Pensar que perdimos votos pero no
una batalla cultural, es un grave error que llama a cometer errores de análisis
mayores. Sí, la perdimos pero no fue ahora, sucedió hace tiempo y siguió
sucediendo con alguna que otra interrupción.
La principal batalla cultural
perdida fue con Martínez de Hoz en épocas de la Dictadura. Allí el Ministro nos
tiraba con la complicidad de una "mayoría silenciosa" que los apoyaba
y que apoyaba los cambios que se estaban haciendo y la manera en la que los
estaban haciendo. ¿Era verdad?, sí y no, o no tanto. Lo que si ocurrió es que
de alguna manera, una cantidad de gente se convenció de que el rol del Estado
no era la promoción de la economía y la industria, que eso era un asunto de los
"privados". Y también de alguna manera, el Estado pergeñado en la era
peronista fue cuestionado en sus fundamentos.
Es decir, se dudó seriamente que
intervenir en la dirección de la economía y la marcha de los mercados, que
subsidiar a sectores de la industria nacional, que proteger y promover sectores
sociales vulnerables (mejor dicho, vulnerados) fueran las tareas que debía
contemplar un elenco político que dirigiera al Estado. Que fueran las tareas de
una democracia y que su cumplimiento velaba por el funcionamiento equilibrado
de la República.
Demás está decir que luego, ya
recuperada la democracia, las ideas neoliberales triunfantes en un mundo
globalizado (por esas ideas), ingresaron como un cometa en llamas en el cielo
argentino de la mano de un peronista. Fue otra modernización conservadora que,
amén de desactivar las empresas estatales y organismos de control (que tenían
en el ADN un innegable sello peronista), hizo centro en las relaciones del
trabajo con el capital en clave de flexibilización laboral. Una apretada para
recuperar la tasa de ganancia, algo maltrecha por tanto derecho y tanto
"costo laboral argentino".
Y de ahí que el Estado y su
déficit fue objeto de burlas y odios. El gasto fue "gasto", más allá
de que fuera "inversión" social o productiva, daba lo mismo. Porque
el Estado estaba manejado por chorros (es decir, peronistas; aunque los más
audaces lo traducen por cualquier político) y los chorros roban. Se la llevan a
la casa. Ahora resulta que los peronistas la repartieron por lo general,
generando esa ilusión de una vida irreal vivida por gente que irrealmente
ascendía socialmente. ¿Qué cosa, no?
El anti peronismo suele ir
danzando de la mano de esta igualación de oportunidades, de rescate de gente
sumergida, de reconstrucciones incesantes de un país "fundido" (escribimos
"saqueado" y entendemos mejor).
La batalla cultural que ganó la
derecha, en este caso, va por este lado. Son los "privados", los
empresarios los que arriesgan su inversión en fines productivos, los que
"dan" trabajo (en lugar de pensar que lo compran o, mejor dicho que
lo alquilan), y por eso merecen y les corresponde toda clase de privilegios y
beneficios. Cualquier otra cosa sería poner trabas al desarrollo y por qué no,
a la libertad. Los demócratas son ellos; a nosotros nos tocó el
"populismo".
Esta serie de pavadas no serían
graves si no fuera porque una franja importante del pueblo las cree. Como que
no dudan, es así y debe haber sido siempre así. El trabajo está muy bien hecho.
¿Y qué pasó entonces en la década
de doce años kirchnerista? Mucho de lo bueno, y también se colaron una serie
difusa de tendencias, malos hábitos, pre ideas que se vinculan al ideario
neoliberal y que no alcanzaron a ser desactivadas a tiempo. Porque todo era un
vértigo, porque no se supo, porque era demasiado lo que había que restaurar y
mucho lo que se debía inventar e imaginar. Y pese a los momentos trágicos del
2001 -por poner ese punto ahí-, a las desgracias personales de la pérdida de
trabajos, parejas, familias, y esas cosas materiales que tanta falta nos hacen
siempre, poco parece haber quedado de registro histórico en la cabeza de
muchos.
En tanto tiempo vino al mundo
otra gente, es cierto. Pasa que el neoliberalismo arrasa para adelante y
también para atrás y se pierde la memoria, la conciencia, la sobriedad y la
dignidad. Una parte de pueblo sin esas cosas es un animal herido y peligroso, seguramente
va a atacar.
Nuestra comunidad está bajo
ataque y se debe a esa batalla cultural perdida. Porque vea... la guita se puede
recuperar o hacer de nuevo. Hasta puede pasar que aparezca de nuevo un Néstor y
se estire como la masa de domingo la deuda, la corte en pedazos, tire los que
se mezclaron con harina mala y va, salen ravioles. Puede volver a pasar. Lo que
no tiene solución son las vidas que se están perdiendo en este momento, los
laburos que se caen y las oportunidades que no vendrán. Hay un sin remedio en
la sin razón. Todos pagamos la derrota, también los que ayudaron a construir el
arma.
No podemos contentarnos con eso
de que hay dos países como si se los pudiera separar en territorios aislados geográficamente.
No va a pasar. Estamos todos adentro de esto. La cosa va a ser así: a veces
ganamos nosotros y a veces ganan ellos. ¿Qué mentira, no? Ellos o los más
"ellos" -sin la comparsa de los desclasados que se creen adentro- siempre
ganaron, siempre mandaron. Ocurre que estos doce años -y aquellos otros nueve
que uno recuerda vívidamente y no los vivió- nos hacen pensar que estamos
empardados. Y no. A veces ganamos nosotros, y punto.
Tenemos esa batalla cultural en
el recorrido, porque nunca se gana y tampoco se la pierde del todo. Lo nuestro
es una verdadera sociedad equilibrada -no igualitaria, fíjese- con
oportunidades para todos, pero todos de verdad. Con un énfasis mayor en los que
no tuvieron una puta oportunidad, para que la tengan. Un Estado que planifica,
redistribuye y controla, que interviene un montón en la economía y en la
sociedad para que los zorros no se amanceben con un montón de gallinas aparte
de lastarse al resto. Nuestra batalla cultural es por la Patria socialmente
Justa, Económicamente Libre y Políticamente Soberana. Nada más. Y valores.
Solidaridad, compañerismo, justicia, amor por el otro y los más débiles, esas
cosas. Y saber -y que se sepa- que esas cosas son gracias al peronismo, porque
es de buena gente ser agradecido.
Alguno dirá que son verdades
relativas, que nuestra opinión -esa batalla cultural planteada- es tan válida
como la contraria. No la vamos con el postmodernismo -al menos, no en el
relativismo a ultranza-; creemos que tenemos razón y que lo nuestro es mejor
porque tiene efectos prácticos, porque no se puede negar que el país estaba
mejor y que la gente andaba mejor. Así como el neoliberalismo tiene también
efectos prácticos y prueba de realidad. Es lo que estamos viendo.
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