domingo, 7 de noviembre de 2010

PAZ, PAN Y TRABAJO

Casi el 40% de los desaparecidos eran trabajadores. Delegados de base, miembros de Comisiones Internas (Comisiones Internas completas), miembros de Consejos Directivos de sindicatos, Secretarios Generales de sindicatos.

Existen dos razones importantes para que la militancia sindical fuera la presa preferida de la Gran Represión: una, había que reconvertir el aparato industrial para ponerlo en concordancia con los nuevos aires que soplaban ya en los países centrales (es decir, había que achicarlo); otra, era imprescindible hacer bien el trabajo que no había coronado la “revolución Libertadora”, es decir, acabar con la base social que daba sustento e insoportable continuidad al peronismo.

La clase obrera estaba “guardada” desde la avanzada del ’75 para echar a López Rega y terminar con el “rodrigazo”. Atontada por el golpe, asaltada por una represión capilar y sistemática. ¿En retirada, a la defensiva? No precisamente. Así lo atestiguan las luchas de 1976 y 1977, la huelgas del SMATA, el conflicto largo de Luz y Fuerza que costara la desaparición de su Secretario General Oscar Smith. Y hay más.

En la “primavera alfonsinista” y el “progresismo del tercer partido” se hizo silencio sobre la lucha de los trabajadores contra la dictadura, siguiendo el hilo quizás de la denuncia de un “pacto militar-sindical” tan cacareado y tan “oportuno”. Era preciso que emergiera la “civilidad” y se olvidaran los mamelucos y los descamisados. Venían los ochentas…(y los noventas).

Pero el movimiento sindical tuvo una presencia inocultable y hablamos de aquel que representó claramente a las bases y no de aquellos que si pactaron y fueron cómplices. Hablamos –si de agrupamientos sindicales se trata- de la Comisión de los 25 y de la Jornada Nacional de Protesta del 27 de abril de 1979, de la reconstitución clandestina de la CGT en Cerveceros el 12 de diciembre de l980, del paro general del 22 de julio de 1981.

Entre el ’79 y el ’81 se pasó de la resistencia (u “oposición” como quieren algunos) a la ofensiva. Gran parte del Secretariado cegetista viajó por el país en una casi clandestinidad reconstituyendo Regionales, armando comisiones de reclamos al margen de las intervenciones militares. Un trabajo silencioso poco estudiado y menos difundido.

Esa actividad dio como resultado la CGT-Brasil, la cegeté de las agrupaciones sindicales (peronistas sin duda, pero también no peronistas) que tenía como sede el primer piso de una casa desvencijada de Constitución (Brasil 1482, casi esquina Sáenz Peña). Se estaban reconstruyendo con muchísima dificultad las estructuras sindicales arrasadas por la dictadura, pero hacía falta salir a la sociedad y sumar sectores.

El 7 de noviembre de 198l (hace 29 años) una multitud de trabajadores y agrupaciones políticas y sindicales (las crónicas oscilan entre 10 y 50 mil participantes) marchó desde el estadio de Vélez a la iglesia de San Cayetano en Liniers. Era la primera gran manifestación con base fundamentalmente obrera que desafiaba públicamente al gobierno militar con las banderas de los sindicatos desplegadas y cantando el “se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar”. Era un planteo político contundente. La protesta fue reprimida luego de que los oradores hablaran megáfono en mano.

Pedíamos “paz, pan y trabajo” y coréabamos: “la dictadura abajo”. Al frente de la columna iba Saúl Ubaldini, el secretario general de la CGT-Brasil.

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