miércoles, 30 de noviembre de 2016

LA CERTEZA



"Teníamos la certeza ilusoria de que Fidel nunca se iba a morir" * 

Eso dicho en la Habana extraordinaria, en días extraordinarios en los que el asombro por algo tan común como la muerte y lo definitivo de nuestra cualidad esencial. Ni lo habíamos pensado, aunque se dice siempre que uno estaba preparado. Mentira, pura mentira. Creemos profundamente en la inmortalidad de nuestra vida mortal y más, pero mucho más, si la vida en cuestión es la de alguien que dota de significantes preciosos a tantas vidas. 

Creer en Fidel ha sido la excusa de tantos años en los que no se hizo la Revolución. Acá, en esta patria que vio partir al Che sin ser el Che y sin motocicleta. Acá, en medio de gente que se cree más miserable que los que han sufrido horrores en guerras. Acá, donde fueron posibles tremendos actos de solidaridad y cuantiosa miseria humana. Acá, finalmente acá, también Fidel ha muerto.

Los jóvenes de los sesentas han perdido la juventud hoy. Los que sintieron hervir la sangre al ver cómo cachetaban al país injusto, terriblemente injusto. No eran bohíos, no eran negros esclavos, eran cortadores de caña en Tucumán, eran jornaleros olvidados en cualquier provincia. Era la proscripción absoluta de los días más felices y la Resistencia. Eran algo más que chicos que se iban tomando en serio que se había declarado una guerra. Eran la rabia de Perón. Y eran también, la retaguardia secreta de Ernesto, por si algún día algún foco. Hasta eran también los melenudos que la policía arrastraba y rapaba cuando sólo querían rock y amor.

Evita tenía un nombre italiano en un cementerio italiano y esperaba de pie. Nadie lo sabía, o casi nadie porque los verdugos si sabían. Fidel marchaba desde la Sierra para entonces, bajaba y el paraíso cabarutero se iba a la mierda. O a miami. Pasó mucho tiempo, esa si que fue una grieta y a veces uno siente envidia porque de aquí no tuvieron que irse los gusanos (hasta aprendieron a ganar elecciones).

Hoy Fidel está marchando al revés, volviendo a Santiago donde largamente espera Martí. Será un encuentro entre cubanos. ¿Y nosotros? cuándo será el momento de encontrarnos, de lograr la segunda "y definitiva" independencia, de que sea justa, libre y soberana para siempre. De que esa patria grande tenga un pueblo felíz. Son las consignas que se enganchan siempre en esa certeza ilusoria que es nuestra y de nadie más. Y que deberemos cumplir nosotros, y nadie más.  A veces resulta que no existe el internacionalismo proletario y que es cosa de cada uno, más allá de que te alegres o entristezcas con lo de los otros.

Fidel se corre hoy, termina su función. Quedamos solos y lejos. Como un público que se va dando cuenta de que la obra está entre las butacas al tiempo que se apagan los focos de la escena. No es novedad claro, pero está pasando. Acaba de terminar el siglo veinte, esta vez en serio. 

Para algunos (nosotros) se abre un abismo con la muerte y vemos que, pese a todo lo hecho y a todo lo evitado -lo mucho evitado-  aún tenemos casi todo pendiente. Como siempre. Elija usté la revolución que quiera -por ejemplo, la justicialista- y no nos digamos que es un sueño eterno. Más vale que la despertemos y que algún día, aunque seamos muy viejos y otros demasiado jóvenes, podamos pensar en equilibrar la distribución y también la propiedad. 

Hoy ya Fidel nos ha dicho todo lo que tenía para decirnos, porque no somos los cubanos, somos los argentinos. Cámpora estuvo flanqueado por Dorticós y Allende, Néstor por Chávez y Fidel. El próximo, la próxima, ¿por quiénes? Esto es de largo aliento, no apto para impacientes y menos aún para retardatarios. Y aunque le parezca  mentira, estamos aprendiendo para lo que vendrá y volver mejores, como dijo la Señora. 

Fidel pasa por cada pueblo, por cada calle, en una marcha que formalmente se detendrá en Santiago. Sabemos que seguirá, porque siempre lo ha hecho. Y que por más tiempo que pase, un espejo nos aguarda para mostrarnos canas, arrugas, y la sonrisa guardada de los que saben que hay que insistir hasta que salga. Hasta la victoria.

Siempre; con la misma ilusoria  certeza.


*(Yola, citado en "Homenaje sin ron a Fidel, el Martí del siglo XX" de Martín Granovsky, Página 12 del 30/11/2016, pág 24).


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