lunes, 9 de enero de 2012

Desde estas maravillosas playas (en las que no estoy)

Enero te pone flexible, o es que uno elige a enero. Buenos Aires que se funde después del mediodía cuando alcanza la térmica que te anunciaron desde el día anterior. Y no pasa nada. Mejor. Alguno dirá que siempre pasan cosas, allá él. La vida da para el chimento de la tele, ese libro que no hojearías en otro mes, la media película que están pasando y no importa cómo empezó ni cuál es el título, esa playa en la que en este momento no estoy. Bué.

El balance fue hace unos días -algunos en la vida, otros en la oficina- y las fiestas pasaron hace dos milenios. El tiempo pasa lento y va a los tumbos, como si se hubiera levantado recién (y no se qué hora es ahora que leés esto). Voy a decir algo interesante, el problema es que no se cuándo…

Es duro mantener un blog. Uno le dio un perfil (que no es eso que uno dijo de uno), un estilo de "comentarismo político", de profesión de fe peronista porque como no se es un N&C parece que hay que dar exámen ante uno mismo que es el tribunal de todo. Veo que otros blogs son la mar de activos. Si uno es un simulacro de escritor, habrá simulacros de periodismo. No me putéen, es sin mala onda. No se con quién estoy hablando. La verdá es que en el furor de los posteos, pasaron por acá no más de 37 o 40 fulanos. Para otro sería un desastre y para mí también, pero ¿qué pretende usted de mi?

A veces me gustaría publicar (qué expresión esta, "publicar") cosas que nada que ver con la política. Y no se por qué no lo hago, porque puedo hacer acá cualquier cosa. Es más, voy a hacerlo. Y ya está. Pero uno cree que tiene que mantener una línea, tratar de que no se lo lleve puesto el Inadi, parecerse a ese gran tipo que uno pretende ver en el espejo. Y así.

Y a veces hablar de lo que anda bien, de que uno anda bien. Y de que de a ratos se es felíz. Después de todo, es lo único que hay que hacer. Y lo de la comunidad y todo eso, ya se y no pude nunca ser feliz sin eso, digo feliz de verdad como cuando fue la primera vez que me di cuenta de que era feliz.

De golpe veo a mi abuela paterna que se enojaba y mucho cuando alguien no era educado en la mesa, o se bañaba poco, o no era amable, o no era prolijo (ella le daba mucho al almidón hay que decir). Venía de un conventillo la vieja. Era planchadora (con el carbón me contaron, y ese almidón Colman). Quiero decir que no la careteaba. Pensaba que los pobres (eso que mis hermanos y yo no fuimos, pero ella si) tenían que ser buenos y tenían que querer mejorar. Peinados, diría como una rebeldía adolescente, una irreverencia hacia la vieja. Y no. La abuela no cazaba una de política, imagino que jamás leyó una puta teoría sociológica y no escuchó hablar de los paradigmas. Tampoco se si fue feliz. Y tal vez lo fue también de a ratos. Por ejemplo creo que cuando estaba conmigo y me hacía la cama en las sillas al lado de la suya, era muy feliz. Digo yo.

La cosa es cómo empezar el año después de enero. Que sea productivo (y no estamos necesariamente hablando de guita), que algunos proyectos mal llevados se encarrilen, que algunos deseos (esas formas intimistas de los proyectos personales) se vayan cumpliendo. Qué se yo. Salir de la meseta y la siesta colonial que a veces se toma un tiempo con la vida de uno. Y de allí la utilidad de uno, si es que vale hablar de eso. Con lo propio y con las ganas (es que va haciendo tanto calor).

Bueno, eso por ahora (vacaciones mediante).

2 comentarios:

  1. buenísima bienvenida al pre-año amigo mío. Sí, este año habría/hay que dedicarse a ser feliz, a secas, o a húmedas que, en fin, creo que son más felices.

    Un posteo/sesteo

    Nos vemos
    Rick

    ResponderEliminar
  2. Y una, que va pachorrientamente por la vida, en enero y en los demás meses, a lo mejor gusta de saber que contribuye en algo a hacerlo feliz de cuando en vez

    ResponderEliminar