A principios de la Dictadura (1976-1983), el equipo económico que dirigía J.A. Martínez de Hoz sintetizaba sus anhelos en una publicidad muy difundida: “Achicar el Estado, es agrandar la Nación”. Y si bien el aparato estatal creado durante el primer peronismo (1946-1955) no fue desmontado entonces, si se avanzó en el desmantelamiento industrial siguiendo la lógica de reestructurar la sociedad en un ajuste estructural regresivo, con una clara hegemonía financiera. Cómo sabemos (y hay algunos que al parecer aún no se enteraron), la represión ilegal y feroz tenía como objetivo precisamente eso. Y moldear cabezas (objetivo cumplido).
Pasó el tiempo, se recuperó (como se pudo) la democracia y los vientos del “Consenso de Washington” soplaron neoliberalismo huracanado con su receta (también conocida, pero nunca está mal la reiteración): disciplina fiscal, prioridad del gasto público en educación y salud, reforma tributaria, tasas de interés positivas determinadas por el mercado, tipos de cambio competitivos, políticas comerciales liberales, mayor apertura e la inversión extranjera, privatización de empresas públicas, desregulación y protección de la propiedad privada. Y mucha guita (prestada así, “de onda”) a todos los países subdes que hicieran buena letra (como la Argentina, por decir un algo).
Y ahí nomás cae Menem con la “Ley de Emergencia Económica” y la “Reforma del Estado”, para dar el tiro de gracia a un fulano que estaba de rodillas (el país, nosotros). Completar el desmantelamiento industrial y hacer carne esa lógica que reemplazaba la producción por la dictadura de los centros financieros internacionales (el traidor siempre es un compañero, remember).
Se privatizaron la petrolera YPF, Aerolíneas Argentinas, ENTEL (teléfonos), gas del Estado, la Caja Nacional de Ahorro y Seguro, Obras Sanitarias, los aeropuertos, el correo, la energía eléctrica, la seguridad social, dos plantas siderúrgicas, el Mercado de Hacienda de Liniers, las radios, los canales de televisión, las carreteras, los ferrocarriles.
Y dicho todo esto, vamos a las historias mínimas…
Algunos dirán que la gente pedía a gritos que se privatizara todo. No es así, pero la idea de que el Estado era un mal gerenciador y había avanzado sobre la sociedad civil, es decir, reemplazado el rol de los privados en la economía, se hizo hegemónica.
Los teléfonos eran un desquicio. Había esperas de hasta quince años para tener uno, trámites kafkianos, burocracia enfermiza. Tener una línea era una cuestión remarcable.
No se vinculaba a todo esto la lucha del gremio telefónico y la histórica Lista Marrón que planteaba la cuestión estratégica de las comunicaciones para un proyecto de liberación nacional. Sólo que los teléfonos eran difíciles de conseguir.
Nadie sabia (no se acordaban, nadie se los contó) que el Sindicato de Luz y Fuerza se cogerenciaba SEGBA (Servicios eléctricos del gran Buenos Aires) en los setentas y no le estaba yendo mal (mucho menos que su Secretario General, Oscar Smith, todavía está desaparecido por encabezar la defensa de la empresa y los trabajadores).
Que la Caja de Ahorro (junto con el INDER, Instituto Nacional de Reaseguros) establecía el precio testigo de las pólizas en el ámbito nacional y era una barrera para la voracidad de las Aseguradoras internacionales sobre un mercado de enorme importancia. La hicieron mierda desde adentro, asegurando imposibles y sacando dinero como si se tratara de una cantera para cubrir otras áreas del Estado deficitario.
Todas las semanas aparecían Neustadt (Dios no lo libere del pozo en que lo debe tener metido) y Grondona (aún no fumaba habanos en cámara) limando la cabeza de una audiencia que reproducía slogans, ideas sin mucho fundamento y un incuestionable ideario reaccionario con pretensiones de “sentido común”. El Estado es un mal administrador. Se gasta el esfuerzo de todos los argentinos en corrupción de funcionarios y políticos. Los servicios son malos. Lo privado es mejor. Los privados son dinámicos, eficientes y modernos. La competencia (entre privados) es saludable y mucho mejor que los monopolios estatales. Basura que se demostró una y mil veces como falsa, pero que aún integra el “ideario” de muchos argentinos.
