullosos de ellos. Que es una cagada lo que pasó, pero que acá está nuestro abrazo. No les dijimos. Pese a las declaraciones oficiales y a los subsidios, ellos son los que quedaron tras un manto de neblinas. Como esas cruces de guerra tan blancas y tan lejos. Les tocó la colimba en un manicomio de locos furiosos.

Claro que importa. Las Malvinas importan. Uno sabe que muchos de esos que nacieron acá, piensan que los kelpers (y es despectivo llamarlos así, pero bueno) tienen suerte porque son ingleses, y que el error de nuestra historia fue no haber tirado flores en lugar de agua hirviendo (no era aceite) cuando las invasiones inglesas. A ver ahora si eran solamente 17 o 19 “intelectuales” los culorrotos. No, son muchos más. No mayoría, pero muchos más.

Televisores, peluches winni poo, relaciones carnales. También hubo eso, caerles simpáticos. No somos simpáticos, somos argentinos. La política de Estado (eso esperamos) por la vía diplomática es lo correcto y sirve. Tener un bloque que respalda es importante. Lo mejor que nos podría pasar es que esa política siguiera su curso.

Y pensar (como se dijo en una solicitada de CGT Brasil en esa época) que soberanía es todo, en Malvinas y en el resto del país. Y uno piensa, soberanía ganada frente al paradigma neoliberal; soberanía del Banco Central al servicio de un modelo de producción para incluír; soberanía de la Corte Suprema; soberanía de tener laburo; soberanía que tendrán los que sean pasados al laburo legal con aportes, jubilación, derechos; soberanía de los que aún duermen en un bajoautopista; soberanía de los que todavía comen en un comedor comunitario; soberanía del petróleo pensado para el desarrollo argentino, en una empresa del Estado o con la principalísima participación del Estado; soberanía de tener trenes nacionales; soberanía de una industria minera que tenga en cuenta el medio ambiente y la gente; soberanía de lo que ya tenemos y la soberanía de lo que nos falta y tiene que venir.

Con esa soberanía, la popular.

Otra vez esa mirada. Lejos. Desconfiado, esquivo. Un pibe de clase media. No un colimba chaqueño arrastrado al frío patagónico más extremo. Un pibe como un vecino de acá a la vuelta. Qué será de él ahora, cómo habrá seguido su vida. Sólo se que seguió peleando en su laburo, haciendo algo de sindicalismo y política, pese a todo. Y todo era que la dictadura seguía, que los habían cagado especialmente como el postre que se deja para el final, que desconfiaba de militares y civiles. No supo sobre el chocolate de Kazansew, los aros de Pierina Dealesi, ni la victoria mediática de Gente y Gómez Fuentes. Sólo los movilizaron a las islas y después, los demalvinizaron.

Lo único que se puede hacer es recuperar pedazo por pedazo la soberanía y ganar la que nunca tuvimos. Y así.

Las Malvinas son argentinas.

viernes, 30 de marzo de 2012

ESE TREINTADEMARZO

La dictadura se la agarró con los laburantes.



Es la verdad, tanto como decir que se intentó con éxito –y siguiendo lineamientos no tan criollos que emanaban de los centros internacionales de poder- reformular las bases de acumulación de nuestro país: la validación financiera en lugar de la productiva. Para lograr ese objetivo también servía golpear a los trabajadores, pero se los (nos) persiguió porque era la manera de solucionar la “situación de inestabilidad política” desde la irrupción aluvional del peronismo. La vieja “solución final” gorila llevada a cabo sistemáticamente y con método (francés).

La represión fue brutal pero no ciega. Más de la mitad de los desaparecidos eran (son) trabajadores. Desde un simple activista y/o delegado de planta hasta uno que otro secretario general de un gremio (como el caso de Oscar Smith de Luz y Fuerza).

El ataque a los trabajadores también fue institucional. Es bueno refrescar la memoria o enterarse de algunas cosas como estas:

* La ley 21.270/76 intervino el Consejo Directivo de la CGT y bloqueó sus fondos, cuentas bancarias y bienes patrimoniales.

* El decreto 9/76 suspendió “transitoriamente” las actividades gremiales en entidades de trabajadores, empresarios y profesionales (con excepción de la administración interna de las mismas).

* El decreto 10/76 prohibió las actividades de las 62 Organizaciones, o de cualquier otra que la sustituyera.

* Otros decretos pusieron a disposición del Poder Ejecutivo Nacional a numerosos dirigentes y otros fueron incluidos en Actas Proscriptitas.

* La ley de Prescindibilidad, que permitió el despido indiscriminado de 200.000 agentes sospechados de disidentes.

* La ley 21.400 impuso penas de hasta 10 años para quienes instigaran a la huelga.

