sábado, 14 de julio de 2018

LA GUADAÑA EN EL AIRE


El 2001 fulminó al Radicalismo y nunca pudo volver a ser el mismo partido. Ya no lo era hacía mucho tiempo, de todas maneras. El “alfonsinismo” fue la última utopía de la boina blanca y quedó como un heroísmo postrero, pese a las inconsecuencias que lo dejaron trunco y derrotado por poderes que no iban a retirarse así como así. Claro, hablamos de la larga post dictadura que consagró la impunidad de los uniformados asesinos y también de los civiles que encubrieron asesinos en sus trajes de empresarios, jueces, lobistas de intereses extranjeros. La democracia comenzó débil y tutelada, cercada, con el aliento de las bestias detrás de escena. Alfonsín tuvo, hay que decirlo, progresismos valerosos y agachadas tremendas, ambas cosas memorables. Uno podría decir que se hizo lo que se pudo, si no se tuviera la sospecha que se podía hacer más, sin que nadie pueda hoy ni nunca saber bien a qué costo…

Por esa sombra de un Alfonsín que remedaba a un Yrigoyen -que ningún argentino de esos ochenta pudo conocer pero bueno- porque así son las leyendas cuando un colectivo social las hace encarnar en alguno. Por eso a De la Rúa le fue muy difícil. Siempre había sido un pusilánime, y del centro a la derecha. Había subido aplicadamente cada escalón del “cursus honorum” de la política tradicional argentina hasta ser el senador más joven que alumbró las Pampas. De allí lo de “chupete” que pocos recuerdan. Y siempre a la derecha del dial. Sucede también que en la historia hay fatalidades, cruces fatales, como lo fue el del casi siempre desdichado “progresismo” político que encarnaba en la segunda década infame el FREPASO de un “aguerrido” Chacho Alvarez, y el senador que estrenaba candidatura tras el hundimiento del alfonsinismo.

La crisis política, de representación, como quiera caracterizarla (sabemos de qué estamos hablando, ¿no?), dijo presente en esos tiempos. Primera cosa a notar, digamos, la presencia de ese tercer partido con posibilidades de reunir votos. Nos detenemos un cachito (¿si?) … Cuando uno habla de “tercer partido”, es porque la tradición marca “bipartidismo” que, en un tiempo fue entre conservadores y radicales (en otros países más apegados a la ciencia política de libro, el clásico era entre liberales y conservadores), para luego caer en el contemporáneo radicales vs peronistas. El tercero en discordia intentaba ser la cuña, pero en nuestro particular desarrollo no era para partir en tercios la preferencia electoral civilizadamente. En nuestro caso siempre fue necesario pensar el agotamiento del sistema político basado en el bipartidismo, para dar paso a una de dos/tres “revoluciones”. Por derecha, un tercer partido que rejuntara la experiencia del PAN roquista (Partido Autonomista Nacional, el sello político de la generación del Ochenta y el modelo agro-exportador). Así pasaron muchos, desprendimientos provinciales de oligarquías en baja política (y en tránsito económico hacia fronteras no tan productivas como lo fueron la carne y los granos), la Nueva Fuerza que se pretendía “de centro” (como siempre la derecha) y un sonriente Julio Chamizo, ese líder que ignoramos olímpicamente y era el dueño de Jabón Federal (un buen jabón, la verdá). Así hasta la Unión de Centro Democrático (UCD) del incansable Alvaro Alsogaray, el (capitán) ingeniero que nunca tuvo votos pero le juntó la cabeza al “liberalismo” argentino y con su hija María Julia y Adelina Dalesio de Viola lograron hacer lo que la “Libertadora” no pudo, hacer bosta al peronismo por dentro. Ya hablamos de eso, paciencia.

Hay que anotar otros intentos muy interesantes, protagonizados por Domingo Cavallo (entronizado en la política por el cordobés José Manuel de la Sota, en un puestito de diputado para la Fundación Mediterránea, a no olvidar) con su Acción por la República (AR) que tampoco dio que hablar por haber sacado mucho voto, sólo lo suficiente para mantener en el candelero a sus hombres clave, que darían vuelta por la política argentina en busca del paraíso perdido (y lo encontraron). Después, ya en los albores del nuevo siglo aparece Compromiso para el Cambio como partido de distrito, y ya esa digamos que es otra historia (el impulsor era Mauricio, el hijo bobo de Franco, famoso contrabandista de automóviles, entre otras cosas).

Eso por derecha. Por izquierda, nada de tercer partido, porque la izquierda (la marxista) siempre aspiró a construir el partido “de la clase” (la clase obrera, que era y es, aún hoy, mayoritariamente peronista, un detalle). No obstante, como estrategia electoral en tiempos de democracia (burguesa) bien valía un “tercero”, más con una crisis orgánica (perdón, don Antonio) del capitalismo y la dominación de la burguesía. No pasó nada, como siempre. Pero mucha lucha. Es que la gente es tan hija de puta…

Por centro izquierda, por el lado progresista, ahí si se lograron avances. Por si no recuerda o es demasiado joven (y de leer mucho no), Oscar Alende armó el PI (Partido Intransigente) y la famosa Alianza Popular Revolucionaria (…) en aquella mítica elección de 1973 en la que ganó Cámpora (y Perón). Pero su costadito tuvo la experiencia, y por primera vez el progresismo tuvo un lugar y no haciéndose los zurdos en el radicalismo o puteando en casa. La otra gran experiencia exitosa, fue sin duda, el Frente Grande. Primero heredero del Grupo de los 8, y luego metamorfoseado en un partido en el que convergerían peronistas, intransigentes, ex radicales, ex izquierdistas, y fulanos de que se decían “socialistas” sui géneris en confesiones de invierno. Alguna vez me dijo un peruca del FG sobre su grupo que eran como 43/70, negros pero más suaves (nota de color).

Sabemos cómo terminó. En ese cruce del que hablábamos. Y eso nos lleva de nuevo a la crisis política del 2001. La Alianza (frente compuesto principalmente por la UCR y el FREPASO) no dio vuelta la página del ensayo neoliberal del menemismo e intentó, inclusive, salir de ese modelo con herramientas que no manejaba… Terminó en estallido y con 39 muertos, de esos que salen de un solo lado (del nuestro). El Radicalismo como tal entró en una crisis terminal, no sólo se dividió en pedazos por personalidades (López Murphy, Carrió, Stolbizer, y otros) sino que perdió, definitivamente  su componente “progresista”. Sus antiguos líderes alfonsinistas, esa loca juventud del Renovación y Cambio de los ochenta envejeció y rumbeó decididamente a la derecha (menos el digno y respetable Leopoldo Moreau, que sigue en la misma y por eso lo rajaron del partido que ya no era ese partido). El Radicalismo perdió su alma o la vendió al diablo, puso a disposición de la derecha liberal su andamiaje nacional –vacío, pero aún con algún poder de decisión en muchos lugares- y se abalanzó sobre su merecido plato de lentejas. Un final que será tan largo como indigno, según lo que puede verse.

