martes, 31 de enero de 2012

CGT

Las declaraciones de hombres de la CGT cercanos a Hugo Moyano, como Omar Viviani (taxistas), Omar Plaini (canillitas) y Carlos Gdansky (metalúrgico; uno de los pocos sindicalistas que accedieron a las listas de diputados y que hoy ocupa una banca) están para repasar y pensar un poco (Página 12 del 31-01-2012: “Con un camión atravesado en el hall de la CGT”, por Nicolás Lantos). En lo que sigue, vamos con las de Plaini:

“Con el apoyo que tuvo el Gobierno en octubre es el momento de discutir algunas herramientas con las que la Presidenta gobierna, que vienen de la dictadura genocida, como la Ley de Entidades Financieras”, propuso Plaini, que aclaró: “Nosotros no somos ni antagónicos ni enemigos de este proyecto, pero tenemos una agenda propia.”

Y los temas de la agenda son conocidos: “…el aumento del mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias, una reforma tributaria, la actualización de las asignaciones familiares, la ‘grave’ situación de las obras sociales y la participación en las ganancias de las empresas por parte de los trabajadores. En muchos de esos temas hay coincidencias con la Presidenta y en otros se tratan de posiciones negociables, no resultan novedosos.”

(…) “El canillita prefiere diferenciar el rol de la CGT en “tres niveles”: el primero es ‘el proceso político, que comenzó en el 2003 y en eso los trabajadores han dado sobradas muestras del apoyo, hasta en los peores momentos’, definió, ante la consulta de este diario. ‘Después está el plano de la agenda de la CGT y en ese plano tenemos reivindicaciones que se pueden negociar, pero que nunca dejaremos de lado’, y, por último, ‘el tercer plano es lo que sucede al interior de cada organización y en los lugares de trabajo’, adonde circunscribe el actual conflicto de Camioneros.”

(..)“Se equivocan los que creen que le discute poder a Cristina, nosotros no estamos haciendo un planteo político”, aseguró. Plaini también lea restó entidad a las versiones que indicaban que la CGT tomaría medidas de fuerza contra el Gobierno asociada con otras entidades sindicales y políticas opositoras, como el ala disidente de la CTA. “No hubo charlas concretas con Pablo Micheli ni con su gente”, aclaró el dirigente cegetista.”

Da para decir un par de cosas (que nunca son dos). Primero, que es impensable un gobierno peronista sin CGT, en contra de la CGT, y viceversa. A la gorilada amiga y a la otra, por favor, no exagerar con los deseos porque cuando no se cumplen generan resentimiento (y sabemos algo de eso, ¿no?). Usar algunos exabruptos de Moyano (o algunas opiniones con las que muchos no acordamos sobre todo en las formas en que se exponen) para salpicar la relación del gobierno (peronista) con los sindicatos -que, en primera instancia, es la relación con los dirigentes sindicales-, es gorila. Y lo es porque pretende negar la validez (y perdurabilidad) de una identificación de la mayoría de los trabajadores con la ideología y cultura peronista.

Una segunda cuestión, eso de que la CGT tiene “agenda propia”. Algún trasnochado sobreviviente de la primavera democrática de los ochenta pensará “como toda corporación”. Error (o no estoy de acuerdo, más bien). Los trabajadores organizados no son simplemente una “corporación”, sus intereses coinciden y definen los intereses nacionales y populares per se, ya que son los más interesados en un desarrollo autónomo del país (protagonistas y primeros beneficiarios). Esto lo sabe cualquier marxista sin ir más lejos. Los dirigentes gremiales –reunidos en la organización de tercer grado que es la CGT- deben tener una serie de temas que plantear y no sólo sobre lo específico de su competencia, sino acerca de los temas más variados y abarcadores. Por ejemplo, cómo debe profundizarse el Proyecto Nacional (este modelo que está vigente desde el 2003). O también, cuáles serían los puntos, sectores, prioridades de la “sintonía fina”.