Y así se entregó todo. Con la imprescindible complicidad de funcionarios (estatales), políticos, congresos y sindicalistas que venían curtiendo la onda cipaya desvergonzadamente. Muchos están todavía, …esas cosas.
Todo esto viene a cuento por estos días de tragedia y acusaciones cruzadas. Cuando se queden solos los deudos y los heridos, cuando los medios cambien la pantalla, será momento de ir viendo abajo del agua (esas que bajaban turbias).
Desde acá (este blog), claramente uno es “estatista”: todas las empresas privatizadas deben volver a la gestión estatal. Para empezar. Y ver… cómo construir un Estado serio que ponga a raya a empresarios (porque la economía está mixta y globalizada), también a sindicatos (porque a veces se nos salta la cadena) y a los políticos que traen inflación de contratos y burocracia (esos, no todos).
Uno sabe que este (estos) gobierno K agarra los problemas de a uno o de a dos, pero tiene clara la lista. No se si Cristina opina que el Estado debe tener empresas (como las tenía el Estado Peronista original), si se que fue capaz de imponer y cumplir una agenda que jamás hubiéramos soñado. No es poco.
El último elemento que me falta en esta reflexión son esas “cabezas moldeadas”. Algo así como que hay que reeducar al Soberano. Que son esos tipos y minas apiñados entre los hierros, los que vagan por la estación, esos boludos y boludas (como uno) que shoqueados frente a la cámara se indignan, lloran, se desarman y te hielan los huesos.
Saqué datos e ideas de:
"Continuidades y estrategias del neoliberalismo a 35 años del Golpe y 20 del Plan de Convertibilidad" por Arturo H. Trinelli en www.elortiba.org
www.portalplanetasedna.com.ar
Pasó el tiempo, se recuperó (como se pudo) la democracia y los vientos del “Consenso de Washington” soplaron neoliberalismo huracanado con su receta (también conocida, pero nunca está mal la reiteración): disciplina fiscal, prioridad del gasto público en educación y salud, reforma tributaria, tasas de interés positivas determinadas por el mercado, tipos de cambio competitivos, políticas comerciales liberales, mayor apertura e la inversión extranjera, privatización de empresas públicas, desregulación y protección de la propiedad privada. Y mucha guita (prestada así, “de onda”) a todos los países subdes que hicieran buena letra (como la Argentina, por decir un algo).
Y ahí nomás cae Menem con la “Ley de Emergencia Económica” y la “Reforma del Estado”, para dar el tiro de gracia a un fulano que estaba de rodillas (el país, nosotros). Completar el desmantelamiento industrial y hacer carne esa lógica que reemplazaba la producción por la dictadura de los centros financieros internacionales (el traidor siempre es un compañero, remember).
Se privatizaron la petrolera YPF, Aerolíneas Argentinas, ENTEL (teléfonos), gas del Estado, la Caja Nacional de Ahorro y Seguro, Obras Sanitarias, los aeropuertos, el correo, la energía eléctrica, la seguridad social, dos plantas siderúrgicas, el Mercado de Hacienda de Liniers, las radios, los canales de televisión, las carreteras, los ferrocarriles.
Y dicho todo esto, vamos a las historias mínimas…
Algunos dirán que la gente pedía a gritos que se privatizara todo. No es así, pero la idea de que el Estado era un mal gerenciador y había avanzado sobre la sociedad civil, es decir, reemplazado el rol de los privados en la economía, se hizo hegemónica.
Los teléfonos eran un desquicio. Había esperas de hasta quince años para tener uno, trámites kafkianos, burocracia enfermiza. Tener una línea era una cuestión remarcable.
No se vinculaba a todo esto la lucha del gremio telefónico y la histórica Lista Marrón que planteaba la cuestión estratégica de las comunicaciones para un proyecto de liberación nacional. Sólo que los teléfonos eran difíciles de conseguir.
Nadie sabia (no se acordaban, nadie se los contó) que el Sindicato de Luz y Fuerza se cogerenciaba SEGBA (Servicios eléctricos del gran Buenos Aires) en los setentas y no le estaba yendo mal (mucho menos que su Secretario General, Oscar Smith, todavía está desaparecido por encabezar la defensa de la empresa y los trabajadores).
