viernes, 19 de junio de 2015

EL TIO DE LA PATRIA

Son gente rara los héroes; ellos no saben que lo son. Pueden imaginarlo en ocasiones desastrosas en las que nada sale, todo está en contra y el objetivo es una de esas cosas que nadie diría que va a terminar bien. Seguramente, así le pasó a don Manuel muchas veces.
Porque don Manuel es un prócer que hizo las cosas al revés, fíjese si no en la bandera… la que a él se le ocurrió  y la que izó al borde del Paraná tenía una franja celeste al medio de dos blancas. Será que las cosas cambian, ¿no? Tanto, que cuando yo era chico el general Belgrano era Nacho Quiróz y ahora parece que es Pablo Rago. La historia cambia.

Un abogado jamás podría ser un héroe, menos aún un prócer. Por eso creo que no hacía carrera para darle nombre a colegios, calles de pueblo, avenidas, parques, radios. No, de eso ni hablar. Pintaba para burócrata imperial en la colonia Buenos Aires, dedicado a los delicados asuntos de la Hacienda Real, hipotecas, certificados de propiedad, lindes, tierras, esas cosas. Ninguna pavada, si se me permite, derechito a los derechos de propiedad de los que comenzaban a ser dueños de grandes propiedades aún no consumadas por tanta ganadería y tanta estancia.

Así nos lo quisieron legar, con voladitos y el rulito en la frente medio aputosado, medio rosado, ajeno, neutral, humanista, rodeado de papeles y plumas. Y un día, seguro, buscando el secante se miró el dedo manchado de tinta y dijo para adentro “la patria es un borrón”. Un borrón como una mancha de tinta en un documento que no debía estar, un error, una distracción.

Para qué problematizar las cosas. Para un fisiócrata soñador (y lo era) no había límites en tanta pampa. Agricultura sistematizada, progreso, educar a la gente para los trabajos y los oficios. Prosperar la colonia… prosperar. Enseguida le vienen los petates y oropeles de los enviados borbónicos que se dan dique y no conocen a un solo Borbón, a los petimetres de fiesta y baile, señoritas, salones, moños. Españoles, o mejor, Peninsulares, porque españoles somos todos. El abogado se aleja del escritorio donde se despatarran los papeles y va a la ventana. Es de noche, pasa el sereno, la calle hecha un barrial por la lluvia se pierde hacia el río. Se asoma y aspira el olor de su río, se llena los pulmones y queda así pensando hasta que tocan las doce. Dormirá, soñará Belgrano con nosotros, que no existimos.

Otra noche lo invitan a la casa de un fulano importante. Están unos cuantos que conoce bien y deciden seguirla en otro lado, en otras noches, mejor ahí en la jabonería que en la casa que es muy conocida. Noches vehementes de tabaco, licor o caña, una comida como para disimular el estómago. Son cosas serias estas, las que pueden costarte la posición, la fortuna y la cabeza. Escribe don Manuel. Quema los papeles, pero no puede dejar de escribirlos.

Una noche le presentan al militar. Es importante, altivo, plateado, como una estatua. Confiar, se necesitan. Don Manuel es un buen puente para que todos puedan pasar sin empujarse. Igual, se recelan. Mariano recela, don Manuel lo entiende y no lo dice porque esto se hace todos juntos, o no se hace.
Se hace. Casi como golpe de estado, casi con escaramuza armada, casi con vecinos políticos. Que viva el Rey (y que se vaya el Virrey). El vocal Belgrano va al Paraguay como comandante de una expedición militar para contrarrestar a las fuerzas realistas locales. Pero… no es militar, es abogado. Arrastrará ese problema bibliografía tras bibliografía y generación tras generación. Desde aquello que escribiera el General (manco) Paz en sus memorias sobre que el susodicho como militar era un gran abogado, o un gran patriota no recuerdo ahora pero da lo mismo. Avalado por semejante personaje, un militar de carrera y tal vez uno de los tres que había en estos pagos (San Martín era uno y Alvear el otro), al pobre general (en minúscula) se le negaron las dotes marciales para toda la posteridad. Y en Paraguay pierde. Te dicen… fundó pueblos y escuelas, Curuzú Cuatiá y otros. O también que interpretó el sentir de los asunceños contra la dominación española y azuzó los espíritus hacia la revolución. Pero los paraguayos hicieron la propia y después, que tampoco era cuestión de salir de la corte de Madrid y entrar de polizón en la mucho más pobretona de Buenos Aires. Justo Asunción, madre de ciudades y faro de la América del Sud sin exagerar.