Dicho todo esto, podemos comenzar el tema. ¿El peronismo no tuvo su crisis política? Si y no. En primer lugar, el peronismo orgánico evitó esa crisis de representación política y social porque estuvo en el poder (en la parte de poder que se puede tener en una democracia como la nuestra). Tras el naufragio del alfonsinismo, emergió un Menem fortalecido por haberle ganado una interna increíble a don Antonio Cafiero (ese padre biológico de la renovación peronista). Quedó solo en el escenario político como pocas veces, con todo a favor y la esperanza renovada. Lástima, porque decidió traicionar absolutamente y a fondo no solamente el ideario peronista, la doctrina y la historia, sino que comandó la apertura definitiva a las teorías neoliberales dentro del peronismo. Y acá otro aparte necesario…

Ya con las ideas “desarrollistas” (y no en estado puro como las del Frondizi de “Petróleo y Política”, sino con las multinacionales adentro) habían penetrado lentamente en el peronismo en la década del sesenta. El llamado “neoperonismo” flirteaba con un keynesianismo del subdesarrollo que no le hacía un asco al encuadramiento en las buenas maneras y las limitaciones de la dependencia. La tumultuosa década del 70 y la radicalización de la juventud (gloriosa) retrasó y en parte inutilizó esas avanzadas, pero pudo neutralizarlas. La represión hizo el resto, dejándonos sin los miles que hubieran debido ser nuestros dirigentes y candidatos en los años por venir. Tras la tormenta, reaparecieron las teorías del peronismo como nuevo “partido del orden” que, junto a conceptos como “populismo” son la psicogénesis del gorilismo adentro del proyecto nacional. Es necesario reconocer estas cosas y estar atento… Es cuando se plantea un peronismo “partido” y menos “movimiento”, más conservador para ocupar un lugar en la diáspora. Son los antecedentes del menemismo y también del duhaldismo (que no son lo mismo, pero que nacieron juntos). Mientras, se apagaba en soledad Saúl querido y parte de la mística. Porque daba vergüenza el “peronismo” de los menemistas, un pecado colectivo aunque no de todos los peronistas. La “masa” quedó en silencio, como chamuscada.

La salida de la crisis del 2001 fue capitaneada por un peronista conservador como Duhalde, y terminó en el puente Pueyrredón y la cacería de Avellaneda. Más tragedia. El bastón de mando quedó en el aire y fue a parar a las manos de un santacruceño casi desconocido. Néstor Kirchner es el salvador del peronismo, el que nos devolvió la esperanza y el orgullo, el que nos empujó hasta que entre todos nos vimos dignos. Es impagable la deuda que el movimiento nacional tiene y tendrá para siempre con ese hombre. Gran parte de mi generación, ve su foto y la besa en un acto de fe que explica más que mil bibliotecas la ideología política y la realidad efectiva. Y después Cristina, la gran continuadora y la actualidad insoslayable de un peronismo que, como la Patria, existe.

Por esto es que el peronismo no tuvo la crisis de representación que si destruyó al Radicalismo como espacio político. Pero…

La guadaña está en el aire. La fractura del bloque popular (y entendemos con esto, a todo ese arco que bancó gran parte de la “década ganada”) permitió que la derecha triunfara de la mano del voto popular por primera vez. Si el peronismo como tal no logra ahora alcanzar la unidad, teniendo en cuenta el proyecto nacional y popular 2003-2015 como base, está expuesto a ser víctima de esa crisis en suspenso. Se corre el peligro de que, finalmente, termine consolidándose la división del Justicialismo como definitiva y no –como fue hasta ahora- por el devenir de la coyuntura.

En un país como el nuestro, subdesarrollado y dependiente, con el neoliberalismo desplegando nuevamente –y peor- su modelo de subordinación financiera y destrucción del aparato estatal recuperado por el último peronismo, no hay cabida para experiencias de un peronismo dócil y aceptable para el poder real. Cuando ese peronismo “sensato” colabora dando luz verde para pagar la libra de carne a los fondos buitres, o cuando sugiere que podría acompañar reformas tributarias, laborales, previsionales diseñadas por el FMI, entonces ciertamente se está a un paso de cumplir la maldición. Lo mismo ocurre con la esperanza no corroborada y puramente teórica de “la ancha avenida del medio”, que sólo serviría para que la transitaran los camiones de Prosegur rumbo a Ezeiza (igual).

La única manera es la unidad del peronismo en torno a un programa peronista, que tome a los logros de los gobiernos kirchneristas como piso (nunca es al cuete repetir esto).

Resumiendo (mal y pronto):

El Radicalismo selló su destino dando aire a sus componentes más reaccionarios que terminaron sellando una alianza con el neoliberalismo, y completó de esta manera, el ciclo de caída libre que estalló en el 2001;

La emergencia del “tercer partido” se demostró efectiva cuando pudo ser un elemento progresista dentro del Frente Nacional construido y liderado por el peronismo. De eso se trató el Frente para la Victoria, la última versión frentista del peronismo, que se potenció haciéndose verdaderamente transversal. Queda si, un desafío para el progresismo, de levantar un programa superador dentro del espacio y ganar voluntades;

Si el peronismo repite esquemas presentándose como cabeza de varias coaliciones (es decir, por separado) colaborará con el neoliberalismo y posibilitará que la destrucción de la Nación continúe. El peligro, además, es que consolide su propia división y finalmente, los herederos de la Libertadora logren la inutilización del movimiento nacional por mucho tiempo.

Así las cosas… para analizar cómo sería que nos vaya bien, hay tiempo y es más fácil. Y se la dejo para otra vez.

Viva Perón.



lunes, 9 de julio de 2018

LA PATRIA EXISTE


“Estoy acá tratando de pensar y sentir lo que sentirían ellos en ese momento. Claramente deberían tener angustia de tomar la decisión, querido Rey, de separarse de España.” Esto dijo en Tucumán el presidente neoliberal de la Argentina ante el rey emérito Juan Carlos de Borbón, con motivo del bicentenario de la Declaración de la Independencia en 2016. Sin palabras, diría uno, si no fuera de que se dijo semejante barbaridad. Tenemos realmente una derecha bruta, hasta en eso se nota el subdesarrollo.

