viernes, 20 de abril de 2018

SOBRE ESAS COSAS (sobre el PERONISMO nuevamente)


¿Le importa a todo el país lo que pase con el PJ, o las internas del peronismo? No, más bien que no. A un importante sector de la población sabemos que la política le importa un bledo, y se jactan de esa ignorancia vocacional. Allá ellos.

El peronismo inició hace un tiempo -poco, la verdad- un proceso lento y sinuoso de unidad. La clave sería rearmar en principio algo de la alianza política y social que permitió el abrumador triunfo del 2011. Claro está, la situación no es comparable a aquella y los problemas son muy otros. Como prueba de que ese proceso incipiente de unidad iba dando resultados, al contrario de lo desinformado por la prensa (poco) “seria”, es que se lanzó una intervención imposible al Partido Justicialista, en un dictamen firmado por una jueza conocida por sus exabruptos “republicanos”, poniendo como Interventor a un desopilante payaso del peronismo conservador y malandra. Peor imposible. Objetivamente la maniobra –torpe pero real- beneficia al gobierno neoliberal y sus posibilidades de continuidad post 2019, más allá de que haya de acciones, omisiones e intencionalidades.

Volviendo al hilo del asunto… La derrota electoral impactó muy fuerte en la estructura partidaria y convulsionó a todo el movimiento nacional. Algo se rompió, algo se perdió, y no se puede arreglar ni encontrar; al menos por ahora. Hay conciencia en muchos sectores del peronismo de que las cosas cambiaron, y que hay que dar y barajar de nuevo, sentarse, tragar saliva, acordar. Porque no da lo mismo -al peronismo no le da lo mismo- ganar que perder.

El movimiento peronista siempre se definió por lo social y cultural, y de ahí la política. Un curioso decurso de cosas, doctrina y hasta elementos de una ideología siempre en composición, que podría compartir, tal vez, con otras experiencias movimientistas (aunque no con muchas). Y aunque el "pueblo" -una parte importante de él- le haya dado la espalda, el peronismo no castiga con un "vayansealamierda", "aprendanyjódansen", no deja al pueblo colgado (aún cuando se muestra infiel y desagradecido), porque el peronista es pueblo y sufre tremendamente esos desaires. Se piensa en lo que se hizo mal, en lo que no se comunicó debidamente, y hasta a veces se minimiza la potencia infernal de un enemigo jurado que no perdona maneras alternativas de construir el capitalismo, menos aún, los ensayos exitosos de un Estado que sin dejar de ser el famoso Estado burgués, es capaz de lograr una redistribución progresiva y popular del ingreso generado por todos y, a la vez, proyectar el desarrollo independiente del país. Pasa que, como eso es posible, siempre que pasó se trunca, como para que nadie se convenza de que además de posible, es necesario.

Al peronismo la gente le importa y le duele, más allá de todo. No tiene dónde irse a lamer las heridas, no puede salvarse. No existen para el peronismo refugios, transiciones, treguas, escondites; está tremendamente a la vista y sin privacidad alguna.

Hay gente enojada con el peronismo; en parte merecido y en gran parte no (más  bien todo lo contrario). El peronismo ha caído en la trampa del sistema, de sus Ejecutivos, de sus Jefes, de sus dueños. De ahí que algunos peronistas (sin dejar de serlo) hagan doctrina del temor y salgan a predicar un republicanismo jerárquico que es absolutamente ajeno a la tradición del movimiento. Eso de que el "partido debe modernizarse" (ni hablan del movimiento), ser un partido de "centro", más de clase media y previsible. Son ideas que andan por allí y no son nuevas, pertenecen a la siempre fallida experiencia del "neoperonismo" (cuando pretendía sobrevivir a Perón, estando vivo Perón) y va mutando, sin dejar de ser una visión conservadora y esterilizante del fenómeno peronista. En ese mundo ordenado no cabe una "revolución justicialista", que viene a ser la irrupción (si quiere mansa y tranquila, aunque no se cómo) de lo nacional y lo popular en la dirección del Estado burgués (lo que decíamos antes). Un partido del "orden", pegado al sistema capitalista, que garantice junto con la derecha la alternancia, sin mover el barómetro de la acumulación capitalista y la tasa de ganancia. Un verdadero partido "garantista", pero al revés. Obvio, la mayoría del peronismo no quiere eso, no lo apoya ni apoyará. Pero cómo jode.