Belgrano dejó la provincia del Paraguay que creciendo la sombra del Dr Francia, la independencia y el progreso popularmente concebido. Algo tuvo que ver, lástima que no ganó una batalla lo que para una historia liberal castrense es un pecado.

Belgrano como militar, un fiasco. Rumbo al Norte, entonces… ¿Qué era el Norte? Una frontera inexistente, salvo en nuestras ideas avaladas por los diarios de los lunes. Esto es de antes de marcar la línea que divide países. Lo envían ahí para evitar la cuña realista (maturranga, diría el General San Martín) penetrando con furia hasta alcanzar Córdoba y estrangular la capital virreinal. Lo que no le dicen es cómo lograr todo eso. Lo nombran general (con minúscula) de un ejército descompuesto y en descomposición. Arréglese, Belgrano (y no siga pidiendo plata ni recursos).

Y se arregló. Tanto se arregló que a sabiendas que no los podía parar ensayó la guerra de “tierra arrasada” por primera vez. Les quemó todo, les inutilizó todo, las casas, los pastos, las cosechas, la tierra, el agua, el aire (porque se lo llevaron para respirarlo en otro lado). Un milico hace eso, arrasar. Lo que es más complicado es que la gente –cuyo terruño arrasarás- te lo permita, participe, lo tome como propio y se vaya con vos. Sin que la obligues o con esa obligación que te marca una dentellada en la conciencia. Belgrano muerde, infecta el miedo y te sale como un desprecio por haber dudado. Belgrano te saca patriota, mientras te saca todo. Y te vas con él, caminando o en carro o a caballo o en burro atrás de su uniforme destrazado, polvoriento. Con los ojos llorosos por el humo de las quemas y por el corazón desgarrado por Jujuy. Exodo. Pueblo. Belgrano.

Lo vivan cuando pasa, los changos corren tras el caballo común que lo lleva porque nunca habían visto a un general tan de cerca, sólo deslumbrantes charreteras godas del Perú. ¿Qué saben? Las cosas de la casa, de la madre y un padre que de tanto en tanto pasa. Saben trabajar para otros y lo seguirán sabiendo. No le han leído al brillante caballerito de Salamanca y Valladolid sus escritos de economía política o educación, nada de nada saben ni sabrán sobre la fisiocracia ni filosofía de la Ilustración, un carajo de Rousseau, Montesquieu ni Voltaire… No saben leer. Pero escribirán con sus sangre más temprano que tarde la historia con minúscula (como su general) de un capitulo inolvidable que empieza “libres o muertos, jamás esclavos…” Nunca hablarán con Belgrano, pero uno de estos soldaditos una noche entre las tiendas le alcanzará el mate y de sobrevivir, lo contará de viejo bajo la enrramada a quién quiera escucharlo como un tesoro. Porque lo que si sabrán seguramente, es por qué lo han seguido hasta perderle el rastro.

Uno de ellos, ya soldado, redoblará el repiqueteo de tambor, mientras otro ya soldado irá tirando de la cuerda lentamente, muy lentamente, la vista al cielo, el corazón en la boca, viéndola subir. Subir a otro cielo donde todos eran buenos, donde todos eran libres, donde todos sabían por fin quiénes debían ser. Blanca, celeste, blanca. Belgranera del Paraná, el barrilete de la Patria al viento. Ilegal, perjura. Solo ella, como sólo él izándola y su general (con minúscula) al lado.