Heridas nacionalistas aparte, el contexto de la declaración de la Independencia es interesante como para darle una revisada en serio…

Por un lado tenemos un gobierno central que acumulaba más de un fracaso en el proceso de creación de un Estado (ni hablar de que ese Estado pudiera caracterizase como “nacional”). Las Provincias Unidas del Río de la Plata, por decir un algo, era un espacio asediado por el imperio Español y, dicho así, suena como fácil de entender. Las cosas nunca son fáciles, vea don, así que mejor sería decir que ese asedio era una guerra civil entre “españoles americanos”, criollos americanos que estaban en ambos bandos, del lado de la Patria (aún no erigida del todo), y también como “maturrangos”. Ecos de otra guerra allá en la península, entre liberales (esos de antes que eran progresistas) y absolutistas monárquicos; y deje que esto último lo conversemos otro día, que nos vamos por las ramas…

El general Belgrano (el querido Tío de la Patria) combatió contra generales americanos al servicio de España en su extraordinario periplo norteño, con éxodo y todo. Bien brava la cosa, porque parece que no todos los americanos querían sentir esa “angustia” y se ponían firmes al lado del Rey (como ahora algunos se ponen al lado del Imperio contemporáneo). Belgrano no, está claro. El abogado devenido en jefe militar (de puro patriota, que de eso se trata) le proponía al Congreso reunido en Tucumán adoptar como forma de gobierno una monarquía constitucional encabezada por un descendiente de los Incas. Eso es sabido y queda fantástico ahora que a los indios les decimos “pueblos originarios”, pero la cosa iba más allá de una reivindicación (muy justa). Se trataba de centralizar el poder en una realeza indígena sí, pero basado en un contrato social (que eso es una Constitución). En el imaginario de los pueblos reunidos en las Provincias Unidas (y quién sabe si no se pensaba en reunificar parte del antiguo virreinato…), la idea generaba lazos invisibles que podían ser poderosos y movilizadores, oponiendo a la monarquía despótica del Imperio una propia consensuada. No era una mala idea, pero a los comerciantes de Buenos Aires y algunas élites del Interior les pareció una locura. No se trató y se miró (esa gente miró) con desconfianza a ese convencido enarbolador de bandera sin permiso, que moriría cuatro años más tarde solo, invisibilizado y derrotado dejándonos el tremendo “Ay, Patria mía”.

El general San Martín, ese si un milico con toda la academia encima, lo tenía claro porque estaba con las bolas infladas de gente como Macri, es decir, con la casta miserable de comerciantes de Buenos Aires, de Rivadavia y Cía (que aún no endeudaban al país naciente, pero lo harían). Exigía –usté sabe cómo son los milicos y más cuando milagrosamente llevan pueblo en la sangre- declarar la Independencia sin perder ni un minuto más porque sabía que se venía la noche. Se venía el poder colonial español a derribar el bastión rebelde que aún quedaba, es decir, este grito de mayo de 1810 que sinuosamente seguía vivo. Nos iban rodeando por el Norte, por Montevideo, por Chile. San Martín mientras formaba a fulanos como Güemes, Quiroga, jefes gauchos de todo el interior que lo seguirían a la locura de los Andes, pero necesitaba tiempo, un gobierno sólido en BA y un país alistado, una economía de guerra para combatir. Porque era la hora de combatir no de pedir disculpas, mucho menos escupideras.

1815, un año antes, había sido trágico. Se habían caído todos los gobiernos rebeldes americanos, menos éste. La derrota convencía a los que tenían guita que perder y se pensaba en pactar con el Imperio… con los imperios. Hasta tipos como Alvear, antiguo compañero de logia de don José pero distanciado por desacuerdos políticos insalvables, enviaban en secreto misivas tentando a la Carlota, de la línea imperial portuguesa en el Brasil. Pensaba el general de la avenida paqueta que antes de caer, era mejor ser tutelados por otros, de última ingleses (y ahí la embocó, aunque no fue el responsable de esa nuestra dependencia). San Martín que no, que se vayan todos a la puta… Independencia o morir con las botas puestas, con los pies descalzos, con chuzas y montoneras al lado de los ejércitos de la Patria (qué envidia), o como dijo, pelear “en bolas, como nuestros hermanos los indios”. Qué tipos…

Y de Tucumán sale el Acta famosa, usté ve la mesa, lo ve a Laprida, todos con los sombreros en alto posando para Billiken (dato revelador de la edad avanzada del autor de esta nota). Sale, y también un conjunto de documentos importantes que nadie recuerda. Sale un gobierno que se afirmará como pueda (ese Pueyrredón…) y le garantizará al Gran Capitán el plan urdido en Cuyo en un gobierno popular del que poco sabe la gente. Mal que mal, salen las cosas. Y no dio para más el Congreso; la organización nacional para otro día.

Mire lo que faltaba todavía… Las guerras de la Independencia, contando con las batallas que por arriba del mapa iba dando Bolívar, hasta expulsar al invasor peninsular y desactivar en gran parte a sus columnas americanas (aunque no a sus quintas columnas). Iba a quedar una América dividida en demasiados proyectos de países, el sueño de una Patria Grande (y pueblos felices) como mandato, como utopía. Como una promesa secreta y silenciada por tanto tiempo…

A nosotros nos faltaba aún la construcción de un poder estatal y un espacio nacional, nos faltaba un partido popular que heredara a Moreno, a Belgrano, a French & Beruti, a Larrea, a tantos, nos faltaba un jefe como Dorrego y un miserable sable sin cabeza como Lavalle. Nos faltaba un Rosas para armar poder haciendo la alquimia de la colonia, la guerra, la independencia y manteniendo a raya a los traidores. Nos faltaban los conservadores de la patria de las vacas y la entrega al Imperio Inglés, los gobiernos de una derecha “culta” asesina de indios y gauchos, el fraude patriótico. Seguiría en la desgracia argentina el dominio infame de la Oligarquía. Faltaba un Yrigoyen con todo lo suyo y faltaba mucho para Perón, el de la declaración de la Independencia Económica de 1947 y la fabulosa Constitución del 49. Faltaba también la luminosa estrella del Che. Y faltaba mucha, pero muchísima infamia.

Los sueños de los Héroes (esos patriotas dendeveras) siempre se cuelan en las madrugadas de los pueblos, imperceptiblemente, y echan raíces, aunque en algunos tiempos –como estos que vivimos- no se nota mucho. La historia no se repite pero da revancha, compañero.

Una parte de ese sueño se firmó un 9 de julio en Tucumán, en esa Acta que le decía. Sin angustia, sin pedir permiso, sin vergüenza. Y de tanto en tanto, alguien la levanta y la lleva como bandera a la victoria.

Viva la Patria. Venceremos. Grítelo fuerte, con la mirada en alto (siempre).


lunes, 18 de junio de 2018

A FONDO


El próximo miércoles 20 de junio el Fondo Monetario Internacional daría luz verde a la Carta de Intención y Memorandum de Políticas Económicas y Financieras enviada por el gobierno argentino. En esta frase hay una barbaridad y un error. La barbaridad es que el magno evento caiga justo en el Día de la Bandera, que es el de la muerte de Manuel Belgrado, para la aceptación de un plan de ajuste y entrega. El error, es que el actual gobierno neoliberal tenga algo de argentino.

Es duro lo que uno dice, es duro. Pero veamos por qué. No es sólo por recurrir al organismo multilateral de crédito de triste y reciente historia en nuestro país, del que nos habíamos deshecho con mucho esfuerzo y tras una brillante gestión económica de la Presidencia Néstor Kirchner (algo que suena a “realismo mágico” a estas alturas). El FMI no es malo por carácter ni por esencia, porque la vida política no se divide entre buenos y malos, pero volver a él con los antecedentes que acumula es  sinónimo de estupidez o una confesión de partes. Es imposible no pensar que los que lo hicieron una vez –muchas figuras de este gobierno son el antecedente visible de la crisis del 2001 y del jaqueo de los Fondos Buitres después-, no volverán a hacerlo ahora. Y lo hicieron. Inútil es rebatir argumentos que hablan de que el Fondo cambió (para bien) o que se le pide auxilio para evitar un golpe de estado (Carrió dixit, encima aludiendo a los actores). Se va al organismo internacional porque es como volver a casa, porque este plan económico no va a ningún otro lado que a la cueva más notoria de la especulación financiera. Un modelo que privilegia la burbuja financiera sobre la producción y el mercado interno (que tiene que ver con la vida de la gente), lleva irremediablemente a estas cosas.

Veamos que dicen los diarios sobre la Carta de (mala) Intención y los compromisos que este pobre país asume (otra vez) …

El tema cambiario con un sistema de flotación sin intervención del BCRA (dicen); en lo que va del año el tipo de cambio acumula un 52%, en el que “acumula” va por “devalúa” el peso. Dejemos de lado el tema de los funcionarios de reemplazo de aquel mejorequipodelosúltimoscincuentaaños, que agrava la perspectiva dada su actividad en mesas de dinero y timba financiera internacional, y vayamos a la realidad de que se entró en una devaluación continua de la moneda nacional frente a la moneda del Imperio (que cada vez es menos la moneda internacional, y si no pregúntele a China y Rusia). La alternativa, de no frenar la trepada del dólar por ejemplo, podría ser la dolarización del sistema financiero. En medio de eso, el Fondo.

Vender las acciones de grandes empresas y títulos en poder del Fondo de Garantía de Sustentabilidad (FGS) del ANSES, otro punto. Tal vez el más ingrato. Ellos (los neoliberales funcionarios) hasta te hablan de acciones y títulos incautados a las empresas por el gobierno anterior, entendiendo que no había ningún derecho a posar las pezuñas sobre la propiedad de las empresas, más allá de que eso fuera un botín de la guerra de las AFJP truchas que cobraban comisiones en la timba de la Bolsa y dejaban para el Estado el sostenimiento de las jubilaciones. Con esto se encontró Néstor Kirchner y Cristina FK hasta que también se encontraron con un fulano llamado Boudou que propuso un plan para terminar con el saqueo de la Seguridad Social (y por eso está siendo juzgado y por ninguna otra cosa). Con el FGS fueron posibles muchas cosas que hacen a  la justicia social, y no solamente –pero también- bancar los aumentos reales a los jubilados y pensionados. Es un fondo anticíclico pensado para aguantar ataques y embates especulativos, y que el hilo deje de cortarse por lo más débil. Y por todas estas razones, debe ser liquidado; para que la plata mal habida vuelva a sus legítimos ladrones.

Se menciona también una “reforma jubilatoria” dentro de las propuestas de ajuste, para supuestamente mejorar el sistema y hacerlo “sustentable”. Esa puerta entornada da para que entre el viento y una posible suba en la edad de retiro, la vuelta encubierta (o no) del sistema de capitalización, o que no sea un beneficio para todos (otra cosa que nos hicieron creer)… Como sea, al FMI el tema le interesa.

No podía faltar el tradicional achique del Estado (que los ultraliberales parangonan con agrandar la Nación) que se traduce en un mayor ajuste del empleo público echando gente, reduciendo o eliminando funciones del Estado, congelando vacantes y contrataciones ya mismo. Nada difícil cuando se plantea un Estado mínimo que se desinteresa por el control de la economía y de su función social.

En el rubro inflación, ya sin metas, plazos ni objetivos, el gobierno se somete a una supervisión “rigurosa” del organismo que le indicará qué hacer (porque siempre se puede ajustar un poco más) por si los índices no bajan a un nivel razonable para un país del tercer mundo.

Desde ya que habrá una nueva Carta Orgánica para el Banco Central, que consagre de una vez por todas su “independencia” y la prohibición de financiar al Tesoro. Es decir, que una poderosa herramienta del manejo autónomo de la economía quedará también en manos de otros, y otros “interesados”.

Algunos compromisos más … Como los tarifazos en transporte y energía continuarán, la cosa es que el Estado termine definitivamente con esa costumbre de subsidiar y se reduzca también por esa vía el déficit fiscal. El ajuste fiscal de 19.300 millones de dólares se completará con una marcada reducción en la inversión pública, obras por ejemplo que era uno de los pocos rubros con que se sostenía la actividad económica. Eso unido a menores transferencias de dinero a las provincias, que la ligan de ambas maneras (menos obra pública y menos desembolsos de guita del Estado Nacional).

Entonces y recapitulando, el país recibirá un primer desembolso de 15.000 millones de dólares que irán, una mitad al Tesoro como refuerzo (ahí va la corrida y la timba de lebacs) y la otra mitad al Central como “reservas” (que no son genuinas ya que no vienen de la producción nacional y la diferencia entre lo exportado y lo importado, y se pagarán con intereses). Para utilizar los restantes 35 mil millones del crédito, habrá que someterse a doce (12) revisiones trimestrales del FMI. Cada supervisión habilitará hasta 3250 millones. La primera “visita” será el 15 de setiembre y de allí volverán todos los setiembres, diciembres, marzos y junios de cada año hasta 2021. O podrán tener una oficina en el ministerio de Economía como antaño, hasta que Néstor Kirchner los invitó a desalojar.