No es una mera opinión de un sector, se trata de opiniones de representantes de la mayoría del pueblo en su condición de trabajadores (que no es política en su acepción institucional, porque para eso elegimos diputados). Si las opiniones de los dirigentes representan o no el sentir de las bases, eso es otra cuestión. Muchas veces si, y otras no (como todo y como todos, ¿vio?).

A muchos les jode lo de la “agenda propia”. Si lo vemos desde la perspectiva del poder (los poderes concretos, por ejemplo el poder del capital), se entiende que hasta la organización gremial jode un poco. Claro, sería mejor volver al siglo XIX y que nadie dijera que es una barbaridad, pero bueno es así y tienen que aceptarlo. Pero en otros casos, es porque le tienen un miedo tremendo a los negros, y no hay nada peor que un negro organizado (y otra vez, eso es gorilismo).

Y por último, un comentario chiquito para “los apoyos” logrados. Lo de Barrionuevo bueno, es casi una broma del catamarqueño (residente en cualquier lado menos en Catamarca) pero lo de Pablo Micheli no tiene desperdicio. Un gorila profesional (hago abuso del término hoy) y sindicalizado como él, antiperonista y anti K genético, que no tuvo reparos en posar con su amigo Bussi pensando que estaban tomando el palacio de Invierno (junto al resto de la Mesa de Enlace), un burócrata que tiene poco que envidiar a la criticada “burocracia sindical” (lo suyo es sólo un problema de escala), apoya al lider de la CGT si está en contra del gobierno. Y pretende marchar contra ese gobierno, soñando esta vez que la gente se la ponga la CGT.

Yo no se si es verdad que cuando los peronistas nos peleamos, es que nos estamos reproduciendo, lo que se es que tan boludos no somos.

viernes, 27 de enero de 2012

LAS CUESTIONES SILENCIOSAS DE LA LEALTAD

Un poco preocupado terminando el año pasado. Y si, lo admito. El cuestionamiento presidencial del proyecto de ley para el reparto de ganancias de las empresas justo frente a la crema de los empresarios, el frío con la CGT, el acto de Moyano, algunos desajustes en la comunicación con la paulatina quita de subsidios, las subas de precios. La salpicadura mediática de que habría un techo del 18% para las próximas paritarias, el fogoneo incesante con las internas intragubernamentales. La verdad es que –esto ya lo dije, y lo digo de nuevo- la desaparición electoral y/o ausencia colectiva de una oposición (aún tan boba como la autóctona), nos traía la confrontación adentro. Siempre pasa.

Un primer dato tranquilizador lo acerca una paritaria tempranera: los compañeros aceiteros cerraron un 24% y no hubo piso, techo, ni injerencia (por lo que uno puede saber) del Ejecutivo. Me dirán que el gremio de aceiteros no mueve el amperímetro y que hay que esperar a los “grandes”. Puede ser, pero el dato es real. En marzo comenzarán las grandes rondas de casi todos los sindicatos y podremos ver cómo se desarrolla el tema. Sabemos –desde el 2003- que hay negociaciones colectivas todos los años (y por experiencia propia, algunas veces se las ha podido mantener abiertas por varios meses, negociando una y otra cosa que se tradujo en dinero al bolsillo del trabajador y también mejoras en condiciones laborales y escalafonarias). Esta “costumbre” peronista aleja bastante el choque con los sindicatos que muchos auguran a derecha y a izquierda. Eso no quiere decir que, en una economía en crecimiento, la puja distributiva no cause sobresaltos. Más bien, yo diría que eso es saludable.

La contracara de este asunto es la suba de precios. Insisto, suba de algunos (tal vez muchos) precios y no suba generalizada, abrupta y continua de todos los precios que sería propiamente “inflación”. Y acá todos podemos opinar, disentir y argumentar: qué cómo se establece la cadena de valor, la real intervención del Estado en la formación de los precios, los controles necesarios, el valor de la competencia, si los índices del INDEC y bla bla bla. Sin duda es uno de los temas que importan a todos, vayan o no a las marchas, lean o no los diarios, vean o no 678.

