martes, 18 de abril de 2017

¿QUÉ HACEMOS CON CRISTINA?

La plaza llena, las diagonales, la vieja avenida de Mayo, las calles que hacen de pasadizos al corazón de la capital. Llenas. Y era una despedida, con todo el clamor y dolor, con los llantos por los absurdos de la democracia, pero si, no daba para pensar en nada. Sólo una herida como bandera en el momento que no había que bajar ninguna. Y así fue para los que nos habíamos citado sin redes, sin boludeo.

Empezaba una historia desconocida, porque nunca se repite. Y se fue haciendo de silencios, contrariedades inaguantables, traiciones esperadas y traiciones de las de verdad totalmente inesperadas. Empezaba la movilización y también los de la cabeza en un agujero. Pero todo eso va, pasa aunque esté pasando. La historia que hoy me interesa es la de la Señora que se fue ese día, sin entregarle banda y bastón al que no iba a jurar por la Patria...

Ella brilló esa noche como nunca. Y partió. La trajo de vuelta un juez del que no habrá memoria en unos pocos años, y volvió a estallar allá en la ciudad judicial que no fue, de una Justicia monárquica. Bajo la lluvia. No hubo 17 de octubre ni cruce del Matanza, sencillamente porque esas cosas ya se habían hecho y los pibes se merecen leyendas propias, aunque nuestros relatos luchen por opacar de tanto no aceptar que todos vamos a morir y el mundo seguirá como si nada.

Nunca nadie recibió tanto bombardeo, salvo los que fueron bombardeados en la Plaza, salvo la Abanderada nuestra que se ajustó el rodete mientras una pared vivó al cáncer, y rompían vajillas, quemaban sábanas, asaltaban hogares de tránsito, desarmaban ciudades de niños. Nunca nadie salvo un viejo General que caminó en círculos los dieciocho años de extrañeza, con sus estatuas arrastradas, sus libros quemados,  sus hijos desheredados. Después viene ella en el cuadro de honor del odio. No es poca cosa. Y siguió, sin cargos, sin fueros, sin matones. Sola con nosotros, fijáte.

No se cae, no se dobla -como los radicales que se doblaron hasta el piso, salvo Moreau y sus correligionarios-, no se achica. Si le duele, si la silencian de tanto en tanto, si se abate aunque después reaparezca más fresca, más en línea. Y de golpe, aparece en las encuestas sin haber dicho que iba a ser candidata a nada. Sin decir que no iba a ser. Y ahí empieza el tema.

Están los convencidos, están también los gurkas que suelen ser más papistas que Francisco. Están los que dudaban y están los que no les convenía traicionar.  También los que a la primera de cambio se fueron a la mierda. Los que siempre quisieron estar en otro lado.

Y están los compañeros -muchos les dicen innecesariamente pejotistas ya que no ocultan ser del pj- que agacharon la cabeza muchos años viendo que las listas se las arreglaban en otro lado, que la lapicera no se compartía ni un momento, que salían a bancar todo porque debían hacerlo, o simplemente que querían algo más manso y tranquilo. Los que pensaban que el movimiento obrero organizado merecía un poco más de paciencia, sobre todo porque los "burócratas" también arrastran votos y de cómo movilizar al subsuelo de la Patria saben un rato. Hay que entender, y uno lo  dice desde ese lugar en el que si se duda se lavan los trapos en casa y se discute entre compañeros. Siempre tenés dudas aunque le pegués para adelante. Errores hubo, pero hay uno que no se podía cometer y era perder. Y ocurrió.

Uno se lo está achacando a la Señora, y vamos con la herejía... Lo cierto es que no hay dirigente peronista que tenga la llegada (feeling), el vínculo emocional desbordante, que signifique esperanza porque se hizo y se hizo mucho, que ella. Es Cristina. Y de verdad que uno quisiera que no tuviera que ser candidata, que el movimiento produjera muchos candidatos de ese tamaño enorme. Pero no es así, ninguno le llega al taco de la bota. Y hay algunos buenos (cada uno sabe).