A juicio Belgrano, condenado Belgrano y un Coronel casi andaluz que llega y putea descubriendo cagones y los primeros traidores. Dice que un gobierno no es bueno si pone preso a Belgrano. El gobierno se va (huyendo por la av. Rivadavia).

Vamos a conocer al correntino, se dice Manuel, y debería estar felíz de dejar este ejército que no tiene disciplina, ni sabe de estrategias militares, ni garantiza ya nada. El sabrá, dicen que es militar, dicen que combatió contra Napoleón. Ahora va a tener que luchar contra Fernando. ¿Se podrá confiar…? Mirará por encima del hombro, humillará con su figura, criticará con lengua filosa sin palabras en punta, pero. Y este dolor de estómago que no pasa. Y la fiebre que va y que viene. Algo de tos… si siempre ando comiendo mierda. Como todos los hombres que comando. Que sanmartín tenga algo de Santo, la patria se nos cae de fatiga. Cómo será San Martín. Viene el abrazo del cuadro, lo habrán visto.

San Martín está loco, me admira y no sé lo que he hecho para tanto elogio. Unos días y somos amigos, unos días y lo conozco de siempre. Unos días y me voy al Puerto brutal que va a tragarse todo. Y lo sé. Dejo a Usted esta patria de soldados, su hambre, sus amores y sus deseos, vida, hacienda, nada. No le dejo nada, salvo esta gente. No los abandone, mi General.

Escribe Belgrano, no descansa. La noche lo alcanza siempre.

Ha malgastado todo. Fortuna, que ya no tiene. Sueldos que ha donado. Casas que tiene y no tiene. Hijos. Mujeres. Fama. Todo se le escapa. Lo mandan afuera de embajador, a cortes de la Europa. Le sienta, pensar que así podría haber sido. Esos jardines, esa francia. Esa inglaterra. Buena vida, paseando como tantos que antes o después, diciendo lo que se debe decir y lo que otros quieren escuchar, andar por ahí sin sobresalto y con bajo perfil. Es fácil. Pero es Belgrano…

Por fin, Tucumán. Otra vez, Tucumán. Ahí se le ocurre decir lo de la monarquía inca y a la mierda con todo. Los porteños lo putean, algunos ya lo ven muerto, políticamente muerto. Quién escucha a Belgrano. Lo escucha y lo lee San Martín. Lo miran los que serán Caudillos.

Es un peligro, siempre lo fue. Y un idealista, el loco de la revolución (y no será el único). El que mantuvo vivo al partido de Moreno. Un conspirador. Belgrano pintaba para niño que llevaba la manzana a la maestra y terminó como el peor del grado; cagadas que hace una Revolución trastocando las cosas, volviendo locos a los hombres como una caña subida sobre las buenas caderas de una mujer. Está loco de Revolución, loco de amor.

No le da el cuerpo. No le basta el aire. Su médico, un amigo, se lo dice. Se toma lo que sea, pero tiene que estar despierto porque la patria se duerme. Desespera por las noches. Sueña con los ojos afiebradamente abiertos. Lo cuidan, pero no se puede cuidar a Belgrano.

No es su cama, no es su casa. Le queda el reloj y los papeles. Un escritorio revuelto. Las sábanas sudadas. Buenos Aires es una cagada de escarcha y desvelo. Su General anda por el Perú y Bolívar, el orgulloso Bolívar salta y golpea. Juntos, que vayan juntos…

Me muero. Lo sé. No hay nadie. No es de noche ni de día. Una mariposa de noche baila con el pabilo encendido y una tonada sube por la barranca. Belgrano canta sin mover los labios que le queman. Es el minué sobre los tablones de una salón al que ya no lo invitan, pero danza con la soldadera en un campamento que no quiso pero como quiso. Ay.