El otro gran tema es el crecimiento de la economía nacional y, claro, su relación con el marco internacional en el que está inserta. Antes nos iba bien por el “viento de cola” y ahora corremos el riesgo de seguir creciendo solitos, o solitos con la región (¿será “viento de arrastre”?). Y lo que nos preocupa a muchos es que afuera –y afuera es el gran afuera, el mundo desarrollado al cual debíamos parecernos y por suerte no- está todo para el carajo. Se caen economías, la alianza francogermana (con el acento en el segundo componente de esta curiosa y histórica palabra compuesta) se lleva puesta Europa y la eurozona. Los yanquis con un déficit ya difícil de calcular. Todo ese panorama va a impactar sin duda, y mucho dependerá de los mecanismos regionales que ya está poniendo en marcha la CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) y deberíamos agregar, más específicamente, la UNASUR y el MERCOSUR. Y también, en lo interno, las políticas gubernamentales para mantener una relación sana (y virtuosa, dicen los economistas) entre superávit fiscal, reservas, exportaciones e importaciones.

Hay un tembladeral ahí afuera y no es pavada. Mantener este modelo de desarrollo sin bajar los niveles (y los ritmos) de distribución progresiva es el tema. Digamos que un buen gobierno se ocupa de eso (y contar desde el 2003 es poco tiempo como para hablar de una tradición incorporada).

Y entonces todo me lleva por un lado a lo institucional y, para hablar mejor y más claro, a lo político. Por eso, ver ayer a la Señora volviendo, hablando, teleconferenciando, gobernando, como que da una tranquilidad importante. Tengamos en cuenta que nuestro sistema político está parado sobre muy poco. Una figura, un equipo. La militancia, si, la gente, si, pero sabemos que no alcanza. Es precario todo esto, no jodamos. A ver si la desaparición de Néstor no nos hizo un agujero infinito… Pensar, por un minuto, qué pasaba si esta intervención quirúrgica a la Presidenta se hubiera dado con el miserable de Cobos haciendo la segunda. Dios mió.

¿Hay que callarse la boca para preservar este tiempo político? ¿Hay que minimizar lo de Famatina, los muchos que están en negro y no los representa nadie, los muchos que cobran el mínimo o un poco más? ¿Hay que hacerse el boludo con lo que aún queda –y no es poco- de neoliberalismo? No. NO.

Pero hay que saber cuidar lo que tenemos. Esto no es una pelotudez, es madurez política. Ni confianza ciega en los gobernantes (aunque sean los de uno), ni confianza ciega en la “acción de las masas”, por favor. Sentido común, confianza, lealtad, ponerse en el lugar de los otros, estar atento. Esas cosas tan peronistas.

Nuestro país tiene una historia corta, para tantos y tan largos períodos de mierda. Hoy no estamos en camino al socialismo (y que me digan qué carajo vendría a ser eso hoy), no incorporamos a todos los que se cayeron, la economía crece y hay que ver si se desarrolla. Estamos ahí, con muchas posibilidades de seguir avanzando o de volver a los primeros casilleros. Me parece muy terrible pensar que tenemos por delante los cuatro años de Cristina y después, que Dios nos ayude. Aunque esté en el terreno de las posibilidades, uno no puede vivir como si el recreo esta vez fuera más largo.

Hay que defender este tiempo (el nuestro).

martes, 24 de enero de 2012

EL JARDIN DE LÓPEZ

Hermano, me dejaste huérfano.
Y cuando alguna noche me siento en un café, te tengo del otro lado apurando el pucho, llevando los ojos grises quién sabe adónde. Es una bocanada de humo que sale de muy lejos. Al rato viene tu voz, el guiño y la picardía de la media lengua. Tu bendición hacia un comentario que hice y estuvo más o menos bien (y siempre lo agradezco cerrando los ojos apenas).

¿Por qué me creíste bueno, si no coincidíamos mucho? Me sumabas a la fiesta, porque aparte de ser un ateo de futuro, estabas armado de ganas de creer.

