domingo, 9 de noviembre de 2014

CASI 200 GRAMOS



Kirner. Kirtner. Kirch-ner (con un afectado esfuerzo sílaba por sílaba). Kisner o Kísne…(la ere final aspirada, deglutida inadvertidamente). Difícil de pronunciar, difícil de aprender. Fue el primer problema, desconfianzas aparte sobre el futuro, tan jalonadas por la experiencia que bueno… Para nosotros, fue el único problema. 

Quién hubiera podido pensar que se iba a llevar puestas todas las banderas; las de todos, aunque de diferentes maneras. 

Los estandartes orgullosos –todavía victoriosos- del llamado “neoliberalismo”, no otra cosa que un viejo Liberalismo de ahora, restaurado, desmadrado, desideologizado o bien ideologizado (enmascarado), potente, peligroso, sabedor de los hechizos que habían penetrado como nunca el alma de buena parte del pueblo. Demonio masacrador, Belcebú deformador con sus legiones (porque el lema del capitalismo es “somos legión”) haciendo ondear bien alto las banderolas del mercado sin regulación, del estado sin Estado, de la iniciativa privada libre y liberada, suelta como un animal hambriento. Sus (can)Cerveros infundiendo el temor en los pobres de espíritu (esos que tienen poco y creen que pueden perder mucho), temor a la política, temor a lo público, temor a que los roben (mientras los roban), temor al miedo, terror a que alguien hable en voz alta. Las santas banderas del sentido común orientado por la generación del ochenta, la democracia republicana –sin andar aclarando cuál iba a ser la calificación esta vez del voto-, los antiguos cómplices de la gran matanza de la que mejor no hablar. Lo “cívico” que había dejado bajo el foco del escarnio a lo “militar”…

El se paró sobre esas banderolas sin tirarlas a la basura, porque tenía que usar algunas y vestir al país muerto de frío, para dar confianza (para no putearse con todos a la vez). Para construir poder, se dice. Y porque supo antes que nadie que el ADN argentino tiene algo de derecha, a esta altura. Las fue tirando, cómo y cuándo pudo. Las fue basureando, cómo y cuándo pudo. Te fue diciendo que es Estado era nuestro, o había sido. Que era necesario traerlo de vuelta. Estado amigo, para que seas nuestro abrigo, algo así. Y él, que no era de nombrarlo demasiado, te hizo sonreir y recordar “claro, el Estado Peronista”. 

Te dijo que la Corte lo extorsionaba. Te dijo que no se la iba a bancar. Los dejó desnudos por la tele, como hace hoy tineli, pero en serio. Y La Corte se cortó. 

No te repudió la deuda. Sabía que el Congreso de la democracia la había hecho suya, vaya a saber por qué debilidad, imbecilidad congénita, pero fue así. No te mintió con el “no pago de la deuda externa”, para ser felices y que no iba a pasarnos nada. Quiero pagar, dijo. Pero pagar esto y te la bajó, te la bajó… como que no la iba a pagar así como había quedado tras sucesiones incontables de saqueo. Te dejó entrever que había choreo. Que nadie nos prestaba nada ahora que queríamos salir del pozo, porque nos querían mucho en el pozo. Te mostró las caras monstruosas de los monstruos, que no eran caretas de carnaval como nos habían dicho, esas eran sus caras. Les hizo unos bigotes y lentes con la bic negra y te guiñó un ojo (ese que no se le alineaba nunca).

No te dijo que Menem (no te toques nada asqueroso/a) era un hijo de puta, eso ya lo sabías. Te dijo cómo y para qué Menem hizo mierda el Estado que habían construido Perón, Evita y tus abuelos. Y en el peronismo, en el pejotismo (él decía mucho eso, no se si estaba bien) se armó flor de quilombo. El peronismo gustó siempre de verse entre los héroes y las víctimas, no entre los hijos de una gran puta. Pero muchos ahí tenían su domicilio real. Y ojo que se la pasó reclutando cuadros peronistas de las experiencias peronistas cercadas, de la de Menem, de la de Duhalde. Algunos le respondieron vaya a saber si sinceramente, porque  bueno, era el nuevo jefe. Algunos de esos con el tiempo le aprendieron a tener respeto, lo terminaron amando. Entendieron, aprendieron (lo lloraron). Otros no. Otros se sintieron interpelados, acusados, señalados y sacaron el disfraz de peronista, el de una ortodoxia tan vieja como turra, porque fuera de época es turra y recitaron los mantras que jamás comprendieron ni quisieron aplicar. Falsos, hipócritas, más que traidores. 