Por lo contrario, hay entre algunos peronistas una cosa anarca con el partido político. Se ven únicamente movimientistas, al partido como una disfunción liberal, y no como una herramienta disrruptora dentro del país liberal. Rememora un tanto a ese supuesto "evitismo" que negaba a Perón; o ese no hacerse cargo de toda la historia del peronismo (sobre todo de lo malo) y andar haciendo piruetas sentenciando quién era o no era peronista, según el gusto del consumidor.

Están si los que se pasaron de bando, claramente. Hoy, sería decir los que desde una tradición peronista abrazan la divisa amarilla con fervor. ¿Acomodaticios, colaboracionistas, traidores, mercenarios, o resentidos (por eso que no te dieron)? Ponga usté el mote; dan bronca. Ellos mismos labraron su destino y nada se puede hacer. O quizás, arrepentimiento mediante, se deban colocar últimos en la fila y esperar, como dijo alguna vez el General. Evita solía fulminar a cosos como estos...

Si uno se pone a analizar estas cosas, sin poner nombres, sin declarar de antemano la certeza absoluta ni la condena absoluta, la vida podría verse diferente, tal como la ven muchos peronistas. Esto crispa, se sabe, porque parece un perdonatodo,  pero no lo es. Para el zurdito despechado que tal vez lee esto (y uno mismo no está exento de nada) vale recordar, remarcar, señalar una y mil veces: se trata de luchas por la hegemonía pensando que muy posiblemente, el peronismo sea aún el territorio en donde se libra una parte sustancial de la lucha de clases en la Argentina. Upa, que sonó marxista...

El "proyecto" del que tanto se habló en la última experiencia peronista exitosa, el mal llamado kirchnerismo (que es peronismo por tradición, modus operandi, obra efectiva, objetivos, doctrina, fe y mística), fue una versión acorde con el original, permeada, zarandeada, aggiornada a los vaivenes violentos de la Argentina neoliberal entrando como se pudo en el siglo XXI (que nos encontró dominados). Hay que sacar provecho de esa patriada de doce años, no para volver sino para seguir, cuando los vientos del pueblo vuelvan a llevarnos mar adentro. En ese marco la unidad, las alianzas, las amplitudes...

Pero claro, estas vueltas no conforman a todos (a todos dentro de un nosotros), uno lo sabe. Está el "progresismo", que mira y no entiende, entiende y no le gusta. Todos los progres, seguramente no, porque algunos lo entienden como uno  y están dispuesto a llegar todo lo lejos que la Patria lo demande. No lo dudo. Pero hablo de los que no, de los que no tienen obligación de romperse el coco con el peronismo, porque no es su vocación ni su idea. ¡Pare de sufrir!, pero tenga en cuenta una cosa. Usté, amigo progresista, está  y seguramente querrá seguir estando en usa alianza transversal que idearon peronistas (un Néstor, una Cristina, por decir), que ha sido y será posible con el peronismo y más aún con su PJ como nave insignia, nave madre, sustento (llámelo como quiera pero no le rebaje la importancia)... Y ese hecho hace que la hegemonía peronista dentro de esa transversalidad marque los pasos, los tiempos y muchas de las convergencias temporales y también de las más estables. El peronismo puede ser convocante por su número, dinámica, potencia, historia, composición (de clase, si  quiere). Por lo tanto, también le caen por la cabeza sus crisis. No son crisis de prestado, atañen, porque marcan el ritmo del movimiento nacional. Desconocer esto es, simplemente sufrir al pedo y no llegar al fondo de las cosas. Lo que no quiere decir que se deba sentir, pensar, y hacer como un peronista (además, tendría  que elegir cuál peronista). 

