martes, 28 de febrero de 2012
KIRCHNERISMO (PERONISMO)
viernes, 24 de febrero de 2012
AGRANDAR LA NACION
Pasó el tiempo, se recuperó (como se pudo) la democracia y los vientos del “Consenso de Washington” soplaron neoliberalismo huracanado con su receta (también conocida, pero nunca está mal la reiteración): disciplina fiscal, prioridad del gasto público en educación y salud, reforma tributaria, tasas de interés positivas determinadas por el mercado, tipos de cambio competitivos, políticas comerciales liberales, mayor apertura e la inversión extranjera, privatización de empresas públicas, desregulación y protección de la propiedad privada. Y mucha guita (prestada así, “de onda”) a todos los países subdes que hicieran buena letra (como la Argentina, por decir un algo).
Y ahí nomás cae Menem con la “Ley de Emergencia Económica” y la “Reforma del Estado”, para dar el tiro de gracia a un fulano que estaba de rodillas (el país, nosotros). Completar el desmantelamiento industrial y hacer carne esa lógica que reemplazaba la producción por la dictadura de los centros financieros internacionales (el traidor siempre es un compañero, remember).
Se privatizaron la petrolera YPF, Aerolíneas Argentinas, ENTEL (teléfonos), gas del Estado, la Caja Nacional de Ahorro y Seguro, Obras Sanitarias, los aeropuertos, el correo, la energía eléctrica, la seguridad social, dos plantas siderúrgicas, el Mercado de Hacienda de Liniers, las radios, los canales de televisión, las carreteras, los ferrocarriles.
Y dicho todo esto, vamos a las historias mínimas…
Algunos dirán que la gente pedía a gritos que se privatizara todo. No es así, pero la idea de que el Estado era un mal gerenciador y había avanzado sobre la sociedad civil, es decir, reemplazado el rol de los privados en la economía, se hizo hegemónica.
Los teléfonos eran un desquicio. Había esperas de hasta quince años para tener uno, trámites kafkianos, burocracia enfermiza. Tener una línea era una cuestión remarcable.
No se vinculaba a todo esto la lucha del gremio telefónico y la histórica Lista Marrón que planteaba la cuestión estratégica de las comunicaciones para un proyecto de liberación nacional. Sólo que los teléfonos eran difíciles de conseguir.
Nadie sabia (no se acordaban, nadie se los contó) que el Sindicato de Luz y Fuerza se cogerenciaba SEGBA (Servicios eléctricos del gran Buenos Aires) en los setentas y no le estaba yendo mal (mucho menos que su Secretario General, Oscar Smith, todavía está desaparecido por encabezar la defensa de la empresa y los trabajadores).
Que la Caja de Ahorro (junto con el INDER, Instituto Nacional de Reaseguros) establecía el precio testigo de las pólizas en el ámbito nacional y era una barrera para la voracidad de las Aseguradoras internacionales sobre un mercado de enorme importancia. La hicieron mierda desde adentro, asegurando imposibles y sacando dinero como si se tratara de una cantera para cubrir otras áreas del Estado deficitario.
Todas las semanas aparecían Neustadt (Dios no lo libere del pozo en que lo debe tener metido) y Grondona (aún no fumaba habanos en cámara) limando la cabeza de una audiencia que reproducía slogans, ideas sin mucho fundamento y un incuestionable ideario reaccionario con pretensiones de “sentido común”. El Estado es un mal administrador. Se gasta el esfuerzo de todos los argentinos en corrupción de funcionarios y políticos. Los servicios son malos. Lo privado es mejor. Los privados son dinámicos, eficientes y modernos. La competencia (entre privados) es saludable y mucho mejor que los monopolios estatales. Basura que se demostró una y mil veces como falsa, pero que aún integra el “ideario” de muchos argentinos.
Y así se entregó todo. Con la imprescindible complicidad de funcionarios (estatales), políticos, congresos y sindicalistas que venían curtiendo la onda cipaya desvergonzadamente. Muchos están todavía, …esas cosas.
Todo esto viene a cuento por estos días de tragedia y acusaciones cruzadas. Cuando se queden solos los deudos y los heridos, cuando los medios cambien la pantalla, será momento de ir viendo abajo del agua (esas que bajaban turbias).
Desde acá (este blog), claramente uno es “estatista”: todas las empresas privatizadas deben volver a la gestión estatal. Para empezar. Y ver… cómo construir un Estado serio que ponga a raya a empresarios (porque la economía está mixta y globalizada), también a sindicatos (porque a veces se nos salta la cadena) y a los políticos que traen inflación de contratos y burocracia (esos, no todos).
Uno sabe que este (estos) gobierno K agarra los problemas de a uno o de a dos, pero tiene clara la lista. No se si Cristina opina que el Estado debe tener empresas (como las tenía el Estado Peronista original), si se que fue capaz de imponer y cumplir una agenda que jamás hubiéramos soñado. No es poco.
El último elemento que me falta en esta reflexión son esas “cabezas moldeadas”. Algo así como que hay que reeducar al Soberano. Que son esos tipos y minas apiñados entre los hierros, los que vagan por la estación, esos boludos y boludas (como uno) que shoqueados frente a la cámara se indignan, lloran, se desarman y te hielan los huesos.
Saqué datos e ideas de:
"Continuidades y estrategias del neoliberalismo a 35 años del Golpe y 20 del Plan de Convertibilidad" por Arturo H. Trinelli en www.elortiba.org
www.portalplanetasedna.com.ar
sábado, 11 de febrero de 2012
SAYHUEQUE

Indio malo por mis ojos blancos
señor gaucho, compadre de mis hermanos
soy el señor de las Manzanas que vuelve.
