viernes, 27 de octubre de 2017

EL HERMANO MAYOR

"(...) la Argentina durante mucho tiempo fue un ejemplo de cohesión social, hasta que en 1976 vino la larga noche de la dictadura militar complementada con las políticas neoliberales de los años 90, donde decía bien nuestro amigo presidente de Ecuador no sé qué mano invisible nos prometía que el país iba a crecer y después el vaso iba a desbordar y a llegar a todos los sectores. Obviamente no desbordó el vaso, no llegó la mano invisible y transferimos riquezas a los lugares concentrados de la economía de un modo muy fuerte, cosechamos pobreza, indigencia, destruimos toda nuestra estructura productiva, toda nuestra industria, fue durísimo."

"(...) Nos estamos tratando de recuperar, la verdad que cuando empecé mi gestión le comentaba al presidente Lula y a otros presidentes que ya estaban, como Lagos, que tenían experiencia, que no podía creer que la Argentina tuviera el 60 por ciento de pobreza. Hoy cuando me toca ya terminar mi mandato todavía tenemos un índice muy grande que es del 23 por ciento de pobreza, pero en cuatro años y medio pudimos bajar el 37 por ciento la pobreza, generando políticas que tiendan al desarrollo, con autonomía en la globalización, la construcción de un proyecto nacional, la construcción de un modelo nacional, integrado al mundo por supuesto, pero con sus perspectivas, con políticas de inclusión social, con políticas de redistribución del ingreso, teniendo en claro que hay un modelo neoliberal y la pobreza no es un problema de eficiencia o ineficiencia, o falta de políticas sociales, es un problema de modelos. Debemos tener un modelo inclusivo de distribución de la riqueza, de desconcentración de la economía, construir un modelo industrial en convivencia con la producción y el campo, pero un modelo que tenga fuertes raíces industriales; construir un proyecto educativo fuerte, como lo estamos haciendo en la Argentina, hemos destinado hacia el 2010, año del Bicentenario, el 6 por ciento del Producto Bruto Interno; tenemos que gobernar por propia decisión nacional."

Así hablaba, estas cosas decía en el país, América y el mundo. Y lo mejor, las hacía. La verdad es que la mayoría no lo conocíamos, fue una verdadera sorpresa. Lo votamos en un acto de fe, chamuscados ya de tanta palabrería y tanto traidor. Lo votamos pocos y ganó así, poquito, en el medio de una crisis que se había llevado puesto todo. Le tocó la reconstrucción, y vió que parece ser que es el karma de todo peronista en serio (porque los que no son en serio o se olvidaron, van de fiesta tirando manteca al techo y entregándose al enemigo).

Pero él  no. Así, desgarbado y desprolijo. A las apuradas y con quien estuviera, iba para adelante y después vemos. Teníamos que salir de un infierno, al menos para quedar en el purgatorio. El cielo quedaba para la revolución justicialista inconclusa que se hace y se deshace como nuestra historia. El flaco no tenía tiempo, y ninguno de nosotros sabía qué tan poco tiempo.

Se le dio por escribir la historia con una bic negra. Se le dio por zambullirse entre la gente, se le dio pedir perdón por los pecados de otros, garpar las deudas de otros, sacarle lustre al bronce que otros habían llenado de mierda.

Y fue el que trajo la segunda oportunidad. Quedaban lejísimos los gobiernos de Perón, y el último, terminado de golpe y a destiempo nos había dejado huérfanos. Teníamos en el pasado casi fresco una dictadura feroz; teníamos muchas promesas incumplidas y después, la chantada y la traición, el coqueteo con los liberales y la libertadora... nos habían llenado de vergüenza.

Una madre abanderada de los humildes en el corazón, un Padre Eterno en el cielo, un Tío lleno de honra que se llevó el cáncer (también), tantos hermanos como espectros. No sabíamos, cómo podíamos saber que nuestro hermano mayor venía caminando desde el sur...

Se hizo cargo. Nos levantó de golpe, nos hizo acordar de todo. Era un sueño extraordinario verlo gobernar. Era raro y maravilloso vivarlo, encontrarlo en medio de la plaza, estrechar su mano y que se te quede hablando unos segundos. Quedó dueño de una alegría contagiosa y también de todas nuestras lágrimas.