Entonces, ¿qué hacemos con Cristina? Para algunos es como tener un elefante en el living y temen. Y uno piensa que tuvimos demasiado de "sabios y prudentes", pero que esto tampoco es la revolución bolchevique  como para jugar al todo o nada (la revolución bolchevique tampoco jugó ese juego engañoso). Uno -yo- quisiera que fuera algo así como una consultora de lujo -de plebeyo lujo que suele ser el que nos queda mejor-, una referencia altísima y decisiva. Pero que no tenga que poner el cuerpo. Porque le tiran basura a diario el gorilaje, y porque nunca falta el compañero tarado que le falte el respeto (ay Cristina ya fue, se termino... manga de energúmenos).

Y entonces salen con Néstor. Y qué, se me llenan los ojos de lágrimas de sólo escribirlo. Lo hacen para achicarla. Es bueno tener referentes, es bueno tener héroes, pero no se me escapa que lo acompañamos bajo otra lluvia en un auto negro y en una caja de madera. El problema de la Señora es que de verdad está insoportablemente  viva.

Y va a hacer lo que quiera, porque puede. Es posible que cuando haya que definir candidaturas allá por junio ya lleve el procesamiento número... Más allá que la habrán intentado encanar, o lo habrán hecho (dudo).  Y verá. Pero nada es lo que era. Tampoco ella. Tampoco se repiten las cosas, estamos condenados a seguir camino y no sabemos qué es lo que sigue.

Cristina es un fenómeno político inédito en esta maltratada democracia postDictadura. Y también arrastra odios, vaya que los arrastra. A eso se le dice "techo", y se repetirían las condiciones de aquella fatal elección, dicen. No sé, no creo. La verdad es que hay dos modelos de país (y de personas) en pugna. Seguro que puede haber más, otros como esos que piensan en avenidas del medio, en la tercera vía de la vía del medio... eso ya lo inventó Perón hace mucho y Cristian es el producto más acabado y presente, así que.

Qué se yo cómo sigue. La cuestión es que es insoslayable esta mujer para suerte de algunos, para desesperación de otros (y acá las cosas no se dividen entre liberales y peronistas, suele mezclarse un tanto como toda nuestra historia).

Pienso cosas. En don Manuel del Corazón largando ese "ay Patria mía" y yéndose por una Buenos Aires que lo olvidaba a propósito. En el gran Capitán lejos en su invierno francés. En don Juan Manuel diciendo en la casona de Palermo "entonces, se van a cagar" y no escuchando más nada mientras en el patio bailan los negros. En la Gran Señora que no estrenó La Pródiga porque tenía que hacer otros estrenos, hablando con Paco de vestidos y viendo más allá de todo y de todos. En el Perón de la cañonera, en el Perón paseando los caniches en Puerta de Hierro. En el Perón en pijama de Gaspar Campos. Y tantos otros momentos sin fotos.

En Néstor temblando por adentro ante el micrófono de la Esma mirando fijo a las Madres. En Cristina que tiene que ver qué carajo hace.

Y en nosotros que tenemos que saber qué carajo tenemos que hacer, porque no hay mal que dure cien años ni  cuerpo que lo aguante. Es fácil escribir todo esto en un blog, lo difícil es pasarla allá afuera y ser dueño de toda la intemperie y el desamparo.

Hace mucho tiempo fui a votar por primera vez con mi hijo mayor a upa. Yo tenía que votar es cierto, pero él tenía que ver y entrar al cuarto oscuro porque esa era toda la revolución que le pudimos conseguir. Creo que ellos lo valoran más que uno.


Señora, disculpe las sinceridades. Suyo como siempre. Viva Perón.

lunes, 17 de abril de 2017

EL FASCISMO AMATEUR



Está mostrando las alas un monstruo que hemos subestimado por demasiado tiempo. Fue fácil atribuir todo a un anti peronismo cavernícola, y más sencillo aún ridiculizar a sus eventuales propagadores. Parecían ecos de un drama transformado en farsa, como para estar a tono con el señor alemán de izquierda.

Pero no, esto va más abajo, al lecho profundo que debe tener el Riachuelo, putrefacto, sobresaturado de químicos y con la flora y fauna degenerada por tanto agente invasivo. Tal vez el anti peronismo sea la aleta visible desde lo lejos, seguramente. 

