martes, 24 de noviembre de 2015

LA MITAD MENOS UNO

A dos puntos con ochenta. Doce millones cien mil fulanos, cabeza más cabeza menos. Si no fuera que son las cifras de una derrota, es una muy buena elección. Bien Daniel, no nos defraudaste (por lo menos a mi y a unos cuantos que conozco).


Mayoría en el Senado, primera minoría en Diputados, algo así como doce gobernaciones. Organizaciones importantes que antes no existían en un movimiento popular renovado. Y el peronismo en pie. Orgánicamente, tampoco está nada mal.

¿Alcanza? Al perder una elección –sobre todo esta- nada alcanza si no alcanzó. Vale la tristeza, valen los llantos profundos y sinceros de esa noche que no terminaba nunca frente al Cabildo, frente a tantos lugares en los que nos tocó no ser felices. Es humano y sano estar mal. Va a durar un tiempo; puede quedar como cuando se pierde a un querido/a para siempre (cuando se muere para ser más claro), una tristeza crónica detrás de las sonrisas que vendrán. Es cierto, es comprensible.

También es lógico que no hayan explicaciones que expliquen. Ni argumentos, sobre todo cuando uno no quiere que le digan nada. Es hasta que se nos pase. Sirve el abrazo, los mil y un intentos de levantarle el ánimo al otro con la no tan secreta esperanza de que también resucite el propio. Sirve la mirada cómplice, las pertenencias renovadas en la mala.

Los peronistas no puteamos al pueblo y aceptamos sus decisiones, aunque no nos gusten. Como norma está bien sostenerlo. Ahora… puede haber peronistas que de tan amargados arremetan contra todo y se manden una puteada; hay muchos que no son peronistas y si kirchneristas y no les cabe la máxima, aunque sería un buen aprendizaje comenzar a sentirla como propia. Porque es cierto, nunca pueden quedar del lado del enemigo muchos más que de nuestro lado y eso sin entrar a discutir lo de amigo-enemigo o adversarios o lo que sea. Acá y hoy no pienso discutir nada, habrá tiempo cuando la congoja se vaya diluyendo.

El kirchnerismo tal cual lo conocimos, es una coalición heterogénea e inestable si se toma en toda su proyección. Se fue conformando desde el 25,5 de Néstor hasta este 48,6 pasando por el pico largo 54,5 de Cristina. Altibajos electorales, derrotas parciales y victorias impactantes. Mucha agua bajo el puente en doce años. No ocurrió todo el domingo de la segunda vuelta, esa es nuestra circunstancia. Y también pasará, como todo.

Vendrá en estos días el recuento definitivo de los votos y los números se acomodarán, tal vez la diferencia se acorte, quién sabe. Lo más importante ya ocurrió y cada uno deberá hacerse cargo de su voto. Nosotros estamos acostumbrados, nunca nos tapamos detrás de nadie ni esquivamos el bulto, por más que las cosas sean como ahora. Los demás, no se, no tienen buenos antecedentes en ese sentido.

Cosas interesantes han ocurrido en estos últimos tiempos. La militancia de siempre y la avalancha de gente no organizada (en orgas) soportó todo el peso de la campaña junto a su candidato. Se pudo suplir la vacilación de sectores que votaban desgarrados y los que se creyeron mucho más de lo que son, el autismo de algunos y también, por qué no decirlo, algo de soberbia. Doce años de buena vida pierden a cualquiera...

Doce años. Paremos un poco en esto. Existieron, existen y existirán por mucho tiempo porque dejan una huella importante. Un sentido de país y la vuelta de la Patria. Néstor y Cristina volvieron a la vida al peronismo, después de la jarana neoliberal del menemismo y la apostura conservadora del duhaldismo. Una nueva generación pudo pensar al peronismo desde otros ejemplos y otras realidades, que esta vez las llevaron directamente al legado de Perón y al corazón de Evita.

No es poco lo que tenemos que contabilizar, y no importa que no lo hagan todos. Es necesario, imprescindible que esta mitad de país lo tenga claro. Porque muchos de la otra mitad van a venir con el caballo cansado, o habiéndolo perdido como sucede en estos casos. Con el tiempo va a haber muchos arrepentidos, lo vamos a ver. Estemos preparados para recibirlos (correctivo mediante).

Vamos a atravesar el desierto, pero por suerte no será la marcha de los Kilmes que terminó cuando cayó el último. La nuestra es una marcha distinta, de mucho aprendizaje y de crecimiento. Porque para volver bien, hay que saber irse.

La seguimos, como siempre, pero hoy...
un abrazo, compañeros.



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