sábado, 17 de junio de 2017

GUEMES

Uno dice "Güemes" y piensa en San Martín. Entonces la gesta es de San Martín y don Miguel Martín sigue siendo ese soldado bancador y leal que mantiene el norte a raya de los godos. Es cierto, pero no le hace justicia. El Güemes gobernador era un "populista" empedernido, y si me apura, un peronista de aquellos.

Gobierna un territorio con el enemigo en la frontera -y no se sabe muy bien cuáles son los límites de la frontera- y con otro enemigo adentro. Al ratito los oligarcas salteños (de esa gran región que llamaron Salta) vieron con claridad que el Gobernador, que era uno de ellos, resultaba ser un gaucho con algunas propiedades. No gobernaba como uno de ellos, tenía el vicio de rodearse de chusma y gobernar para el pueblo. Claro, los que no tienen patria tampoco se sienten parte del pueblo. Como ahora, sin ir  más lejos.

Por eso, consideraron a Güemes un traidor de clase por más que no lo plantearan así. Los garcas de la época se inventaron un bando y lo llamaron "La Patria Nueva", en reverso de esa patria que veían vieja o indeseable, una patria de gauchaje y gente que seguía al caudillo y sabían muy bien por qué. Algo difícil de comprender para los que veían que era necesario centralizar, ordenar, limpiar, diseñar un país para hacer negocios. No podían contar con gente como Güemes, ni con Belgrano, ni con San Martín. Será por eso que cuando se dieron cuenta de que no podían borrarlos del relato de la historia -justamente porque los pueblos no los borraban- decidieron transformarlos en monumentos.

Había que derrocar a Güemes. Los de La Patria Nueva decían algo así, en oportunidad de esa curiosidad reaccionaria que se denominó la "Revolución del Comercio" (mire usté que fallido ¿no?):

"... el gobernador Martín Güemes, transformado en deidad superior a los de su especie, empuñó el cetro de yerro más duro que cuantos tuvieron los Calígulas, los Nerón y los demás tiranos de la historia; (...) desde su colocación en el gobierno sus primeros empeños fueron perpetuarse en él, engañar a la muchedumbre, fomentar los vicios, despreciar al honrado ciudadano, quitarle sus bienes hasta arruinarlo y constituirlo en la miseria, disponer de las propiedades a su antojo, chocar con las primeras autoridades del Estado, ser motor de la anarquía en las demás provincias, oprimir al vecindario con contribuciones a su solo beneficio, tiranizar al soldado, turbar el sosiego del gaucho; huir cobarde por los montes; (...) se proclamó general de un ejército que sólo existía en su fantasía; recibió auxilios de los pueblos de buena fe; ...."

Por supuesto que siempre hay un Bonadío para transformar la canallada en ley, y la prensa "seria" para difundir las barbaridades.

En total, Güemes y sus gauchos -los "Infernales"- resistieron victoriosamente nueve invasiones realistas: 1812 al mando de Pío Tristán; 1814 Joaquín de la Pezuela; 1817 Pedro Antonio Olañeta y José de La Serna; 1818 Olañeta y José María Valdés; 1819 Olañeta y José Cartenac; 1820 Juan Ramírez Orozco; 1821 Guillermo Maguiegui; 1821 Olañeta. Y en medio de semejante quilombo, el caudillo, el gobernador, el Conductor veló por ese pueblo que alguien -con mucha razón- llamó "la tierra en armas".

Claro, los mercantilistas y monopolistas que manejaban Buenos Aires -ese lugar en el que dicen los turritos que vive Dios- les importaba un carajo que Güemes defendiera la frontera, un bledo que fuera el puntal para que San Martín pasara de Chile a Perú. Querían liberar tropa para reprimir a los caudillos y sobre todo, para hacer bosta a los orientales de Artigas (otro grande).

Las oligarquías saben elegir bien a sus enemigos, los huelen como los animales hambrientos que son y van por ellos, porque detrás de ellos está la torta y la gente. Había que liquidar a Güemes...

Mire lo que Güemes decía de esta gentuza con galera y levita:

 "Vosotros sois mucho más criminales que los enemigos declarados, como verdugos dispuestos a servir al vencedor en esta lid. Sois unos fiscales encarpados y unos zorros pérfidos en quienes se ve extinguida la caridad, la religión, el honor y la luz de la justicia. El estiércol de vuestros intereses, que adora vuestra codicia y avaricia, y mezquináis para auxiliar a vuestros virtuosos y pobres hermanos que caminan a la batalla, al peligro de perder el mejor y más inestimable caudal de su existencia, no sea pues, que llegue a servir para apagar la hipócrita sed de los tiranos.
Llenaos de rubor y temed el justo enojo de vuestros compatriotas a quienes abandonáis en el caso urgente de necesitaros."

O sea algo así como que cuando los pueblos agotan su paciencia, hacen tronar el escarmiento... Digo.

Güemes no se rindió, no se vendió, no transó. Y mire que lo tentaron, aún después de tenerlo caído, herido de muerte y en una agonía de diez días. Güemes se hizo jurar por los Infernales que, ni bien hubiera expirado, saldrían a recuperar Salta y seguir la guerra contra los enemigos de la Patria. Y eso hicieron, por eso todavía tenemos Patria.

Gracias general Martín Miguel de Güemes, nuestro general, nuestro caudillo.

Sepa que aún le debemos la segunda independencia. Y vamos a cumplir.

*Datos consultados de "La tierra en armas. Los infernales de Martín Miguel de Güemes", en Pigna Felipe: LOS MITOS DE LA HISTORIA ARGENTINA 2.


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