Si hasta el crucero que se acercó a Malvinas le hundieron… Y él seguirá siempre ahí, mirando a la Rosada con el dedo en alto y la bandera enredada en el viento, arengando a gobernantes con la esperanza secreta de que alguno cada tanto le responda. Es el único habitante, el guardián de la Plaza. El que cuidó a las Madres. Le deben responder a él… a quién más, sino a Belgrano. Ay.

En la noche final Buenos Aires duerme. Los asesinos asesinan. Los niños lloran y la madre los tranquiliza. Los amantes se hunden mojados, sudados, se abrazan. El cura cierra el misal. Los perros retoman la calle bajando al río. El río manso de plata negra se estira, toca la Banda Oriental donde de a ratos duerme Artigas. Lo que pasa, pasa. La vecina se pregunta si respira bien el general (con minúscula). A esas horas nadie piensa. El día se resigna y va desvistiéndose. Alguna calma viene a la boca de los que la habían perdido. Afuera cae el gobierno. En la noche las sombras se mueven. La colonia se mueve rápido con la libertad contrariada. Todo es muy veloz para Belgrano.

Yo no soy el padre de esa patria, mi amigo. Cuando traté de salvarla era porque él ya la había hecho, señor. No se confunda. Es él. Y yo con tanto honor y gloria no puedo evitar que una muerte tan puta… San Martín está acá mientras pienso esto y se tapa los ojos. Está viejo como en esos billetes de cuando todos éramos chicos y el país no nos pertenecía (de nuevo), cuando no nos habíamos enterado de las desgracias y pegábamos la figurita en el cuaderno en las fechas esas.

Entonces, la vela… El Despertador Teofilantrópico lo publicará mañana. Una noticia entre tantas otras. Un solo diario. Nada.

No llega a la mañana. Alza los brazos, busca algo en el aire. Busca algo. Ay, Patria mía. Ay, Patria mía.

Belgrano busca algo.

Cada tanto le encontramos la Patria, ojalá sea eso.




lunes, 15 de junio de 2015

QUE VES DEL CIELO



En los aviones decía “Cristo Vence”. Pero Cristo fue vencido ese día. 

Hace sesenta años aves de rapiña piloteando aviones de la Marina, aviones de combate del Estado Argentino, se abalanzaban desde las nubes sobre la Casa Rosada buscando el pecho de Perón para abrirlo con la metralla y hacer estallar el corazón del pueblo.

Aviadores militares, algunos conspicuos dirigentes cobardes del radicalismo también. Traidores a la Patria, infames traidores a la Patria bombardearon la Plaza de Mayo e iniciaron una Danza de la Muerte con un acto de terrorismo contra su propia gente. 

Pero claro, no era su gente, eran Argentinos. Eran esa mujer en la foto que mira casi impasible la pierna destrozada que le falta. Era ese hombre con sobretodo tumbado cerca de unos hierros retorcidos. Eran pedazos de pies, brazos; era sangre huérfana de cuerpo manchando la vereda, barriendo la vergüenza que iba a enseñorarse de la historia. 

Hoy es un día de infamia. No sabemos cuántos murieron, algunos dicen cuatrocientos, otros hablan de casi mil heridos. Y otros no dicen nada, como en ese día no dijeron nada.

Fueron tres interminables pasadas de la mañana hasta la tarde. Y un micro con pibes de provincia iba dando la vuelta para visitar la Casa de Gobierno, el Cabildo, el Centro que no conocían y no conocieron porque los reventó una bomba.

Hace sesenta años murió la Justicia, pero menos mal que una hija menor (en esa época) sobrevivió y arrastrándose entre el humo y los gritos, se paró contra un muro del Ministerio de Hacienda y resistió. Era apenas una niña la Justicia Social, pero entre todos los que llegaron en camiones a defender a Perón con lo que tenían, la subieron y la cobijaron. Llegaría el tiempo en que la guardarían de casa en casa, junto a la foto de Eva con una vela, para que reapareciera en las manifestaciones del pueblo una y otra vez, hasta la victoria de estos días (esa victoria que supimos conseguir). 