Uno piensa y dice “¿hasta cuándo aguanta la gente?”, porque muchos creyeron en los spots de campaña y depositaron una confianza ciega en un voto también ciego. Cuando votas a la derecha siempre le das un cheque en blanco y, si no lo hacías por convicción –sino por publicidad- te debés querer pegar un corchazo ahí. La “pesada herencia” también explica esto, ya que el país quedó tan mal y la gente tan necesitada que una ancha franja de clase media estrenada y/o consolidada gracias a las políticas productivistas del gobierno peronista, tuvo el colchón suficiente hasta ahora para bancar las inclemencias del neoliberalismo, cuyas calamidades aparecen siempre asociadas al clima (no hay responsables jamás). Pero la bonanza (inventada por el “populismo”) se termina y se comienza a correr a la coneja. Ni hablar de los sectores vulnerables, a los que embocan con la más mínima medida antipopular porque no tiene de donde agarrarse.

Así ocurrió con el verdadero relato, ese que la prensa que apoya al gobierno de derecha fabrica hora a hora, en este caso para ver las ventajas de ir al FMI (nunca dicen “volver”, porque salvo para recordar al gobierno anterior, el pasado no existe) y la transformación de estas calamidades en una “oportunidad”. El gobierno ha hecho una profesión de privilegiar el marketing sobre los contenidos, y de esta manera, ha logrado deshacer el discurso opositor ignorándolo, haciéndolo inaudible.

Igualmente, existen límites que son los impuestos por la realidad material. El tema del Fondo no cae simpático a los argentinos en general. Será algo de memoria, desconfianza, intuición, pero nadie iría a darle la bienvenida, salvo para una ínfima banda de arrastrados. La mayoría piensa que el acuerdo es para peor y que la economía no va a repuntar por este camino. Eso se nota ya en la calle, en las charlas haciendo las compras. El tema aparece, sin que uno lo saque de la galera.

Y aunque el grueso del común no vea mucho más allá del día a día, justamente ese es el problema porque el día a día es un espanto, solo menor al espanto que sigue. Y eso, querido compañero, en algún momento surge en todo su potencial y la crisis se convierte en social y en política. En el fondo, una crisis de hegemonía, para los que les gusta pensar un poco.

En este tiempo, tenemos la suerte de tener en el pasado reciente la memoria de un proceso popular que duró doce años, en los comienzos del siglo XXI (por más setentismo en que se lo quiera enterrar).

*Los datos económicos y la estructura de la Carta de intención presentada al FMI fueron tomados de “Ajuste sin miramientos y entrega al mercado”, por Tomás Lukin, Página 12 del 15-06-2018, págs. 14 y 15.



viernes, 20 de abril de 2018

SOBRE ESAS COSAS (sobre el PERONISMO nuevamente)


¿Le importa a todo el país lo que pase con el PJ, o las internas del peronismo? No, más bien que no. A un importante sector de la población sabemos que la política le importa un bledo, y se jactan de esa ignorancia vocacional. Allá ellos.

El peronismo inició hace un tiempo -poco, la verdad- un proceso lento y sinuoso de unidad. La clave sería rearmar en principio algo de la alianza política y social que permitió el abrumador triunfo del 2011. Claro está, la situación no es comparable a aquella y los problemas son muy otros. Como prueba de que ese proceso incipiente de unidad iba dando resultados, al contrario de lo desinformado por la prensa (poco) “seria”, es que se lanzó una intervención imposible al Partido Justicialista, en un dictamen firmado por una jueza conocida por sus exabruptos “republicanos”, poniendo como Interventor a un desopilante payaso del peronismo conservador y malandra. Peor imposible. Objetivamente la maniobra –torpe pero real- beneficia al gobierno neoliberal y sus posibilidades de continuidad post 2019, más allá de que haya de acciones, omisiones e intencionalidades.

Volviendo al hilo del asunto… La derrota electoral impactó muy fuerte en la estructura partidaria y convulsionó a todo el movimiento nacional. Algo se rompió, algo se perdió, y no se puede arreglar ni encontrar; al menos por ahora. Hay conciencia en muchos sectores del peronismo de que las cosas cambiaron, y que hay que dar y barajar de nuevo, sentarse, tragar saliva, acordar. Porque no da lo mismo -al peronismo no le da lo mismo- ganar que perder.

El movimiento peronista siempre se definió por lo social y cultural, y de ahí la política. Un curioso decurso de cosas, doctrina y hasta elementos de una ideología siempre en composición, que podría compartir, tal vez, con otras experiencias movimientistas (aunque no con muchas). Y aunque el "pueblo" -una parte importante de él- le haya dado la espalda, el peronismo no castiga con un "vayansealamierda", "aprendanyjódansen", no deja al pueblo colgado (aún cuando se muestra infiel y desagradecido), porque el peronista es pueblo y sufre tremendamente esos desaires. Se piensa en lo que se hizo mal, en lo que no se comunicó debidamente, y hasta a veces se minimiza la potencia infernal de un enemigo jurado que no perdona maneras alternativas de construir el capitalismo, menos aún, los ensayos exitosos de un Estado que sin dejar de ser el famoso Estado burgués, es capaz de lograr una redistribución progresiva y popular del ingreso generado por todos y, a la vez, proyectar el desarrollo independiente del país. Pasa que, como eso es posible, siempre que pasó se trunca, como para que nadie se convenza de que además de posible, es necesario.

Al peronismo la gente le importa y le duele, más allá de todo. No tiene dónde irse a lamer las heridas, no puede salvarse. No existen para el peronismo refugios, transiciones, treguas, escondites; está tremendamente a la vista y sin privacidad alguna.

Hay gente enojada con el peronismo; en parte merecido y en gran parte no (más  bien todo lo contrario). El peronismo ha caído en la trampa del sistema, de sus Ejecutivos, de sus Jefes, de sus dueños. De ahí que algunos peronistas (sin dejar de serlo) hagan doctrina del temor y salgan a predicar un republicanismo jerárquico que es absolutamente ajeno a la tradición del movimiento. Eso de que el "partido debe modernizarse" (ni hablan del movimiento), ser un partido de "centro", más de clase media y previsible. Son ideas que andan por allí y no son nuevas, pertenecen a la siempre fallida experiencia del "neoperonismo" (cuando pretendía sobrevivir a Perón, estando vivo Perón) y va mutando, sin dejar de ser una visión conservadora y esterilizante del fenómeno peronista. En ese mundo ordenado no cabe una "revolución justicialista", que viene a ser la irrupción (si quiere mansa y tranquila, aunque no se cómo) de lo nacional y lo popular en la dirección del Estado burgués (lo que decíamos antes). Un partido del "orden", pegado al sistema capitalista, que garantice junto con la derecha la alternancia, sin mover el barómetro de la acumulación capitalista y la tasa de ganancia. Un verdadero partido "garantista", pero al revés. Obvio, la mayoría del peronismo no quiere eso, no lo apoya ni apoyará. Pero cómo jode.

