miércoles, 20 de junio de 2012

La bandera de Belgrano


La derrota se filtró con la luz del primer sol. Tal vez. Una ciudad extraña lo albergó un poco y lo aguantó menos. El día de los tres gobernadores que no fueron porque en realidad el vacío político se enseñoró de Buenos Aires. Otra vez, antes de la próxima vez.

Y allí estaba Belgrano muriéndose. A lo lejos se escuchó el golpe de la cancel cuando se retiró el médico que, protestando, le tuvo que aceptar el reloj como pago. Es que él insistió y se lo puso en la mano apretándosela fuerte, no como el enfermo terminal que era, sino como el que había sido.  

Tenía la fuerza del que venció en Salta y Tucumán, del que se metió a milico de puro militante, el que asombró a San Martín y le enseñó política. La mano convencida que levantó todo un pueblo y se lo llevó lejos. La incontenible fortaleza de un funcionario colonial que pasa a ser un revolucionario. Ese, y también otras muchísimas cosas para las que no es necesario hacer una lista.

Después, sólo “El Despertador Teofilantrópico” publicó algo sobre su muerte. Nadie más, estaban todos muy ocupados.

Qué cosa, don Manuel (José Joaquín del Corazón de Jesús), qué cosa nuestra patria.
Mausoleo, maestras bobas y sarmientinas, el soporte inefable de Billiken. Un rulito, los rumores para dudar de todo, otra historia oficial para educar pelotudos.

Y mientras a uno de sus hijos lo criaba don Juan Manuel (felíz de él), y mientras la idea de la monarquía inca la pervertía Mitre (pobre de nosotros). Ganaban en todas las puntas los señoritos del puerto, los comerciantes del monopolio, los librecambistas hipócritas de Rivadavia. Ganaban los otros. Y usted perdía como siempre pasa en este país que honra las tragedias y le toma el pelo a las ideas.

Usté, mi general Belgrano, tenía un Proyecto Nacional. Balbuceado, pensado, tachoneado, medio mestizo, medio negro, medio educado. Nos lo dejó ensecretado en los pliegues del trapo que venimos defendiendo hace doscientos años. Hay que descubrirlo y sacarlo enterito para que el sol lo temple y no puedan ya desfigurarlo.

Nuestro primer Tío (porque don José es el Padre), se levanta de la cama como de una siesta y escribe una carta, una orden. Ahora está sano, a salvo.
A veces hay gente que hace una bandera y la enarbola, la lleva adelante nuestro. Pobres de aquellos que estén guachos de ideas, dirigentes y conducciones. Son los muertos que vagan perdidos sin causas, sin banderas, con la derrota como divisa.

Gracias don Manuel, su Patria existe.

3 comentarios:

  1. Gracias, Gaby! me gusta cómo transmitís tu amor por la historia argentina, esa tan mal enseñada en la mayoría de las escuelas, entre ellas las mías.
    Me gusta no dejar nunca de aprender, ni de recordar y homenajear a aquellas enormes humanidades que nos legaron su ejemplo, su lucha, sus sueños, su desinteresada y apasionada entrega en aras de una patria libre.

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  2. lindo che....
    abrazo
    Guille
    Pd: emocionado porque hoy mi hijita fue escolta de esa misma bandera en el acto escolar...

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  3. Que bueno seria Gaby, que apasionados por la historia y la Patria como vos, enseñaran la historia

    Graciela

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