Pasó el tiempo. Muchos nacimos, otros de aquellas plazas de Perón se fueron. Quedan, tras muchas remodelaciones, huellas en los mármoles del ala ministerial sobre Av. Alem y el monumento que recuerda los nombres que sabemos, en donde ahora se planta el museo del Bicentenario justo a la entrada de la Aduana Taylor. 

Las huellas que no se ven duraron mucho, mucho más que los miserables dragones que vomitaron su fuego y su porquería sobre la gente. Las huellas no se van y se agolparon junto a treinta mil más recientes, con miles y miles sin esperanza más recientes. Ocultas, invisibles a la historia de historiadores funcionales y funcionarios. Porque nadie debía recordar el día en que el cielo fue peligroso.

Nada hay que pueda devolver la paz del día anterior al 16 de junio. Sólo se puede asumir un legado que divide siempre entre patria y antipatria, por más que a algunos argentinos les parezca terrible definir en antítesis las cosas. Pero así es. 

Yo soy un bombardeado en Plaza de Mayo, se debería decir para estar a tono. ¿O no?
Y con toda seguridad, los asesinos vencieron a Cristo un día. Ese día, el 16 de junio de 1955.

Viva Perón.

viernes, 12 de junio de 2015

CARTA DE VALLE



(Carta del Gral Valle al Gral Aramburu antes de ser fusilado por levantarse contra la llamada Revolución Libertadora)

Dentro de pocas horas usted tendrá la satisfacción de haberme asesinado. Debo a mi Patria la declaración fidedigna de los acontecimientos. Declaro que un grupo de marinos y de militares, movidos por ustedes mismos, son los únicos responsables de lo acaecido.

Para liquidar opositores les pareció digno inducirnos al levantamiento y sacrificarnos luego fríamente. Nos faltó astucia o perversidad para adivinar la treta.

Así se explica que nos esperaran en los cuarteles, apuntándonos con las ametralladoras, que avanzaran los tanques de ustedes aun antes de estallar el movimiento, que capitanearan tropas de represión algunos oficiales comprometidos en nuestra revolución. Con fusilarme a mí bastaba. Pero no, han querido ustedes, escarmentar al pueblo, cobrarse la impopularidad confesada por el mismo Rojas, vengarse de los sabotajes, cubrir el fracaso de las investigaciones, desvirtuadas al día siguiente en solicitadas de los diarios y desahogar una vez más su odio al pueblo. De aquí esta inconcebible y monstruosa ola de asesinatos.

Entre mi suerte y la de ustedes me quedo con la mía. Mi esposa y mi hija, a través de sus lágrimas verán en mí un idealista sacrificado por la causa del pueblo. Las mujeres de ustedes, hasta ellas, verán asomárseles por los ojos sus almas de asesinos. Y si les sonríen y los besan será para disimular el terror que les causan. Aunque vivan cien años sus víctimas les seguirán a cualquier rincón del mundo donde pretendan esconderse. Vivirán ustedes, sus mujeres y sus hijos, bajo el terror constante de ser asesinados. Porque ningún derecho, ni natural ni divino, justificará jamás tantas ejecuciones.

La palabra ‘monstruos’ brota incontenida de cada argentino a cada paso que da.

Conservo toda mi serenidad ante la muerte. Nuestro fracaso material es un gran triunfo moral. Nuestro levantamiento es una expresión más de la indignación incontenible de la inmensa mayoría del pueblo argentino esclavizado. Dirán de nuestro movimiento que era totalitario o comunista y que programábamos matanzas en masa. Mienten. Nuestra proclama radial comenzó por exigir respeto a las instituciones y templos y personas. En las guarniciones tomadas no sacrificamos un solo hombre de ustedes. Y hubiéramos procedido con todo rigor contra quien atentara contra la vida de Rojas, de Bengoa, de quien fuera. Porque no tenemos alma de verdugos. Sólo buscábamos la justicia y la libertad del 95% de los argentinos, amordazados, sin prensa, sin partido político, sin garantías constitucionales, sin derecho obrero, sin nada. No defendemos la causa de ningún hombre ni de ningún partido.