El progresismo también debe ser puesto en valor, porque también está en crisis, ¿o no? Para correr fraternalmente al peronismo por izquierda -su principal labor dialéctica- primero tiene que aclarar un poco más su identidad. ¿Acaso le andamos preguntando qué significa hoy ser progresista, o qué tipo de progresismo encarna? Deberíamos.

Como verá, amigo, compañero, las cosas son un poco más complejas que barajar nombres para una fórmula... El problema que tenemos todos los que nos reconocemos dentro de ese movimiento nacional y popular, es que necesitamos una fórmula competitiva, necesitamos  ganar. Se sufre mucho si no lo encontramos.

¿Sabe? la Patria está en juego, que es lo más importante y todo lo que tenemos.




martes, 3 de abril de 2018

LA GRIETA (SOCIAL)



¿A usté no le parece que cuando se habla tanto de la unidad (por caso, del peronismo) es que estamos lejos aún de lograrla? Enseguida se pasa revista a los sectores contrapuestos, a los dirigentes de uno y otro lado... Y nos quedamos con los dirigentes, si éste estuvo acá o allá, de las agachadas y múltiples cambios de vereda. Lo dijimos muchas veces matizando hasta lo imposible las palabras, sobre todo la palabra "traición", porque sabemos -y cada vez somos  más los que caemos en la cuenta- que sin unidad del peronismo en primer lugar y del campo popular en general (¿no mi General?) vamos a tener un tiempo más de este neoliberalismo de salteadores de caminos. ¿Llegaremos a eso de que "Hay 2019”?...

Sin embargo hay otros aspectos -más  importantes- desde donde ver el tema de la unidad y tiene que ver con cuestiones estructurales. Mire esto y seguimos charlando...

“(…) la destrucción del tejido industrial y la mutación del mundo del trabajo vienen produciendo desde hace ya un par de décadas una fragmentación del universo popular que, a grandes rasgos, hoy se divide entre los desocupados, los trabajadores informales y los trabajadores formales (el “moyanismo social”, cuya emigración primero al massismo y luego al PRO produjo el quiebre de la coalición kirchnerista –y su derrota-)…” (…) “estos modos diferentes de inserción laboral generan posiciones, visiones del mundo y hasta ideologías distintas, que profundizan la distancia incluso entre quienes viven medianera de por medio: la distancia entre el trabajador cuya vida, aún con un salario bajo, sigue organizada por el trabajo, pautada por la semana laboral y protegida por un sindicato, y el que se ve obligado a rebuscárselas con las changas y los planes. Esto genera a su vez demandas distintas entre los sobrevivientes de la Argentina salarial que reclaman por el impuesto a las ganancias y la obra social y los hundidos del siglo XXI, que piden el socorro del Estado.”

Se dijo en otro posteo hace un tiempo, pero lo repito: en los 2000 uno veía desfilar por Av de Mayo hacia la Plaza contingentes  de lo que histórica y estructuralmente era la base social del peronismo. Trabajadores convertidos por la magia (mafia) del mercado en ex trabajadores. Marchaban con banderas propias, trapos desteñidos con barrios atrás, pibes, pibas que no  salían del anonimato. Y que no debían salir porque en la Argentina decadente de los liberales, hay sobrantes sociales y no "ejército de reserva" para regular el salario y aumentar la tasa de ganancia empresarial. A la fragmentación del mundo del trabajo se le adosaron dosis insoportables de marginalidad y pobreza (que no son sinónimos). La brecha se agrandó como para no cerrarse nunca más. Y entonces si hablamos de fractura social, ahora entre trabajadores formales y trabajadores informales, más los ex trabajadores. Nos quieren vender una “grieta” con sectores de la mal llamada clase media, cuando lo que subyace es un quiebre mucho mayor. 