Es la verdadera batalla cultural que vamos perdiendo, si no es que ya la hemos perdido hace rato. Sin duda reconoce un momento importante en el espanto por el peronismo original y la alegría malsana por su derrocamiento. No creo que sea el punto de partida, a éste lo imagino aún más lejos… El anti peronismo era el nombre del odio contemporáneo. 

El otro momento imprescindible–aunque de mero ajuste- fue la Dictadura. En tal caso, de ese punto parten ellos, cuando ponen esa cara de “ynosé” como para ir aceptando la argumentación de que el país era un quilombo, que los guerrilleros -que los subversivos- mataban a troche y moche, y que había que poner orden. Primera justificación de un genocidio… orden. Ahora también hay que poner orden después de la aventura K, orden por la inseguridad, orden por la corrupción, orden porque la gente es mala y comenta. Y tuercen la boca mal. Digámoslo… ¿o acaso la Dictadura no tuvo algún consenso? Claro que lo tuvo, era esa “mayoría silenciosa” que nos enrostraba Martínez de Hoz. Estos son los hijos y los nietos de aquellos.

Un par de aclaraciones… La Dictadura es la “Dictadura Cívico, militar y eclesiástica” porque ahí nos paramos y desde esa mirada hablamos. Y la “mayoría silenciosa” no era mayoritaria, pero bastaba. Como ahora. 

Hay odio por las garantías constitucionales, que quedan amputadas en “garantías” como una mala palabra, también subversiva, de irresponsables o terroristas que van soltando delincuentes y que hacen pesar más los derechos humanos de éstos que los de las víctimas. Y no pienso salir de este párrafo con el atajo fácil de la cuestión social para justificar cualquier cosa. El contexto social regresivo, de movilidad social negativa como el presente, claramente favorece la emergencia de delincuencia y de ninguna manera se dice con esto que todo aquel que se queda sin laburo se le ocurre salir de caño.

La cosa es más compleja, tiene que ver con la rémora monárquica de la  Justicia más que con las leyes, con un servicio penitenciario corruptísimo, con policías y fuerzas de seguridad plagadas de cárteles y bandas internas. En definitiva, con una matriz corrupta que corrompe y mata. Pero, lo complejo es enemigo de esta gente que opina para sus adentros y que ahora lo hace en alta voz. Lo complejo es obviamente subversivo. 

Entonces, vamos recapitulando temas en disputa: dictadura-guerrilla; inseguridad; corrupción política. El período K fue la suma de todos los miedos: guerrilleros o amigos de guerrilleros que, por populismo, demagogia, repartieron planes, liberaron presos peligrosos (como hizo Cámpora en el ‘73) y se robaron todo, pero todo todo. Pasa que el que se quemó con Perón, ve un derecho y llora. Volvemos a lo del peronismo…  Los tres gobiernos peronistas de los Kirchner los volvieron absolutamente locos de odio y rabia. Uno no puede entenderlos, la verdad es que no. Uno piensa que les jode soberanamente la igualdad y por eso sienten que les falta libertad. 

Odio también con los de afuera, porque para ellos la extranjería se mide para abajo, hacia esos “otros” que pueden menoscabar sus derechos, que le pueden robar el trabajo o que pueden vivir a sus costillas… No hay extranjeros en los empresarios; aman la globalización que los lleva a remotos destinos del primer mundo. Y es todo mentira, no quieren al otro simplemente porque es distinto, porque es otro, porque no da el estándar ario ni el latino triunfadorenmiami, porque les cuestiona algo tan en su fuero íntimo que los rebela y atormenta. 

Son los eternos partidarios de la mano dura. Quieren que el Estado mate a alguien cada tanto, como un sacrificio humano para que los dioses no se enojen con ellos. Tienen una violencia contenida y añeja, síntomas todos de una impotencia y bajísima autoestima extraordinarias. Y como son medio brutos, la escuela pública no pudo hacer mucho por ellos o han sido muy mal aprendidos. 

Son la base social del fascismo, si las circunstancias fueran la de aquella Italia. Gente común que les horroriza ser comunes, no ser especiales, sospechar que no se pertenece…ay, dios mío cuántos males nos hubiéramos evitado si los valores aprendidos hubieran sido otros. 