Lo tuvimos siete años, casi como a Evita la tuvieron esos peronistas de las patas en la fuente. Pero Este nos tocó a nosotros. Cuando a uno le devuelven así la esperanza es para que la cuide, para que no vuelva a perderla porque el fulano, no la perdió nunca.

"Yo soy un militante político, comprometido desde siempre y voy a seguir trabajando fuertemente por todas estas cosas que creo, como sé que lo hacen muchos otros ex presidentes y lo tienen que hacer con la misma fuerza que lo hacían cuando eran presidentes. Porque se es presidente en un tiempo de la historia nada más, pero se es ciudadano argentino, latinoamericano o del mundo, permanentemente, y hay que trabajar permanentemente por esos ideales y las convicciones que uno tiene. Porque con esos ideales, esas convicciones y esas experiencias podemos construir un mundo mejor y podemos dar las respuestas que buscábamos cuando nos incorporamos con fuerza a la política, creyendo que este mundo se podía cambiar."

Así es, querido Presidente. Compañero.


*Las citas son del discurso del Presidente Néstor Kirchner en la Cumbre Iberoamericana de Santiago de Chile; 09-11-2007; "Discursos del Presidente Néstor Kirchner 2003-2007 (2da parte); Cuadernos de la Militancia ° 3; Ediciones Punto Crítico; Buenos Aires; 2011.

miércoles, 25 de octubre de 2017

EL SUEÑO DEL FIN DEL PERONISMO


El título pertenece a un notable artículo publicado por Claudio Scaleta* en Página 12. Tienta pensar que todo tiene que ver con eso, un sueño de la oligarquía (del poder) acariciado desde 1945 y casi concretado en varias oportunidades. Esta no sería la excepción, por supuesto. De allí que el "fin de ciclo del kirchnerismo", de Cristina FK, de un modelo que no es otra cosa que peronismo concentrado y aggiornado a los tremendos tiempos que plantea la valorización financiera en este capitalismo global que vivimos y padecemos. Sería fácil, tanto para porfiar con la vigencia del peronismo, como para tratar de contagiar (sospechosamente) desánimo. De ambas posturas están llenas las redes sociales (que a veces tienen más de redes que de sociales). No vamos por allí, uno pretende pensar un poco más que eso...

El peronismo popular como modelo nacional se opuso siempre (cuando fue bien popular y, por tanto, bien peronista) a este modelo que destruye sociedades y que, sabemos, pensamos (¿deseamos?) no cierra de ninguna forma. Dice el fulano del artículo:

"En rigor, el neoliberalismo es insustentable en un sentido muy preciso. En el pasado, como vuelve a hacerlo en el presente, alteró la distribución del ingreso, desarticuló la estructura productiva y abortó un proceso de desarrollo, pero se extendió durante un cuarto de siglo, de 1975 a 2001, con picos en la dictadura militar 76-83 y los ‘90. La 'insustentabilidad' no es un determinismo temporal, sino salirse del camino del desarrollo con inclusión de las mayorías y optar por el desarrollo dependiente, el del país dual, un proceso que puede o no, dependiendo siempre de la entrada de capitales externos, terminar en una crisis de deuda como la de 2001, pero que al mismo tiempo puede no interferir durante plazos largos en la construcción de una hegemonía política, es decir en la consolidación de una alianza de clases capaz de dotar de sentido a la realidad social en la que se desenvuelve."

Cierto. Mucho tiene que ver lo dicho con la famosa crisis de representación de los partidos políticos que, casi siempre, se ve en el radicalismo fagocitado y cómplice de la derecha liberal triunfante (anote: 42% y 14 provincias, cuando en los cálculos augurales el presidente imaginaba un buen desempeño con un 40% de los votos y 12 provincias ganadas por la alianza "Cambiemos" y sus repetidoras). Ocurre que esa crisis también le pegó a la izquierda en versión tradicional (el inefable partido Comunista, que tras su desguace devino finalmente en oficialista del anterior gobierno), y emergió la potencia (moderada y que no molesta significativamente al Poder) de la troskada, que esta vez acertó bien con la apuesta piquetera primero, y un laburo consecuente en lo sindical. El por qué de sus límites hay que buscarlos en la orientación declamadamente anti sistema y linealmente anti burocrática; pero eso es un problema de concepción y tema para otro día.

