viernes, 18 de marzo de 2016

EL QUE NO AVISA...

Muchos tienen la palabra “traidor” muy en el pico; todo lo que se mueve un cachito más allá o más acá de la ortodoxia (que es de derecha y también de izquierda) huele sospechoso y puede ser pasible de configurar el delito moral de la traición. No me estoy burlando de nadie, ni pretendo banalizar cosas que son importantes. Valga la aclaración y dicha ésta, sigue la parrafada…

Es tan difícil la traición como la lealtad. Más aún, estos suelen ser conceptos biconvexos, bivalvos, emparejados, algo así. Se complica hablar sobre uno sin hacer referencia al otro. Y mucho se dijo sobre que la proclamación profusa de la lealtad puede encubrir una conducta traidora. Bien.

El general Cangallo (hoy Perón) decía que los había traidores y también leales porque no les convenía traicionar. Durísimo, brutal casi, así se vuelve uno quizás cuando conoce de memoria a la gente…

¿A quiénes no les convenía traicionar en estos doce años?, o bien ¿los que ahora tienen conductas desleales (vamos a ser finos), esperaban la oportunidad para abandonar el barco?

Los traidores no nacen traidores, habrá casos –no lo discuto- pero por lo general no hay bebés traidores. El traidor se hace. La oportunidad suele ser el marco, aunque no el vehículo. Alguno dice “la necesidad tiene cara de hereje” para justificar, por ejemplo, que un fulano que gestiona tiene responsabilidades y debe/estaría obligado a/transa con cosas que no le gustan o con las que no está de acuerdo para acceder a los recursos que le permitan hacer frente a esas necesidades. Pasando en limpio: que gobernadores e intendentes apoyen el acuerdo con los buitres porque necesitan que entre plata fresca (prestada de afuera o como sea) para pagar sueldos y seguir con la obra pública, o para que no se le incendie el distrito. Algo así de sencillo. Cosas de sentido común. Dicho así, la verdad es que es una porquería, aunque algo de verdades hay ya lo creo. No como justificación, porque esa vendría con cualquier argumento (aventuro).

Siempre se dijo que hay que ser pragmático, que un gobernante debe serlo, que el peronismo lo es por esencia. No me gusta el término “pragmático” porque conlleva la peligrosa compañía de una costumbre, tendencia, cuasi cultura, filosofía. Yo creo que el peronismo es fundamentalmente práctico, y por lo tanto se abstiene de plantear utopías irrealizables (lo cual sería una paradoja porque las utopías no tiene que ver con la realización, sino con los valores y la voluntad supongo). El peronismo opera en la realidad (su única verdad). Lo hace en base a una doctrina que se sustenta en valores, principios y supuestos ideológicos claros. Entonces no es “pragmático”. Los pragmáticos usan al peronismo como travestismo político.

De todas maneras, uno dice que algo de verdad hay en la argumentación y es que este no es un sistema federal de verdad, y los gobiernos provinciales y locales dependen exclusivamente del gobierno central, de su bonhomía y/o su chantaje, sean compañeros o no. En ese marco necesidad y herejía son primas hermanas, muy distinto de cuando empardaban necesidad y derecho con Evita. En fin. El federalismo es un tema que alguna vez habrá que resolver y terminar con la “solución liberal” que parío a la constitución de 1853 y que aún no fue saldada por las reformas que le siguieron (ahí espera en la sombra la del ’49, que algún peronista en el poder se acuerde de ella). Pensemos el federalismo como problema y no como definición del sistema republicano de la Argentina.

Paso y vuelvo. Están lo que revistaron como los cuadros del menemismo y gozaron de su entrada al primer mundo (en el que los demás quedamos en la puerta), pasaron rápidamente al aplauso por el default que propuso el Adolfo, se pusieron serios a ser funcionarios del Cabezón, y finalmente se abrazaron cuando juraba Néstor. Un tobogán de la alegría. Hay que decir que se fueron poniendo molestos con el paso del tiempo hasta enrojecer -como no lo habían hecho nunca por vergüenza- cuando Cristina empezó con lo de la “sintonía fina”. Pero no les convenía traicionar y fueron leales. Otros –justicia es decirlo- cambiaron y fueron leales por convicción.

Ahora es otra cosa. Ahora hay que jugar sabiendo de memoria las reglas del vaivén cíclico. Ahora toca “a derecha” y a derecha se bandean. ¿Les da culpa? No, puede que les de cosa pero no llega a la culpa. Bah qué se yo, la verdad. La cuestión es que no retroceden, no tienen largos párrafos consigo mismos, no se pegan un corchazo pidiendo perdón en una carta final. Garcan y punto. El mundo es de los vivos y de los sobrevivientes. Solidaridad las pelotas.

No todos son traidores. Siempre hay grados y problemas de escala. Hay fulanos que no votan en contra del acuerdo con los buitres, por ejemplo, pero se levantan para no votar a favor (porque no pueden/conviene/se animan a votar en contra). Es un gesto y hay que valorarlo en su justa expresión. Nos sirve. Tal vez a algunos habría que haberlos tenido más cerca, haberles aceptado alguna cosa de la que planteaban como para que no se fueran al carajo, o que lo hicieran con menos daño. Son cosas de la Conducción Política, que comete errores y ese es uno de ellos. La moral queda para cada uno, hablo de la necesidad política nomás.

Cuando consideramos traidores a una cantidad importante de individuos, cuando pensamos que gran parte del pueblo es traidor, tenemos un problema. A veces puede ser que una minoría tenga razón, que sean los puros. Que se señale a una mayoría de miserables. Pero hay un problema, compañero, y es que en la democracia de los números cuenta el número. El compañero Borges decía bárbaramente que la democracia era un absurdo abuso de la estadística… y dígame si uno no sonríe un poco porque cuando toca perder tienta decir o pensar cosas como esa.

En esta democracia los números mandan y los votos son números. Quién no consigue votos termina no teniendo razón. Y no puede hacer, que es lo peor de todo. Valores sin hechos es mierda. Eso me enseñó el peronismo y créame que estoy convencido hasta el alma.

Hay algo romántico y heroico en ser traicionado, un placer oculto de perder por estar en la verdad. Pero hay que bancarse el festín de los traidores y es muy duro algo así. Prefiero matizar. Claro que hay traidores, los movimientos populares los producen en serie. No es ninguna novedad.


El problema siempre fue pensar cómo y a cuántos arrastran los leales. Cómo eso se convierte en mayorías. Conducción Política, qué librazo…

1 comentario:

  1. Compañero. Acá nos diferenciamos. Traidores y punto. Hablo de nuestros dirigentes en Diputados y en Senado. Lo digo después del miércoles negro de esta semana. Ni justicia, no ha lugar compañero. Si fueran otros tiempos usted sabe cuál sería mi recomendación hacia estos reptiles.
    Un abrazo
    E.T.

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