Pero no quiero ir por ahí, me pesan otras cosas. No me gusta la marcha de las Malvinas, me parece muy milica, muy de la dictadura. Me traen los volantes que volaban desde la ventana de un falcon con el dibujo caricaturesco de un soldado argentino cogiéndose a la Thatcher con un exocet. Concientización castrense en población civil. Ahí si nos necesitaban estos turros hijos de puta que usurpaban el uniforme de San Martín.
Una plaza llena. Es cierto. También llena de puteadas, con los gremios y algunos partidos adelante levantando consignas y también el “se va a acabar…”. Terminémosla con lo del apoyo a Galtieri. Les servía pero no hubo apoyo a la dictadura, al menos no de los que el 30 de marzo salieron a desafiarla con muchas bolas. Otros tal vez si, se sabe que estas cosas cuentan con civiles a montones.
Milité en la Caja de Ahorro con un ex combatiente. Lo conocí, lo escuché, hice un esfuerzo por entender. Todavía lo veo en el bar, los rulos, los ojos brillosos y de a ratos esquivos. “Lo que más me duele, me dijo, es que en el Canberra los ingleses nos trataron mejor que los nuestros”. Llegaba al hospital prisión flotante medio sordo de haber estado semienterrado cerca de la pista de Puerto Argentino durante los bombardeos. Atontado de miedo y después de vergüenza.
No hubo recepción a los soldados, hasta el día de hoy no la hubo (quizás en algún aniversario…). No les dijimos que, pese a todo, estamos orgullosos de ellos. Que es una cagada lo que pasó, pero que acá está nuestro abrazo. No les dijimos. Pese a las declaraciones oficiales y a los subsidios, ellos son los que quedaron tras un manto de neblinas. Como esas cruces de guerra tan blancas y tan lejos. Les tocó la colimba en un manicomio de locos furiosos.
Claro que importa. Las Malvinas importan. Uno sabe que muchos de esos que nacieron acá, piensan que los kelpers (y es despectivo llamarlos así, pero bueno) tienen suerte porque son ingleses, y que el error de nuestra historia fue no haber tirado flores en lugar de agua hirviendo (no era aceite) cuando las invasiones inglesas. A ver ahora si eran solamente 17 o 19 “intelectuales” los culorrotos. No, son muchos más. No mayoría, pero muchos más.
Televisores, peluches winni poo, relaciones carnales. También hubo eso, caerles simpáticos. No somos simpáticos, somos argentinos. La política de Estado (eso esperamos) por la vía diplomática es lo correcto y sirve. Tener un bloque que respalda es importante. Lo mejor que nos podría pasar es que esa política siguiera su curso.
Y pensar (como se dijo en una solicitada de CGT Brasil en esa época) que soberanía es todo, en Malvinas y en el resto del país. Y uno piensa, soberanía ganada frente al paradigma neoliberal; soberanía del Banco Central al servicio de un modelo de producción para incluír; soberanía de la Corte Suprema; soberanía de tener laburo; soberanía que tendrán los que sean pasados al laburo legal con aportes, jubilación, derechos; soberanía de los que aún duermen en un bajoautopista; soberanía de los que todavía comen en un comedor comunitario; soberanía del petróleo pensado para el desarrollo argentino, en una empresa del Estado o con la principalísima participación del Estado; soberanía de tener trenes nacionales; soberanía de una industria minera que tenga en cuenta el medio ambiente y la gente; soberanía de lo que ya tenemos y la soberanía de lo que nos falta y tiene que venir.
Con esa soberanía, la popular.
Otra vez esa mirada. Lejos. Desconfiado, esquivo. Un pibe de clase media. No un colimba chaqueño arrastrado al frío patagónico más extremo. Un pibe como un vecino de acá a la vuelta. Qué será de él ahora, cómo habrá seguido su vida. Sólo se que seguió peleando en su laburo, haciendo algo de sindicalismo y política, pese a todo. Y todo era que la dictadura seguía, que los habían cagado especialmente como el postre que se deja para el final, que desconfiaba de militares y civiles. No supo sobre el chocolate de Kazansew, los aros de Pierina Dealesi, ni la victoria mediática de Gente y Gómez Fuentes. Sólo los movilizaron a las islas y después, los demalvinizaron.
Lo único que se puede hacer es recuperar pedazo por pedazo la soberanía y ganar la que nunca tuvimos. Y así.
Las Malvinas son argentinas.
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