Quise escribir la historia, muchas veces. En el fondo la tuya, pero me contaste poco y nada. Me dijiste, la verdad, todo lo que había que decir. Intento una lista de cosas, como quien sale de viaje…
Te gusta reivindicarte como parte de la paleo izquierda –como decía el perro casi todos los domingos-, y eso a pesar de aborrecer los esquemáticos vuelos de gallina de esos fulanos. Calculo que admiración por la disciplina sin la torpe dureza. Justo vos, uno de los más libres y solitarios bichos. Convicción cerrada del mundo bipolar, tu coherencia imposible en medio de la pasión desatada y escondida.

Decían que es mejor tenerte de amigo en esta vida, que ser tu pareja o mujer. Fulano inimputable, con sacras mentiras que si podías perdonar a la legión de ex fulanas que después, parece que sólo les quedaba admirarte entre alguna puteada. Tómelo o déjelo, tómelas y déjelas.

Fue poco tiempo de verte, unos años, para seguir acá en medio de la gente. Y vos… Sos ese hereje que ya no pueden perseguir y mucho menos agarrar. Vos ganaste. Indomesticado, más allá del humo.

Mis hijos recuerdan al tipo que hacía del asado un arte. Escribieron en la pared del cuarto: “la vida es una sucesión de asados”. Y suscribís, claro. Yo veo a un guerrillero. Un sobreviviente que cayo preso en el setentaycinco y llegó entero al ochentaytres. Con marcas, con surcos, con una lágrima atorada que necesitaba vino para seguir de largo.

Extraño las discusiones políticas, las horas pasadas tinto y cigarros mediante, tira y vacío, lentejeadas. Y la madrugada ahí para despabilarnos. Extraño la casona prestada de Defensa, la terraza a cuadra y media de la Bombonera. Extraño la delicadeza de la amistad y la deferencia de los silencios. Extraño la sonrisa abierta y las canas bien tenidas, los anillos y el encendedor siempre a mano. Esos cds de Amalia Rodríguez, los redondos, Ross y la burla por mi populista defensa de Nebbia. Las goriladas que ya no podré disculparle a nadie.
Me dejaste con charla pendiente. Con un libro sin escribir sobre los amigos del monte. Y pude ver la rompiente del glaciar sin poder acercarme más.

Uno podría descubrir la sombra del orgullo en la penumbra de la humildad. Me llevaste a casa de tus viejos, a Llavallol remontando el Roca. La casa obrera de cortinas bordadas, mantel de hule y la enorme cocina en desuso del fondo. Esa que dejaste en buenas manos, como tu jardín que pasó a otra terraza y sigue viaje.

Sabías lo que hacías con nosotros. Pero yo, ¿qué sabía? ¿Era el tiempo de irse, hermano, era el tiempo de irse dormido en el asiento trasero de un auto tucumano? Un viaje al centro de la noche que se come tu aliento metro a metro. La misma noche de una dictadura que nunca termina en algún rincón. Una juventud inconciente que no sabe de agachadas, pero no tiene ningún futuro.

Nunca te van a arruinar la parrilla con un pescado. Como no pudieron arruinarte un principio, correrte una coma, ni hacerte entrar en una ruedita para dar vueltas en una pecera sin agua. Sin embargo siempre te rehusaste a ser nuestro ejemplo, y te estoy viendo sonreír de costado. Como para creerte. Te gustaba el reconocimiento hasta la incomodidad (y todos necesitamos que se diga que valía la pena).

En el alma estábamos de acuerdo, era eso. Una de rockeros, bebedores y zurdos puestos a prueba siempre para testimoniar verdades relativas, verdades sublimes y sublimadas. ¿Cómo saber lo que te comiste? Ir en tu relato no dicho, como un lanchón a la deriva. Te pesqué desprevenido en el asadón de tus cincuenta, cercado de amigos, compañeros de celda. Botella, gimnasia, concentración para que no entren en la cabeza y se hagan el festín. Se podía y pudiste. Te rompieron las latitas, la vajilla inventada, te tiraban todo y el botellero juntaba. Es lo que contó el gordo borracho y te dejaba a la intemperie. Casi te avergüenza y sentí que regalabas la prisión ese día, para quedarte adentro y libre.

Qué tipo difícil de conocer y tan fácil de extrañar. Prendí el último cigarrillo en tu honor y puedo escribir toda la noche sin llegar a ningún lado, que es donde estás ahora. O estás acá sin que te vea. Salud hermano, un último brindis.

