Eso dicho en la Habana
extraordinaria, en días extraordinarios en los que el asombro por algo tan
común como la muerte y lo definitivo de nuestra cualidad esencial. Ni lo
habíamos pensado, aunque se dice siempre que uno estaba preparado. Mentira,
pura mentira. Creemos profundamente en la inmortalidad de nuestra vida mortal y
más, pero mucho más, si la vida en cuestión es la de alguien que dota de
significantes preciosos a tantas vidas.
Creer en Fidel ha sido la excusa
de tantos años en los que no se hizo la Revolución. Acá, en esta patria que vio
partir al Che sin ser el Che y sin motocicleta. Acá, en medio de gente que se
cree más miserable que los que han sufrido horrores en guerras. Acá, donde
fueron posibles tremendos actos de solidaridad y cuantiosa miseria humana. Acá,
finalmente acá, también Fidel ha muerto.
Los jóvenes de los sesentas han
perdido la juventud hoy. Los que sintieron hervir la sangre al ver cómo
cachetaban al país injusto, terriblemente injusto. No eran bohíos, no eran
negros esclavos, eran cortadores de caña en Tucumán, eran jornaleros olvidados
en cualquier provincia. Era la proscripción absoluta de los días más felices y
la Resistencia. Eran algo más que chicos que se iban tomando en serio que se
había declarado una guerra. Eran la rabia de Perón. Y eran también, la
retaguardia secreta de Ernesto, por si algún día algún foco. Hasta eran también
los melenudos que la policía arrastraba y rapaba cuando sólo querían rock y
amor.
Evita tenía un nombre italiano en
un cementerio italiano y esperaba de pie. Nadie lo sabía, o casi nadie porque
los verdugos si sabían. Fidel marchaba desde la Sierra para entonces, bajaba y
el paraíso cabarutero se iba a la mierda. O a miami. Pasó mucho tiempo, esa si
que fue una grieta y a veces uno siente envidia porque de aquí no tuvieron que
irse los gusanos (hasta aprendieron a ganar elecciones).
Hoy Fidel está marchando al
revés, volviendo a Santiago donde largamente espera Martí. Será un encuentro
entre cubanos. ¿Y nosotros? cuándo será el momento de encontrarnos, de lograr
la segunda "y definitiva" independencia, de que sea justa, libre y
soberana para siempre. De que esa patria grande tenga un pueblo felíz. Son las
consignas que se enganchan siempre en esa certeza ilusoria que es nuestra y de
nadie más. Y que deberemos cumplir nosotros, y nadie más. A veces resulta que no existe el
internacionalismo proletario y que es cosa de cada uno, más allá de que te
alegres o entristezcas con lo de los otros.
Fidel se corre hoy, termina su
función. Quedamos solos y lejos. Como un público que se va dando cuenta de que
la obra está entre las butacas al tiempo que se apagan los focos de la escena.
No es novedad claro, pero está pasando. Acaba de terminar el siglo veinte, esta
vez en serio.
Para algunos (nosotros) se abre
un abismo con la muerte y vemos que, pese a todo lo hecho y a todo lo evitado -lo
mucho evitado- aún tenemos casi todo
pendiente. Como siempre. Elija usté la revolución que quiera -por ejemplo, la
justicialista- y no nos digamos que es un sueño eterno. Más vale que la
despertemos y que algún día, aunque seamos muy viejos y otros demasiado jóvenes,
podamos pensar en equilibrar la distribución y también la propiedad.
Hoy ya Fidel nos ha dicho todo lo
que tenía para decirnos, porque no somos los cubanos, somos los argentinos.
Cámpora estuvo flanqueado por Dorticós y Allende, Néstor por Chávez y Fidel. El
próximo, la próxima, ¿por quiénes? Esto es de largo aliento, no apto para
impacientes y menos aún para retardatarios. Y aunque le parezca mentira, estamos aprendiendo para lo que
vendrá y volver mejores, como dijo la Señora.
Fidel pasa por cada pueblo, por
cada calle, en una marcha que formalmente se detendrá en Santiago. Sabemos que
seguirá, porque siempre lo ha hecho. Y que por más tiempo que pase, un espejo
nos aguarda para mostrarnos canas, arrugas, y la sonrisa guardada de los que
saben que hay que insistir hasta que salga. Hasta la victoria.
Siempre; con la misma
ilusoria certeza.
*(Yola, citado en
"Homenaje sin ron a Fidel, el Martí del siglo XX" de Martín
Granovsky, Página 12 del 30/11/2016, pág 24).
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