Por lo contrario, hay entre algunos peronistas una cosa anarca con el partido político. Se ven únicamente movimientistas, al partido como una disfunción liberal, y no como una herramienta disrruptora dentro del país liberal. Rememora un tanto a ese supuesto "evitismo" que negaba a Perón; o ese no hacerse cargo de toda la historia del peronismo (sobre todo de lo malo) y andar haciendo piruetas sentenciando quién era o no era peronista, según el gusto del consumidor.

Están si los que se pasaron de bando, claramente. Hoy, sería decir los que desde una tradición peronista abrazan la divisa amarilla con fervor. ¿Acomodaticios, colaboracionistas, traidores, mercenarios, o resentidos (por eso que no te dieron)? Ponga usté el mote; dan bronca. Ellos mismos labraron su destino y nada se puede hacer. O quizás, arrepentimiento mediante, se deban colocar últimos en la fila y esperar, como dijo alguna vez el General. Evita solía fulminar a cosos como estos...

Si uno se pone a analizar estas cosas, sin poner nombres, sin declarar de antemano la certeza absoluta ni la condena absoluta, la vida podría verse diferente, tal como la ven muchos peronistas. Esto crispa, se sabe, porque parece un perdonatodo,  pero no lo es. Para el zurdito despechado que tal vez lee esto (y uno mismo no está exento de nada) vale recordar, remarcar, señalar una y mil veces: se trata de luchas por la hegemonía pensando que muy posiblemente, el peronismo sea aún el territorio en donde se libra una parte sustancial de la lucha de clases en la Argentina. Upa, que sonó marxista...

El "proyecto" del que tanto se habló en la última experiencia peronista exitosa, el mal llamado kirchnerismo (que es peronismo por tradición, modus operandi, obra efectiva, objetivos, doctrina, fe y mística), fue una versión acorde con el original, permeada, zarandeada, aggiornada a los vaivenes violentos de la Argentina neoliberal entrando como se pudo en el siglo XXI (que nos encontró dominados). Hay que sacar provecho de esa patriada de doce años, no para volver sino para seguir, cuando los vientos del pueblo vuelvan a llevarnos mar adentro. En ese marco la unidad, las alianzas, las amplitudes...

Pero claro, estas vueltas no conforman a todos (a todos dentro de un nosotros), uno lo sabe. Está el "progresismo", que mira y no entiende, entiende y no le gusta. Todos los progres, seguramente no, porque algunos lo entienden como uno  y están dispuesto a llegar todo lo lejos que la Patria lo demande. No lo dudo. Pero hablo de los que no, de los que no tienen obligación de romperse el coco con el peronismo, porque no es su vocación ni su idea. ¡Pare de sufrir!, pero tenga en cuenta una cosa. Usté, amigo progresista, está  y seguramente querrá seguir estando en usa alianza transversal que idearon peronistas (un Néstor, una Cristina, por decir), que ha sido y será posible con el peronismo y más aún con su PJ como nave insignia, nave madre, sustento (llámelo como quiera pero no le rebaje la importancia)... Y ese hecho hace que la hegemonía peronista dentro de esa transversalidad marque los pasos, los tiempos y muchas de las convergencias temporales y también de las más estables. El peronismo puede ser convocante por su número, dinámica, potencia, historia, composición (de clase, si  quiere). Por lo tanto, también le caen por la cabeza sus crisis. No son crisis de prestado, atañen, porque marcan el ritmo del movimiento nacional. Desconocer esto es, simplemente sufrir al pedo y no llegar al fondo de las cosas. Lo que no quiere decir que se deba sentir, pensar, y hacer como un peronista (además, tendría  que elegir cuál peronista). 

El progresismo también debe ser puesto en valor, porque también está en crisis, ¿o no? Para correr fraternalmente al peronismo por izquierda -su principal labor dialéctica- primero tiene que aclarar un poco más su identidad. ¿Acaso le andamos preguntando qué significa hoy ser progresista, o qué tipo de progresismo encarna? Deberíamos.

Como verá, amigo, compañero, las cosas son un poco más complejas que barajar nombres para una fórmula... El problema que tenemos todos los que nos reconocemos dentro de ese movimiento nacional y popular, es que necesitamos una fórmula competitiva, necesitamos  ganar. Se sufre mucho si no lo encontramos.

¿Sabe? la Patria está en juego, que es lo más importante y todo lo que tenemos.




martes, 3 de abril de 2018

LA GRIETA (SOCIAL)



¿A usté no le parece que cuando se habla tanto de la unidad (por caso, del peronismo) es que estamos lejos aún de lograrla? Enseguida se pasa revista a los sectores contrapuestos, a los dirigentes de uno y otro lado... Y nos quedamos con los dirigentes, si éste estuvo acá o allá, de las agachadas y múltiples cambios de vereda. Lo dijimos muchas veces matizando hasta lo imposible las palabras, sobre todo la palabra "traición", porque sabemos -y cada vez somos  más los que caemos en la cuenta- que sin unidad del peronismo en primer lugar y del campo popular en general (¿no mi General?) vamos a tener un tiempo más de este neoliberalismo de salteadores de caminos. ¿Llegaremos a eso de que "Hay 2019”?...

Sin embargo hay otros aspectos -más  importantes- desde donde ver el tema de la unidad y tiene que ver con cuestiones estructurales. Mire esto y seguimos charlando...

“(…) la destrucción del tejido industrial y la mutación del mundo del trabajo vienen produciendo desde hace ya un par de décadas una fragmentación del universo popular que, a grandes rasgos, hoy se divide entre los desocupados, los trabajadores informales y los trabajadores formales (el “moyanismo social”, cuya emigración primero al massismo y luego al PRO produjo el quiebre de la coalición kirchnerista –y su derrota-)…” (…) “estos modos diferentes de inserción laboral generan posiciones, visiones del mundo y hasta ideologías distintas, que profundizan la distancia incluso entre quienes viven medianera de por medio: la distancia entre el trabajador cuya vida, aún con un salario bajo, sigue organizada por el trabajo, pautada por la semana laboral y protegida por un sindicato, y el que se ve obligado a rebuscárselas con las changas y los planes. Esto genera a su vez demandas distintas entre los sobrevivientes de la Argentina salarial que reclaman por el impuesto a las ganancias y la obra social y los hundidos del siglo XXI, que piden el socorro del Estado.”