* La 21.297 destruyó la ley de Contrato de Trabajo, anulando numerosos derechos individuales de los trabajadores.

* La ley 22.269 de Obras Sociales, por la cual éstas quedaron desvinculadas de los sindicatos y pasaron a depender del Estado.

* La ley 22.105 de Asociaciones Profesionales, disolvió la CGT y prohibió la actuación de una confederación de tercer grado; prohibió la actuación política de los sindicatos; separó las obras sociales de los sindicatos; impidió la sindicalización conjunta de obreros y técnicos, supervisores y personal jerárquico; impuso como requisito para acceder a cargos sindicales de no tener antecedentes penales ni policiales; proclamó la intervención del ministerio de Trabajo en cuestiones internas de los sindicatos que podía llegar hasta la clausura del mismo, inhabilitar dirigentes, controlar fondos, vetar y modificar estatutos; limitó el derecho de reunión.

Y los laburantes lucharon desde el primer día, como los de IKA Renault por ejemplo, que el mismo 24 de marzo de 1976 bajaron la producción e hicieron pintadas contra el golpe adentro de la planta. En todos los años del Proceso hubo picos de huelgas, medidas de fuerza que iban desde petitorios, “trabajo a reglamento”, huelgas de “brazos caídos”, movilizaciones. Y todo eso en un clima de repliegue y dolor.

Porque el ’76 fue también el año de una enorme derrota política del campo popular. La pelea era desigual y dispersa, a veces con dirigentes a la cabeza y muchas veces no. Hubo de todo en la viña del señor.

La primera “Jornada de Protesta” nacional, convocada por el grupo de los 25, fue el 27 de abril de 1979. Hubo que esperar a noviembre del ’80 para que un grupo de dirigentes levantara de nuevo la sigla de la CGT (que después fue la CGT Brasil). A pocos meses vino el segundo paro general (22 de julio de 1981) y la marcha por “Paz, pan y trabajo” en San Cayetano (7 de noviembre de 1981).

Ese fue el movimiento de las cúpulas sindicales (de las que se movieron, con Saúl Ubaldini a la cabeza). Respondían a su propia interna, a las relaciones ambivalentes con el poder y también al movimiento subterráneo, continuo, multiforme de sus bases. La gente siempre luchó. No toda la gente, pero la que luchó, luchó.

Así llegamos al 30 de marzo, pero de 1982. El movimiento obrero salió a la calle y no la soltó por más carro de asalto, bala perdida, gases en lugar de aire, montada de mierda, azules pedorros que se le pusiera enfrente. Se plegaron otros que no venían organizados, porque los trabajadores cuando se organizan (y tienen razón), arrastran.

Hoy discutimos otras cosas y con otros, porque los pibes se arrimaron (después de tanto tiempo de necesitarlos). Profundizar lo mucho que tenemos, poner la sintonía fina en tanta mala política a granel, defender la base sobre la que construir otras cosas que nos merecemos. Viene bien charlar un poco de dónde y por donde venimos.



Algunos datos vienen de:
Abos, Alvaro: “Las organizaciones militares y el poder militar”.
Pozzi, Pablo: “La oposición obrera a la dictadura”

sábado, 17 de marzo de 2012

HERENCIA


Los hijos de Perón *

Por Envar El Kadri

Fuimos hijos suyos, es cierto. En todos los sentidos: hijos de su ejemplo y voluntad puesta al servicio del pueblo; hijos en el amor y respeto que se siente por un padre querido; hijos que por la magia de una palabra: “compañeros”, se transformaron en “hermanos”.

Así lo sentimos a Perón, como a un padre... Padre Eterno le gustaba llamarse, y tenía razón: sus hijos nos peleábamos como suele suceder entre los hermanos, pero guay que de afuera nos torearan: ahí formábamos uno en su defensa.

Pertenezco a la generación de los únicos privilegiados, la de quienes leíamos Mundo Infantil antes que Billiken, para descubrir después, gracias a quienes aprendieron con los Vigil, que eso era “adoctrinamiento”, y lo de ellos ¿qué? Con la diferencia que así nos formábamos con una mentalidad nacional, “flor de ceibo”, mientras que la de ellos era un adoctrinamiento hacia doctrinas de “progreso y liberalismo” que le abrían las puertas al imperialismo.

Cuando en el ’55 dejamos atrás la niñez privilegiada, esas lecturas fueron responsables de que nuestra adolescencia tuviera olor a clorato de potasio y azufre, mientras que la de los adoctrinados por Billiken podía disfrutar de chicles-goma “Bazooka” ó los beneficios del nylon importado de USA...

