Algunas cosas como para mencionar y darse una idea. Abre con
el nacimiento de John Edgar Hoover, inventor del FBI y su director durante 48
años y 8 presidentes norteamericanos, el verdadero inventor del “carpetazo”
(y/o amenaza del). Unos días después estalla el escándalo del “caso Dreyfus”,
acusado falsamente de traición a su patria francesa a favor del tradicional
enemigo alemán, un caso turbio que sacó a la luz el antisemitismo que campeaba
en el ejército francés.
Nace otro fulano que va a dejar huella en América Latina,
Raúl Haya de la Torre, compitiendo por el mote de “populismo” con que los
saberes hegemónicos trataron siempre de demonizar a propuestas nacionalistas, anticolonialistas
y anti imperialistas. Don Raúl nunca podrá ser presidente del Perú pese a haber
ganado una vez las elecciones, ya que la guardia pretoriana militar se lo
impedirá.
En marzo, los hermanos Lumiére presentan un corto de 57
segundos “La salida de los obreros de la fábrica Lumiére” y hacen cine, una actividad
que muchos pensaron sería una moda pasajera.
Sigue al año. Nace el italiano Rodolfo Valentino, y también
Augusto César Sandino en Nicaragua, cuya sombra aún nos cobija. Pero muere José
Martí en combate contra el colonialismo español. La Cuba de Fidel cumplirá el
programa del Martir, más que inscribirse cabalmente en el marxismo.
También se muere Federico Engels en Londres, ese “Alfred” de
Marx y al que se le debe la mitad del asunto, si de herencias ideológicas y
dignidad se trata.
Descubren los “rayos X”; el sueco Nóbel se da cuenta que se
mandó una cagada con lo de la dinamita y firma el fondo para los premios de él
mismo. El mundo es el del imperialismo desarrollado, un colonialismo muy adulto
y complejo en el que los países centrales no se definían ya por sus fronteras
históricas (tan dúctiles) sino que comenzaron a contar en su haber sus “patios
traseros” (que son verdaderas fábricas, plantaciones, reservas y depósitos
ecológicos, galerías de seres humanos coleccionables para mano de obra sin
fin).
Faltaban 19 años aún para que la “paz” europea se hiciera
pelota, y con ella la confianza ciega en el progreso indefinido del
capitalismo, del orden y del progreso.
En Argentina se iban acomodando los melones tras la crisis
económica y política del ’90. Sáenz Peña (el viejo) renunciaba y asumía su vice
don José Evaristo Uriburu, con el exclusivo asesoramiento/tutela de Roca, Mitre
y Pellegrini (el que verdaderamente dejó atrás la crisis). El viejo régimen
oligárquico ya estaba haciendo agua y pronto algunos señoritos se irían dando
cuenta de que había que cambiar algo para que no cambiara nada, o eso creían.
Se realiza el Segundo Censo
Nacional: la población de la república es de 3.956.060. El país contaba con
3.325 escuelas, 509 edificios de propiedad fiscal y 285.854 alumnos en todos
los niveles. Se registraron 23.000 establecimientos industriales con un capital
invertido que superaba los 500 millones de pesos oro y ocupaba a más de 167.000
operarios. Había más de 5.000 fábricas textiles y un repunte en el vino: 756
bodegas.
La metrópoli prosigue su expansión hacia el oeste, y la avenida
de Mayo se convierte en la espina dorsal de su movimiento céntrico.
En medio de todo esto, el 8 de octubre nació Perón.
El niño Perón anduvo en Lobos, el campo y la Patagonia,
hasta que en 1911 ingresó en el Colegio Militar y dos años después era
subteniente del arma de Infantería. El Ejército será la “familia” de Perón de
allí en más. Pero, ¡qué familia! Un fuerza armada surgida de la supremacía de
la Guardia Nacional de Buenos Aires portuaria que subordinó y terminó cooptando
a las guardias armadas provinciales (junto con su autonomía, en un curioso
proyecto nacional unitario que se llamó “federal”). Un Ejército que se recibió
de “nacional” marchando contra el Paraguay de Solano López y también en la
guerra interna contra la disidencia federal del Chacho Peñaloza y Felipe
Varela. Una banda armada que sirvió para limpiar de indios la Patagonia primero
(el Huinca Malón de Roca) y el nordeste más tarde.
Un Ejército, en definitiva, que fue el brazo armado de la
oligarquía para contener a una clase obrera que surgía organizada por la
izquierda en sus múltiples manifestaciones. ¿Cómo se habrá filtrado “la
cuestión social” en los estudios liceístas del púber Perón? Está claro que el
tema le preocupaba, y más le preocupaban las soluciones que sus camaradas
habían ensayado entendiendo a la calle, las fábricas y los campos como un
teatro de operaciones. Perón querría otra cosa, y en eso que quería se le fue
la mano. Según como se mire, claro.
A Perón le interesó la educación militar, pero no tanto la
del “arte de la guerra”, sino las del arte de la política, de la diplomacia,
del alto juego de las potencias y de algunas sospechas que iba teniendo. La
pelea de las potencias por la hegemonía mundial, la posibilidad de nuevas
guerras mundiales, el desarrollo económico y de infraestructura, los peligros
para un país rico con pueblo pobre como el nuestro. Cosas que el joven oficial
iba masticando y charlando con algunos. Desde los cuarteles siguió la
experiencia radical y a ese personaje tremendamente popular que fue el Peludo
Yrigoyen. Perón marchó junto a los cadetes del Colegio Militar en 1930 contra el
viejo presidente, y años después se sintió un boludo. Se dio cuenta cómo la
oligarquía manejaba a sus perros armados, y se debe haber hecho un par de
promesas lanzadas hacia un futuro incierto pero posible.
Los que mandaron siempre en el país, junto a la prensa
seria, junto a la Iglesia tradicional, andaban siempre esperando una esperanza
blanca corporizada en un militar católico que devolviera la Argentina al buen
curso, de vuelta al mundo capitalista. ¿Y no estaba allí? Para el pensamiento
integrista católico no, porque la democracia de masas (por qué no también la
ley Sáenz Peña) traía esa maldición del “populismo”, la demagogia y toda esa
mierda. Se referían al yrigoyenismo y su chusma. Alguno que otro veía el
peligro comunista, pero no como también lo veía Perón como un avance de la
Unión Soviética en tono imperial, sino como peligro contra la propiedad privada
y los beneficios de ser “la élite” del país tercermundista. Ese alto oficial no
pudo ser Uriburu (el otro, el del golpe) que estaba medio chapita con su
proyecto corporativo; desde ya no podía serlo el general Justo por demasiado
liberal y zorrito. Tendría que haber sido Perón. Pero no fue, sino que más bien
operó como un dique de contención de la derecha en la Argentina (y mire cómo se
lo digo). Destruyó el proyecto político de la derecha real y generó una
alternativa que recogía la tradición popular nacional y la potenciaba en un
proyecto político realizable.
El niño Perón seguramente jugaba con el viento, sin imaginar
en lo más mínimo estas cosas y mucho más cerca de esa carta que le escribiría
una montaña de tiempo después a Eva (que tardaría en nacer) planteándole irse
al campo o a una casa en el Tigre a criar gallinas y perderse en el tiempo.
Y un buen día, al niño Perón lo ascendieron a Coronel. Estaba
por comenzar otra historia (la nuestra).
Felíz cumpleaños, General.
* Los datos que se
tiran en la nota, salen de:
http://www.hechoshistoricos.es/html/eventos1895.html;
http://www.todo-argentina.net/historia/gen80/uriburu/1895.html;
y
http://www.jdperon.gov.ar/material/biografiaperon.html
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