viernes, 16 de octubre de 2015

LEALTAD (algo sobre la)

En el nombre de la lealtad a veces se ha levantado la traición… es cierto. El cacareo por la lealtad suele ser sospechoso; algunos piensan que es un indicador claro de traición en un futuro inmediato. La experiencia personal es la que podría continuar con la especulación, por mi parte me voy al tema que me traía.


¿Por qué el 17 de Octubre es el “Día de la Lealtad”?, de la lealtad peronista, para ser más claro. Todos sabemos lo que pasó ese día en 1945, o más o menos.
Una descomunal movilización y manifestación popular pidió la libertad del Coronel Perón. Una gran demostración obrera rescató a Perón. Nació el Peronismo. Se hicieron famosas expresiones tales como “el aluvión zoológico”, “las patas en la fuente”, y cantitos del tenor de “sin corpiño y sin calzón, somos todas de Perón”. Resonó en la Plaza el contundente: ¡Queremos a Perón!

Esos fueron los hechos y los principios de los relatos que los designaron. De allí el tema de la Lealtad, con mayúscula; la demostración de una vez y para siempre de que el pueblo (y de esa manera nacía el “pueblo peronista”) salía a bancar a su líder, al que reconocía como su benefactor, su salvador, el que había hecho realidad viejas consignas y reivindicaciones de los trabajadores y los humildes. Lo que acabo de decir está plagado de conceptos que tienen una dirección entre las muchas posibles. Vamos a elegir una entonces.

¿Había planificado Perón el nacimiento del peronismo? Imagino que no y menos en esa fecha, pero seguramente había pensado capitalizar políticamente toda la acción de gobierno que había desplegado desde la Secretaría de Trabajo y Previsión. Además, sabía que los tiempos lo corrían. De alguna manera los “revolucionarios del 4 de junio” (de 1943) se verían forzados a convocar a comicios generales. La presión de la opinión pública “decente” -encabezada por los radicales- para que los militares entregaran el poder a la Suprema Corte de Justicia crecía. La detención de Perón fue quizás una de esas torpezas profundas que la oligarquía no (se)debe perdonar al grupito de milicos liberales y nacionalistas que veían en el Coronel una amenaza de desborde popular. Porque la detención de Perón disparó todo.

La clase obrera organizada en la CGT (dirigida por socialistas y comunistas y sus variantes que son más que interesantes, pero nos llevarían esta pequeña nota por delante) había cambiado y madurado mucho. No era el mismo movimiento obrero al que apelaban los anarquistas desde ya, pero tampoco  era la imagen que las fuerzas de izquierda tenían del proletariado argentino. Diez años atrás, las cosas habían sido distintas. Al auge de la industrialización conservadora que comenzó con el siglo, se acentuó en los veintes y aún más en los treintas, se sumaron las grandes migraciones del interior del país que fueron confluyendo en la Capital y Rosario (no únicamente, pero si con el peso del número). Eran sobre todo del interior, no ya inmigrantes extranjeros (que estaban a esta altura avanzados en el  proceso de asimilación) y no tenían representación política, solamente sindical y a penas.

La izquierda, debilitada por la represión (desde poco antes del Centenario y de manera brutalmente sistemática) y por sus propias limitaciones -anteojeras ideológicas que la discapacitaban para liderar políticamente a la masa obrera- había llegado a su techo. No era poco lo que habían recorrido, habían sido buenas Direcciones que supieron llevar a la clase por un camino lleno de peligros y trampas. Tienen todo el mérito y debe siempre ser reconocido.

Pero no alcanzaba. La representación política estaba vacante, la cuestión del poder estaba sin Dirección. Perón fue eso;  no sólo para la clase obrera sino también para los “humildes”, …y aquí vale la pena detenerse un párrafo.

Así como “los trabajadores” no es sinónimo de “clase obrera”, dado que indica no solamente un concepto más amplio sino también otra mirada, en el mismo sentido “los humildes” no quiere decir “pueblo” o “sectores populares”. “Los humildes” designa a la masa de desheredados, madres solteras, viejos y viejas solos, accidentados e inutilizados para el trabajo, enfermos sin protección, menores huérfanos, analfabetos, peones rurales esclavizados, desamparados de todo. A ellos se dedicó entera Evita, y completó la fórmula social del peronismo.