Después del Flaco, y aún más con la Señora estos “peronistas” se pusieron imposibles, se sintieron como que les tocaban el culo. Feo no, con lo sucio que lo tenían. Ahí saltó uno que pudo tener un lugar en la historia del movimiento obrero, y terminó siendo un forro de la oligarquía. Y aquel charlatán de feria de los judiciales que hablaba de los derechos humanos… Con el tiempo llegó Massa, ese buen alumno con la manzana lustrada en la mano para envenenar a la maestra y llegar a celador. Hagamos un aparte…

Massa aparece de la mano de Adelina, cuando el liberalismo había decidido prostituirse ya que el peronismo se había hecho fiolo. Y ahí va él, jóven y promisorio… apadrinado también por uno de esos personajes incomprensibles y fisurados, el Pato (hola suegro). Por esas putadas y porque no todo sale bien, se mete en este proyecto y este Proyecto compra, eleva… a quienes no debe (porque no es el único). Con el asunto de que quería gobernar Tigre, se va y gana Tigre. Toma la gestión Ubieto –otro caso de enmilicamiento que la democracia lavó- que le había cambiado la cara al Tigre y lo había dejado a punto de caramelo para explotarlo con los nuevos ricos que surcaban las marrones aguas del delta. Delta chic; mucha pero mucha guita. Tigre es enorme y tiene infinidad de situaciones, pero la hegemónica fue la que Sergio consiguió popularizar. Todos creen que es esa. Un ejemplo nada más (más allá de candidaturas y elecciones): se comienza a construir un top y mas hight complejo habitacional junto al río (como narcoDelta pero mucho más)… al lado de la villa El Garrote, viejo asentamiento bravo que todavía debe tener (seguro a medio terminar, no se) el barrio que estaba construyendo Madres (esas locas de Hebe) hasta que un monje negro decidió nuevamente liquidar a la vieja. Todo un detalle. 

Tiene socios y muchos, pero me detengo en uno porque es otro caso de…no se (digo no se, por no poner de hijodeputa, porque no quiero bardear). Fernández, pero el traidor, el corneta del multimedios. Alberto. Fue el único capitalino que el Flaco reconoció (hizo mal porque había otros, o mejor dicho otra) y mientras el gobierno fue nacional y popular sin cuestionar el multipoder de las comunicaciones concentradísimas todo fue bien. Pero cuando la Señora plantó la ley de medios… aunque el quilombo fue antes, discúlpeme usté el desorden, fue con la 125. Esa ley que inventó un pendejo ruliento (este si que de peruca no tenía nada) al que se le dieron varias bolsitas de cumpleaños sin merecerlo. El desbole del campo, cuando se pretendió cobrar algo de la enorme ganancia sojera. Insolencia que Fernández –el malo- no toleró y corrió a contárselo a los que lo conchababan de verdad. Tenía que estar en este fresco (que es más una salpicada contra la pared). 

Los hubo que descubrieron que el kirchnerismo no era peronista. Por muchas razones. Porque era montonero y Perón los había echado de la plaza. Risas en la tribuna, no da ni para explicar pero algo vamos a decir. Si uno se fija bien, el programa recuperador de los K (vamos a abreviar) se parece mucho, pero mucho, a ese que algunos medio puteamos o que nos pareció poco de puro no cazar nada de política a fuerza de tanta energía pendejeril, el programa de gobierno del último Perón, el del ’74. Algo así como un pacto social (que no salió entonces, y le faltaba más de un jugador ahora), paz, reconstrucción del Estado, apertura comercial más allá de los límites del imperio norteamericano, integración latinoamericana y con los Países no Alineados. Trasponga, compañero, haga un esfuerzo y verá las similitudes. Ni que hablar de las Pautas Programáticas de Campora en el ’73…no llegamos a esas formulaciones.  O sea que tamaña acusación es una buchonada por derecha hecha por gente de derecha. Digo esto, teniendo en cuenta el respeto que uno tiene por los compañeros que conformaron la Tendencia y organizaciones como las FAP, FAR, Montoneros, Descamisados, Peronismo de Base. No es decir que los K no eran montoneros porque eran buenos (y lo otro era malo), que quede claro. 

