lunes, 17 de octubre de 2011

QUEREMOS A PERON

"Me dijo Farrel: Bueno, Perón, ¿qué pasa?. Yo le contesté: Mi General, lo que hay que hacer es llamar a elecciones de una vez. ¿Qué están esperando? Convocar a elecciones y que las fuerzas políticas se lancen a la lucha. Eso está listo -me contestó- y no va a haber problemas. -Bueno, entonces me voy a mi casa. -¡No, déjese de joder!, me dijo y me agarró de la mano. -Esa gente está exacerbada, nos van a quemar la Casa de Gobierno." *

No fue una casualidad, sólo algunas pocas cosas lo son (o al revés). Para los que nunca van a entender nada (y hasta a veces algunos hacen esfuerzos, pero no les sale), hoy es el aniversario del populismo argentino. De esa especial relación "líder-masa" sin intermediaciones político-institucionales. O también cabe la otra versión liberal -por izquierda- de la emergencia de una alianza del bonapartismo militar, la burguesía parasitaria del estado y sectores ideológicamente desclasados que toman el control del movimiento obrero, para erigir un dique de contención a la radicalización y giro a la izquierda de las masas. Masas, masas y masas… nunca Pueblo.

El "hecho maldito del país burgués" se brinda a todos, pero no se marida bien con todos los paladares. Sucede que hay razones que pasan por el bolsillo y la panza, si, se elevan a la mirada que apenas se para y se adentra en el alma, muy adentro del alma. Quién pueda conjugar los verbos del secreto habrá iniciado la llamarada. Perón fue uno de esos pocos y ese fue el día preciso.

La dirigencia obrera -que interpretó cabalmente y hasta casi casi tarde el sentimiento y deseo de las bases- jugó una carta a fondo y deliberadamente. Fue una decisión conciente juntar la defensa de las conquistas obtenidas (no como "gracia desde arriba", malvados atorrantes que se la dan de izquierdistas), con la libertad del Coronel Perón. Era ese hombre la garantía, su nombre se transformó en consigna de lucha porque significaba cosas concretas.

¿Participar o no en la distribución del Producto Bruto Nacional desde el Estado? ¿Ser parte o proteger la "independencia" más allá de los resultados? ¿Mantener los principios o inaugurar otros en base a la larga experiencia? Algunas de las preguntas. Rescatar a Perón. Torcerle el brazo a los enemigos de adentro del Gobierno y a la Oligarquía. Hacer una demostración de fuerza propia para que lo vean todos. Enterarnos de que tenemos fuerza propia. Son algunas de las respuestas.

Lo demás es la historia de una alianza entre Perón y el Pueblo, entre Perón y más precisamente los trabajadores que hicieron el 17. Un amor siempre correspondido, no exento de peleas y chispazos de gente brava, de lealtades larguísimas, de generosidades estremecedoras. De nomeolvides eternos.

Cosas que sirven para mirar de reojo el presente -eso que pasa desde que nos damos cuenta- y saber para dónde tira el futuro cuando se habla de peronismo, pero de verdad. Algo de esto vamos viendo ahora, casi cuando parecía que se había terminado la esperanza y empezaba el recuerdo. Pero no.

Y entonces, a tanto tiempo, uno también sale al balcón y está en los dos lados, arriba y abajo (maravilla extraordinaria del peronismo), y escucha por primera vez cuando ya cayó la noche en la Plaza de antes de que naciéramos:
"-¡Trabajadores! Hace casi dos años, desde estos mismos balcones, dije que tenía tres honras en mi vida: la de ser soldado, la de ser un patriota y la de ser el primer trabajador argentino…” *

Y sigue, y aún sigue.

* Extraído de la obra de Norberto Galazo: Perón. Formación, Ascenso y Caida (1898-1955) Tomo I; Edicioes Colihue. Grandes Biografias. 2005.

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