viernes, 7 de julio de 2017

"...DE LOS TRABAJADORES, Y AL QUE NO LE GUSTA..."

En la foto, Omar Plaini –secretario general del gremio de Canillitas y diputado nacional- agradece emocionado la presencia y apoyo de un nutrido contingente de militantes y dirigentes de ATE Capital Federal, en la puerta de su sindicato. Fue en esta semana.

Plaini -además miembro importante del consejo directivo de la CGT- fue, como se sabe, suspendido en sus funciones sindicales, allanada la sede del gremio, intervenido el mismo y ocupado con fuerzas de Gendarmería. Todo a cuento de una vieja causa por supuestas irregularidades en una elección de 2013, que fuera desestimada por la Suprema Corte, y que ahora –casualmente tras el apoyo del sindicalista a la lista Unidad Ciudadana de CFK- es resucitada por un juez que hace gala de la separación de poderes al uso nostro del neoliberalismo Cambiemos.  Como excusa, una verdadera berretada. Como método recuerda en algo al asalto de los comandos civiles en el ’55 para destruir el sindicalismo peronista (y el peronismo, objetivo fundamental de ese momento y de este también).

No extraña la solidaridad inmediata de un gremio que revista en las filas de la CTA (ATE) con un alto dirigente de la CGT. La solidaridad es entre organizaciones de trabajadores cuando es agredido uno de sus miembros, uno de sus dirigentes. Allí no hay diferencias, o si las hubiere, se diluyen porque el que agrede es el enemigo de los trabajadores y agrede tratando de tener injerencia en la vida sindical. Hace tiempo, el movimiento obrero organizado obró de similar manera (defendiéndose) cuando otro gobierno de la democracia hizo el intento de intervenir pretextando la democratización de los sindicatos, a los que entendía como corporaciones. Fue la fallida ley Mucci.

En este caso, como en otros (llevamos ya cuatro intervenciones a sindicatos en este mandato presidencial), el apoyo y la solidaridad nada tienen que ver con intentar la impunidad ante iniciativas judiciales, por más dudosas que éstas sean. Los trabajadores defendemos y protegemos nuestras organizaciones. Lo bueno o lo malo del funcionamiento de los sindicatos debe ser cuidado o modificado por los trabajadores organizados y hay toda una rica historia que lo demuestra. Uno sabe –vaya que sabe- que los sindicatos tienen sus cosas: burócratas, traidores, chorros, y también representantes dignísmos de bases reales que muchas veces están a la cabeza de sus gremios porque allí los han llevado sus compañeros. Entonces, no vamos a caer en la tentación gorila de zamarrear dirigentes porque lo señala algún estamento del Estado (y menos aún, cuando ese Estado está representando cabalmente al Capital).

Hay historia pegada en este celo… camadas de anarcos inmigrantes y criollos, socialistas cabezones, los “sindicalistas revolucionarios” y también los comunistas obreros, que nos han legado el mandato de la independencia, de creer en nuestras organizaciones. Y después, el peronismo, bancado a morir el 17 de octubre por dirigentes y laburantes que se hacían peronistas en el mismo momento que inventaban el Movimiento, fue la forma de construir una identidad de trabajadores junto al Estado, con el Estado a favor, pero nunca desde el Estado. 

Ahora el panorama se complicó. A los despidos ocurridos desde la inauguración de este gobierno neoliberal (y conservador) en el Estado (¿recuerdan lo de la “grasa militante”?) se sucedieron –y siguen en una nueva ofensiva- muchísimos despidos en empresas privadas, suspensiones, y cierre de miles de PyMES. Pero eso es la periferia del cambio de modelo por uno de especulación, primarización y endeudamiento. El objetivo es el mercado laboral, bajar el “costo argentino” que tanto les molesta, terminar con la mala costumbre de las paritarias y modificar a la baja los convenios colectivos. Naturalizar la flexibilización laboral y terminar con derechos adquiridos. Se preparan para esta contienda del Capital contra el Trabajo; los envalentona tener votos para estas cosas, algo que no había ocurrido antes con la derecha…

Muchas veces uno dijo que el peor sindicato resultaba ser más beneficioso que el mejor patrón. Tal vez exageraba –todos pueden contar casos que desmientan lo afirmado- pero no en el fondo de la cuestión. En épocas de apuro –como ésta- es mejor tener laburo que perderlo, estar en blanco que a la deriva, tener el carné del sindicato que ahorrarse el aporte como un pelotudo. Es momento de andar juntitos, con la menor cantidad posible de diferencias, porque la voracidad obscena de esta gente no tiene límites. Quisieran vernos arreglando salario y condiciones de trabajo puesto por puesto, escritorio por escritorio o mejor, aceptando lo que ellos digan y punto. Hacer de cuenta que estamos en 1942 otra vez.

Por eso no es raro escuchar frente a la puerta de Canillitas el “¡Unidad de los trabajadores, y al que no le gusta, se jode, se jode!”, seguido por el “Borombombóm, borombombóm, los sindicatos son de Perón!”. Cantaban los mismos, no eran consignas antagónicas.




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