martes, 20 de julio de 2010

FARISEOS

Obispo auxiliar de La Plata, Monseñor Antonio Marino: “las parejas homosexuales son 30 veces más violentas que las parejas heterosexuales porque consumen con más frecuencia estupefacientes” (…) “las personas que practican la homosexualidad padecen de más ansiedad y tienen más tendencia al suicidio” (…) “(estudios serios demuestran que) la fidelidad en las uniones homosexuales es muy difícil, porque tienen ocho parejas por año y hasta 500 en toda la vida”.

Cardenal Jorge Bergoglio, titular de la Conferencia Episcopal Argentina: “(el proyecto de casamiento de parejas del mismo sexo) es una pretensión destructiva al plan de Dios” (…) “No se trata de un mero proyecto legislativo, sino de una movida del padre de la mentira, que pretende confundir a los hijos de Dios”. Y en otra declaración anterior dirigida a las monjas carmelitas de la Ciudad de Buenos Aires: “Miremos a San José, a María, al Niño y pidamos con fervor que ellos defiendan a la familia argentina en este momento. Recordémosle lo que Dios mismo dijo a su pueblo en un momento de mucha angustia: ‘Que ellos nos socorran, defiendan y acompañen en esta guerra de Dios”.


Estas declaraciones –que no fueron las únicas- publicadas en Tiempo Argentino del jueves 8 de julio pasado (un diario K, obvio) sacadas ahora de contexto por mi y fuera de la discusión del proyecto de ley que esta Iglesia perdió (y otras como las Evangélicas que se manifestaron democráticamente y con igual nivel de brutalidad) para bien de la sociedad argentina, son contundentes. No tengo la pretensión de desacreditar a la cúpula eclesiástica y me molesta leer humoradas o sesudos análisis hechos por agnósticos, ateos o fulanos que profesan otras religiones supuestamente más progresistas. Medievales, discriminadores, hipócritas, qué más se puede decir. Me centro en esta Iglesia Católica que, hace muchos años, era mi iglesia. Alguna vez un cura querido me dijo que mi problema era que no soportaba la decisión de Dios de poner hombres en lugar de ángeles al frente de su Iglesia. Es cierto. Lo que no soporto, además, es que una oscura y maravillosa secta judaica lanzada al mundo pagano haya devenido en esta basura.


Sería justo decir que cuiden la banda de pedófilos que les hace gastar tanto dinero (el Vaticano sigue pagando indemnizaciones y silencio y no puede menos que aceptar el desastre moral inocultable). Sería más justo recordarles las complicidades nunca desmentidas y cínicamente “autodisculpadas” con la dictadura militar de 1976. Dieron vuelta la cara, pero no para ofrecer la otra mejilla, sino para no ver a las Madres y para no inquirir a los asesinos. Aramburu, Tortolo, Bonamín no eran una excepción, eran una política. Porque la Iglesia Católica hace política y la peor de las políticas.


Así como no me gusta que me muestren el peronómetro, no voy a sacar el teonómetro para ver quiénes son o no los verdaderos cristianos. Ensuciaron todo, no hay remedio. Son la pasta base de los pueblos.

Me duele la puteada y me reconforta a la vez. No somos todos iguales, hay una subhumanidad que quiere impedirle a las mayorías reconocerse en los cambios, en la naturaleza y en el propio devenir de la sociedad. Haber suplantado al Imperio Romano no les da derecho de regir las vidas de cada uno. La vida sigue y seguirá sin “juicio divino”, sin “guerra de Dios”.


Hace muchos años que no espero ver a Jesús blandir el látigo para echar a los mercaderes del Templo. Hace tiempo que se que los mercaderes dirigen el Templo y blanden el látigo sobre cristos sin voz. Hay muchos católicos que dan testimonio de vida, de “opción preferencial por los pobres”; existe aún por suerte la “teología de la Liberación”, no es cuestión de meter a todos en la misma bolsa. Pero hoy lo que quería decir es que como institución, son una mierda.

1 comentario: