lunes, 30 de noviembre de 2015

...AL CAPITAL

¿Está mal que un empresario sea ministro?... también se podría preguntar si es inconveniente que un rico empresario llegue a presidente, pero bueno. A poco más de la mitad del electorado parece no hacerle ruido que ocurran cosas así.


Entonces insisto, ¿está mal? Escuché un argumento que paso a repetir… Es bueno que un empresario, o un alto ejecutivo de una gran empresa (por ejemplo, un CEO de una multinacional o un alto funcionario de la banca internacional), pasen a tomar el control de la gestión pública porque están más cerca de los problemas reales. Es decir, tuvieron que pagar una quincena, negociar contratos con proveedores, velar por la marcha de la producción o la multiplicación del dinero. Los problemas que tiene todo el mundo. Saben de qué se trata porque viven en el mundo real.

La contracara de este supuesto  es que la gestión estatal corrompe e inutiliza per se, está en su ADN, al igual que la carrera política. Un político difícilmente sirva para gestionar, su experiencia está en explicar lo inexplicable (…en fin), encontrarle el pelo al huevo, la pata a la sota, el lado oscuro a la luna y convencer. El político persuade (o no), el empresario gestiona. El político es un chanta, el empresario es eficiente. El político es corrupto, el empresario… es honesto. En tal caso, los sostenedores de estas líneas argumentales admiten solamente a cuadros “técnicos” para la gestión estatal eficiente, desligados de la política (y de la ideología). En caso de no haberlos, sea porque no hay una formación profesional mensurable por las normas que sostienen o por cualquier otro motivo, entonces lo más idóneo sería encumbrar a hombres de negocios en la cosa pública (pero jamás, dejarlo en manos de “políticos”).

El presidente -que supieron conseguir- forma en estos días un gabinete (el “equipo”) con muchas laureadas figuras del establisment empresarial, lo cual a ojos de la “gente decente” (y que por ser tan decentes, tienen ideas de derecha pro mercado) está muy bien. Les da confianza, les otorga garantías.
He allí el problema. Confianza y garantías ¿de qué? El tema de fondo son los intereses. Ya nos mira mal ese señor de la derecha, no nos escucha más la lánguida oficinista de la segunda fila, pone cara de “esta noche tampoco” el gordito de saco. Porque vamos a problematizar el asunto. Y acostumbrémonos por si no nos dimos cuenta: somos los que llegan a la fiesta y advierten que los canapés están algo verdosos y que el payaso contratado está manoseando a una nena en el baño de servicio.

Si señor, uno sabe porque no nació ayer que el Estado tampoco es esa panacea que defiende el interés común, el de todos. Siempre el Estado es un tironeo porque vivimos en el capitalismo y es el Estado la arena en el que se dan las pujas de todo tipo (guiño para la zurda: ¡si! donde se dirimen conflictos que tienen que ver con la lucha de clases. Uf.). Pero no es un Estado “de clase” así a lo bruto, porque desde que lo agarra el peronismo se arma un bolonqui fenomenal. Aparece la “independencia relativa del Estado” (le aclaro que en un peronista por opción como el que le habla suele haber de fondo un marxista pasado de brindis). De ahí que el peronismo logre el Estado para todos, o mejor dicho, un Estado que promueva y proteja el interés popular, del pueblo lo entienda el pueblo o lo vaya a entender más tarde (de todas maneras, lo peronista es que el pueblo lo entienda y lo haga suyo, lo pelee, lo milite y se empodere finalmente).

Dígale usté al empresario-ministro que donde hay una necesidad hay un derecho y el adusto fulano se le caga de risa. Porque es una cuestión de intereses. Pensemos en un señor (no importa la coincidencia con la realidad, va más allá de eso) que fue ejecutivo de la Shell, y lo ponen a velar por YPF. Lo primero que le dice es que el autoabastecimiento petrolero no es una prioridad. Plantéele a un gerente de la JP Morgan (que viene a ser lo contrario a la “gloriosa) que el Banco Central debe ser el mojón al que se ata la política fiscal, monetaria y financiera del Estado. Las pelotas, le hablará (si le dirige la palabra) de la “independencia” de la entidad.

Cuando elegimos, también lo hacemos por el sentido en que se van a cometer los errores. Y mucho me temo, compañero, que se ha elegido por cometerlos hacia arriba. Por la manera en que se va a distribuir esa gran plusvalía si lo quiere, la forma en que se va a acumular y quiénes van a hacerlo.
A usté no le va a ir en suerte y a mi tampoco. Y si bien no estábamos haciendo la revolución, algo si nos había tocado a una mayoría en estos años.