Que la Caja de Ahorro (junto con el INDER, Instituto Nacional de Reaseguros) establecía el precio testigo de las pólizas en el ámbito nacional y era una barrera para la voracidad de las Aseguradoras internacionales sobre un mercado de enorme importancia. La hicieron mierda desde adentro, asegurando imposibles y sacando dinero como si se tratara de una cantera para cubrir otras áreas del Estado deficitario.
Todas las semanas aparecían Neustadt (Dios no lo libere del pozo en que lo debe tener metido) y Grondona (aún no fumaba habanos en cámara) limando la cabeza de una audiencia que reproducía slogans, ideas sin mucho fundamento y un incuestionable ideario reaccionario con pretensiones de “sentido común”. El Estado es un mal administrador. Se gasta el esfuerzo de todos los argentinos en corrupción de funcionarios y políticos. Los servicios son malos. Lo privado es mejor. Los privados son dinámicos, eficientes y modernos. La competencia (entre privados) es saludable y mucho mejor que los monopolios estatales. Basura que se demostró una y mil veces como falsa, pero que aún integra el “ideario” de muchos argentinos.
Y así se entregó todo. Con la imprescindible complicidad de funcionarios (estatales), políticos, congresos y sindicalistas que venían curtiendo la onda cipaya desvergonzadamente. Muchos están todavía, …esas cosas.
Todo esto viene a cuento por estos días de tragedia y acusaciones cruzadas. Cuando se queden solos los deudos y los heridos, cuando los medios cambien la pantalla, será momento de ir viendo abajo del agua (esas que bajaban turbias).
Desde acá (este blog), claramente uno es “estatista”: todas las empresas privatizadas deben volver a la gestión estatal. Para empezar. Y ver… cómo construir un Estado serio que ponga a raya a empresarios (porque la economía está mixta y globalizada), también a sindicatos (porque a veces se nos salta la cadena) y a los políticos que traen inflación de contratos y burocracia (esos, no todos).
Uno sabe que este (estos) gobierno K agarra los problemas de a uno o de a dos, pero tiene clara la lista. No se si Cristina opina que el Estado debe tener empresas (como las tenía el Estado Peronista original), si se que fue capaz de imponer y cumplir una agenda que jamás hubiéramos soñado. No es poco.
El último elemento que me falta en esta reflexión son esas “cabezas moldeadas”. Algo así como que hay que reeducar al Soberano. Que son esos tipos y minas apiñados entre los hierros, los que vagan por la estación, esos boludos y boludas (como uno) que shoqueados frente a la cámara se indignan, lloran, se desarman y te hielan los huesos.
Saqué datos e ideas de:
"Continuidades y estrategias del neoliberalismo a 35 años del Golpe y 20 del Plan de Convertibilidad" por Arturo H. Trinelli en www.elortiba.org
www.portalplanetasedna.com.ar
Compañero, gracias. Además del valor intelectual, político e histórico del artículo, también tiene, incluso, costados cuasi terapéuticos. Alguien tiene que decir estas cosas. Sinó quedamos con el "sensato" reconocimiento de la parte de responsabilidad que autocríticamente todos nos tenemos que hacer para ser "políticamente correctos" ante la desgracia, pero con la garganta ahogada si no se dicen, además, estas cosas que son absolutamente centrales. Luego lo contaría, pero hoy me tocó presenciar otra "viñeta" pre catastrófica en otra línea del TBA. Estremece.
ResponderEliminarUn abrazo
E.T.
NO se Si desde adentro la hicieron mierda, yo recuerdo cuando venia la orden del Gobierno de la Nacion para dar prestamos a empresaS como LA SERENISIMA POR 6 MILLONES DE DOLARES Y QUIEN ESTABA COMO GERENTE SE NEGO A FIRMAR PORQUE SABIA QUE NO LO IBAN A DEVOLVER Y LA SACARON DE SU PUESTO CONDENANDOLA A UN RICON ALEJADA EN EL SECTOR DE SEGUROS
ResponderEliminarGeneralmente no publico comentarios de "anónimos" pero creo que no fue tu intención no firmar y me parece importante reflejar esta opinión. Muchas veces a lo largo de las empresas del Estado esto que vos contás ocurrió y espero no vuelva a ocurrir.
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