La misma crisis de representación (a nivel mundial, aunque con caminos diferentes en cada caso) golpeó significativamente al peronismo. Institucionalmente, al PJ. Así fue posible esa cosa extraña que se llamó "menemismo" y su prédica bullanguera de la economía popular de mercado. Esas cosas a las que se echa mano para no decir "liberalismo". Y fueron posibles la "liga de los gobernadores", el "poder sindical" (visto así, como un actor político), los "barones del conurbano", y siga usté la lista como quiera. Fragmentación, pérdida de rumbo (y nadie habla de la única infiltración posible, que es la liberal). A la clásica y engañosa división entre "derecha" e "izquierda" peronistas acuñada a mediados de los años sesenta, se superpuso una enorme variedad de formas. El poder político obtenido por elecciones evitó que la crisis desbarrancara, tanto con un Ménem como después, con los Kirchner, aunque por diferentes motivos. En ese sentido, el mal llamado "kirchnerismo" puso en valor al peronismo en el siglo XXI. Hay que reconocerlo y, desde ya, agradecerlo.

Pero la crisis de representación no se diluyó, porque ese tipo de procesos que son culturales, no se detienen así como así. El peronismo "kirchnerista" en el poder supo capear esa crisis de los partidos y utilizarla a su favor (y a favor nuestro, como pueblo). Fueron doce años, algo inédito para la duración en ejecución real de un modelo popular en nuestro país. Y se acabó, al menos lo que fue. Hoy, y vuelvo al artículo, parece verdad que

" La porción del electorado que votó a Cambiemos cree que el tropezón de 2016, con caída de la actividad, altísima inflación y aumento del desempleo, fue la consecuencia indeseada de arreglar los desajustes del gobierno saliente, no de las medidas del nuevo, en tanto el freno de la caída en lo que va de 2017 expresaría que las cosas comenzaron a mejorar (...) La esperanza en un futuro mejor fue suficiente para renovar apoyos y ampliar la base de las PASO. La tesis del engaño al electorado en 2015 no perdió verdad, pero si vigencia. Como en 1991, en 2017 las reformas que se esperan no fueron ocultadas a la población, ni siquiera el aumento de las naftas del mismo lunes 23 o el anuncio del aumento del gas en un 40 por ciento adicional en los próximos meses. Tampoco fue ocultada la voluntad de la reforma laboral que ya está en gateras y hasta consensuada con parte de la dirigencia sindical, ni la renovación de la tutela de los organismos financieros internacionales, cuyas políticas se siguen incluso fuera del marco de las ayudas condicionadas clásicas en el pasado. Lo mismo corre para la reforma previsional, los recortes en ciencia y técnica o el librecomercio unidireccional..."

Esto es lo que está pasando, una descripción de vamos viviendo. Las explicaciones vendrán por otro lado y son siempre colectivas, así que no vamos a hacer de adivinos ni sabiondos...

Interesa lo del peronismo, porque sigue siendo -aún con las transformaciones que tuvieron y tienen lugar en estos tiempos de reconversiones económicas y revoluciones tecnológicas de profundidad- el movimiento nacional o, el eje dinamizador y armador del movimiento nacional. Por más progre que hayan parecido algunas cuestiones aportadas por el kirchnerismo, nada le quita la esencia peronista que por tradición, trayectoria y convicción  tiene. Ha sido el gran aglutinador de los sectores populares y aún no  ha perdido su vigencia. Tal vez si su ritmo.

¿Cómo sigue la historieta?...

Dice al final Scaleta: "Saber si el neoliberalismo que hasta hoy se aplicó sin estridencias bajo el paraguas del “gradualismo” acelerará su marcha o, como creen los empresarios y los operadores de la city, desde el pasado lunes comenzó el verdadero gobierno de Cambiamos (...)resulta difícil que un gobierno que siempre avanzó auscultando científicamente las reacciones sociales para afianzar su legitimidad política, la gran diferencia con la experiencia de la primera Alianza, se deje arrastrar de golpe por el animal spirit de sus respaldos más enardecidos..."

Otra vez cierto, basta conocer la "muestra" de los hasta ahora doce años (también) del PRO en el gobierno de la autónoma Ciudad de BA. No se llevaron puesto todo, actuaron paso a paso y profundizando cada vez más, haciendo que lo privado parezca público, que la exclusión implicara un necesario ordenamiento de las cosas  para una "modernización" de la que los desprevenidos (por ser fino) "vecinos" de la Capital disfrutan (no todos, claro, pero muchos). Con esto uno dice que no pisan el palito de andar privatizando todo, sacando derechos a diestra y siniestra, a lo bestia y a lo pavote. Es peor... Saben lo que hacen y tienen la firme convicción de hacerlo. Terminémosla con  la subestimación de la derecha.

