jueves, 14 de octubre de 2010

TREINTAYTRES

Casi todos estuvimos pendientes de la tele el 13 en esas casi veinticuatro horas de rescate. Vimos como iban saliendo uno a uno, nos enteramos algo de las historias personales y fuimos al ritmo de las innumerables notas de color con que los periodistas llenaban los espacios entre idea y vuelta de la cápsula. Del campamento al piso, de este canal al otro, un poco de TV Chile para los que gozamos del cable. Algo de show mezclado con picos de emoción. Todo eso.


Para qué hablar de los detalles técnicos ni poner acá lo que se leyó, escuchó y vio en todos lados, como si un blog fuera una especie de periódico-testimonio único que debe registrar lo que ocurre para lectores que llegaron recién de otro planeta. Nada de eso.


Entonces, vamos a lo nuestro… Vi surgir del fondo de la tierra a unos fulanos con casco y linterna, ropa de laburo, porque claro son trabajadores. Y eso es lo principal. Yo no sé cuan lejos estará ya la clase obrera chilena de aquel Recabarren y sus historias heroicas, pero si se pudo apreciar lo claro, alto y presente que están valores como la solidaridad, la unidad y el compañerismo. Los salvaron esas cosas y la disciplina que da el trabajo.


Los hundió en la roca el incumplimiento y/o inexistencia de leyes de protección al trabajador, la ausencia y/o inexistencia de un Estado en el control de la actividad privada en general y la minera en particular. Es decir, algo que pueden compartir los chilenos con todos sus hermanos de latinoamérica por empezar y el resto del mundo para concluir.


Llegará la hora (porque todo llega) de discutir leyes laborales, seguridad industrial, códigos mineros (y no solamente minería “a cielo abierto” si o no), y demás en el marco del MERCOSUR y de la UNASUR. Como bloques también deberemos tender a legislaciones comunes, sobre todo en aspectos tan esenciales como el trabajo y los derechos de los trabajadores. Y todo esto sin salirse un milímetro del capitalismo, para que a nadie le de palpitaciones. Solo así se cumplirá lo que el “jefe de turno” (el nº 33) le dijo a Piñera: “Presidente, que nunca más ocurra esto.”


Un parrafito para la derecha (juro que es una tentación). Que me digan que no pensaron la suerte que tenemos de este lado de la cordillera de tener una derecha tan pusilánime e inútil. Como no comparar con el Presidente Piñera que, más allá de la utilización política y todo lo que se quiera decir, hizo lo que tenía que hacer y lo hizo bien. Los mineros sobrevivieron, salieron sanos y salvos y no fueron abandonados (como se ha hecho tantas veces en todos los rincones del planeta, bajo el capitalismo, el socialismo real o bajo el sistema que sea).


Un pequeño país tercermundista realizó una hazaña que siguieron por televisión mil millones de personas. No es poca cosa, es un montón. Mesurados, eficientes, profesionales, así fueron los encargados del operativo de rescate y todos los involucrados.


De todas maneras me quedo con lo anterior, el alma del asunto. Ese sentimiento del minero, orgulloso de su condición, sin lamentarse de ser quién es, enormemente nacionalista y familiero. Pueblo, esa es la palabra (en los shopingns no se consiguen).

Se prometían fiestas, comidas, bailes como para celebrar. No grandes cosas. Y a cada uno que iba saliendo, esa cosa tan linda… ¡Chi-chi-chi le-le-le, Los Mineros de Chile!

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