Y la tierra era algo más que tu desierto.
No somos lo que debes perseguir
-para esclavo de tus clavos ya tienen a Jesucristo-
de nuestra sangre solo sale sangre.
Señor:
el ganado tuyo es el nuestro
nuestras las plumas y las mantas.
Viajaré hasta Buenos Ayres en el ferrocarril
O por el mar que es otro país
Y no vas a recibirme.
Yo voy a perderme entre tu gente...
Indio malo por los únicos ojos que van a verlos
la pampa es el mar en el que navegan tus huesos,
perdido e invisible.
Tus chinas
mis sirvientas
Tus mozos
mis peones.
Tu galope de malón en mis museos
ya verás, varón.
Señor gaucho:
Manzaneros somos y venimos aquí
a jurar por la República Argentina
como ciudadanos de antes,
tengo una mesa para tus oficiales,
para los colonos y los de la ciudad.
Tengo una mesa sin servir porque no tengo
qué ponerle arriba.
Setecientas lanzas traigo
y me siguen dos mil quinientos más.
Respeto traigo
derrota callo;
mi mano está tendida
¿dónde está la tuya?
Me das una tierra,
tengo aún la mía en algún lugar
¿qué vamos a hacer bajo el cielo
aún con la ley
cuando dejes de buscarme?
Ya he venido.
Se acabó la guerra
temo que no sobreviviremos a la paz.
Tengo el honor de noticiarle a ud que esta tierra
ha sido redimida
y que los parciales que aún rondan
vagan sin sus caciques y capitanejos
bandidaje pronto a ser capturado
por el bien de la República.
Señor gaucho
Jefe del país de las Manzanas
yo me he entregado.
¿Porque nunca vas a entregarte?
Volarás y no llegarán a esa Europa
Señores,
aquí están las remington y las lanzas
el alcohol, los uniformes y los documentos de identidad
las planillas con los nombres que nos han puesto.
Mi lanza colgada en una pared
para que la vean todos los turistas
y las artesanías
para que las compren todos los turistas argentinos que vendrán.
Estoy perdido entre tu gente…
Son ellos los que malonean ahora
¿no vas a hacer nada?
No voy a bajar del bronce
que los hermanos me han hecho en su corazón,
No voy a ayudarte.
Miro la pampa y el mar
miro adentro mio
y te veo.
Dios volverá huinca,
Dios que es blanco te mirará mal.
Habrá un lugar en mi toldería
para llorar
y redimir juntos esta tierra.
De otra manera.
Sayhueque se presentó en el fuerte Junín de los Andes junto a 700 indios de lanza y 2500 de chusma el 1ª de enero de 1885. Fue el último cacique pampa en rendirse en ese episodio de la barbarie argentina conocido como la “Conquista del Desierto”.
miércoles, 8 de febrero de 2012
martes, 7 de febrero de 2012
ORA PRO NOBIS (que yo ya no quiero)
La voz del capellán en susurro atravesaba la rejilla del confesionario, y hasta podía ver brillar su diente de oro como cuando levantaba la hostia grande en la consagración. Ojos pequeños, acuosos y sin vida. Lejanos. Una pelada absoluta y el tono extranjero.
Claro que no había matado a un hombre. Quería conocer un poco acerca de la relación entre la naturaleza humana, el alcance y dimensión del perdón de Dios y el concepto trascendente de la justicia. A los ocho años. Y no. Si un hombre mata y luego se arrepiente, ¿Dios es capaz (y quiere) del perdón? La respuesta me desilusionó y fue la primera incomunicación con la Iglesia.
Era un colegio lasallano, privado con aporte del estado (esa cosa que dura y dura) pero no acomodado. Se trataba de que se mezclaran las clases y las situaciones. Así tenía compañeritos de familias bien (comerciantes bien) y algún otro que venía de la villa, o de familias “disfuncionales” (es decir, aparecía la madre nada más).
El que haya organizado los viernes de la confesión, debe haber sido un estratega o un ingeniero oculto bajo los hábitos. Eramos un grupo numeroso y pasábamos por interminables filas de bancos largos, de esos que tienen el apoya rodillas para rezar (y que no se debe pisar) haciendo filas, hileras, pero varias porque abastecían a cuatro o cinco confesionarios. Y así nos ibamos entrecruzando, siguiendo el turno y la dirección correspondiente al confesionario asignado. Todos sabíamos y a nadie se le ocurría preguntar nada. En la Iglesia (el edificio) no se habla en voz alta. No se habla, es lo mejor. Dios está presente en todos lados, pero en su casa mucho más. La altura, las imágenes, el aire medieval y simil piedra, los bancos, la nave central y las dos laterales más chicas, el altar mayor y los secundarios, todo eso aplasta la individualidad y la hace diminuta. El poder de Dios, sólo eso. La luz entra apenas por los vitrales desde lo alto.
Uno de los mayores problemas que recuerdo de esa primaria fue un viernes que nos comimos algunos caramelos antes de la misa y no pudimos comulgar. La culpa hizo uno de sus primeros ensayos, buscando en el tiempo mayores motivaciones para hacer nido en el alma y alimentarse de mi para siempre.
Sin embargo, no tengo recuerdos espantosos ni pesadillas con la educación religiosa, y me costó mucho entender las críticas que compartí mucho después y las marcas tortuosas que dejo todo eso en muchos niños y niñas que crecieron con la Iglesia detrás.