
Párrafo aparte merece tal
descubrimiento a una edad avanzada, porque en ese caso, opera como salvación.
Conozco una señora mayor que nunca dudó de que el peronismo estaba mal y, tras
el advenimiento de Cristina FK y la famosa "década ganada" (Néstor incluido,
claro está), terminó poniéndose feliz de que sus conocidas - con claras
muestras de disgusto- le cambiaran a ella los billetes con la imagen de Evita
por los de Roca. Porque descubrió que Evita (que de joven no le gustaba porque
le resultaba muy mandona y atrevida) había sido una gran mujer. Reconoció que
en algo se había equivocado, o no había sabido ver, quién sabe. Se sintió bien
(sé perfectamente que fue así, porque esa digna dama es mi madre).
No es fácil darse cuenta de que
la Derecha existe, aunque a usté le parezca mentira. Sáquese de encima la mueca
de sabiondo, o de militante de siempre y fíjese en los pobres mortales que nos
rodean (vea que me coloco a su lado, sólo así vale la observación). La Derecha
basa su poder -al igual que Drácula- en que pocos saben de su existencia o,
mejor aún, que la mayoría niega su existencia. Frases como "la izquierda y
la derecha son cosas del pasado", "a mí la política no me interesa
para nada", o el consabido "no entiendo de política", son signos
evidentes del ocultamiento cultural de la Derecha.
¿Se fijó que nadie admite ser de
derecha? Como si fuera algo malo, sucio. Y en verdad lo es. Pero no es por eso
que se la niega, sino porque suele considerarse que es una etiqueta que
generaliza y divide. Como la política.
Otros, que se creen "más cultos" la equiparan a ser un
fascista o algo así. Si alguien les dijera que nuestra Constitución es de
derecha, lo mirarían espantados primero y ofendidos después de un segundo. A
menos que la Constitución les chupe también un huevo.
Los hay que salvarían el
pensamiento liberal como no exactamente de derecha, por ejemplo haciendo una alusión
semántica a la "libertad", porque como todos sabemos lo que tiene que
ver con ser libre no puede ser malo. Lo problematizamos un tanto si hablamos de
la libertad de empresa, o la libertad de mercado. Rápidamente y confundidos en
la discusión, nos argumentarán que no están de acuerdo con las corporaciones o
las trampas que desvirtúan una libertad comprendida en una sana competencia
entre iguales. Adam Smith frunciría la nariz y soltaría un "¡pero qué
pelotudo!".
Lo que hay que decir es que la
Derecha existe y camina entre los hombres y mujeres, como el demonio según Juan
Pablo II. Claro que ahora es más fácil que entre la cosa en la cabeza, porque se
ha consagrado con el voto (el voto es sagrado, porque “vox populi vox Dei”) a
un gobierno de derecha. Mansamente y creyendo que se cambiaba (siempre es bueno
cambiar). Esto lo dice uno, lo comparte usté que lee esto, pero no todo el
mundo.
Repasemos...
El Estado debe tener la menor
injerencia posible en las cuestiones de los privados, sobre todo en la
economía. El Estado no debe regular, ya
que eso sería poner trabas al desarrollo de la iniciativa y la competencia. El
Estado sólo debería vigilar que nadie se pase de la raya, y por supuesto brindar
seguridad. Y también buena educación y salud, y también todo eso que uno no es
capaz de conseguir y lo reclama a los de arriba. Si al otro le va mal, será
porque no quiere trabajar, es un descuidado, un drogón, un delincuente, un
dejado, un perdedor. Si a uno le va mal, seguramente es porque lo están
cagando. Y que otro puede hacer eso sino el Estado cuando es permisivo. Bien,
ver al Estado así es tener una visión de derecha.
Nosotros... (en mi caso el plural
remite al peronismo y al marxista vencido que obra de ancestro) Nosotros somos
estatistas. Creemos que el Estado cumple una función social equilibradora en el
capitalismo. Debe establecer el balance entre el Capital (los que la tienen y
la juntan con pala) y el Trabajo (los que tienen su capacidad de laburar y
punto). En tiempos de neoliberalismo (etapa superior del liberalismo) el Estado
cuando es popular, debe cumplir una función social reparadora y justiciera.
Algo como lo que decía Evita sobre inclinar la balanza hacia acá. Lo llamamos
"humanización del capital", es decir persuadir, convencer y de última
obligar a comprender que el Capital tiene una función social que cumplir y que,
caso contrario, la acumulación de riquezas es un robo, una degradación moral
que se debe impedir. La función social del Capital es la reinversión de parte
de la ganancia en bienes para la sociedad, que nada tiene que ver con
Fundaciones (tan afectas a la Derecha) para lavar dinero con la caridad o la
"ayuda", ni con cualquier forma que tenga que ver con la sola
voluntad e intención de los privados (a menos claro, que esa Fundación sea como
la Fundación de “Ayuda Social Eva Perón”, pero eso da para otra nota.
El Estado, una primera cuestión.
Los derechos de todos, la otra. La gente es sujeto de derechos, y cuando se
transforma en "pueblo", los exige… Muchos conceptos, mucha cosa.
Paremos acá, y volvamos al principio.
La cuestión es que mucha gente no
sabe que es de derecha (los que lo saben y con convencimiento, se apresuran a
ocultarlo a los otros)... Piensan que el “sentido común” es el parámetro de las
cosas importantes en la vida. Jamás sospecharon que el tan mentado sentido
común pueda ser también un compendio de frases hechas y recetas aptas para casi
todo, con estrecha vinculación a viejos preceptos del liberalismo decimonónico
formador de la Nación. “La gente decente nada tiene que temer de la justicia ni
de la policía”; “el campo es el dinamizador de la economía” (y el apoyo sutil
que se brinda ante flor de tormenta cuando se afirma “es bueno para el campo”,
inundaciones al margen); “lo más importante es la educación”; “este es un
pueblo con una gran cultura política”; “la competencia es buena para la
economía”; “el Estado no debe intervenir en la vida de los ciudadanos”; “no
sólo hay que ser bueno, también hay que parecerlo”. Son algunos ejemplos; el
refranero popular está lleno de estas cosas. Y uno podría terminar con un “al
que madruga, Dios lo ayuda” y su alegre contrapartida: “al pedo, pero temprano”,
que es lo que uno contestaría.
De allí que la palabra impresa
(el diario) conlleva una carga de verdad implícita; si salió en la tele aparte
de ser importante es real. Hay cosas que están pre aprobadas por un consenso
cultural, macerado durante generaciones y cocinado en mitos fundacionales, que
no siempre –o casi nunca- son ciertos. Una historia oficial y también una
manera correcta de ser ciudadano, vecino, amigo, persona. ¿Caben todos en los
moldes?, claro que no. Lo distinto –vaya novedad- es como que no encaja, es una
anomalía cuando no una aberración. Y se lo rechaza. Rechazar, excluir, alimenta
el ideario que cohesiona e incluye a los incluidos, sobre todo si esos incluidos
están siempre con la sospecha que pueden ser desheredados y caer en la
desgracia de la exclusión. A veces es real, y las más una fantasía obsesiva (y malsana).
La Derecha enferma a la gente,
saca lo peor de uno, te prepara para una jungla inventada en la que hay que
matar o morir. Los que saben cómo se maneja el mundo (porque lo manejan) crean
submundos de pesadilla para sus internos, que siempre han de quedar con hambre.
Como perro malo.
El descubrimiento de la Derecha
puede ser traumático, pero absolutamente necesario.