Otra descalificación es el tema de la transversalidad; no son peronistas porque le abren espacio al progresismo, porque relegan al Justicialismo. Más, Cristina no quiere al PJ. La puta, de dónde carajo salieron esos dos si no es del peronismo. El Flaco decía (y este escribiente lo escuchó en persona, una suerte inmensa) que a Perón se lo debe homenajear cuando se gobierna y no nombrándolo a cada rato. Es Cristina la que se las arregla para nombrarlo cada vez que puede, con cada medida de gobierno la Mina te va diciendo la coherencia con las líneas maestras trazadas desde el ’45 y la nombra mucho más a Evita, la homenajea tratando de ponerse a su sombra enorme, casi con timidez. Mirá vos. Estos dos lavaron si el peronismo, porque le sacaron toda la mugre que se le había pegado en el menemismo, toda esa basura liberal, todo el conservadurismo paternalista del duhaldismo, y se lo mostraron a los pibes como una camiseta que no daba vergüenza llevar, que daba, que da mucho orgullo. Eso hicieron desde y por el peronismo. El PJ, bueno, tendrá que hacer lo suyo, ellos le abrieron futuro al Movimiento como corresponde, como sabemos que se debe hacer. Habría que preguntarse si todos esos desvergonzados son todavía peronistas, y ni hablar de los que se juntaron como “pata” para hacernos una Propuesta Republicana, y cuando hacen la V les sale una L.

El Frente para la Victoria es la expresión electoral del viejo frente que armaba el peronismo. Una fuerza contundente –aún ahora, tras tantos años- que se expresa políticamente como Partido Justicialista (al cual sigue siendo un honor pertenecer) y aglutina –por las políticas nacionales y populares aplicadas desde el 2003 hasta la fecha- a sectores progresistas, socialistas, comunistas, humanistas, y otros que los debe haber. A qué tanto lío y tanta paspadura de orto.

Pero hablábamos de banderas, ahora hablemos entonces del progresismo. Del otro, ese que no sucumbió… En su momento Lilita le había exigido a Néstor abandonar el justicialismo para conformar una fuerza de  centro izquierda, algo nuevo (sabemos que es una febril hacedora de partidos, frentes y agrupaciones). El fulano se negó, le explicó que pensaba pelearla desde su partido y la Líder del progresismo se enojó para siempre. Con la Señora es pura envidia, no me caben dudas. Al lado también estaba el nunca reconocido Lula argentino, el inegable Víctor de Genaro, uno que Néstor convocó primero y tardó mucho, pero mucho, pero mucho en decidirse (con la Mesa de Enlace tuvo más iniciativa y más velocidad). Eran los dueños del progresismo tras la debacle del Frente Grande, eran los elegidos de la Ilustración… Y Néstor los cagó, hizo todo bien y mejor solamente para hacerlos quedar como unos pelotudos. Seguramente. Entonces, no les quedó más remedio que ampliar sus alianzas a la derecha. Lilita, porque era en realidad tan gorila como Rojas y Aramburu, De Genaro porque es un pusilánime (y a esta altura un mal bicho). Aparecieron algunos socialistas enojados también como si la barra brava de otro club les hubiera afanado los trapos. La sombra de Norteamérico Ghioldi ondea fuerte en ese partido más que centenerio (e ideológicamente milenario). Para más datos el tal Ghioldi, líder de un sector del socialismo argentino fue funcionario de la dictadura (otro “cívico”), aunque esa es otra historia. 

Ibarra, último tablón flotante del naufragio (el Leonardo Caprio que llegó a la orilla), tuvo siempre una posición ambivalente, poco comprensible y ahora, de capa caída (y mejor no hablemos) acompaña, o sea que nadie le robó las banderas, él se encargó de perderlas. Es por eso que lo dejo afuera de este relato- análisis, que no es otra cosa que una frondosa puteada (como siempre). 

El kirchnerismo dividió, aglutinó, gobernó (gobierna) y logró diferenciar a la sociedad política, a la sociedad en general, poniendo blanco sobre blanco miserias y virtudes. Muchos se pusieron del otro lado de los márgenes que trazaba y debajo de los puentes que tendía. Muchos no quisieron estar, otros querían que quedara claro que no tenían nada que ver. Así son los tiempos de definiciones, así son los tiempos de cambios y de recuperación. Así fue siempre. 

Un periodista, uno que puso la luz de giro hacia Walsh y le pegó derecho hacia Neustadt y Grondona, dijo hace poco que la oposición, todos estos de los que venía hablando, no junta ni doscientos gramos de bosta… En un ataque de furia y como para advertirles que puede que el tan ultrajado kirchnerismo, con su “relato” y su inmensa corrupción podría no estar acabado, podría tener muchos más días que los que cuenta el “renovador” Massa. Y sabe que los mejores días –los de verdad- siempre fueron peronistas. 

Ojalá. Más allá de los sinuosos caminos que Dios ponga a disposición de nuestro libre albedrío, y con todo… 

Ojalá no la junten, para que el futuro no sea simplemente una mierda otra vez.

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