Crecimos de golpe en medio de bombazos y persecuciones: los padres de nuestros compañeros eran las víctimas de la “libertad recuperada”: Vergara Russo, moría el 16 de junio en Plaza de Mayo; Cogorno fusilado un año después.

Ahí nos hirvió la sangre rebelde que Evita nos inculcara: empezamos la lucha por el retorno de nuestro Padrecito con lo que teníamos y podíamos. ¿Acaso no se habían usado piedras y aceite hirviendo para contener las invasiones inglesas? ¿Por qué no podríamos hacerle la pata ancha a estos nuevos invasores disfrazados de “libertadores”? Espontaneísmo, voluntarismo, desconocimiento de las condiciones objetivas y subjetivas; amén de las climáticas y estratosféricas; de todo pueden ser acusados estos tozudos hijos de Perón que se jugaron por su retorno, que dieron su vida por él y soñaron con una patria liberada. De todo, menos hijos de puta.

Qué fácil resulta tener razón a posteriori, pero que lindo fue equivocarse defendiendo “lo que Perón nos legó: una Argentina “libre, justa y soberana”, como decía una canción de la época.

Qué lindo fue tener un padre como Perón, con perdón de los psicólogos, los sabios y los que se las saben todas.

Y qué lindo fue tener hermanos como aquel Tito Bevilacqua con el que vendíamos “Palabra Argentina” y luego nos metíamos en los cines para silbar al almirante Tessaire cuando desde la pantalla denigraba a Perón y el peronismo; ó aquel otro, Felipe Vallese, “Misterix” por su impermeable blanco abotonado en doble hilera, parecido al del personaje de historieta, con el que nos escapábamos juntos después de haber recuperado “armas para el pueblo” y, sentados en el fondo del 406, decirnos mutuamente una gran mentira: “esto no es para mí, yo no me meto más en nada”;

O aquel gigante Gustavo Rearte que nos conducía con una sonrisa y se tiroteaba con la policía defendiendo su libertad; ó con Jorge Rulli refugiándose en Montevideo, sobreviviendo junto con otros compañeros, gracias a las noches de póker con que el“Gordo Cooke” hacia una diferencia para ayudar a los “muchachos”,

O el bueno de Dardo Cabo, distribuyendo gelinita a los compañeros de la Resistencia, siguiendo las huellas de su padre, preso en Caseros, porque como decía el General: “hijo de tigre, overo ha de ser”. Y después yéndose a Malvinas en un avión que no era suyo, para recuperar lo que era nuestro; ó el Petitero, el Anguila, el del Poncho Colorado, que nunca supe como se llamaba, que venía de la U.B. Facundo Quiroga, de allá por Urquiza, toda aquella barra de Corrientes y Esmeralda, “que juró lealtad al conductor /luchará si fuera hasta la muerte/ por la Patria y también por Juan Perón.

Qué lindo fue entreverarse en todos esos entreveros con tantos hermanos que sí los puedo y debo nombrar por ser ó haber sido hijos de Perón: el Vasquito Unamuno, que se nos fue apagando por esas putas enfermedades que te matan lo que el plomo de una 45 respetó; aquellos que como José Luis Nell venían del nacionalismo fierrero y se fueron entregando en cuerpo y alma en este peronismo montaraz que trataba de pegar fuerte y duro para destruir “la oligarquía y los imperialismos en simulada pugna”, porque sobraba tanto coraje y amor por el Viejo que no a uno, a una tribu entera de imperialismos nos atrevíamos los hijos de Perón.

...Y cuando nos tocaba perder, perdíamos. Calladitos, nomás. Avergonzaditos, nomás. PERO DE PIE. Con la “mirada desafiante” como decían las crónicas policiales.

Los hijos de Perón fuimos duros y tiernos, serios y jodones, dialoguistas y “apretadores”, enamoradizos y olvidadizos, cantores y gritones, apresurados y retardatarios, pobres y pobrísimos.

Nosotros, pobres de solemnidad, pobres vinimos al Movimiento, pobres lo servimos aún cuando millones pasaron por nuestras manos, y pobres seguiremos hasta el día en que nos vayamos a jugar con el Viejo arriba en alguna nube.

Pobre ejemplo le dejamos a quienes, por ser los “nietos de Perón”, tendrían que saber que la política no es un medio para enriquecerse ni servirse, para trepar y trepar.

...Los hijos de Perón seguimos creyendo que es realista pedir lo imposible; ó que podemos alcanzar las estrellas aunque estén muy altas; ó que “se puede y se debe” vivir como hermanos...

* Extraído de “Envar El Kadri. Historias del Peronismo Revolucionario”
Fuente en Internet: http://www.elortiba.org

sábado, 10 de marzo de 2012

A REZONGAR MI AMOR

¿Qué pasa cuándo la épica pasa, se acaba, se transforma en otra cosa? Hay épocas que parecen hechas para las grandes cosas, esas importantes que van a transformar todo lo que conocemos. Queremos vivir en esas épocas, porque si nos la tienen que contar es otra cuestión. La nostalgia es un sentimiento rengo.