Hablemos de valores. Los compañeros educamos a nuestros hijos con la visión de comunidad, la intolerancia a la injusticia, la tendencia natural a la solidaridad. A mirar al más débil primero, a amar y no a amarrocar. A sentir que la verdad es una cosa importante. Si nos sale bien o mal la trasmisión de estas cosas es harina de otro costal, de la misma forma de que uno mismo pueda ser un ejemplo bueno, regular o malo de esta prédica. 

Esta gente habla de otra cosa. Aunque muchos valores se parezcan están acotados a uno mismo, la familia y poco más allá. El otro es potencialmente dañino y tiene malas intenciones. Gente atrapada en una glaciación que desconfía de todo lo que no haya estado desde siempre en la caverna. 

Son peligrosos, por el veneno que portan en sangre y porque en manada pueden animarse a practicar los ritos que imaginan. Alguien les quiere abrir la jaula…

Los que Mandan, esos de verdad que no necesitan ser fascistas ni neoliberales porque ya son todo y más, son los que envenenan, reclutan y dirigen a esta gente. Hay un atrás del odio, una trastienda del fascismo amateur en donde actúan los Profesionales. Ahí sí que no hay ensayo y error, se sabe muy bien lo que se quiere y de qué formas se puede lograr.  Esos son el verdadero enemigo y de cuidado. 

La derecha tilinga ha envalentonado al fascista amateur mientras se envalentonaba; sienten que ahora si se puede decir todo eso que la mirada progresista condena. Son el subsuelo de un pantano sublevado, contra nosotros y nuestra “correcta” manera de decir y pensar. Pero no hay diferencias genéticas ni de DNI con nosotros, y ahí está el problema; parecen una subespecie, pero no lo son. Muchos compañeros se mueven en espejo de esta gente, y es una lástima porque estamos para un poco más que la berretada. 

Con estos tipos perdimos hace rato por ser quienes somos. Ninguna conveniencia económica los hará cambiar porque su odio es ideológico, social y si fuera posible también racial. El tema son todos aquellos que a veces les hacen de comparsa, aquellos con los que estos energúmenos trabajan taladrándoles el alma, y a veces con éxito. El problema son todos esos otros que están a merced de todos los autoritarismos, los gestos de desprecio, la mala onda hecha forma de vida, la verdadera hijaputéz de mala gente. Porque a todos esos otros debemos contenerlos y devolverlos al lugar que corresponde, que es el apoyo y la participación en una democracia popular y un proyecto nacional. Y debemos hacer todo lo que haya que hacer aunque nos cuestione cosas, aunque haya que revisar y dar parcialmente la razón. El fascismo de entrecasa puede ser aislado, porque el reencuentro imprescindible es con esa otra gente.

Entre otras cosas, para esto sirve la política.


viernes, 7 de abril de 2017

POPULISMO (las pelotas)



Uno tiene la sospecha de que aquí cada tanto se viene a chorear. Cotorreo con el "costo argentino" que viene a ser que ganamos demasiado y podemos hacer demasiado con nuestra libertad laboral, por un decir. Cotorreo con la inflación, ese impuesto al pueblo que siempre va a parar a los mismos acumuladores de oportunidades. Cotorreo con el déficit fiscal y el Estado, como si se tratara de un caño roto que chorrea agua y va a parar a la calle. Pero al parecer acá se viene a chorear cíclicamente, mientras la gilada se hace un mea culpa inducido. 

Abreviemos esta parte porque es conocida de sobra. Unos sustraen del alma del Estado eso que era para repartir, cobran cometas, cobran coimas -y cuando están del otro lado del mostrador coimean-, consiguen contratos increíbles, contraen deudas increíbles, hasta compran un arsenal como para hacerle el aguante a Rusia... Hacen la diferencia, y entonces se necesita el discurso moralizador y liberalote para que la culpa de tanto estropicio la tenga... usté, todos, menos ellos.

Conocido, pero ante tanta repetición, ignorado. Mire, extraer dinero de la Argentina debe ser como cazar en el zoológico, pero... Había un problemita, y con historia. Se llamó Peronismo y supo ser -y cada tanto sabe ser- un azote, la maldición de este país burgués.