El peronismo original (ese que comandó Perón en persona) organizó la vida social en base al trabajo y los sindicatos. Ya estaban allí las patronales, y sin embargo, se erigieron nuevas que provenían de antiguos talleres y fabriquitas más de barrio. La famosa “burguesía nacional” que el peronismo creyó encontrar finalmente (encontrar, crear, serían solo matices semiológicos). El mundo del trabajo se completaba con sindicatos fuertes en organización, afiliados y también recursos para brindar estabilidad laboral, garantizar el incremento del poder adquisitivo de los salarios (que funcionaba como engranaje necesario de la ampliación del mercado interno), y también salud en clínicas propias, vacaciones en complejos turísticos manejados por los gremios, obras sociales. Sindicatos de organización compleja, verticales en la cúpula y horizontales en las organizaciones de base, así se planteó el modelo sindical del peronismo. Lo que quedaba afuera, la sociedad descarnada de los sin oportunidades, los humildes al decir de la presidenta de la Fundación de Ayuda Social (Eva Perón), se atendía por esa vía. Terminado el período de gloria, los sucesivos golpes de Estado y pasajeras democracias tuteladas, el esquema sindical siguió intacto y el Estado asumió parte del trabajo que llevara la Fundación Eva Perón, pero mal y sin querer.

Lo que explotó luego de la Dictadura Cívico-Militar (1976-1983) fue el esquema general, la Comunidad se desorganizó finalmente y emergieron las islas del neoliberalismo. Flexibilización laboral, las poli funciones y posiciones en la organización productiva, las empresas que a la especulación financiera le agregaron valor, y también mano de obra sobrante. Pero sobrante para siempre. No se ha podido recomponer el esquema original, como tampoco ensayar la superación del tema una vez aceptado que la super informalidad laboral venía para quedarse. 

No obstante: “(…) Durante su larga década en el poder, el kirchnerismo logró suturar esta herida abierta en el campo popular mediante la acción enérgica del Estado y el talento de su liderazgo. Sucedida la derrota, la fractura reemerge, más ardiente que nunca. Por eso el proceso de recuperación del peronismo, si finalmente se produce, debe contemplar la realidad de este universo social astillado…”

Así es el costado social de la unidad. Somos una sociedad partida, vulnerada, maltratada a control remoto y a la vez por sus  propios dueños (ahora elevados a la categoría de gobierno constitucional, de acuerdo a las normas de un Estado de derecho). Hay que atender a estas cosas primero en lugar de discutir alegremente sobre dirigentes. Porque ¿qué pasa con los no dirigidos?, los afueradetodo. Las diferencias con los incluídos no pueden ser más elocuentes. Mire, en la marcha famosa ya de febrero (la de Camioneros y otros gremios y organizaciones sociales, la que tuvo a Moyano como  orador principal) esto se hizo visual. Los sindicalizados estaban bien vestidos en su estilo, alimentados, organizados institucionalmente, y los otros no. Con la caída en picada de los estándares de vida ocasionado por el saqueo del “cambio”, se nota más que nunca.

Los que discuten paritarias (a través de sus organizaciones y con sus dirigentes, buenos o malos) son todavía mayoría en la Población Económicamente Activa, cosas de la Argentina peronista. Un casi 40% -que es muchísimo- queda a la intemperie. Si usté junta a los que laburan en blanco pero no están bajo Convenio, o no pueden (quieran o no) sindicalizarse, con los que no tienen trabajo formal,  y los que viven de changas y/o completan con algún plan  estatal, bueno, allí  tiene la fractura social verdadera.

Todo esto actúa sobre  la política y también la parte. Solamente  con una conciencia real del desastre, se puede comenzar a entender lo imprescindible de la unidad y dejar esos maravillosos escrúpulos (y tantos principios) para el ágora ateniense que, entre nosotros, era esclavista. Parecido a lo que hablábamos, al menos en la metáfora. 

La "grieta" que nos venden no dejan de ser deshilachadas discusiones de panzasllenas (entre los que me incluyo). Sin propósito de banalizar el debate político (o lo que sea eso) es necesario mirar más allá si se quiere hacer un análisis que no solo intente interpretar la realidad, sino que pueda proyectarse al futuro.

Algo así, ¿no?...


Las citas son de “Todos unidos volveremos” por José Natanson; Le Monde Diplomatique; edición 225; marzo 2018; págs.. 2 y 3.