martes, 3 de abril de 2018

LA GRIETA (SOCIAL)



¿A usté no le parece que cuando se habla tanto de la unidad (por caso, del peronismo) es que estamos lejos aún de lograrla? Enseguida se pasa revista a los sectores contrapuestos, a los dirigentes de uno y otro lado... Y nos quedamos con los dirigentes, si éste estuvo acá o allá, de las agachadas y múltiples cambios de vereda. Lo dijimos muchas veces matizando hasta lo imposible las palabras, sobre todo la palabra "traición", porque sabemos -y cada vez somos  más los que caemos en la cuenta- que sin unidad del peronismo en primer lugar y del campo popular en general (¿no mi General?) vamos a tener un tiempo más de este neoliberalismo de salteadores de caminos. ¿Llegaremos a eso de que "Hay 2019”?...

Sin embargo hay otros aspectos -más  importantes- desde donde ver el tema de la unidad y tiene que ver con cuestiones estructurales. Mire esto y seguimos charlando...

“(…) la destrucción del tejido industrial y la mutación del mundo del trabajo vienen produciendo desde hace ya un par de décadas una fragmentación del universo popular que, a grandes rasgos, hoy se divide entre los desocupados, los trabajadores informales y los trabajadores formales (el “moyanismo social”, cuya emigración primero al massismo y luego al PRO produjo el quiebre de la coalición kirchnerista –y su derrota-)…” (…) “estos modos diferentes de inserción laboral generan posiciones, visiones del mundo y hasta ideologías distintas, que profundizan la distancia incluso entre quienes viven medianera de por medio: la distancia entre el trabajador cuya vida, aún con un salario bajo, sigue organizada por el trabajo, pautada por la semana laboral y protegida por un sindicato, y el que se ve obligado a rebuscárselas con las changas y los planes. Esto genera a su vez demandas distintas entre los sobrevivientes de la Argentina salarial que reclaman por el impuesto a las ganancias y la obra social y los hundidos del siglo XXI, que piden el socorro del Estado.”

Se dijo en otro posteo hace un tiempo, pero lo repito: en los 2000 uno veía desfilar por Av de Mayo hacia la Plaza contingentes  de lo que histórica y estructuralmente era la base social del peronismo. Trabajadores convertidos por la magia (mafia) del mercado en ex trabajadores. Marchaban con banderas propias, trapos desteñidos con barrios atrás, pibes, pibas que no  salían del anonimato. Y que no debían salir porque en la Argentina decadente de los liberales, hay sobrantes sociales y no "ejército de reserva" para regular el salario y aumentar la tasa de ganancia empresarial. A la fragmentación del mundo del trabajo se le adosaron dosis insoportables de marginalidad y pobreza (que no son sinónimos). La brecha se agrandó como para no cerrarse nunca más. Y entonces si hablamos de fractura social, ahora entre trabajadores formales y trabajadores informales, más los ex trabajadores. Nos quieren vender una “grieta” con sectores de la mal llamada clase media, cuando lo que subyace es un quiebre mucho mayor. 

El peronismo original (ese que comandó Perón en persona) organizó la vida social en base al trabajo y los sindicatos. Ya estaban allí las patronales, y sin embargo, se erigieron nuevas que provenían de antiguos talleres y fabriquitas más de barrio. La famosa “burguesía nacional” que el peronismo creyó encontrar finalmente (encontrar, crear, serían solo matices semiológicos). El mundo del trabajo se completaba con sindicatos fuertes en organización, afiliados y también recursos para brindar estabilidad laboral, garantizar el incremento del poder adquisitivo de los salarios (que funcionaba como engranaje necesario de la ampliación del mercado interno), y también salud en clínicas propias, vacaciones en complejos turísticos manejados por los gremios, obras sociales. Sindicatos de organización compleja, verticales en la cúpula y horizontales en las organizaciones de base, así se planteó el modelo sindical del peronismo. Lo que quedaba afuera, la sociedad descarnada de los sin oportunidades, los humildes al decir de la presidenta de la Fundación de Ayuda Social (Eva Perón), se atendía por esa vía. Terminado el período de gloria, los sucesivos golpes de Estado y pasajeras democracias tuteladas, el esquema sindical siguió intacto y el Estado asumió parte del trabajo que llevara la Fundación Eva Perón, pero mal y sin querer.

Lo que explotó luego de la Dictadura Cívico-Militar (1976-1983) fue el esquema general, la Comunidad se desorganizó finalmente y emergieron las islas del neoliberalismo. Flexibilización laboral, las poli funciones y posiciones en la organización productiva, las empresas que a la especulación financiera le agregaron valor, y también mano de obra sobrante. Pero sobrante para siempre. No se ha podido recomponer el esquema original, como tampoco ensayar la superación del tema una vez aceptado que la super informalidad laboral venía para quedarse. 

No obstante: “(…) Durante su larga década en el poder, el kirchnerismo logró suturar esta herida abierta en el campo popular mediante la acción enérgica del Estado y el talento de su liderazgo. Sucedida la derrota, la fractura reemerge, más ardiente que nunca. Por eso el proceso de recuperación del peronismo, si finalmente se produce, debe contemplar la realidad de este universo social astillado…”

Así es el costado social de la unidad. Somos una sociedad partida, vulnerada, maltratada a control remoto y a la vez por sus  propios dueños (ahora elevados a la categoría de gobierno constitucional, de acuerdo a las normas de un Estado de derecho). Hay que atender a estas cosas primero en lugar de discutir alegremente sobre dirigentes. Porque ¿qué pasa con los no dirigidos?, los afueradetodo. Las diferencias con los incluídos no pueden ser más elocuentes. Mire, en la marcha famosa ya de febrero (la de Camioneros y otros gremios y organizaciones sociales, la que tuvo a Moyano como  orador principal) esto se hizo visual. Los sindicalizados estaban bien vestidos en su estilo, alimentados, organizados institucionalmente, y los otros no. Con la caída en picada de los estándares de vida ocasionado por el saqueo del “cambio”, se nota más que nunca.

Los que discuten paritarias (a través de sus organizaciones y con sus dirigentes, buenos o malos) son todavía mayoría en la Población Económicamente Activa, cosas de la Argentina peronista. Un casi 40% -que es muchísimo- queda a la intemperie. Si usté junta a los que laburan en blanco pero no están bajo Convenio, o no pueden (quieran o no) sindicalizarse, con los que no tienen trabajo formal,  y los que viven de changas y/o completan con algún plan  estatal, bueno, allí  tiene la fractura social verdadera.

Todo esto actúa sobre  la política y también la parte. Solamente  con una conciencia real del desastre, se puede comenzar a entender lo imprescindible de la unidad y dejar esos maravillosos escrúpulos (y tantos principios) para el ágora ateniense que, entre nosotros, era esclavista. Parecido a lo que hablábamos, al menos en la metáfora. 

La "grieta" que nos venden no dejan de ser deshilachadas discusiones de panzasllenas (entre los que me incluyo). Sin propósito de banalizar el debate político (o lo que sea eso) es necesario mirar más allá si se quiere hacer un análisis que no solo intente interpretar la realidad, sino que pueda proyectarse al futuro.

Algo así, ¿no?...


Las citas son de “Todos unidos volveremos” por José Natanson; Le Monde Diplomatique; edición 225; marzo 2018; págs.. 2 y 3.

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