Es fácil lo que hay que hacer:  hay que destruir al Peronismo y los valores que porta, deshacer su impulso, invisibilizar sus logros.  Y ahí está la otra cuestión, que vienen por el "cambio de paradigma" mientras se chorea. Usté sabe, porque es compañero y si no debería andar sabiendo, que esto es viejo. 

Tuvieron un zacudón con la ley Sáenz Peña, cuando salió mal y ganó las elecciones el primer radical yrigoyenista; pero pasó y lo pudieron contener. Al movimiento obrero lo fueron tiroteando, golpeando, esquivando, mientras se iban sacando a esa manga de inmigrantes molestos y anarquistas. Pero… Nueve años de Perón fue la locura absoluta del país granero del mundo, exportador de vacas gordas y de tiradores de manteca al techo. El peronismo arruinó la fiesta burguesa y se quedó a hacer cultura para abajo, subiendo a los que estaban en el fondo.

Cosas novedosas ¿no? Buenas nuevas de mercado interno, consumo, mercaditos estatales en los barrios, derechos tan peleados y soñados hechos realidad efectiva, de continentalismo, de Nación de verdad que se hizo Patria de overol, taller, guardapolvo, tierra adentro. Nada fue igual y todo comenzó a ser como parece. 

La academia vino entonces en auxilio de una derecha tilinga y desvergonzada. Estudiosos al otro lado del océano dijeron que todo eso era "populismo". Algo así como una dictadura antirrepublicana, dispendiosa, sobadora de lomos oscuros, basada en el resentimiento y promotora del odio. Está clara la rabia, el corazón oligarca había quedado afuera, exilado en el propio país.  Así comienza el laburo de los envenenadores de almas.

Como era nuevo, de una se pudo prohibir el nombre del tirano depuesto, sus símbolos, sus cosas, …esa marcha. Después y ante la persistencia del fenómeno populista, la cosa se puso más difícil. Los negros resistían, todos juntos, de a grupos, te hacían un acto relámpago, te dejaban un caño, te armaban un quilombo en un frigorífico. Se radicalizaban, pero no se hacían radicales. Había cada vez más peronistas.  

La vida dio vueltas, sabemos todos, entre dictaduras y recreos democráticos para ir a jugar -menos esos chicos que estaban proscriptos y no debían ni estar en el patio- volvió la sangre, engalanaron sus ventanas con los banderones del odio.

Finalmente y a las cansadas, encontraron algunos peronistas de Braden, más dóciles, ladinos, dispuestos a entregarse y entregarnos. Y así en conjunto, los oligarcas y los miserables vendieron las joyas de la abuela, y el cadáver de la abuela también. Ese peronismo hasta les gustaba, pero no duró aunque se paseó por la rambla una década. Estaba bueno, porque después de eso ningún pendejo iba a querer ser peronista. Eso pensaban. 

La historia tiene sus inexplicables, y así en medio de una crisis de la sanputa, a los empujones le dejaron el incendio a un desgarbado que usté ya adivina. El tipo pacientemente fue curando de a uno, juntó, porfió, arremetió,  gobernó como nunca habíamos visto los que nacimos después del '55. Una reconstrucción enorme y con enormes sacrificios. La dupla se completa con la Señora y se profundiza. Nunca habían pasado doce años de peronismo explícito, así tan desaforadamente luminosos, más allá de la opacidad que nos dejó la correntada liberal. Se retomó la saga fundadora, se encendieron mil luces y florecieron mil flores.

Y se encendieron todas las alarmas en los escritorios de los que mandan. Ahora se desempolva lo del "populismo" retomando el camino de zombización de la Argentina.  Mientras chorean nos quieren quitar el alma, las ganas, y esa Patria en la que no creen y por la que no juran. 

Que quede bien claro, porque "populismo" es como los gorilas le dicen al Peronismo para no nombrarlo. Y lo dicen así porque queda bien, porque hay muchos que no entienden nada y porque nos tienen que parar otra vez. 

Los oligarcas se tienen confianza pero también sienten miedo. Y tienen miedo. Los bobos siempre temen, eso no cambia. Y entonces chucean, provocan bien a lo “Libertadora”, porque hay gorilas que son bien gorilas. Y hay salames bien salames, que les fascina hacer coritos. Pero, ¿tanto miedo nos tienen? Creo que no, porque siempre esperan que nos salte la cadena para mandarnos los perros como siempre. Pero no.

Pasa que a los "populistas" nos duele que le saquen la comida de la boca a la gente, que los miren por arriba del hombro, nos pone de la nuca que los traten de negros y los negreen. Somos gente inquieta y susceptible. Esta gente interpreta que la sensibilidad es una muestra de violencia. 

Y algunos de verdad creen que se puede llenar la Plaza, las diagonales, la av de Mayo, la 9 de Julio, las plazas provinciales, los caminos, con choripanes y micros. Parecerían demasiado pelotudos si es que no se supieran tantas  historias sobre la hijaputéz. 

De fondo, sabemos lo que quieren: transformar la tasa de ganancia empresarial y financiera a valores absolutos o similares, bajar los costos laborales, terminar con las paritarias, dividir a los sindicatos y de ser posible destruir a toda organización de trabajadores, ensuciar los valores populares, sus emblemas, sus partidos, sus dirigentes, sus ideas. Domesticar al peronismo y de ser imposible, destruirlo. Hacerlo desaparecer de la conciencia ciudadana, borrarlo de la democracia, disolverlo en el aire. 

No nombrar al Peronismo, como prohibieron ya con el decreto 4161. Entonces, se dice "populismo" y se escupe en el suelo.

Y tras este oleaje tremendo, van a ir asomando en las costas multitudes mojadas, flexibles, con la frente en alto. Pasa, estimado gorila, que los juncos siempre fueron peronistas. Lástima.

martes, 4 de abril de 2017

LA BATALLA (CULTURAL)

Pensar que perdimos votos pero no una batalla cultural, es un grave error que llama a cometer errores de análisis mayores. Sí, la perdimos pero no fue ahora, sucedió hace tiempo y siguió sucediendo con alguna que otra interrupción.

La principal batalla cultural perdida fue con Martínez de Hoz en épocas de la Dictadura. Allí el Ministro nos tiraba con la complicidad de una "mayoría silenciosa" que los apoyaba y que apoyaba los cambios que se estaban haciendo y la manera en la que los estaban haciendo. ¿Era verdad?, sí y no, o no tanto. Lo que si ocurrió es que de alguna manera, una cantidad de gente se convenció de que el rol del Estado no era la promoción de la economía y la industria, que eso era un asunto de los "privados". Y también de alguna manera, el Estado pergeñado en la era peronista fue cuestionado en sus fundamentos.

Es decir, se dudó seriamente que intervenir en la dirección de la economía y la marcha de los mercados, que subsidiar a sectores de la industria nacional, que proteger y promover sectores sociales vulnerables (mejor dicho, vulnerados) fueran las tareas que debía contemplar un elenco político que dirigiera al Estado. Que fueran las tareas de una democracia y que su cumplimiento velaba por el funcionamiento equilibrado de la República.

Demás está decir que luego, ya recuperada la democracia, las ideas neoliberales triunfantes en un mundo globalizado (por esas ideas), ingresaron como un cometa en llamas en el cielo argentino de la mano de un peronista. Fue otra modernización conservadora que, amén de desactivar las empresas estatales y organismos de control (que tenían en el ADN un innegable sello peronista), hizo centro en las relaciones del trabajo con el capital en clave de flexibilización laboral. Una apretada para recuperar la tasa de ganancia, algo maltrecha por tanto derecho y tanto "costo laboral argentino".

Y de ahí que el Estado y su déficit fue objeto de burlas y odios. El gasto fue "gasto", más allá de que fuera "inversión" social o productiva, daba lo mismo. Porque el Estado estaba manejado por chorros (es decir, peronistas; aunque los más audaces lo traducen por cualquier político) y los chorros roban. Se la llevan a la casa. Ahora resulta que los peronistas la repartieron por lo general, generando esa ilusión de una vida irreal vivida por gente que irrealmente ascendía socialmente. ¿Qué cosa, no?

El anti peronismo suele ir danzando de la mano de esta igualación de oportunidades, de rescate de gente sumergida, de reconstrucciones incesantes de un país "fundido" (escribimos "saqueado" y entendemos mejor).