Mire, no creo en el apocalipsis que se pinta porque no creo que los ganadores de hoy sean pelotudos. Pero son lo que son y como el alacrán terminarán picando a la rana que lo cruza por el río.

Fíjese que el argumento apuntado más arriba no es muy diferente a aquel que decía que era mejor que un rico llegara al  poder porque, como tenía mucha plata, no iba a robar. Ingenuo o bobo como pensamiento si, pero el otro, ese que postula la superioridad de un empresario gestionando el Estado está cargado de animosidad. Es una vieja ideal liberal que sospecha del Estado si este no atiende a las mínimas necesidades de seguridad (externa si, pero sobre todo interna) y garantías al desarrollo sin trabas del Capital.

Acumulación de capital en un mercado libre, sin regulaciones. En el medio y dado que fue inevitable la explosión de la sociedad de masas (de la cual el peronismo es consecuencia y no causa), hay que gobernar la cuestión social. En ese sentido, los “gerentes” son necesarios para esa confiabilidad y esa dirección promercadista del Estado.

Es una cuestión de fondo. Cuando el peronismo “combate al capital” lo hace sin poner en cuestión la existencia del Capital, sino su propensión a avasallar el interés común que es el de los que menos tienen (no el de todos). Se puede avasallar  también con buenas maneras (si la hegemonía cultural da) y hasta con con globos en un carnaval re-alegre.

Estas son cuestiones que no saltan a primera vista, pese a haberse dicho muchísimas veces, a haberse comprobado infinitas veces en la historia. No son evidentes para nada y, a veces, es mejor no insistir para no ser pesado (o no aparecer siempre como el arruinador del cumpleaños como decía antes).

Será entonces como dice el Martín Fierro del creyente: “por sus hechos los conoceréis”.



martes, 24 de noviembre de 2015

LA MITAD MENOS UNO

A dos puntos con ochenta. Doce millones cien mil fulanos, cabeza más cabeza menos. Si no fuera que son las cifras de una derrota, es una muy buena elección. Bien Daniel, no nos defraudaste (por lo menos a mi y a unos cuantos que conozco).


Mayoría en el Senado, primera minoría en Diputados, algo así como doce gobernaciones. Organizaciones importantes que antes no existían en un movimiento popular renovado. Y el peronismo en pie. Orgánicamente, tampoco está nada mal.

¿Alcanza? Al perder una elección –sobre todo esta- nada alcanza si no alcanzó. Vale la tristeza, valen los llantos profundos y sinceros de esa noche que no terminaba nunca frente al Cabildo, frente a tantos lugares en los que nos tocó no ser felices. Es humano y sano estar mal. Va a durar un tiempo; puede quedar como cuando se pierde a un querido/a para siempre (cuando se muere para ser más claro), una tristeza crónica detrás de las sonrisas que vendrán. Es cierto, es comprensible.

También es lógico que no hayan explicaciones que expliquen. Ni argumentos, sobre todo cuando uno no quiere que le digan nada. Es hasta que se nos pase. Sirve el abrazo, los mil y un intentos de levantarle el ánimo al otro con la no tan secreta esperanza de que también resucite el propio. Sirve la mirada cómplice, las pertenencias renovadas en la mala.

Los peronistas no puteamos al pueblo y aceptamos sus decisiones, aunque no nos gusten. Como norma está bien sostenerlo. Ahora… puede haber peronistas que de tan amargados arremetan contra todo y se manden una puteada; hay muchos que no son peronistas y si kirchneristas y no les cabe la máxima, aunque sería un buen aprendizaje comenzar a sentirla como propia. Porque es cierto, nunca pueden quedar del lado del enemigo muchos más que de nuestro lado y eso sin entrar a discutir lo de amigo-enemigo o adversarios o lo que sea. Acá y hoy no pienso discutir nada, habrá tiempo cuando la congoja se vaya diluyendo.

El kirchnerismo tal cual lo conocimos, es una coalición heterogénea e inestable si se toma en toda su proyección. Se fue conformando desde el 25,5 de Néstor hasta este 48,6 pasando por el pico largo 54,5 de Cristina. Altibajos electorales, derrotas parciales y victorias impactantes. Mucha agua bajo el puente en doce años. No ocurrió todo el domingo de la segunda vuelta, esa es nuestra circunstancia. Y también pasará, como todo.

Vendrá en estos días el recuento definitivo de los votos y los números se acomodarán, tal vez la diferencia se acorte, quién sabe. Lo más importante ya ocurrió y cada uno deberá hacerse cargo de su voto. Nosotros estamos acostumbrados, nunca nos tapamos detrás de nadie ni esquivamos el bulto, por más que las cosas sean como ahora. Los demás, no se, no tienen buenos antecedentes en ese sentido.