Se dijo en otro posteo hace un tiempo, pero lo repito: en los 2000 uno veía desfilar por Av de Mayo hacia la Plaza contingentes  de lo que histórica y estructuralmente era la base social del peronismo. Trabajadores convertidos por la magia (mafia) del mercado en ex trabajadores. Marchaban con banderas propias, trapos desteñidos con barrios atrás, pibes, pibas que no  salían del anonimato. Y que no debían salir porque en la Argentina decadente de los liberales, hay sobrantes sociales y no "ejército de reserva" para regular el salario y aumentar la tasa de ganancia empresarial. A la fragmentación del mundo del trabajo se le adosaron dosis insoportables de marginalidad y pobreza (que no son sinónimos). La brecha se agrandó como para no cerrarse nunca más. Y entonces si hablamos de fractura social, ahora entre trabajadores formales y trabajadores informales, más los ex trabajadores. Nos quieren vender una “grieta” con sectores de la mal llamada clase media, cuando lo que subyace es un quiebre mucho mayor. 

El peronismo original (ese que comandó Perón en persona) organizó la vida social en base al trabajo y los sindicatos. Ya estaban allí las patronales, y sin embargo, se erigieron nuevas que provenían de antiguos talleres y fabriquitas más de barrio. La famosa “burguesía nacional” que el peronismo creyó encontrar finalmente (encontrar, crear, serían solo matices semiológicos). El mundo del trabajo se completaba con sindicatos fuertes en organización, afiliados y también recursos para brindar estabilidad laboral, garantizar el incremento del poder adquisitivo de los salarios (que funcionaba como engranaje necesario de la ampliación del mercado interno), y también salud en clínicas propias, vacaciones en complejos turísticos manejados por los gremios, obras sociales. Sindicatos de organización compleja, verticales en la cúpula y horizontales en las organizaciones de base, así se planteó el modelo sindical del peronismo. Lo que quedaba afuera, la sociedad descarnada de los sin oportunidades, los humildes al decir de la presidenta de la Fundación de Ayuda Social (Eva Perón), se atendía por esa vía. Terminado el período de gloria, los sucesivos golpes de Estado y pasajeras democracias tuteladas, el esquema sindical siguió intacto y el Estado asumió parte del trabajo que llevara la Fundación Eva Perón, pero mal y sin querer.

Lo que explotó luego de la Dictadura Cívico-Militar (1976-1983) fue el esquema general, la Comunidad se desorganizó finalmente y emergieron las islas del neoliberalismo. Flexibilización laboral, las poli funciones y posiciones en la organización productiva, las empresas que a la especulación financiera le agregaron valor, y también mano de obra sobrante. Pero sobrante para siempre. No se ha podido recomponer el esquema original, como tampoco ensayar la superación del tema una vez aceptado que la super informalidad laboral venía para quedarse. 

No obstante: “(…) Durante su larga década en el poder, el kirchnerismo logró suturar esta herida abierta en el campo popular mediante la acción enérgica del Estado y el talento de su liderazgo. Sucedida la derrota, la fractura reemerge, más ardiente que nunca. Por eso el proceso de recuperación del peronismo, si finalmente se produce, debe contemplar la realidad de este universo social astillado…”

Así es el costado social de la unidad. Somos una sociedad partida, vulnerada, maltratada a control remoto y a la vez por sus  propios dueños (ahora elevados a la categoría de gobierno constitucional, de acuerdo a las normas de un Estado de derecho). Hay que atender a estas cosas primero en lugar de discutir alegremente sobre dirigentes. Porque ¿qué pasa con los no dirigidos?, los afueradetodo. Las diferencias con los incluídos no pueden ser más elocuentes. Mire, en la marcha famosa ya de febrero (la de Camioneros y otros gremios y organizaciones sociales, la que tuvo a Moyano como  orador principal) esto se hizo visual. Los sindicalizados estaban bien vestidos en su estilo, alimentados, organizados institucionalmente, y los otros no. Con la caída en picada de los estándares de vida ocasionado por el saqueo del “cambio”, se nota más que nunca.

Los que discuten paritarias (a través de sus organizaciones y con sus dirigentes, buenos o malos) son todavía mayoría en la Población Económicamente Activa, cosas de la Argentina peronista. Un casi 40% -que es muchísimo- queda a la intemperie. Si usté junta a los que laburan en blanco pero no están bajo Convenio, o no pueden (quieran o no) sindicalizarse, con los que no tienen trabajo formal,  y los que viven de changas y/o completan con algún plan  estatal, bueno, allí  tiene la fractura social verdadera.

Todo esto actúa sobre  la política y también la parte. Solamente  con una conciencia real del desastre, se puede comenzar a entender lo imprescindible de la unidad y dejar esos maravillosos escrúpulos (y tantos principios) para el ágora ateniense que, entre nosotros, era esclavista. Parecido a lo que hablábamos, al menos en la metáfora. 

La "grieta" que nos venden no dejan de ser deshilachadas discusiones de panzasllenas (entre los que me incluyo). Sin propósito de banalizar el debate político (o lo que sea eso) es necesario mirar más allá si se quiere hacer un análisis que no solo intente interpretar la realidad, sino que pueda proyectarse al futuro.

Algo así, ¿no?...


Las citas son de “Todos unidos volveremos” por José Natanson; Le Monde Diplomatique; edición 225; marzo 2018; págs.. 2 y 3.

viernes, 16 de marzo de 2018

DESCUBRIR LA DERECHA



El descubrimiento de la Derecha puede ser traumático. Depende de la edad... Si ocurre tempranamente, seguramente irá acompañado de un proceso de politización que ayuda bastante, ya que hablamos de una toma de conciencia en sentido contrario (no “más” a la derecha). Entonces el párvulo político obtiene algún consuelo. Si al mismo tiempo se llega a la conclusión de la necesidad de emprender caminos en conjunto, ni hablar. Puede ocurrir que uno se tope con la Derecha ya crecidito y entonces, el desconcierto llega a ser grande. Darse cuenta, por ejemplo, que uno recibió durante años una basura como Clarín en su mismo domicilio... Que uno se creía honesto, positivo y progresista con argumentos liberales del siglo XIX, republicanos, sencillos y de sentido común. Horror, uno pudo ser un pelotudo (tanto tiempo).

Párrafo aparte merece tal descubrimiento a una edad avanzada, porque en ese caso, opera como salvación. Conozco una señora mayor que nunca dudó de que el peronismo estaba mal y, tras el advenimiento de Cristina FK y la famosa "década ganada" (Néstor incluido, claro está), terminó poniéndose feliz de que sus conocidas - con claras muestras de disgusto- le cambiaran a ella los billetes con la imagen de Evita por los de Roca. Porque descubrió que Evita (que de joven no le gustaba porque le resultaba muy mandona y atrevida) había sido una gran mujer. Reconoció que en algo se había equivocado, o no había sabido ver, quién sabe. Se sintió bien (sé perfectamente que fue así, porque esa digna dama es mi madre). 

