Cardenal Jorge Bergoglio, titular de
Estas declaraciones –que no fueron las únicas- publicadas en Tiempo Argentino del jueves 8 de julio pasado (un diario K, obvio) sacadas ahora de contexto por mi y fuera de la discusión del proyecto de ley que esta Iglesia perdió (y otras como las Evangélicas que se manifestaron democráticamente y con igual nivel de brutalidad) para bien de la sociedad argentina, son contundentes. No tengo la pretensión de desacreditar a la cúpula eclesiástica y me molesta leer humoradas o sesudos análisis hechos por agnósticos, ateos o fulanos que profesan otras religiones supuestamente más progresistas. Medievales, discriminadores, hipócritas, qué más se puede decir. Me centro en esta Iglesia Católica que, hace muchos años, era mi iglesia. Alguna vez un cura querido me dijo que mi problema era que no soportaba la decisión de Dios de poner hombres en lugar de ángeles al frente de su Iglesia. Es cierto. Lo que no soporto, además, es que una oscura y maravillosa secta judaica lanzada al mundo pagano haya devenido en esta basura.
Sería justo decir que cuiden la banda de pedófilos que les hace gastar tanto dinero (el Vaticano sigue pagando indemnizaciones y silencio y no puede menos que aceptar el desastre moral inocultable). Sería más justo recordarles las complicidades nunca desmentidas y cínicamente “autodisculpadas” con la dictadura militar de 1976. Dieron vuelta la cara, pero no para ofrecer la otra mejilla, sino para no ver a las Madres y para no inquirir a los asesinos. Aramburu, Tortolo, Bonamín no eran una excepción, eran una política. Porque
Así como no me gusta que me muestren el peronómetro, no voy a sacar el teonómetro para ver quiénes son o no los verdaderos cristianos. Ensuciaron todo, no hay remedio. Son la pasta base de los pueblos.
Me duele la puteada y me reconforta a la vez. No somos todos iguales, hay una subhumanidad que quiere impedirle a las mayorías reconocerse en los cambios, en la naturaleza y en el propio devenir de la sociedad. Haber suplantado al Imperio Romano no les da derecho de regir las vidas de cada uno. La vida sigue y seguirá sin “juicio divino”, sin “guerra de Dios”.
Hace muchos años que no espero ver a Jesús blandir el látigo para echar a los mercaderes del Templo. Hace tiempo que se que los mercaderes dirigen el Templo y blanden el látigo sobre cristos sin voz. Hay muchos católicos que dan testimonio de vida, de “opción preferencial por los pobres”; existe aún por suerte la “teología de
Si hay algo que me gusta, es la contundencia.
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