Cosas interesantes han ocurrido en estos últimos tiempos. La militancia de siempre y la avalancha de gente no organizada (en orgas) soportó todo el peso de la campaña junto a su candidato. Se pudo suplir la vacilación de sectores que votaban desgarrados y los que se creyeron mucho más de lo que son, el autismo de algunos y también, por qué no decirlo, algo de soberbia. Doce años de buena vida pierden a cualquiera...

Doce años. Paremos un poco en esto. Existieron, existen y existirán por mucho tiempo porque dejan una huella importante. Un sentido de país y la vuelta de la Patria. Néstor y Cristina volvieron a la vida al peronismo, después de la jarana neoliberal del menemismo y la apostura conservadora del duhaldismo. Una nueva generación pudo pensar al peronismo desde otros ejemplos y otras realidades, que esta vez las llevaron directamente al legado de Perón y al corazón de Evita.

No es poco lo que tenemos que contabilizar, y no importa que no lo hagan todos. Es necesario, imprescindible que esta mitad de país lo tenga claro. Porque muchos de la otra mitad van a venir con el caballo cansado, o habiéndolo perdido como sucede en estos casos. Con el tiempo va a haber muchos arrepentidos, lo vamos a ver. Estemos preparados para recibirlos (correctivo mediante).

Vamos a atravesar el desierto, pero por suerte no será la marcha de los Kilmes que terminó cuando cayó el último. La nuestra es una marcha distinta, de mucho aprendizaje y de crecimiento. Porque para volver bien, hay que saber irse.

La seguimos, como siempre, pero hoy...
un abrazo, compañeros.



viernes, 20 de noviembre de 2015

SOBERANA

Aceite hirviendo desde las terrazas… dicen que era agua hirviendo, da lo mismo porque igual no suena muy amigable. Tras cartón humillación pública del ejército más poderoso del planeta de entonces con rendición de la espada de Beresford para la posteridad en un enorme cuadro. Y este día, veinte de noviembre en que se nos dio por “festejar” el día de la Soberanía… ¿y por qué? Porque a uno se le ocurrió poner cadenas cruzando el río para que no pasara la escuadra Anglo-Francesa (léase bien, “Anglo” por Inglaterra, “Francesa” ya sabemos, dos potencias se saludan).


Qué los franceses andaban calientes con la obligación de ser reclutados para la milicia en el Río de la Plata, que a uno se le ocurrió que los ríos interiores no son navegables (lo que es una tontera, porque si usté pone un buque, navega). En vez de estar todos juntos y soñar con el futuro. Lástima.

Pero veamos quién era ese “uno” al que se le ocurrían estas cosas. Un dictador sanguinario que defecaba en la República; que se pasaba la noche en vela en su “palacio de Palermo” haciendo listas negras para que su policía feroz (la Mazorca) los hiciera puré en los días y noches subsiguientes. Así se cuenta en “Amalia” y no es cuestión de dudar de José Mármol. Un hombre sin escrúpulos que obligaba a usar una divisa (cinta) punzó (medio rojito), como un signo cabal del diablo (y de los federales). El mismo que protestaba desde 1833 porque los ingleses (y dale con los ingleses) habían desembarcado en las islas Falklands (acá se les dice “Malvinas”) terminando con la patraña de ese salteador de caminos de dudosa moral conocido como el gaucho Rivero. Si el Dictador hubiera tenido barcos a disposición imagínese lo que hubiera pasado, tiemblo en pensar en la idea de “recuperarlas”. Siempre iba a haber un irlandés traidor y borrachín como (el almirante) Brown para secundar esas ideas terroristas.

La mal llamada “batalla” de la Vuelta de Obligado se perdió, los barcos pasaron rompiendo cadenas (ay, como en el Himno), siendo hostigados permanentemente por un grupito de baterías (cañones) desde la costa y los gauchos desaliñados y animales que comandaba Lucio Mansilla. Pero pasaron, es cierto que un tiempo después tuvieron que concordar que en estas tierras de indiada y salvajes era imposible y se retiraron (por suerte quedaron los comerciantes). Encima, por la gloriosa “gesta” un tirano prófugo residente en Europa, un populista irredento -si se toma en cuenta el gobierno cuasi zurdo y subversivo que hizo en Cuyo- que Mitre intentó lavar más tarde como pudo, le entrega al Dictador su sable de la “guerra” de la Independencia. Peor, no lo pudimos hacer.

¡Cuántas oportunidades tiradas a la basura! Tendríamos que esperar a la Generación del ’80 y hasta la década de los ’90 con un presidente peronista como Menem para ingresar al Primer Mundo, como nos correspondía.