Es un limonero en un tonel azul, son plantas que no recuerdo y que hace mucho no veo ni veré ya. Tus árboles, tu jardín en el que paseas de mañana mirando si se levanta viento, si se viene el socialismo, o si tal vez pasa otro gaucho del pago. Es todo lo que me queda.

En memoria de Néstor López, de algo que escribí en 2006 y se me cae ahora de puro recordarlo.

lunes, 9 de enero de 2012

Desde estas maravillosas playas (en las que no estoy)

Enero te pone flexible, o es que uno elige a enero. Buenos Aires que se funde después del mediodía cuando alcanza la térmica que te anunciaron desde el día anterior. Y no pasa nada. Mejor. Alguno dirá que siempre pasan cosas, allá él. La vida da para el chimento de la tele, ese libro que no hojearías en otro mes, la media película que están pasando y no importa cómo empezó ni cuál es el título, esa playa en la que en este momento no estoy. Bué.

El balance fue hace unos días -algunos en la vida, otros en la oficina- y las fiestas pasaron hace dos milenios. El tiempo pasa lento y va a los tumbos, como si se hubiera levantado recién (y no se qué hora es ahora que leés esto). Voy a decir algo interesante, el problema es que no se cuándo…

Es duro mantener un blog. Uno le dio un perfil (que no es eso que uno dijo de uno), un estilo de "comentarismo político", de profesión de fe peronista porque como no se es un N&C parece que hay que dar exámen ante uno mismo que es el tribunal de todo. Veo que otros blogs son la mar de activos. Si uno es un simulacro de escritor, habrá simulacros de periodismo. No me putéen, es sin mala onda. No se con quién estoy hablando. La verdá es que en el furor de los posteos, pasaron por acá no más de 37 o 40 fulanos. Para otro sería un desastre y para mí también, pero ¿qué pretende usted de mi?

A veces me gustaría publicar (qué expresión esta, "publicar") cosas que nada que ver con la política. Y no se por qué no lo hago, porque puedo hacer acá cualquier cosa. Es más, voy a hacerlo. Y ya está. Pero uno cree que tiene que mantener una línea, tratar de que no se lo lleve puesto el Inadi, parecerse a ese gran tipo que uno pretende ver en el espejo. Y así.

Y a veces hablar de lo que anda bien, de que uno anda bien. Y de que de a ratos se es felíz. Después de todo, es lo único que hay que hacer. Y lo de la comunidad y todo eso, ya se y no pude nunca ser feliz sin eso, digo feliz de verdad como cuando fue la primera vez que me di cuenta de que era feliz.

De golpe veo a mi abuela paterna que se enojaba y mucho cuando alguien no era educado en la mesa, o se bañaba poco, o no era amable, o no era prolijo (ella le daba mucho al almidón hay que decir). Venía de un conventillo la vieja. Era planchadora (con el carbón me contaron, y ese almidón Colman). Quiero decir que no la careteaba. Pensaba que los pobres (eso que mis hermanos y yo no fuimos, pero ella si) tenían que ser buenos y tenían que querer mejorar. Peinados, diría como una rebeldía adolescente, una irreverencia hacia la vieja. Y no. La abuela no cazaba una de política, imagino que jamás leyó una puta teoría sociológica y no escuchó hablar de los paradigmas. Tampoco se si fue feliz. Y tal vez lo fue también de a ratos. Por ejemplo creo que cuando estaba conmigo y me hacía la cama en las sillas al lado de la suya, era muy feliz. Digo yo.

La cosa es cómo empezar el año después de enero. Que sea productivo (y no estamos necesariamente hablando de guita), que algunos proyectos mal llevados se encarrilen, que algunos deseos (esas formas intimistas de los proyectos personales) se vayan cumpliendo. Qué se yo. Salir de la meseta y la siesta colonial que a veces se toma un tiempo con la vida de uno. Y de allí la utilidad de uno, si es que vale hablar de eso. Con lo propio y con las ganas (es que va haciendo tanto calor).

Bueno, eso por ahora (vacaciones mediante).