martes, 17 de octubre de 2017

17

17 de octubre hubo uno solo y no se repite. A veces uno piensa que cuando se declama tanto eso de la lealtad, es porque es un bien escaso. Esa Lealtad con mayúscula del '45 tenía un destinatario concreto y una intención también muy concreta.

El coronel Perón se había convertido en la única garantía de una cantidad de viejas reivindicaciones del movimiento obrero muy conocidas como para andar repitiendo, pero, como que nunca viene mal... Aumento de salarios como nunca se había visto, lo que era incrementar y mucho la capacidad adquisitiva de los trabajadores, posibilitando el ascenso social que se iba a dar en el gobierno que vendría tras el triunfo electoral de febrero de 1946. Vacaciones pagas; la extensión a muchos gremios de la jubilación de la que ya gozaban algunos más fuertes, como la Fraternidad. El famoso Estatuto de los peones del campo, que regulaba la relación brutalmente desigual de la engañosa patria rural, paternalista y cruel. El aguinaldo, para recuerdo de que se debía repartir lo generado por todos, al menos en una cuota parte viabilizada en un decimo tercer sueldo por año. Convenios colectivos de trabajo que eran para respetar por el rol que asumía finalmente el Estado para controlar su cumplimiento. Respeto también para las organizaciones obreras, tras décadas de represión, ninguneo y clasismo de las patronales.

Cosas como esas eran por las que el movimiento obrero luchaba desde su fundación, en la última parte del siglo XIX. Muchos pliegos de reclamos, paros, boicots, tomas de establecimientos, huelgas de solidaridad, muchos muertos acumulados en la memoria de los humildes, mucha sangre como para que las banderas fueran rojas, bien rojas. Nada fue gratis, todo fue a punta de pelea y derroche de coraje de gente buena, laburante, de todos los días, de abajo.

Y cómo serían las cosas que ese Coronel se convirtió en un par de años en la única garantía, la única posibilidad de que esos trabajadores pudieran escribir su historia, finalmente. No se hicieron peronistas, mejor dicho, no inventaron el peronismo por un soborno, un choriplan, ni ninguna de las turradas que imaginan los que viven cómodos, los que nunca pensaron en el otro, ni los que nacieron sencillamente hijos de puta. Sacaron a Perón del mapa, le dieron un golpe dentro del golpe, avanzaron sobre las conquistas obreras, se rieron en la cara de los delegados, se pusieron la servilleta para devorarse nuevamente al país y...

Salieron.  En grupos, en camiones, de noche, en un tumulto de silencio y coronando de ingenuidad las consignas. Se embanderaron y cruzaron los puentes. LLegaron, tomaron la capital sagrada de los puros, de la gente bien y sus mandaderos. Tenían que hacer algo, porque se perdía todo y para siempre o por mucho tiempo, por un tiempo que ya no tenían ni querían aguantar.
Todo eso era Perón. Y uno está tentado a pensar que Perón no existía y se fue inventando en esos días. Perón era un milico a punto de retiro al que le quedaba la cárcel de la oligarquía, tal vez un balazo en la cabeza de algún camarada de armas. El pueblo tuvo que inventarlo y rescatarlo. Porque nada podían esperar de los que sabían.

Los que sabían les decían que esperen. Los radicales, repodridos en el  famoso "contubernio" que apoyó desde Roca para adelante a gobiernos de mierda, antirrepublicanos, presumidamente "aristocráticos", bancaron a Justo, a la década infame y al "fraude patriótico" poniendo cara de asombrados. No todos, cierto, había  unos jóvenes y unos pocos comités populares herederos de un maltrecho yrigoyenismo que también salieron el 17. Los socialistas le decían al pueblo que espere, preocupadísimos más por la demagogia que por el sufrimiento, solamente había que votarlos para que hicieran la revolución en el Parlamento, y callarse la boca. Los comunistas veían obreros dignos solamente en la Unión Soviética, los de acá les parecían chusma, cabezas, brutos. Lindos socios se había echado la derecha, los conservadores de todo pelaje. Cómo para confiar en esa gente...

Tenían solamente a Perón, y no tenían más nada. Y entonces,  fueron por Perón.

De eso se trata la famosa lealtad. Era lealtad a uno mismo, a los compañeros. Y por eso, a Perón.

Después pasó de todo. Los días más felices y los más tristes. Más dictaduras, una derecha que fue mutando, como lo hacen las enfermedades, creció el odio porque la igualdad que lleva a la verdadera libertad da mucha bronca a la mala gente. También vino la traición, esa compañera maldita de la lealtad. Muchos no estuvieron a la altura en ese tiempo y en estos tiempos. Muchos fueron peronistas de Braden más que de Perón. Cuando se convocan aluviones, esas cosas pasan. Los piolas, los que se las saben todas, los que se quieren salvar pisando a los compañeros, todo cabe. Pero nunca dio lo mismo hacer cualquier cosa. Hay una sola forma de ser peronista y de ser compañero, siempre la hubo.

Nunca nos conformamos con que el pueblo estuviera bien, ni aún mejor, queremos que el pueblo sea felíz. De eso se trata el peronismo, el hecho maldito de un viejo país burgués que nunca se fue de la Plaza.

Felicidades compañeros, siempre tuvimos cosas importantes para festejar. Pese a todo. Como dijo Perón que sería en un año o en diez, pero venceremos. Que es como decir, vamos a volver.


Felíz 17 de octubre, compañeros.

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