lunes, 26 de febrero de 2018

EL HIT DEL VERANO



Comenzó en las canchas, como casi siempre con estas cosas. San Lorenzo, River, Huracán, Lanús, Rosario Central, Independiente y Chacarita, hasta ahora. Pero también en el subte y en un vuelo low cost que no arrancaba. Al principio apareció como reprobación futbolera a fallos discutibles en las alternativas del partido, en los dos últimos casos ya no. Pasa porque pasa. Y no da para que el primer mandatario se ponga contento porque cada vez más gente se acuerda de su madre. Más bien, cosas como estas preocupan al gabinete, sobre todo al jefe de gabinete y tal vez, solo tal vez, al homenajeado.

¿Qué pasa? ¿Los arrepentidos del voto manifiestan su furia? ¿Es el principio del fin? ¿Irá en aumento hasta la rebelión social? Nada de eso, y algo de eso, pero no eso.

Uno recuerda que desde el principio –ese momento de fines de 2015 en que dejamos de ser felices- tuvieron lugar episodios de mal llamados “escraches” a la figura presidencial y/o alguno de sus ministros y gerentes. No eran masivos, a veces no pasaban de una decena de irritados vecinos y compañeros; otras veces eran más los protagonistas pero no prendía en la gente la consigna o el insulto. 

Eran explicitaciones de la “mitad vencida”, que se expresaban de esa manera abrupta y también organizadamente en las calles o en los lugares de trabajo. Pero ahí, el resto del “país” en otra cosa. 

Sin embargo, todo parece haber cambiado desde diciembre. Apenas alcanzado el triunfo electoral de octubre, el gobierno entró a operar más a fondo su autodeseado programa “gradual” para reconvertir el país del populismo en una semicolonia neoliberal. Los votos eran el aval, como ocurre en las democracias. Ajuste, poca perspectiva de crecimiento, sequía en lugar de lluvia de inversiones (extranjeras), lo del ARA San Juan y, de postre, lo que la mayoría interpretó justamente como un ataque a los jubilados (la reforma previsional y la represión que rodeó al Congreso). Mucho, demasiado, a pesar de que todos los días se degrada el país conseguido hasta el 201,5 un poco más. 

De golpe se registró la realidad, pese a la amorosa cobertura mediática que invisibiliza “mostrando” ediciones que son editoriales. Pero algo, algo pasó a los aires que se respira y se hizo colectivo. ¿Se puede hablar de un cambio de humor social? Parece prematuro, pero marca una tendencia que podría consolidarse o no (como ocurrió en el caso del no, con los aumentos del gas y los incipientes cacerolazos del 2016).

Acá lo crucial es que la alianza gobernante ganó las elecciones de medio término, no por una aplastante mayoría, pero si confirmando que se trata de una realidad de carácter nacional que atrae votos y puede construir mayorías (o primeras minorías, como le guste). Y que pudo ganarle (otra vez) al peronismo, el dato por el que las derechas han suspirado desde 1946. Y de esa victoria, se ha volatilizado un porcentaje nada desdeñable. No hablamos de votos (porque no lo sabemos, ni lo podemos imaginar), sino de legitimidad. Ese precioso y preciado poder que los pueblos obsequian a veces a sus gobernantes, lo merezcan o no (y mucho más si no). Y eso es lo que parece estar corroyéndose…

Uno piensa escenarios que derivan naturalmente en el 2019, no antes. Y no por ser un demócrata atemporal, sino porque en las hecatombes las víctimas siempre vienen del mismo lado y ese lado es el nuestro. Cuanto peor, peor.

Pero piense que ese individuo, individuos, que se va poniendo impaciente, nervioso ante tanta promesa que “te la debo”, no deja de pensar que nosotros somos unos chorros. Que estaban peor aunque pudieran hacer cosas que ahora ni sueñan. Que temen que volvamos, que temen que multipliquemos los planeros (y no sean ellos, subsidios y más). Por ahora, esto pasa, batalla cultural perdida mediante. Ahora, ¿sabe usté cuántas batallas hay en una guerra cultural? Y si quiere pensamos en otros términos para no ser tan castrenses. 

Hay 2019, como dice incansablemente el Alberto. 

Por ahora, ocurre esto que corea cada vez más gente en las canchas y otros lados. Una moda, lo que se quiera, pero muchos se prenden. Y antes no se les ocurría, ni les caía simpático. 

En tal caso, y en lugar de ponerle una etiqueta a cada manifestación social, dejemos simplemente que el pueblo cante…

Puede verlo en: https://www.youtube.com/watch?v=UcvnLEAMFHE

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