¿Fue el plan de Perón que el movimiento político que nacía el 17 de octubre tuviera estas características? Me animo a decir que no, de ninguna manera; aunque tampoco lo contrario, es importante decir. El Coronel Perón avizoró su misión política o la imaginó bastante antes de la semana en la que anduvo de aquí para allá y sin saber si iba a salir vivo. Antes de escribirle a Eva esa cartita naif en la que le proponía irse a vivir lejos, criar gallinas y simplemente amarse, Perón vislumbró un futuro político. Intuyo que –y esto que sigue si es suposición- liberado de la prisión y de los compromisos que lo ataban a sus pares del golpe del ’43, liberado repito de la manera en que lo fue con un baño inmenso de masas, el plan que se fue armando en su cabeza tenía un perfil netamente político. Es decir, arrastrar a la masa de radicales populares (el yrigoyenismo que resistía aún en el partido de Alem) y toda la estructura posible, arrastrar a los socialistas ya que los planteamientos de desarrollo social eran convergentes, unificar a las fuerzas populares en un nuevo movimiento histórico y neutralizar a los conservadores (quizás, hasta lograr el pase de muchos que se consideraban conservadores populares). Así, los militares más reaccionarios y la oligarquía (o sea, los que lo habían metido en cana) quedarían paralizados e inermes. La iglesia Católica también podría militar de su lado y esto era muy posible dada la identificación que ambos tenían en cuestiones de doctrina social.

Nada de eso estaba en las calles en la noche del 16 al 17 de octubre. Salieron los oscuros, los sin nombre conocido, los que no habían pisado el Centro. Salieron de Berisso y Ensenada, levantaron los cordones del conurbano, cruzaron el Riachuelo. Vinieron también las obreras, las costureras, las que a su vez eran hijas, madres, hermanas, concubinas y novias de trabajadores. Los trajeron delegados de fábrica, compañeros de barrio, dirigentes de sindicatos, vecinos, y muchos se plegaron cuando vieron a los otros ir. Cruzaron el barrio cantando, caminaron por calles de tierra y después probaron el asfalto, se subieron a camiones, escalaron tranvías. Pasaron por arriba de la historia sin preguntar y sin permiso. Se vieron juntos, muchos, y les debe haber gustado. Estaban haciendo algo que estaba bien. La prisión del Coronel era injusta, la posibilidad, la certeza de perder lo que se había logrado era cierta. Lo decían los patrones, ya no era una amenaza, lo comenzaban a hacer. El horario, los turnos, el aguinaldo, las vacaciones pagas, la salud, hasta lo que tenía que contener el botiquín en la fábrica, el derecho a tener una organización sindical. Todo estaba por terminar así, de la noche a la mañana. Entonces había que actuar, de la noche a la mañana.

El 17 el sol los encontró a cuadras de la Plaza. Jamás habían visto tal cosa, tal vez en una revista, la foto de un diario, pero andar por ahí… No. Los carteles que llevaban obraron de diccionario, de correo para mandarse mensajes y aprender a leerse. Allí estaban finalmente después de tanto, y no se iban a ir.

Ya sabemos que querían a Perón.

Salieron a encontrarlo el mismo día que lo rescataban. Esto es lo que realmente ocurrió más allá de los planes, las estrategias, más allá de todos nuestros relatos y libros. Nuestra clase obrera quiso fundirse en los sectores populares y con los humildes, que eran su retaguardia malherida. Se cargaron a Marx y al partido de clase, sin querer y sin macartismo. No perdieron la identidad de clase pero la hundieron en el peronismo que ese día, el 17, crearon cuando el Coronel salió al balcón y pasadas las once de la noche, alzó los brazos y les ratificó que no estaban equivocados. Compañeros.

Había pasado el día más largo de todos, el más bello de los que habría porque nada se le pudo comparar. Nada sabían muchos de política y tal vez, nunca supieron después, pero volvieron distintos. Al sentimiento lo habían hecho política y la política del país burgués fue alcanzada. Se la apropiaron sin violencia, sin violación. De madrugada se la llevaron de vuelta a los barrios a vivir con ellos.

Yo no sé si alguno se da cuenta que cuando se dice “nació un nuevo sujeto político que se identificó con el peronismo”, se está cometiendo un enorme error. Uno no puede identificarse con lo que ya era. Simplemente lo sacó afuera, lo levantó como bandera y lo llevó a la victoria.

Pasaron muchas cosas del 18 de octubre en más, una de ellas es que la Argentina nunca volvió a ser lo mismo.

Felíz día, compañeros. Y ¡Viva Perón!



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