miércoles, 30 de marzo de 2011

30 DE MARZO

Salimos de la Caja de Ahorro a la tarde temprano, éramos una columna de…trescientos, cuatrocientos compañeros. Veo claramente nuestro banderón con la “nena” de la alcancía, la verdad es que no recuerdo bien cuántos éramos, aunque para ese momento no era poco. Cantábamos, salimos como para llevarnos todo puesto, mucho entusiasmo. Ssevacabaar, sebacabaaar, ladictaduuuramiliitaar. Claro, qué íbamos a cantar.

Enfilamos paralelo a Entre Ríos, por la plaza embaldosada que todavía se unía con el monumento. Derechito para agarrar Callao y meterle hasta Corrientes. Seguramente buscar el amparo de otras columnas y más adelante, tras la 9 de julio, ver si había una de la Bancaria, la del Nación, la del Provincia, la del BANADE, la de los bancos cooperativos. Y ahí ya estaríamos pisando la Plaza. Era lo que conversábamos en los primeros metros de marcha.

Había de todo. Peronistas (de aquí y de allá, de varias agrupaciones e historias), comunistas (la juventud, los del partido estaban cesantes), socialistas varios, un par de troskos, radicales, uno que otro desarrollista, pibes de izquierda suelta, y muchos, muchos que no tenían agrupación ni partido. Compañeros de oficina, algunos disimulando el susto del estreno porque no habían ido nunca a una marcha. Estaban los de Balvanera y los del Anexo Velazco, los del ítem III (alguno con el mameluco de laburo). Compañeras y compañeros, todos nos tratábamos así con un cada vez menos disimulado orgullo del lugar de origen. La Caja de Ahorro era para nosotros la parte del Estado que debíamos defender, algo más que el laburo que nos daba de comer. 30 de marzo de 1982 – La CGT y las 62 Organizaciones convocan a una movilización a Plaza de Mayo para “expresar el rechazo del pueblo al gobierno militar” y reclamar por la normalización institucional y la mejora de la situación socioeconómica. Es violentamente reprimida. En Callao se hizo un silencio raro, mucha cana, mucho aparato. A la altura de Rodríguez Peña un carro de asalto se nos vino encima a una velocidad que daba miedo. Nos cortó la columna y empezaron los gases. Allí terminó nuestra marcha. Nos dispersaron y sanseacabó.

Seguimos en grupitos sueltos tratando siempre de reagruparnos, pero nunca lo logramos. No dudo que algunos se las habrán tomado, cómo juzgarlos. Todos teníamos miedo. La tarde se convirtió en un quilombo de proporciones. Se escuchaban sirenas y estallidos por todos lados, corridas, gritos. Nos buscábamos con la mirada. Recuerdo a un par paraditos en la parada de un bondi, trajeados, como esperando ajenos a todo. Eran compañeros, la cana les pasó al lado sin darles bola porque casi ni respiraban.

Terminé de la mano de una compañera –con la que había discutido política a rabiar un par de días antes y habíamos terminado distanciados- corriendo por una de las laterales. Estaba el hidrante y la guardia de infantería llevándose gente. Nos metimos en un garaje cuerpo a tierra hasta que pasaron. Teníamos olor a gas hasta en el pelo. Salimos y anduvimos juntos un rato más, después nos separamos cuando estábamos seguros que el otro estaba a salvo. Ya por la tarde la Plaza estaba virtualmente cercada por patrulleros, carros de asalto, camiones hidrantes, helicópteros y policía a caballo. Los manifestantes dieron vuelta al área de la plaza por varias horas desafiando a las fuerzas represivas.

Nos juntamos de uno, con otro, nunca más de tres porque era más fácil. Nos reagrupábamos con otros grupitos y rompíamos las bolas. Les daba una bronca terrible el desafío. Sonaban los itakazos, o los lanza granadas de gas. Nunca supe. A las 16 hs la policía interceptó en puente Pueyrredón una gruesa columna de obreros que intentaba cruzar el Riachuelo. Fue reprimida también una manifestación en Tribunales y otra de estibadores en el puerto.

Se hizo la noche y los turros habían logrado que muchísima gente se prendiera de pura bronca que daba tanta represión. Estaban todos indignados. Los bares con la persiana baja albergaban gente, te escondían de la cana. Comenzaron entonces a tirar gases por debajo de las cortinas metálicas. Por la noche, el centro de la ciudad era un caos. Los manifestantes -y simpatizantes desde los balcones- resistía a la policía. Hubo entre 1.000 y 3.000 detenidos. Todos tenían que ser corridos, algunos cazados. Pero la gente no se iba, por primera vez no se iba.

Cuando tironeaban a uno para llevarlo, lo tratábamos de rescatar. No se había perdido el miedo, se había superado. Policíafederalaverguenzanacional, hijosdeputahijosdeputa. En el Interior se hicieron actos paralelos. En Mendoza, la manifestación fue duramente reprimida, quedando entre los muertos el dirigente del cemento José Ortiz con una bala en el pecho. En Rosario, 2.000 personas recorrieron el centro a pesar de la fuerte presencia policial. En Tucumán hubo más de 200 detenidos. La ciudad de Córdoba fue ocupada por el III Cuerpo de Ejército. En Mar del Plata se registraron numerosos heridos en los enfrentamientos con la represión.

Todas las jornadas pasan, las de gloria, las de luto, todo pasa. Pero en los días que siguieron, los que nos veíamos en el laburo y habíamos estado en la columna de la Caja éramos más “nosotros”, aunque no hubiéramos cruzado nunca muchas palabras.

1 comentario:

  1. Como siempre, la palabra justa, gaby, te agradesco el recuerdo, yo era un niño de 11 años, pero recuerdo claramente la indignación de mis viejos y eso que vos decís en el ambiente... el miedo estaba, pero no los detuvo.... y luego Malvinas, ese dolor....
    Guille

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