Uno tiene la sospecha de que aquí
cada tanto se viene a chorear. Cotorreo con el "costo argentino" que
viene a ser que ganamos demasiado y podemos hacer demasiado con nuestra
libertad laboral, por un decir. Cotorreo con la inflación, ese impuesto al
pueblo que siempre va a parar a los mismos acumuladores de oportunidades.
Cotorreo con el déficit fiscal y el Estado, como si se tratara de un caño roto
que chorrea agua y va a parar a la calle. Pero al parecer acá se viene a
chorear cíclicamente, mientras la gilada se hace un mea culpa inducido.
Abreviemos esta parte porque es
conocida de sobra. Unos sustraen del alma del Estado eso que era para repartir,
cobran cometas, cobran coimas -y cuando están del otro lado del mostrador
coimean-, consiguen contratos increíbles, contraen deudas increíbles, hasta
compran un arsenal como para hacerle el aguante a Rusia... Hacen la diferencia,
y entonces se necesita el discurso moralizador y liberalote para que la culpa
de tanto estropicio la tenga... usté, todos, menos ellos.
Conocido, pero ante tanta
repetición, ignorado. Mire, extraer dinero de la Argentina debe ser como cazar
en el zoológico, pero... Había un problemita, y con historia. Se llamó
Peronismo y supo ser -y cada tanto sabe ser- un azote, la maldición de este país
burgués.
Es fácil lo que hay que hacer: hay que destruir al Peronismo y los valores que
porta, deshacer su impulso, invisibilizar sus logros. Y ahí está la otra cuestión, que vienen por
el "cambio de paradigma" mientras se chorea. Usté sabe, porque es
compañero y si no debería andar sabiendo, que esto es viejo.
Tuvieron un zacudón con la ley
Sáenz Peña, cuando salió mal y ganó las elecciones el primer radical
yrigoyenista; pero pasó y lo pudieron contener. Al movimiento obrero lo fueron
tiroteando, golpeando, esquivando, mientras se iban sacando a esa manga de
inmigrantes molestos y anarquistas. Pero… Nueve años de Perón fue la locura
absoluta del país granero del mundo, exportador de vacas gordas y de tiradores
de manteca al techo. El peronismo arruinó la fiesta burguesa y se quedó a hacer
cultura para abajo, subiendo a los que estaban en el fondo.
Cosas novedosas ¿no? Buenas
nuevas de mercado interno, consumo, mercaditos estatales en los barrios,
derechos tan peleados y soñados hechos realidad efectiva, de continentalismo,
de Nación de verdad que se hizo Patria de overol, taller, guardapolvo, tierra
adentro. Nada fue igual y todo comenzó a ser como parece.
La academia vino entonces en
auxilio de una derecha tilinga y desvergonzada. Estudiosos al otro lado del
océano dijeron que todo eso era "populismo". Algo así como una
dictadura antirrepublicana, dispendiosa, sobadora de lomos oscuros, basada en
el resentimiento y promotora del odio. Está clara la rabia, el corazón oligarca
había quedado afuera, exilado en el propio país. Así comienza el laburo de los envenenadores
de almas.
Como era nuevo, de una se pudo
prohibir el nombre del tirano depuesto, sus símbolos, sus cosas, …esa marcha.
Después y ante la persistencia del fenómeno populista, la cosa se puso más
difícil. Los negros resistían, todos juntos, de a grupos, te hacían un acto
relámpago, te dejaban un caño, te armaban un quilombo en un frigorífico. Se
radicalizaban, pero no se hacían radicales. Había cada vez más peronistas.
La vida dio vueltas, sabemos
todos, entre dictaduras y recreos democráticos para ir a jugar -menos esos
chicos que estaban proscriptos y no debían ni estar en el patio- volvió la
sangre, engalanaron sus ventanas con los banderones del odio.
Finalmente y a las cansadas,
encontraron algunos peronistas de Braden, más dóciles, ladinos, dispuestos a
entregarse y entregarnos. Y así en conjunto, los oligarcas y los miserables
vendieron las joyas de la abuela, y el cadáver de la abuela también. Ese
peronismo hasta les gustaba, pero no duró aunque se paseó por la rambla una
década. Estaba bueno, porque después de eso ningún pendejo iba a querer ser
peronista. Eso pensaban.
La historia tiene sus
inexplicables, y así en medio de una crisis de la sanputa, a los empujones le
dejaron el incendio a un desgarbado que usté ya adivina. El tipo pacientemente
fue curando de a uno, juntó, porfió, arremetió,
gobernó como nunca habíamos visto los que nacimos después del '55. Una
reconstrucción enorme y con enormes sacrificios. La dupla se completa con la
Señora y se profundiza. Nunca habían pasado doce años de peronismo explícito,
así tan desaforadamente luminosos, más allá de la opacidad que nos dejó la
correntada liberal. Se retomó la saga fundadora, se encendieron mil luces y
florecieron mil flores.
Y se encendieron todas las
alarmas en los escritorios de los que mandan. Ahora se desempolva lo del
"populismo" retomando el camino de zombización de la Argentina. Mientras chorean nos quieren quitar el alma,
las ganas, y esa Patria en la que no creen y por la que no juran.
Que quede bien claro, porque
"populismo" es como los gorilas le dicen al Peronismo para no
nombrarlo. Y lo dicen así porque queda bien, porque hay muchos que no entienden
nada y porque nos tienen que parar otra vez.
Los oligarcas se tienen confianza
pero también sienten miedo. Y tienen miedo. Los bobos siempre temen, eso no
cambia. Y entonces chucean, provocan bien a lo “Libertadora”, porque hay
gorilas que son bien gorilas. Y hay salames bien salames, que les fascina hacer
coritos. Pero, ¿tanto miedo nos tienen? Creo que no, porque siempre esperan que
nos salte la cadena para mandarnos los perros como siempre. Pero no.
Pasa que a los
"populistas" nos duele que le saquen la comida de la boca a la gente,
que los miren por arriba del hombro, nos pone de la nuca que los traten de
negros y los negreen. Somos gente inquieta y susceptible. Esta gente interpreta
que la sensibilidad es una muestra de violencia.
Y algunos de verdad creen que se
puede llenar la Plaza, las diagonales, la av de Mayo, la 9 de Julio, las plazas
provinciales, los caminos, con choripanes y micros. Parecerían demasiado
pelotudos si es que no se supieran tantas
historias sobre la hijaputéz.
De fondo, sabemos lo que quieren:
transformar la tasa de ganancia empresarial y financiera a valores absolutos o
similares, bajar los costos laborales, terminar con las paritarias, dividir a
los sindicatos y de ser posible destruir a toda organización de trabajadores,
ensuciar los valores populares, sus emblemas, sus partidos, sus dirigentes, sus
ideas. Domesticar al peronismo y de ser imposible, destruirlo. Hacerlo
desaparecer de la conciencia ciudadana, borrarlo de la democracia, disolverlo
en el aire.
No nombrar al Peronismo, como prohibieron
ya con el decreto 4161. Entonces, se dice "populismo" y se escupe en
el suelo.
Y tras este oleaje tremendo, van a
ir asomando en las costas multitudes mojadas, flexibles, con la frente en alto.
Pasa, estimado gorila, que los juncos siempre fueron peronistas. Lástima.
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