Algo de esto está pasando. Estar en permanente cambio lo cambia todo. Llena el alma (y el tiempo libre), da la sensación de que lo urgente y lo necesario son la misma cosa. Y pasa. Siempre todo pasa.

Uno nace después de Perón, ni chiquito era cuando estaba el General. Uno nace bajo la Libertadora. ¿Qué te toca? Perder la fe que nunca se tuvo en la democracia; caricaturizar a los partidos políticos como esos comités que tienen la molestia de tener que gobernar entre dos elecciones internas por ahí, como se dijo alguna vez cuando la noche y la sinceridad se tomaban un whisky. Tampoco elegís dónde, en qué familia, en cuál barrio. Si las coordenadas se hubieran dado no te habrías perdido casi nada, ni siquiera la muerte a mediados de los setentas.

Los que vienen después ya no conocen a Perón. Leyeron (algunos) toda la historieta de los setentas porque su infancia transcurría en los ochentas. De Alfonsín poco y nada y si, mucho de Menem que también duró mucho. Son los que fueron grandes cuando llegó Néstor. Tiene mucho que ver el momento en que comienza la historia personal para comprender la Historia. Los teóricos suelen pasar de largo este detalle vivencial y entonces parece que cada generación comienza todo de nuevo. Y la verdad es que es así.

Las certezas y los convencimientos son históricos y encima, son tercamente vivenciales.

Hay un algo flotando entre nosotros como que ya está. Ya salimos del infierno; el país del dosmiluno y aún el de Menem está en algún lugar de la galaxia, pero no acá. Ese país “normal” y “serio” que prometió el primer kirchnerismo opera en el inconsciente colectivo como punto de partida de una nueva era (un pensamiento grandilocuente). Y no es así, pero andá a convencer a alguien en su fuero íntimo de semejante cosa. Es el momento que parecés un pesado o un justificador de inconsistencias del presente. O peor, un manipulador.

Ocurre también que la “épica” de este momento (y le robo un par de buenas ideas a Brienza) parece haber concluído. La “profundización del modelo” que encarnó Cristina en su primer mandato, la guerra del campo, la muerte de Néstor, la elección de octubre pasado. Todo ha pasado. Una normalidad inquietante se ha apoderado de nosotros.

No todo es como lo deseamos y no todo puede contentar a todos. De los que siempre se han opuesto ni hablar. Me refiero a los que apoyan, sobre todo a los que se plegaron en la “épica”. Cristina aparece y es sólida, no lee papelitos cuando habla y ahora habla más de tres horas. Toca todos los temas, los desmenuza, opina y también decide. Bien. Pero también se le deslizan un par de boludeces como lo de los tres meses de vacaciones y las cuatro horas de trabajo de los docentes. Apárece en el discurso un apoyo irrestricto a la minería en cualesquiera de sus formas, o parece. Como la cuestión de los transportes. Estas dos últimas no son de la categoría de la primera, pueden también ser convicciones.

¿Y qué? ¿Necesitamos mirarnos en Cristina como un espejo identitario?. Si no, ¿no sirve? ¿Hace falta hacer continuamente un detalle minucioso de lo ganado para revalorizar el presente? Yo creo que no, pero parece que hace falta. La diversidad de grises es algo poco tolerable, todo tiene que cerrar, todo tiene que encuadrar. Anhelos y realidad deben ser una misma cosa porque si no aparece la sospecha, la traición, la mentira, el escándalo, el todossonlomismo. La desilusión. Hay algo infantil y caprichoso en nuestra naturaleza. A mi me parece que hay que comenzar a admitirlo despacito.

Algunos se quejaban de la confrontación, del cambio continuo y otros de que no cambie más, del achanchamiento y la falta de asombro. La gata Flora ha hecho escuela. Y no estoy vanalizando problemas. Pero como dijo Ricardo, alguien lo tiene que decir. Lo mejor que tenemos es el pueblo, pero hay que bancarnos todos los días.

Y todo empezó con la tarjeta Sube. O con el 54,11. Existe un miedo oculto a estar de acuerdo y, a la vez, aceptar la diversidad, el desacuerdo puntual, los tiempos de cada cosa. Está el remanido tema de no tirar el agua sucia con el chico adentro, pero lo que hay que ver es que el pendejo se aferra a la palangana como un san puta.

El chico (que es el proyecto, pero también somos nosotros) tiene que querer crecer. Es el otro lado de la crítica, la queja y el saludable desacuerdo.