Es asombroso que ustedes, los más beneficiados por el régimen depuesto, y sus más fervorosos aduladores, hagan gala ahora de una crueldad como no hay memoria. Nosotros defendemos al pueblo, al que ustedes le están imponiendo el libertinaje de una minoría oligárquica, en pugna con la verdadera libertad de la mayoría, y un liberalismo rancio y laico en contra de las tradiciones de nuestro país. Todo el mundo sabe que la crueldad en los castigos la dicta el odio, sólo el odio de clases o el miedo. Como tienen ustedes los días contados, para librarse del propio terror, siembran terror. Pero inútilmente. Por este método sólo han logrado hacerse aborrecer aquí y en el extranjero. Pero no taparán con mentiras la dramática realidad argentina por más que tengan toda la prensa del país alineada al servicio de ustedes.

Como cristiano me presento ante Dios, que murió ajusticiado, perdonando a mis asesinos, y como argentino, derramo mi sangre por la causa del pueblo humilde, por la justicia y la libertad de todos no sólo de minorías privilegiadas. Espero que el pueblo conozca un día esta carta y la proclama revolucionaria en las que quedan nuestros ideales en forma intergiversable. Así nadie podrá ser embaucado por el cúmulo de mentiras contradictorias y ridículas con que el gobierno trata de cohonestar esta ola de matanzas y lavarse las manos sucias en sangre. Ruego a Dios que mi sangre sirva para unir a los argentinos. Viva la patria.”

Juan José Valle. Buenos Aires, 12 de junio de 1956.*


JUAN JOSÉ VALLE
General de San Martín
Mártir del Pueblo
¡PRESENTE!
¡Viva Perón!

*Tomado de www.elhistoriador.com.ar  Fuente: Roberto Baschetti (recopilación y prólogo), Documentos de la Resistencia Peronista 1995-1970, Buenos Aires, Puntosur Editores, pág. 84.

           

miércoles, 10 de junio de 2015

CUARENTAYUNOSESENTAYUNO



Yo no estaba cuando vinieron entrada la noche, y subieron con sigilo y prepotencia hasta el cuarto piso del edificio que se alza en el Bajo, en la calle del corsario francés que navegó en nuestra libertad. No ví al oficial dar las órdenes para que la jauría La robara y La metiera en el furgón de un camión militar. Sé que con el tiempo esos individuos desarrollaron una extraña fobia a diminutas flores azul intenso y centro amarillo…


No había nacido cuando la algarabía de los imbéciles arrastraba bustos por la calle, quemaba papeles, sábanas, colchas, rompía vajilla (o la robaba también), juguetes, ollas, cosas que tuvieran el logo cuyas siglas eran Efeepé, o que tan sólo las hubieran rozado.


No ví las fogatas, los arrestos, los disparos; no podía saber de los cesantes, los que volvían a casa y lloraban ante la foto escondida en el placard, la velita y el beso secreto de un amor prohibido. Nada me enteré del General que mira de frente y se parece a la mirada que uno imagina para Dorrego, y se lo llevan junto a los otros, esos otros que arrastraron por los basurales. Se lo llevan con custodia y él se mira las manos que se mancharon con tinta pero no con sangre. Asciende en la Penitenciería, asciende al Cielo de la gloria, con el honor enorme que no valía nada. San Martín viejo cierra los ojos y le hace la venia. No supe.


“No lo digas”. Uno nace sin saber de los desalmados; porque verá otras cosas que habrán de pasar en el país barrido, sin populismos, sin miserables demagogos y con un Tirano prófugo. “Ni lo nombres”.
Creceremos saludando a la bandera, yendo a los desfiles militares y con militares de niñera. Uniformados en una casacuartel, sin darnos cuenta. En hilera formados para ir a comulgar, con las mejores intenciones. Nos limpiarán, evitarán que nos arruinemos ahora que somos la clase media que salió quién sabe de dóndedenuestroesfuerzoynadamás. 


