martes, 2 de mayo de 2017

DEL TRABAJO

Un bancario que conocía la city como a su barrio de chico y que alguna vez que otra vendía en el mostrador cemento, cal y arena. Delirios de ser su patrón y tener un negocio, veleidades que viejos inmigrantes le habían susurrado en la patria adoptada y pródiga...

Un hombre flaco y largo que ponía para atrás las palancas enormes o para adelante. Mil palancas que hacían ruido cuando caían los cambios en las vías. Y me sonreía.

Mujeres que volvían de la fábrica de enfrente, obreras del vidrio y la casa adornada con  bochas verdebotella y enanitos. Mujeres sencillas que luego de la jornada larga se calzaban un delantal.

Una señora que conocí con canas, de lentes redondos y lustros planchando para afuera, el hierro caliente y el carbón. Un brasero que quedará afuera en la noche del invierno. Otra más, con  anteojos más bravos y ojos acostumbrados  a la máquina de coser y dele quetedele en el pedal. Y esa lámpara de cuello flexible que nunca se apaga.

Un jóven alto y rubión que va y vuelve del puerto mirando y anotando en la planilla la descarga de la yerba mate; sube al jeep de doble cabina y sale para la oficina.

El Chinito con el gorro blanco y el delantal en la carnicería de la feria y el paquete bajo el brazo con un buen corte para la casa, caminando siempre por la vereda de la sombra.

El albañil que construye chalecitos y su casa cuadrada a la italiana, que habla enrevesado y suspira en el azul profundo de los ojos gringos.

Un ama de casa diplomada, educada por las monjas para ser la mejor y es la mejor. Crea en las ollas, recrea milagros para que cada día salgan de la casa al trabajo y vuelvan del trabajo a la casa.

La maestra que se las tiene que ver con los chicos croatas de la guerra balbuceando mal el español. Y un día se casa y atiende su casa, e irá diseñando en los años un jardín fabuloso que no tiene fin.

Un chico en bicicleta que entrega la ropa planchada en las casas bien, y que algún día será el bancario.

Champurreo de domingo en el que se mezclan palabras en italiano y el hablar de todos los días. Conventillos de origen, casa alquiladas, casas propias. Historias mansas de laburo y ascenso social... quién diría.

Así fue. Parientes. Los cercanos que nos fueron enseñando sin mucha palabra de dónde venimos y lo que hacemos. Trabajadores. Nada más.

No me dijeron si faltaba la plata ni cuánto les costaba cada cosa que nunca faltó. Imagino  algunas noches malas, imagino desazón que no declamaron. Imagino un mundo con el diario de la tarde y la radio a lo lejos. La ropa cuidada y la manía con la higiene, los remiendos, los batones, los tejidos y tantos mates con bizcochitos de grasa
en una tarde eterna de domingo.


Y todo eso... quería hablar del trabajo y me salió la familia.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario