lunes, 6 de octubre de 2014

LA BUENA GENTE



Un buen tipo. Totalmente, porque lo conozco desde siempre. Y sin embargo…Me dice en un momento: “A mi lo que me molesta del gobierno, es que te obliga a definirte, a estar de un lado”. Ah, mierda.

Un tipo, viste, como la clase media (y no vengamos con esta cosa sofisticada de qué es la clase media, las clases medias, las capas medias, las medias); como la clase media que nos vota(ba). La que no da para progre pero tampoco para la derecha; la que va por ahí caminando en el ancho mundo del filo de una navaja. Como mi familia, algo así. 

Y me lo dice con cara de preocupado, casi con fastidio o mejor, con fastidio, casi preocupado. Lo joden, lo empujan para que opine, para que este de un bando o del otro. A uno se le ocurre que el fulano podría cuestionar que muchas veces no hay dos bandos, que puede haber muchos puntos de vista (y de fuga), o al menos más de dos. Pero no, nuestro interlocutor no va por ahí, se queda mucho antes. Le molesta que le hagan tomar posición sobre todo y a cada rato. Justo lo que a uno le parece fantástico. ¿Se ve la distancia?... a él lo fastidia lo que a mi me tranquiliza. 

No jodamos, uno se siente bien en el conflicto. Decidir, tomar posición –cuánto más aún optar- son esos momentos necesarios de la toma de conciencia  (y muchas veces también eso es insuficiente). 

Ocurre que la toma de posición se relaciona íntimamente con la acción. Si se pensaba si o si algo sobre algo, es que consecuentemente se iba a hacer algo (sobre ese algo), ya sea para modificar o impedir que se modifique algo. Definirse, tener una opinión, darlo a publicidad… hacer lo que hay que hacer. Encima, si se trata de una postura contra (el) poder, eso que se debe hacer seguro no es placentero ni va a reportar un beneficio inmediato. Más bien es complicarse. 

El tipo no quiere complicarse, porque bastante se complica en la oficina; cuando se queda después de hora sin extras por el balance; cuando la empresa cambia de manos y de fulanos y a él no le toca que lo echen (como otras veces que si le tocó) pero si le toca el estrés que le gotea en la nuca. Se le complicó cuando las hijas comenzaban a salir y miraba el reloj cada quince minutos hasta que llegaban. Cuando se enfermaba el perro. Cuando llovía un sábado. Cuando quiere comprar eso que quiere y no llega. Cuando cambia el auto. Cuando quiere cambiar el auto y queda para más adelante. Cuando lo cambia por un cero y se la complican cobrándole un plus hasta por el color. Cuando hay más cuandos, porque como dice un amigo “uno es de la clase y/o, o te comprás esto o te comprás lo otro, pero los dos no”. Y sobre todo eso se cargan las cuestiones de la mujer, la familia, los amigos; hay problemas para todos.

Hay que tomar posición, si. A veces es entre dos cosas. Y hay que plantarse. A poca gente le gusta el quilombo, pero a veces… Además, ¿quién es el que hace quilombo, uno que se planta o esos cosos que te empujan y hacen que tengas que plantarte? No es cuestión ahora de argumentarle al fulano demasiado porque si, es verdad, parece que quisiéramos cagarle la vida en tren de salvársela.
Por ejemplo, le digo sobre lo bueno que sería una sociedad de clase media, sin ricos ni pobres. El tipo se entusiasma (¿sabe que eso se llama peronismo?). Pero ahí se da cuenta, o uno va y le dice para ahorrar tiempo que los ricos no van a querer (y encima van a convencer a algunos pobres para que tampoco). Bardo.

“Patria si, colonia no”. Bien, pero seguro que los colonialistas se enojan. De otra manera: “liberación o dependencia”. Y de costado un ñato que te susurra “bueno, eso de la dependencia habría que ver…”.

Veamos, el tipo casi siempre estaría con la opción correcta, la de los buenos tipos, la que remite a los valores que le enseñaron en la familia (que no son un rejunte de turros). No tuvo en cuenta que eso no es lo lógico, no es natural, no está de acuerdo todo el mundo. Va a haber pelea, seguro. 

Vos le hablás del enemigo. Tremendo, el Enemigo. Es malo, el enemigo seguro es malo y no se la banca, algo va a hacernos. Si el enemigo encima es muy poderoso, bueno, peor. Seguro que uno tiene razón, pero no se puede ir contra intereses tan poderosos, habría que tomar otras medidas, otras formas menos, menos, menos… el tipo se embarulla. Trata de repetir lo que escucha en todos lados (en todos esos lados en que se repite una y otra vez lo que se editorializó a la madrugada para poner la agenda del día en la cabeza de la gente). ¿Se lo cree todo? No, todo no, pero algo… Pega muy fuerte la argumentación que le haría eludir el conflicto, la confrontación temida. No se lo dicen pero hay una palabra clave: rendirse. 

Vos salís con las manos en alto y no te pasa nada. Vos no te metías en cosas raras, y no te pasaba nada. Vos te hacías el boludo, los otros hacían paro y el aumento te tocaba igual. Los más débiles se vuelven buchones, los más cocoritos supervisores y a los que se van ganando, un buen día terminan nombrandote el raidor del mes. ¿Es así?

¿Entonces el tipo es primero un boludo, se descubre cagón y se vuelve traidor? No, pero por supuesto que no. Solo pasa que no le gusta que lo metan a cada rato a andar decidiendo, porque el que decide deja algo de lado (y toma otro algo pero a largo plazo). Así y todo, no podemos endulzarte el conflicto, como tampoco prometerte que no va a ocurrir. 

Antiguamente, la catarsis se hacía en los sindicatos. De alguna manera participar con otros te hace un poco valiente. Saber lo que se hace, estar convencido después de haberlo hablado con otros (esos pares) hace que la angustia abra paso a la buena conciencia de estar donde uno cree que se debe estar. Pero bueno, es otra historia.

Hay que hacer algo con el fulano, aparte de sermonearlo. Habría que escucharlo, porque entre todas las palabras que le puso esa “editorial” en la boca a la mañana se esconde su propio pensamiento. Sus ideas, a veces muy contrariadas y muy asustadas. Algunas seguro son iguales que las nuestras. Algunas, seguro que son mejores. 

De esto se trata el voto de las capas medias, esos sufragios que ganamos un día y perdemos al siguiente. El problema es que siempre con gobiernos peronistas (menos con ese) esos sectores sociales crecen porque la movilidad social ascendente ocurre. Y los perdemos… Por cuestiones culturales del país agroexportador que vive aún en el subconsciente, los perdemos. La hegemonía cultural no es la nuestra y los fulanos van siguiendo con sentido común el discurso dominante, el histórico, el de siempre, el del poder real. 

Porque por más que tengamos el gobierno a favor cada tanto, el peronismo en si es contra cultural. La buena gente suele confundir gobierno con Estado, y cuanto más gobierno con poder. Un señor un buen día habló de la necesidad de predicadores, y esos son los que esparcen una buena nueva o una causa nacional que en un país culturalmente colonial, es una buena nueva. 

Qué lindo sería pensar en el asado del domingo, la vuelta en auto con la familia, sacar a pastorear al perro, cagarse de risa con los amigos. Y nada, es muy lindo. A mi también me gusta. 

Uno podría decir como para rematar: el hecho maldito del país burgués. Tomar posición, definirse. 

Y si… (yo te espero).

1 comentario:

  1. Me encantó. Sencillamente me encantó esta reflexión. Sin nada más que comentar.

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