La batalla cultural que ganó la derecha, en este caso, va por este lado. Son los "privados", los empresarios los que arriesgan su inversión en fines productivos, los que "dan" trabajo (en lugar de pensar que lo compran o, mejor dicho que lo alquilan), y por eso merecen y les corresponde toda clase de privilegios y beneficios. Cualquier otra cosa sería poner trabas al desarrollo y por qué no, a la libertad. Los demócratas son ellos; a nosotros nos tocó el "populismo".

Esta serie de pavadas no serían graves si no fuera porque una franja importante del pueblo las cree. Como que no dudan, es así y debe haber sido siempre así. El trabajo está muy bien hecho.

¿Y qué pasó entonces en la década de doce años kirchnerista? Mucho de lo bueno, y también se colaron una serie difusa de tendencias, malos hábitos, pre ideas que se vinculan al ideario neoliberal y que no alcanzaron a ser desactivadas a tiempo. Porque todo era un vértigo, porque no se supo, porque era demasiado lo que había que restaurar y mucho lo que se debía inventar e imaginar. Y pese a los momentos trágicos del 2001 -por poner ese punto ahí-, a las desgracias personales de la pérdida de trabajos, parejas, familias, y esas cosas materiales que tanta falta nos hacen siempre, poco parece haber quedado de registro histórico en la cabeza de muchos.

En tanto tiempo vino al mundo otra gente, es cierto. Pasa que el neoliberalismo arrasa para adelante y también para atrás y se pierde la memoria, la conciencia, la sobriedad y la dignidad. Una parte de pueblo sin esas cosas es un animal herido y peligroso, seguramente va a atacar.  

Nuestra comunidad está bajo ataque y se debe a esa batalla cultural perdida. Porque vea... la guita se puede recuperar o hacer de nuevo. Hasta puede pasar que aparezca de nuevo un Néstor y se estire como la masa de domingo la deuda, la corte en pedazos, tire los que se mezclaron con harina mala y va, salen ravioles. Puede volver a pasar. Lo que no tiene solución son las vidas que se están perdiendo en este momento, los laburos que se caen y las oportunidades que no vendrán. Hay un sin remedio en la sin razón. Todos pagamos la derrota, también los que ayudaron a construir el arma.

No podemos contentarnos con eso de que hay dos países como si se los pudiera separar en territorios aislados geográficamente. No va a pasar. Estamos todos adentro de esto. La cosa va a ser así: a veces ganamos nosotros y a veces ganan ellos. ¿Qué mentira, no? Ellos o los más "ellos" -sin la comparsa de los desclasados que se creen adentro- siempre ganaron, siempre mandaron. Ocurre que estos doce años -y aquellos otros nueve que uno recuerda vívidamente y no los vivió- nos hacen pensar que estamos empardados. Y no. A veces ganamos nosotros, y punto.

Tenemos esa batalla cultural en el recorrido, porque nunca se gana y tampoco se la pierde del todo. Lo nuestro es una verdadera sociedad equilibrada -no igualitaria, fíjese- con oportunidades para todos, pero todos de verdad. Con un énfasis mayor en los que no tuvieron una puta oportunidad, para que la tengan. Un Estado que planifica, redistribuye y controla, que interviene un montón en la economía y en la sociedad para que los zorros no se amanceben con un montón de gallinas aparte de lastarse al resto. Nuestra batalla cultural es por la Patria socialmente Justa, Económicamente Libre y Políticamente Soberana. Nada más. Y valores. Solidaridad, compañerismo, justicia, amor por el otro y los más débiles, esas cosas. Y saber -y que se sepa- que esas cosas son gracias al peronismo, porque es de buena gente ser agradecido.


Alguno dirá que son verdades relativas, que nuestra opinión -esa batalla cultural planteada- es tan válida como la contraria. No la vamos con el postmodernismo -al menos, no en el relativismo a ultranza-; creemos que tenemos razón y que lo nuestro es mejor porque tiene efectos prácticos, porque no se puede negar que el país estaba mejor y que la gente andaba mejor. Así como el neoliberalismo tiene también efectos prácticos y prueba de realidad. Es lo que estamos viendo.