Esto se pelea con política, y se gana con mucho más. Lo que uno dice es que el peronismo K es una buena base para plantearse como seguir. Copiarlo y ver el futuro en el pasado, sería de tontos. Defenestrarlo, sería de tontos que corren el riesgo de ser unos hijos de puta. Y uno no quiere ninguna de las dos cosas.

Ocurre que el peronismo sigue existiendo.

*"El sueño del fin del peronismo" por Claudio Scaleta; Página 12 del 25-10-2017; https://www.pagina12.com.ar/71474-el-sueno-del-fin-del-peronismo








martes, 17 de octubre de 2017

17

17 de octubre hubo uno solo y no se repite. A veces uno piensa que cuando se declama tanto eso de la lealtad, es porque es un bien escaso. Esa Lealtad con mayúscula del '45 tenía un destinatario concreto y una intención también muy concreta.

El coronel Perón se había convertido en la única garantía de una cantidad de viejas reivindicaciones del movimiento obrero muy conocidas como para andar repitiendo, pero, como que nunca viene mal... Aumento de salarios como nunca se había visto, lo que era incrementar y mucho la capacidad adquisitiva de los trabajadores, posibilitando el ascenso social que se iba a dar en el gobierno que vendría tras el triunfo electoral de febrero de 1946. Vacaciones pagas; la extensión a muchos gremios de la jubilación de la que ya gozaban algunos más fuertes, como la Fraternidad. El famoso Estatuto de los peones del campo, que regulaba la relación brutalmente desigual de la engañosa patria rural, paternalista y cruel. El aguinaldo, para recuerdo de que se debía repartir lo generado por todos, al menos en una cuota parte viabilizada en un decimo tercer sueldo por año. Convenios colectivos de trabajo que eran para respetar por el rol que asumía finalmente el Estado para controlar su cumplimiento. Respeto también para las organizaciones obreras, tras décadas de represión, ninguneo y clasismo de las patronales.

Cosas como esas eran por las que el movimiento obrero luchaba desde su fundación, en la última parte del siglo XIX. Muchos pliegos de reclamos, paros, boicots, tomas de establecimientos, huelgas de solidaridad, muchos muertos acumulados en la memoria de los humildes, mucha sangre como para que las banderas fueran rojas, bien rojas. Nada fue gratis, todo fue a punta de pelea y derroche de coraje de gente buena, laburante, de todos los días, de abajo.

Y cómo serían las cosas que ese Coronel se convirtió en un par de años en la única garantía, la única posibilidad de que esos trabajadores pudieran escribir su historia, finalmente. No se hicieron peronistas, mejor dicho, no inventaron el peronismo por un soborno, un choriplan, ni ninguna de las turradas que imaginan los que viven cómodos, los que nunca pensaron en el otro, ni los que nacieron sencillamente hijos de puta. Sacaron a Perón del mapa, le dieron un golpe dentro del golpe, avanzaron sobre las conquistas obreras, se rieron en la cara de los delegados, se pusieron la servilleta para devorarse nuevamente al país y...

Salieron.  En grupos, en camiones, de noche, en un tumulto de silencio y coronando de ingenuidad las consignas. Se embanderaron y cruzaron los puentes. LLegaron, tomaron la capital sagrada de los puros, de la gente bien y sus mandaderos. Tenían que hacer algo, porque se perdía todo y para siempre o por mucho tiempo, por un tiempo que ya no tenían ni querían aguantar.
Todo eso era Perón. Y uno está tentado a pensar que Perón no existía y se fue inventando en esos días. Perón era un milico a punto de retiro al que le quedaba la cárcel de la oligarquía, tal vez un balazo en la cabeza de algún camarada de armas. El pueblo tuvo que inventarlo y rescatarlo. Porque nada podían esperar de los que sabían.