No es fácil darse cuenta de que la Derecha existe, aunque a usté le parezca mentira. Sáquese de encima la mueca de sabiondo, o de militante de siempre y fíjese en los pobres mortales que nos rodean (vea que me coloco a su lado, sólo así vale la observación). La Derecha basa su poder -al igual que Drácula- en que pocos saben de su existencia o, mejor aún, que la mayoría niega su existencia. Frases como "la izquierda y la derecha son cosas del pasado", "a mí la política no me interesa para nada", o el consabido "no entiendo de política", son signos evidentes del ocultamiento cultural de la Derecha.

¿Se fijó que nadie admite ser de derecha? Como si fuera algo malo, sucio. Y en verdad lo es. Pero no es por eso que se la niega, sino porque suele considerarse que es una etiqueta que generaliza y divide. Como la política.  Otros, que se creen "más cultos" la equiparan a ser un fascista o algo así. Si alguien les dijera que nuestra Constitución es de derecha, lo mirarían espantados primero y ofendidos después de un segundo. A menos que la Constitución les chupe también un huevo. 

Los hay que salvarían el pensamiento liberal como no exactamente de derecha, por ejemplo haciendo una alusión semántica a la "libertad", porque como todos sabemos lo que tiene que ver con ser libre no puede ser malo. Lo problematizamos un tanto si hablamos de la libertad de empresa, o la libertad de mercado. Rápidamente y confundidos en la discusión, nos argumentarán que no están de acuerdo con las corporaciones o las trampas que desvirtúan una libertad comprendida en una sana competencia entre iguales. Adam Smith frunciría la nariz y soltaría un "¡pero qué pelotudo!".

Lo que hay que decir es que la Derecha existe y camina entre los hombres y mujeres, como el demonio según Juan Pablo II. Claro que ahora es más fácil que entre la cosa en la cabeza, porque se ha consagrado con el voto (el voto es sagrado, porque “vox populi vox Dei”) a un gobierno de derecha. Mansamente y creyendo que se cambiaba (siempre es bueno cambiar). Esto lo dice uno, lo comparte usté que lee esto, pero no todo el mundo. 

Repasemos...
El Estado debe tener la menor injerencia posible en las cuestiones de los privados, sobre todo en la economía.  El Estado no debe regular, ya que eso sería poner trabas al desarrollo de la iniciativa y la competencia. El Estado sólo debería vigilar que nadie se pase de la raya, y por supuesto brindar seguridad. Y también buena educación y salud, y también todo eso que uno no es capaz de conseguir y lo reclama a los de arriba. Si al otro le va mal, será porque no quiere trabajar, es un descuidado, un drogón, un delincuente, un dejado, un perdedor. Si a uno le va mal, seguramente es porque lo están cagando. Y que otro puede hacer eso sino el Estado cuando es permisivo. Bien, ver al Estado así es tener una visión de derecha. 

Nosotros... (en mi caso el plural remite al peronismo y al marxista vencido que obra de ancestro) Nosotros somos estatistas. Creemos que el Estado cumple una función social equilibradora en el capitalismo. Debe establecer el balance entre el Capital (los que la tienen y la juntan con pala) y el Trabajo (los que tienen su capacidad de laburar y punto). En tiempos de neoliberalismo (etapa superior del liberalismo) el Estado cuando es popular, debe cumplir una función social reparadora y justiciera. Algo como lo que decía Evita sobre inclinar la balanza hacia acá. Lo llamamos "humanización del capital", es decir persuadir, convencer y de última obligar a comprender que el Capital tiene una función social que cumplir y que, caso contrario, la acumulación de riquezas es un robo, una degradación moral que se debe impedir. La función social del Capital es la reinversión de parte de la ganancia en bienes para la sociedad, que nada tiene que ver con Fundaciones (tan afectas a la Derecha) para lavar dinero con la caridad o la "ayuda", ni con cualquier forma que tenga que ver con la sola voluntad e intención de los privados (a menos claro, que esa Fundación sea como la Fundación de “Ayuda Social Eva Perón”, pero eso da para otra nota.

El Estado, una primera cuestión. Los derechos de todos, la otra. La gente es sujeto de derechos, y cuando se transforma en "pueblo", los exige… Muchos conceptos, mucha cosa. Paremos acá, y volvamos al principio.

La cuestión es que mucha gente no sabe que es de derecha (los que lo saben y con convencimiento, se apresuran a ocultarlo a los otros)... Piensan que el “sentido común” es el parámetro de las cosas importantes en la vida. Jamás sospecharon que el tan mentado sentido común pueda ser también un compendio de frases hechas y recetas aptas para casi todo, con estrecha vinculación a viejos preceptos del liberalismo decimonónico formador de la Nación. “La gente decente nada tiene que temer de la justicia ni de la policía”; “el campo es el dinamizador de la economía” (y el apoyo sutil que se brinda ante flor de tormenta cuando se afirma “es bueno para el campo”, inundaciones al margen); “lo más importante es la educación”; “este es un pueblo con una gran cultura política”; “la competencia es buena para la economía”; “el Estado no debe intervenir en la vida de los ciudadanos”; “no sólo hay que ser bueno, también hay que parecerlo”. Son algunos ejemplos; el refranero popular está lleno de estas cosas. Y uno podría terminar con un “al que madruga, Dios lo ayuda” y su alegre contrapartida: “al pedo, pero temprano”, que es lo que uno contestaría.

De allí que la palabra impresa (el diario) conlleva una carga de verdad implícita; si salió en la tele aparte de ser importante es real. Hay cosas que están pre aprobadas por un consenso cultural, macerado durante generaciones y cocinado en mitos fundacionales, que no siempre –o casi nunca- son ciertos. Una historia oficial y también una manera correcta de ser ciudadano, vecino, amigo, persona. ¿Caben todos en los moldes?, claro que no. Lo distinto –vaya novedad- es como que no encaja, es una anomalía cuando no una aberración. Y se lo rechaza. Rechazar, excluir, alimenta el ideario que cohesiona e incluye a los incluidos, sobre todo si esos incluidos están siempre con la sospecha que pueden ser desheredados y caer en la desgracia de la exclusión. A veces es real, y las más una fantasía obsesiva (y malsana).

La Derecha enferma a la gente, saca lo peor de uno, te prepara para una jungla inventada en la que hay que matar o morir. Los que saben cómo se maneja el mundo (porque lo manejan) crean submundos de pesadilla para sus internos, que siempre han de quedar con hambre. Como perro malo.

El descubrimiento de la Derecha puede ser traumático, pero absolutamente necesario.