Al que no se mete no le pasará nada. Y la democracia dura horas, vés no sirve para nada. Lo importante es que Esos no estén. 

Una tarde leemos el evangelio y chocamos con Medellín, nos llevamos por delante el altar, el cura con el diente de oro y el incienso de los brujos, la ropa de los ricos y las balanzas de los mercaderes. Los curas nos llevan hacia el socialismo de las catacumbas, y no lo saben. 


No se nombra porque no existe. El país no existe, y todo se pudre. El rock es la bici con la que volamos por la calle, a dios gracias.

Un buen día se puede nombrar y lo digo por primera vez. Y los conozco… y Vuelve. Menos mal que tuve tiempo para enojarme, pelearme, reconciliarme y entender, poco pero entender. Porque un día se fue para siempre. Era de verdad, existía de verdad. 

Llegaron otra vez los ladrones y otra vez fue de noche. Llegaron sus asesinos. Sus civiles, sus uniformes tachonados de nación pero sin patria. Y otra vez. Pero esta vez…


Yo vi un riachito de sangre frente a casa con vainas de fal; si me enteré del buraco en la oficina de los abogados montoneros. Supe de los vampiros enfierrados enfalconeando la noche; los vi una y otra vez. 

Supe como se callaba despacito un vecino y otro y el de más allá dejaba de pensar. Aturdidos. Mientras, a los compañeros se los llevaba la niebla.

Entonces, como sucede, todo continuó hasta que llegó el día que vino antes de estos días de ahora. De la reproductora pasamos a la video y cambiamos la tv que ya era de color. También había democracia.
Llevaba a upa hijos, hacíamos las compras, y éramos como decir “felíz”. Yo que tuve tantos padres ideológicos, políticos, sociales, me quedé sin ninguno y lo peor, un día se había ido para siempre ese con el que solía discutir la política y quería a horrores, sin saber que para eso estaba y sin saber que él lo sabía. 

El odio durmió mucho, se tomó vacaciones porque nada hacía necesario que se paseara a la vista de todos. El odio se había metabolizado junto con el temor, ese hermanito menor. Resulta que cuando vinieron caminando los tipos del sur, reventó. 


Yo creía que la patria se había muerto, que la había pisado un colectivo. No sé. O que no se podría creer más en nada. Y la Patria se alzó abanderada en un saco cruzado sin abrochar y subió, subió en un mástil que nos mostraba a todos. Desde allá arriba sopló la sudestada de tanta tragedia que nos constituye y uno sonrió. Un negro peinado con laburo, hasta un deshacido como yo sonrió. Nos fuimos reencontrando. 

No era un rodete, ni fue rubia. No era bocasucia, tenía títulos. La puso alto, bien alto, pasó su mano por el escritorio mayor (ese enorme en el que se apretujaban  los humildes). La trajo de vuelta y con Ella a todo lo demás.

El odio apareció otra vez, en tiempo de cosecha. El odio en silobolsa. Los zombís salieron estirando los brazos. Pero ya no sale, ya no les sale. La muerte en un cobertizo hace de lazarillo de tanto en tanto. No hay catecismo que pueda y quévaser…

El final te lo dejo. Lo quisieron hacer otra vez, firmarlo de nuevo, que lo creyéramos y que no lo nombráramos más. Que no lo dijéramos más, que fuéramos de centroderecha o de centro izquierda pero no pe…


Ahora es el siglo veintiuno, viste. A nadie se le caen las medias por estas cosas. Ya estamos grandes para moqueos. Yo creo que lo podemos decir.

Yo creo que si (patriapatriapatriapatriapatriapatriApatrIApatRIApATRIAPATRIA).

Patria. Y viva PERON. 


El decreto 4161 prohibió mencionar a Perón, Eva Perón y todo símbolo que recordara al peronismo. Fue impuesto por la Revolución Libertadora en 1956 y cada tanto, algún traidor intenta volver a ponerlo en vigencia de muchas maneras.