Los que sabían les decían que esperen. Los radicales, repodridos en el  famoso "contubernio" que apoyó desde Roca para adelante a gobiernos de mierda, antirrepublicanos, presumidamente "aristocráticos", bancaron a Justo, a la década infame y al "fraude patriótico" poniendo cara de asombrados. No todos, cierto, había  unos jóvenes y unos pocos comités populares herederos de un maltrecho yrigoyenismo que también salieron el 17. Los socialistas le decían al pueblo que espere, preocupadísimos más por la demagogia que por el sufrimiento, solamente había que votarlos para que hicieran la revolución en el Parlamento, y callarse la boca. Los comunistas veían obreros dignos solamente en la Unión Soviética, los de acá les parecían chusma, cabezas, brutos. Lindos socios se había echado la derecha, los conservadores de todo pelaje. Cómo para confiar en esa gente...

Tenían solamente a Perón, y no tenían más nada. Y entonces,  fueron por Perón.

De eso se trata la famosa lealtad. Era lealtad a uno mismo, a los compañeros. Y por eso, a Perón.

Después pasó de todo. Los días más felices y los más tristes. Más dictaduras, una derecha que fue mutando, como lo hacen las enfermedades, creció el odio porque la igualdad que lleva a la verdadera libertad da mucha bronca a la mala gente. También vino la traición, esa compañera maldita de la lealtad. Muchos no estuvieron a la altura en ese tiempo y en estos tiempos. Muchos fueron peronistas de Braden más que de Perón. Cuando se convocan aluviones, esas cosas pasan. Los piolas, los que se las saben todas, los que se quieren salvar pisando a los compañeros, todo cabe. Pero nunca dio lo mismo hacer cualquier cosa. Hay una sola forma de ser peronista y de ser compañero, siempre la hubo.

Nunca nos conformamos con que el pueblo estuviera bien, ni aún mejor, queremos que el pueblo sea felíz. De eso se trata el peronismo, el hecho maldito de un viejo país burgués que nunca se fue de la Plaza.

Felicidades compañeros, siempre tuvimos cosas importantes para festejar. Pese a todo. Como dijo Perón que sería en un año o en diez, pero venceremos. Que es como decir, vamos a volver.


Felíz 17 de octubre, compañeros.

domingo, 8 de octubre de 2017

PERON (qué grande...)

Era un general, no, era un coronel. Y la verdá es que el milicaje caía simpático a los oligarcas, al pueblo no, así que imagine... El pueblo era una cosa desconocida (salvo para el pueblo), la gente de bien no tenía idea. Veían sirvientas, vendedores ambulantes, a los de la feria, obreros que volvían de la fábrica (porque cuando iban era tremendamente temprano y estaba oscuro). Y no los veían mucho porque eran oscuros. El pueblo estaba en sepia y la gente era a color, algo así.

Pero volviendo a los militares. Tenían prosapia, tenían monumentos y mil guerras en su haber, por ejemplo… la de la Triple Alianza cuando se hizo bosta al Paraguay; la de la campaña al Desierto cuando se agregaron tierras riquísimas al patrimonio nacional porque en un desierto no hay nada ni nadie (y de paso se acabó con el malón, ¿vió?); y también la guerra de… bueno no es una guerra, es el orden necesario para tratar la cuestión “social”, la cuestión “obrera” que además le dicen. Vienen a ser varias masacres, si uno le pone la oreja a los disconformes de siempre. Una parte de la población criolla siempre tuvo un secreto amor y devoción por los uniformes, y la otra parte los sufrió.

Y bien militar, así, de chiquito. Criado en cuarteles que fueron familia, amigos, sociedad. Fueron todos juntos al desfile del 6 de setiembre de 1930, que era en realidad un golpe de Estado. Jugaba fuerte la época. El capitalismo se tambaleaba cada tanto, el comunismo se hacía continente, las potencias y sus repartos territoriales, sus fábricas, sus mercados, sus leyes. Nosotros y en nosotros, un grupete de milicos que ponía mala cara. No les gustaba cómo iba la cosa. Que se haga fraude “patriótico”, que la oligarquía no tenga la menor decencia, patriotismo, ni cabeza. Que todo se pueda ir al mismísimo carajo si estallaba otra gran guerra. Qué Argentina era un país débil. Injusto y débil. Que ya no se podía confiar en todos los camaradas de armas.

