En medio de los restos del avión, ya hay grupos que piensan en abandonarlos, tomar sus propios caminos o simplemente, abandonar una playa tan expuesta. Al igual que en la serie, uno como seguidor empedernido traza hipótesis: son parte de un experimente, restos de la guerra fría, están atrapados en una paradoja del tiempo… Quién sabe.
Creo –y arriesgo otra corazonada- que no existió un plan previo, o mejor dicho, un plan coordinado. Se trata más bien de micro emprendimientos de gente que no comprendió aún muy bien qué fenómeno se hizo visible catastróficamente en el 2001.
Ricardo A, por tomar un caso destacado, ve su “tiempo” tras la muerte del Padre. Mide, redescubre un partido político con trayectoria (centenaria, les gusta decir pavoneándose) en un estado de debilidad y falta de liderazgo. Aparte de ser su padre, Alfonsín fue el último gran líder que aunaba la pose de Alem, el aguante del Peludo, la verborragia de Lebenson, el cálculo de Balbín, la parsimonia y la imagen de Illia. Un último grande respetado, finalmente, por propios y extraños, dueño de alguna manera de los oropeles de la recuperación democrática. Ese que entusiasmó por segunda vez a una juventud entusiasta (la primera fue la de la JP, la última la de Néstor) y planteó, así de corrido, el Tercer Movimiento Histórico. Una mochila muy pesada de llevar, sobre todo si los trajes te quedan grandes.
Encima, el pobre malcriado oteó el horizonte y lo hizo mal. Usó la tan cacareada pertenencia a la socialdemocracia como papel de diario en baño de estación, y en lugar de spotearse con Binner se tomó una sangría con el colombiano naturalizado que camina el conurbano bonaerense. Y le cayó mal. Porque resulta que el colorado De Narvaez es un representante de la derecha (él dice que “peronista”, aunque lo seguro es lo primero). Los radicales, que todavía creen serlo, enloquecieron y mucho más después de que todo resultó mucho peor que lo esperado.
El problema –no el único- es que “lo esperado” era posicionarse en las primarias del 14 de agosto como la segunda fuerza, cerca del primero, y pensar en un escenario de segunda vuelta para octubre. Y de paso, hacer un estrago en la provincia de Buenos (Daniel) Aires. Todos sabemos lo que ocurrió.
Voy al otro ejemplo… Eduardo D (el malo, obvio) se convenció que tenía que volver de su retiro político, no le quedaba alternativa. El bañero-estratega revolvió el altillo de su bagaje cultural y encontró: la industria del país pastoril, el orden, el olvido, las buenas costumbres y la siesta colonial. Todo un combo conserva que tiene un hálito de antigua vigencia en el imaginario peronista de los cuarentas. Humanista al fin (concejal de la Democracia Cristiana en los setentas), piloto de tormentas probado, era el indicado para llevar el timón hacia el siglo XXI (evento que tuvo lugar hace once años).
Sólo tenía que juntar todo aquello que fuera herido –por acción y/u omisión- por la aplanadora K. Lo llamaron “peronismo federal”, pero duró muchísimo menos que el federalismo criollo. Lo bueno es que a los Rodríguez Saa, la Camaño, el don Luis, Puerta, Das Neves y demás, los unía y los separaba el mismo sentimiento: el espanto. Así salió.
Se tomaron tierras en el Indoamericano, se prolongaron hasta el imposible los idus del “campo”, se atormentó con todas las posibilidades y las imposibilidades del choreo al ciudadano, se jugó al temor, al terror, se fomentaron las virtudes de la amnesia. Se pronosticó el diluvio universal (sin tomar en cuenta de que el primer mundo es el que lo está viviendo) y, sólo quedó el recurso de denunciar un fraude, un falseamiento de telegramas, un algo informático. El recuento oficial de las PASO (hecho por la Justicia) le dio el incómodo tercer puesto, cerca del segundo, a años luz de la primera.
¿Cómo fue que llegaron a esa playa? Misterio del que no pueden salir. Y además hay personas perdidas como en toda catástrofe (personas “desaparecidas” tiene otra connotación que merece respeto y justicia). Lilita se perdió en las aguas profundas, uno teme por los tiburones.
Perdidos, pero no víctimas. Parecen más “La isla de Guilligan” que “Lost”, pero a no engañarse. Son gente peligrosa.
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