jueves, 31 de enero de 2013

MILOCHETRECE

En el veranito de Buenos Ayres se instala la Asamblea General Constituyente, fruto de muchas expectativas independentistas y de otras no tan venturosas.

El año anterior se reagruparon los post “morenistas” y con ellos, la logia de San Martín y Alvear que habían golpeado y derrocado al primer Triunvirato, por retardatario y cuasi traidor. Se juntaban los restos de la primera aventura revolucionaria (los de 1810) con estos militares de profesión, que combatieron a Napoleón bajo los estandartes de las Juntas liberales antiabsolutistas españolas. ¿Era suficiente para recuperar Mayo y profundizarlo?

En febrero la Asamblea decreta la “libertad de vientres”, por lo cual serían libres los hijos de los esclavos. La historia conservadora-liberal (que aún reina, aunque no gobierne) siempre quiso ocultar el hecho de que en el Río de la Plata la esclavitud fue una realidad hasta ese momento y por un tiempo más. Se dice: “eran esclavos de servicio”, es decir “sirvientes” lo que los acerca más a la familia (logran que no parezcan gente sin libertad ni consideración social).

San Martín estrena granaderos en San Lorenzo con una victoria. Y otro grande, Belgrano se lleva puestos a los realistas en la batalla de Salta (es el próximo feriado de los “bicentenarios”, el 20 de febrero).

Pero no todo va bien (y comienzo a responder la pregunta del primer párrafo): Buenos Aires rechaza a los diputados que por la Banda Oriental envía Artigas. Lo que venían a decir (proponer/votar/ganar) era sencillamente la declaración inmediata de la independencia absoluta de las colonias (porque éramos una colonia, o varias colonias); la no admisión de otro sistema que no fuera una confederación como pacto recíproco de las Provincias que formarían el Estado; la conformación de un  Gobierno Supremo de la Nación que sólo se ocupara de los negocios generales del Estado; y -entre otras muchas cosas importantes- que el Gobierno General no residiera en Buenos Aires. Esta claro que los políticos-comerciantes de BA (monopolistas primero, librecambistas cuando les convino) conocían a Artígas, odiaban la idea federalista y no tuvieron problema en rechazar a los delegados sin más (total ya se preparaban para abandonar a la Banda Oriental a su suerte).

Y la Asamblea sigue: extinción de todo tributo sobre comunidades originarias junto al reconocimiento de su libertad e igualdad de derechos (que quedó en los pelpas); extinción de títulos nobiliarios y anulación de uso de emblemas de tales en las fachadas de las casas (cacerolazo urgente para su devolución); abolición de la Inquisición y prohibición de tormentos, con quema de instrumentos de tortura en la plaza pública (y habría que haber puesto en la pira a Lugones para que no naciera nunca su hijo Polo, inventor de la picana); sanción de obligaciones fiscales establecidas de modo progresivo en función de los ingresos recibidos (y algún día la AFIP lo va a lograr); aplicación de empréstitos forzosos a los capitalistas para cubrir las necesidades del Estado (¡vamo’  lasamblea!); libertades de pensamiento, religioso, de prensa; cumplimiento de obligaciones fiscales por parte de prelados y traspaso de casas hospitalarias en poder de la Iglesia a manos seculares. Y la lista es larga, los leguleyos suelen escribir mucho y más en estos casos solemnes.

Los frentes son muchos. Uno está en Buenos Aires en su clase mercantil acomodada que maneja dinero, tropas y relaciones (no les falta casi nada, solo patriotismo).
Otro en el Norte. Belgrano entra en Potosí como ejército libertador, pero hacia fin de año se suceden las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma y se pierden las provincias altoperuanas. El Norte es godo y amenaza.

Por otra parte los realistas de Montevideo reciben refuerzos de la metrópoli. Uno junta esto con el desprecio hecho por Buenos Aires a Artigas y bueno, se complica.

Mientras, España queda libre de tropas francesas y se avisora la vuelta al trono del Borbón Fernando, que no será ese rey que imaginaron los juntistas españoles sino un triste remedo del absolutismo de sus antiguos primos franceses caídos en desgracia.

La Asamblea resuelve no declarar la independencia. Al menos decide que los funcionarios no juren por Fernando VII, ordenan preparar una marcha patriótica y que en el sello aparezca un escudo. Y la moneda, que no es poco. Pero no es lo que debía hacer.

No, no era suficiente. Moreno ya no estaba, Castelli tampoco, Belgrano estaba lejos y en problemas. A San Martín pronto se lo sacarían de encima, al menos de BA. En poco tiempo, la “revolución” va a parecer una causa perdida y en dos años, para 1815, casi liquidada en manos de un Alvear que se volvería “pragmático” y “sensato”.

Para algunos la Asamblea es un “paso más en la búsqueda de la libertad”, otros la ven como una frustración. Seguramente, para el grupo revolucionario morenista y los de la Logia fue una frustración. De ahí a decir que fue una completa victoria de los intereses comerciales de BA, también hay un trecho. Pero algo de eso hubo.

La verdad es que casi nunca hay solamente dos bandos, suele haber más (que en momentos cruciales se colocan en una y otra posición y ahí si que son solamente dos). Y falta ver aún, cuánto de la “lógica colonial”  ha sobrevivido en el imaginario colectivo, cuantos “no se puede”, “mejor ahora no”, “pensémoslo bien”, “hay que ver primero quién gana”.

Y si después de doscientos años todavía tenemos Patria es porque algunos (no todos) “en algo andaban” y “algo habrán hecho”. Menos mal. 

Datos tomados de www.pais-global.com.ar; www.infonews.com.ar; y www.lagazeta.com.ar. La argumentación y las opiniones son del quía que firma.

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