Al parecer la Soberanía está peleada con el Progreso, es decir, con ser Primer Mundo. ¿De quién es la culpa? De Perón señor, de Perón. De cuando los pasillos del Banco Central estaban llenos de lingotes de oro que no sabían donde mierda meterlos de tantos que había (producto del beneficioso comercio de las carnes con el Reino Unido, por supuesto). Y no, el tipo ese viene a gastar plata con los ferrocarriles (pagados muy por encima de su valor), con la flota mercante (barcos viejos que había por ahí y encima después tuvo el tupé de fabricarlos), y el gasto social señor, el gasto social que como todos sabemos es pura y exclusivamente corrupción. Pudimos ser como Australia pero fuimos la Argentina.
Estas y otras muchas turradas figuran en la caricatura del discurso que de verdad tiene mucha gente metida en la cabeza. Son pre pensamientos y cuando uno dice algo así, está sugiriendo que alguienes han puesto pensamientos pensados en otro lado en el subconsciente. La cultura hegemónica tiene que ver con delitos plantados en la conciencia. Te los dejaron ahí y vos crees que son propios o que  no tenés cómo explicarlos. Sería todo un acto de salud que esa gente dijera “no es lo que parece” e intentara al menos balbucear algo en contra de tantas malas ideas ajenas.

Uno dice “ajenas” y otro diría que son otras ideas respetables, como las nuestras. No. La verdad es que no. ¿Y por qué no? Demás está decir que si usté insiste en un discurso como este, ya han dejado de escucharlo. Pero bueno, si tal vez pudiera ser menos agresivo de lo que soy yo… Las maneras hacen al fondo de la cuestión, créame.

No da lo mismo Patria que cualquier patria. Una soberanía que tiene que ver con el pasado o pensar la Soberanía como cuidar conquistas sociales, políticas, económicas y pasar a profundizarlas y agrandarlas. Soberanía viene a ser una idea que se reactualiza constantemente. Nos hicieron creer que esa palabra tenía que ver solamente con el territorio, y dicho así suena muy a milico y abre un flanco para que a uno le peguen por izquierda justamente los defienden ideas de derecha.

Para muchos la Soberanía es una cosa antigua, de los discursos escolares y que poco o nada tiene que ver con la vida cotidiana. Se emocionan si con la camiseta en un Mundial o cuando sus hijos izan la bandera, en alguna catástrofe. Se emocionan… algo se ha aprendido. Tal vez esa emoción sea lo único que tenemos en contacto, usémoslo.

La Patria es de todos, aún de los que no creen en la patria. Incluye a los que tampoco quieren a la patria. Y aún más, a muchos que desean otras patrias. Mire que cosa, en las tres banderas (de Perón) la que toca a la Soberanía es la que tiene que ver con la Política. Uno hubiera pensado que sería la Economía. Pero no, porque es la política la que manda ahí. Son decisiones políticas las que pueden ser soberanas o colonizadas (y los mil matices que van entre una y otra). Tenemos añales del de segundo término y algunos años de las primeras, miremos si no cuántos gobiernos populares (y cuántos años duraron) tuvimos en la bicentenaria historia.

Volvamos al principio. Rosas gobernó duramente, sujetando a la época. Consolidó la revolución de Mayo en un gobierno fuerte y lo hizo saber a las potencias (y a toda otra dominación extranjera). La batalla de la Vuelta de Obligado fue una victoria política y también económica, militarmente demostró un coraje extraordinario desde una evidente posición de desventaja técnica. Rosas ganó, la Confederación Argentina también ganó. Desde Europa, un San Martín viejo y a dos años de la muerte, se dio cuenta, se alegró y lo hizo público con un gesto enorme. Nada menos que el sable que lo acompañó en la Guerra de la Independencia, y que jamás se desenvainó para derramar sangre de hermanos. Un tiempo después, vino un militar que plantó en la conciencia nacional la realidad efectiva de una Patria Socialmente Justa, Económicamente Libre y Políticamente Soberana. Tuvieron de enemigos a la oligarquía, a los comerciantes-contrabandistas de la Buenos Aires Puerto, a las potencias extranjeras. Son algunos de los hechos de los que hablamos (claro que no todos, hay más en la historia popular).

Muchos hijos de la Patria pensaron y piensan que el día de la Soberanía es un feriado que está medio al pedo. Nadie va a andar discutiendo sentimientos, o hacer un concurso a ver quién ama más a la Patria o quién es más argentino. No se trata de eso. La Patria significa los fulanos que están adentro, sus destinos, sus sueños, lo que tienen, lo que les corresponde y cómo se reparten  ganancias y esfuerzos. Cosas concretas entre los pliegues de una bandera, lo sepas o no.

Y así como la cultura viene a ser eso que te queda cuando te despojás de todo, la patria es un territorio en el alma. Algo así.