Un quiebre en las fuerzas armadas, ideológico, doctrinario, vivencial. Decisivo. Pero con eso, ¿qué hacemos? Faltaba que uno se asomara por la balaustrada del Círculo Militar, que saliera al aire y viera lo que pasaba más allá de un cuartel, y de esa bella plaza San Martín. Usté sígame en su cabeza, que no da para hacer toda la historieta, porque quiero hablarle otra vez del pueblo.

Ya le decía, invisible. Nadies, así mirando el montón. Pero, achinando los ojos contra el sol, se van perfilando las cosas. Ve uno, por ejemplo a la clase obrera… Tremendo espectáculo de fulanos (y fulanas, según el rubro) entrando a las fábricas, a multitud de talleres, con vidas a cuestas y a cargo. Muchos, sindicalizados. ¿Sabe lo que costó eso?... mucha vida costó. Ahí estaban los gremios con anarquistas, socialistas, comunistas, con “sindicalistas” (los pragmáticos “sindicalistas revolucionarios”), también con tipos que se metían de puro coraje y no adherían a ninguno pero hablaban con todos. Eso era. Locales sindicales, bibliotecas populares, mitines y asambleas, banderas, carné, periódico, volante, festejos, pic-nics, entierros. Eso era. Hubo un poco de entusiasmo con el Peludo Yrigoyen que los recibía seguido y, a veces, acordaba. Y, a veces, cumplía. Alguno que otro se hizo radical, la mayoría no. Había cosas que lamentar también y ya se sabe, las últimas masacres, la policía brava, los delatores. Y la malaria. Los convenios que no obligaban a los patrones y las leyes que no obligaban a los patrones.

Pueblo también son los desgarrados, los mutilados por la desgracia, los arrojados de vida y placeres, tullidos, madres solteras, los tontos, las viudas. Agregue a todo eso “pobres”, que le da dimensión exacta a la tragedia. Y el Estado con sus hospitalitos, su asistencia corta, su beneficencia. Y la Iglesia con sus rifas, sus campañas, su desprecio sin amor, su mirada severa y su infinita “caridad”. Lo que se dice, estaban “listos”.

Ocurre que los trabajadores y los humildes estuvieron listos, justo cuando ese coronel se asomó y los vio. Fue hacia ellos tranquilo, calculando quizá, quién sabe lo que se mueve en el alma de un cristiano. Pero fue a los que estaban organizados y esperaban. Ya vendría Esa que fue hacia los rotos corriendo y los abrazaría para siempre y tan fuerte para fundirse en ellos y perderse…  Quedarse; pero eso vendría después y es lo más bello de esta historia.

Los organizados vieron al coronel, su uniforme verdeoliva, las insignias, la gorra. No les gustó una mierda. Pero fueron, qué perdían, habían hablado con el diablo y pactado con cada hijo de puta. Pasó que de la “Secretaría” no se fueron más. Ellos saben por qué, y si usté no lo sabe es que tal vez nunca se dio una vuelta por el sindicato.

En un momento, fue el Presidente. Gobernó y gobernó mucho, como dos planes quinquenales, como un país que no existía y de repente comenzó a existir. Para muchos fue el principio de una historia, para otros, una pesadilla que como esa historia, aún perdura. Mire, lo han definido de muchas maneras, pero me gusta sin dudas la del gordo Cooke con eso de la “maldición del país burgués”. “La mugre” y la “rabia”, que son valores negativos empleados como un escudo de virtud, fíjese, y como ese algo que por más que se quiera quitar vuelve, reaparece. Y así fue. Golpe, exilios, fusilamientos, resistencia, prohibición. El odio desatado y su absoluta inconformidad.

Uno estuvo en la primavera setentista sin haber sacado entrada, de puro pendejo que curiosea. Nos tocó un viejo General, el famosos león hervíboro, que volvía y en su larga muerte nos llenó de intemperie. Y bueno.

Así se formó uno, en un país de la mitad de acá y a su sombra. Que después de tantas cosas que han pasado, como que se lo entiende bien, aún en esas cuestiones tácticas que se lleva la vida y te devuelve la práctica. Muchas charlas contra el aire imitándole la voz, tratando de leer un cachito más y poner su dicho justo en el lugar justo. Amar el país convertido en Patria, amar a un pueblo que iba en su rescate y al mismo tiempo lo siguió. Qué mas hace falta.

El tiempo va deshaciendo hasta la organización, es cierto. Pero sepa que hasta ahora no pudo con esos tipos con  las patas en la fuente.

Eso, mi General.