Fue un error, sin duda. Pero también es el bronce de la impotencia del grupo A (no positivo). La inutilidad de una oposición pensada desde el otro poder, ese que subestima a las instituciones políticas y se recuesta en las viejas glorias de un mundo pensado desde el Consenso de Washington, la globalización de los marines y el fin de la historia. Empleados maltratados que aprendieron a maltratar. Miserables como pocas veces se vieron (entre tantos antecedentes de hipocresías y proscripciones que el pueblo peronista guarda sin odios pero con memoria).
Es indigno que una basura como Julio Cleto Cobos haya sido vicepresidente de la República Argentina. Pero también es una tranquilidad…
¿Por qué? Bueno, por varias razones…
La primera que me viene es que, luego de probar con la transversalidad y comprobar (otra vez) que los niños bien no quieren ensuciarse el delantal con alguna salpicadura ocasional, se optó por la reedición de la escisión que se hiciera famosa en 1943. La Junta Renovadora de la UCR que acompañaba/competía (a menos) con el Partido Laborista para consagrar por primera vez como presidente a Juan D. Perón. La comparación, la verdad, es no sólo antojadiza sino desmesurada. Entre los radicales de la Junta Renovadora revistaban ilustres forjistas que darían que hablar. No es el caso de los muchos oportunistas que reconocían a Cobos como “jefe” disidente de un radicalismo hecho pelota. Tras el “rescate” realizado por el Frente Grande en los noventas (tras el 17% de Masachessi) y que termino en la Alianza, este intento “concertador” (pero con el radicalismo disidente) provocó la ira radical oficial (algo que la verdad, importaba bien poco) y tuvo derivaciones casi trágicas. Todo mal.
Entonces, se puede sacar una primera conclusión: o bien se hacen acuerdos con los partidos políticos realmente existentes (dándoles una relevancia que el pueblo les negó en las urnas hace bien poco), o se ahonda más en la mirada acertada que si tuvo Néstor al sopesar la situación post 2001. Viejos partidos con poca representatividad, realidades locales en las que algunos partidos salen fortalecidos (por ejemplo el PJ), nuevos actores políticos en agrupaciones multiK, no pejotistas, organizaciones sociales, asamblearismo reciclado infinitamente. Una babel que aún no termina de cobrar forma y resignifica –al menos en la complejidad- al concepto mismo de movimiento popular. Claramente, me ubico en esta segunda posibilidad.
Una segunda razón que tranquiliza es que –de esta manera shockeante- se rompió el “victorianismo” de la vida democrática recuperada en el ’83. Ya mucho había hecho Menem farandulizando la política y mezclándola con su “excentrica” vida privada (eufemismo caretón), pero en un sentido más que negativo. En este caso, la actitud cobista opera como un eructo en una recepción de gala. Es una traición alevosa, desproporcionada, a lo bestia que, casi con seguridad, sigue la lógica (y la proporción) de los intereses que se sintieron amenazados por la 125 en particular, y por el modelo de crecimiento con inclusión social en general.
De todas maneras, eso de “la fiesta de la democracia”, la “república” y toda parafernalia de librito de educación cívica se fue al recarajo con la subversión destituyente y el inoperante Grupo A. Macho, trataron de dar un golpe institucional y salió mal, no se hagan los boludos (con los milicos esto no pasaba).
Tercer motivo de calma: los mecanismos populares de preservación democrática funcionaron. Traducido: el magma peronista fue capaz (otra vez y bien) de reaccionar y conducir a una heterogeneidad (que rebasó ampliamente sus límites ideológicos) en la defensa del gobierno y el proyecto en marcha. Creo que el “nunca menos” tiene un valor equivalente al “nunca más”. Es buena noticia.
Y una cuarta, para ir redondeando. Nos sacamos la duda del todo: Cristina podía, sabía, tenía toda la voluntad y no nos cagó. No arregló con los poderes y con los miserables. Demostró que, al igual que el anterior presidente, ella no había llegado a la Casa Rosada para dejar las convicciones colgadas en la puerta.
De Cobos no se va a acordar nadie. Solamente se lo mencionará para contraponerlo a un gigante Néstor, pero tan en desnivel. Lo olvidarán las viejas conchetas que cacerolearon (sus sirvientas) y lo veían como a San Martín yendo al Plumerillo. Lo olvidará el multimedios que lo preparó, lo usó y se apresta a tirarlo al costado de un arbusto sin haberse podido violar a la minita. Cobos será una nada balbuceando teatralmente para siempre en una noche de mierda, hablando de sus hijos y de mirarlos a la cara, dando vueltas buscando el mejor ángulo de la cámara, puchereando porque tenía que hacer evidente la traición.
Estoy acostumbrado a los silbidos, dijo hace unos días. Y si, no ha hecho cosas que merezcan el respeto. La última hijaputéz fue decir públicamente que si la Presidenta se lo pedía por un intermediario con nombre y apellido, se apartaba de la jura el próximo 10 de diciembre. Pero que se lo dijera y abiertamente. Desafió y perdió otra vez. La Presidenta (esa que sacó el 54,11% de los votos) le hizo saber que la Constitución se cumplirá como debe ser. Será él quien le tome juramento, él el que deba bancarse a las barras y a todos nosotros afuera. Será Judas, sin treinta dineros y sin cinto para colgarse de ningún árbol.
Y con las ganas que le teníamos… pero no, así es mejor.
Me pregunto si habrá algún compañero recolector que se atreva... puajjjj!!!
ResponderEliminar