No pasaba. Gente que se queda sin
laburo, no pasaba. Siempre alguien se queda sin trabajo, cierto, pero tantos y
de tantas empresas... día por medio te enterás de alguno, o la famosa pyme que
se cae, miles de emprendimientos que se desploman bajo el cacareo negador de
explicaciones oficiales tremendamente mentirosas. Los que la pelean, bueno, ahí
van cagados a palos. Uno dice que antes también, cómo olvidar el gendarme de
Berni tirándose arriba del autotrosko ¿no? Cortes que terminan para el carajo
si osan pisar una línea del metrobús... Y la sistematicidad de la respuesta es
lo que antes no era la práctica, hasta la yuta parecía antropomórficamente
parecida a un ser humano (sin exagerar, claro).
No pasaba que comiencen a
aparecer esos futuros abuelos cuyos hijos no verán levantarse para llegar
temprano, padres que changuearán sin horario ni sistematicidad, nenes que no
aprenderán esa puta "cultura del trabajo" tan dignificante (a la vez que plusvalórica).
Ya comenzó la segunda época de marginados que irán haciéndose marginales, los
están haciendo marginales a imagen y semejanza del Capital (que no los quiere).
Nenes que ven gente grande que llora, que se grita, que se enoja, que se va a
la mierda. Veredas rotas, cuando estaba empezando a arreglarse el barrio.
Una persiana, otra persiana,
muchas persianas. Bajando. Rebusques a menos. Comenzó la sobrevida que no es
nueva, si sabemos, pero alcanza rápido y se lleva a más. Y más rápido. Porque
romper es una acción rápida. Sacar el Estado de lugar, saquear al Estado y
decir que pasa porque había muchos subsidios. Y ahí está el corito de castrati
trinando mientras la tele nos lleva puestos.
La changa del carro los fines de
semana vuelve a ser el todoslosdías; los fulanos que duermen en la calle parte
del mobiliario urbano. Decir "homeless" es de una tilinguería
pelotuda y garca (por favor, no lo use). Son las flores de una primavera
liberal en pleno invierno.
Pasan también cosas más
abstractas, lejanas, que no se tocan, como que ahora de nuevo la deuda externa
crece, se multiplica exponencialmente en una timba que el común no ve. Lo
saben, si hasta Clarín se los dice pero como para que no lo vean. Pasa a
futuro. Y nos han robado el futuro, es la verdad. Porque a veces el pueblo es lo peor que
tenemos (el que no se atreva a la herejía, no sabe lo que se pierde).
No pasaba que la historia diga
que se repite, cuando se sabe que miente. Sin embardo, ahora no son los
noventas, cuando una banda peroportunista se disfrazó de liberal y empezó a
hacer política para robar, cuando siempre se había hecho al revés. Y sabe qué
cosa curiosa, ahora parece que no hay política, por eso le digo que no se
repite...
Vamos a hablar un poco más en
serio. Desde que comenzó la revolución
conservadora en los ochenta, se trataba de ver cómo nos insertábamos en
la globalización... Entramos de la mano de Menem, como usté ya sabe, y así como
ciegos en un laberinto nos llevamos puestos toda los talleres de los cuarenta,
los logros de los cincuenta y el modernismo ingenuo de los sesenta. Habían apagado
la luz (o uno se quedó con la guita y no pagó la boleta). Y así como en ese
gran reparto de la revolución industrial que no tuvimos, nos metieron a crecer
para los de afuera. La globalización es la gran conquista de la utopía
neoliberal, en un mundo en el que el capitalismo triunfó de punta a punta. Los
sabandijas se pasaron las ideologías por el forro de las pelotas y entregaron
las joyas de la abuela y el también el cadáver. Quedamos en pampa y la vía
(cerca de casa).
Ya sé que se recuerda nada más eso
del corralito y los golpes furiosos de los ahorristas. Y porque a cada chancho
le llega su duhalde, los bancos se salvaron, los deudos cobraron, se suicidaron
o se cansaron. Y el sueldo promedio finalmente fue de doscientos dólares. Ojalá
se acuerde o aún sepa leer, no sé. El pueblo recibió otra clase de resignación,
porque detrás de los quilombos y los dos días de furia y treinta y pico de
muertos, algo te gana el alma. Y es malo.
Ahora, siempre es ahora. No es
muy distinto, aparte de que se vino la langosta y se lastra todos los brotes
(nosotros sí que teníamos brotes verdes), aparte que arrasan, aparte de toda la
mascarada hueca y la perversión imperdonable de un color tan bello como el
amarillo, estos tipos quieren remodelar la globalización. Parece que toca el
turno de bajarnos la mirada, sacarnos esa cervical de mierda que nos mantenía
con la frente un poco más alta, darnos un boleo en el orto y ponernos en
nuestro lugar que esa ahí, en la cocina. Nos ven como a sirvientas en los
treinta.
Hacen daño, no pueden hacer otra
cosa. Lastiman.
El peronismo en el que creo, en
el que creemos, es la otra utopía increíble de robarle al capitalismo sus cosas
y empezar a repartirlas como si no hubiera tiempo, es esa gran reparación que
comenzó a curar algunas heridas, levantó a los pibes del barrio y les puso esa
compu en las manos y la asignación en el bolsillo a la vieja, los dientes y los
lentes, la jubilación para viejos y viejas pasados por encima. Algo de orgullo,
algo de heroísmo y un cachito de mística para los que se hicieron militantes (y
los que casi no éramos ya). Una entrada a la globalización con panzas más
llenas y sin desear vidrieras. Y lo demás lo estábamos viendo, porque se trata
del Capital... Algo siempre se nos
ocurre. Sabe...
Algunos desearían que la campaña fuera más política,
más qué se yo, y no tanto hablar de lo que perdimos, o del daño. Pero es que
tenemos que hablar del daño porque sólo así se puede ver claramente la fiesta
de los indolentes, de los insolentes, de los durmientes y de los desalmados. De
los hijos de puta que manejan los titulares y la tele y se cagan de risa, y se
nos cagan de risa en la cara.
Ah...si hubiera sido posible ser
ese cáncer que vivaron en una pared y curarlo. Arrojar la revancha lejos como
una pedrada al cielo y no comerse el
garrón de la derecha otra vez dueña. Hay que mirar de frente al daño. Y
terminarlo. El tiempo que lleve y las
veces que haga falta.
No es así compañero, le
pregunto.
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