En el nombre de la lealtad a veces se ha levantado la
traición… es cierto. El cacareo por la lealtad suele ser sospechoso; algunos
piensan que es un indicador claro de traición en un futuro inmediato. La
experiencia personal es la que podría continuar con la especulación, por mi
parte me voy al tema que me traía.
¿Por qué el 17 de Octubre es el “Día de la Lealtad”?, de la
lealtad peronista, para ser más claro. Todos sabemos lo que pasó ese día en
1945, o más o menos.
Una descomunal movilización y manifestación popular pidió la
libertad del Coronel Perón. Una gran demostración obrera rescató a Perón. Nació
el Peronismo. Se hicieron famosas expresiones tales como “el aluvión
zoológico”, “las patas en la fuente”, y cantitos del tenor de “sin corpiño y
sin calzón, somos todas de Perón”. Resonó en la Plaza el contundente: ¡Queremos
a Perón!
Esos fueron los hechos y los principios de los relatos que
los designaron. De allí el tema de la Lealtad, con mayúscula; la demostración
de una vez y para siempre de que el pueblo (y de esa manera nacía el “pueblo
peronista”) salía a bancar a su líder, al que reconocía como su benefactor, su
salvador, el que había hecho realidad viejas consignas y reivindicaciones de
los trabajadores y los humildes. Lo que acabo de decir está plagado de
conceptos que tienen una dirección entre las muchas posibles. Vamos a elegir
una entonces.
¿Había planificado Perón el nacimiento del peronismo?
Imagino que no y menos en esa fecha, pero seguramente había pensado capitalizar
políticamente toda la acción de gobierno que había desplegado desde la
Secretaría de Trabajo y Previsión. Además, sabía que los tiempos lo corrían. De
alguna manera los “revolucionarios del 4 de junio” (de 1943) se verían forzados
a convocar a comicios generales. La presión de la opinión pública “decente” -encabezada
por los radicales- para que los militares entregaran el poder a la Suprema
Corte de Justicia crecía. La detención de Perón fue quizás una de esas torpezas
profundas que la oligarquía no (se)debe perdonar al grupito de milicos
liberales y nacionalistas que veían en el Coronel una amenaza de desborde
popular. Porque la detención de Perón disparó todo.
La clase obrera organizada en la CGT (dirigida por
socialistas y comunistas y sus variantes que son más que interesantes, pero nos
llevarían esta pequeña nota por delante) había cambiado y madurado mucho. No
era el mismo movimiento obrero al que apelaban los anarquistas desde ya, pero
tampoco era la imagen que las fuerzas de
izquierda tenían del proletariado argentino. Diez años atrás, las cosas habían
sido distintas. Al auge de la industrialización conservadora que comenzó con el
siglo, se acentuó en los veintes y aún más en los treintas, se sumaron las grandes
migraciones del interior del país que fueron confluyendo en la Capital y
Rosario (no únicamente, pero si con el peso del número). Eran sobre todo del
interior, no ya inmigrantes extranjeros (que estaban a esta altura avanzados en
el proceso de asimilación) y no tenían
representación política, solamente sindical y a penas.
La izquierda, debilitada por la represión (desde poco antes
del Centenario y de manera brutalmente sistemática) y por sus propias
limitaciones -anteojeras ideológicas que la discapacitaban para liderar
políticamente a la masa obrera- había llegado a su techo. No era poco lo que
habían recorrido, habían sido buenas Direcciones que supieron llevar a la clase
por un camino lleno de peligros y trampas. Tienen todo el mérito y debe siempre
ser reconocido.
Pero no alcanzaba. La representación política estaba
vacante, la cuestión del poder estaba sin Dirección. Perón fue eso; no sólo para la clase obrera sino también
para los “humildes”, …y aquí vale la pena detenerse un párrafo.
Así como “los trabajadores” no es sinónimo de “clase
obrera”, dado que indica no solamente un concepto más amplio sino también otra
mirada, en el mismo sentido “los humildes” no quiere decir “pueblo” o “sectores
populares”. “Los humildes” designa a la masa de desheredados, madres solteras,
viejos y viejas solos, accidentados e inutilizados para el trabajo, enfermos
sin protección, menores huérfanos, analfabetos, peones rurales esclavizados,
desamparados de todo. A ellos se dedicó entera Evita, y completó la fórmula
social del peronismo.
¿Fue el plan de Perón que el movimiento político que nacía el
17 de octubre tuviera estas características? Me animo a decir que no, de
ninguna manera; aunque tampoco lo contrario, es importante decir. El Coronel
Perón avizoró su misión política o la imaginó bastante antes de la semana en la
que anduvo de aquí para allá y sin saber si iba a salir vivo. Antes de
escribirle a Eva esa cartita naif en la que le proponía irse a vivir lejos,
criar gallinas y simplemente amarse, Perón vislumbró un futuro político. Intuyo
que –y esto que sigue si es suposición- liberado de la prisión y de los
compromisos que lo ataban a sus pares del golpe del ’43, liberado repito de la
manera en que lo fue con un baño inmenso de masas, el plan que se fue armando
en su cabeza tenía un perfil netamente político. Es decir, arrastrar a la masa
de radicales populares (el yrigoyenismo que resistía aún en el partido de Alem)
y toda la estructura posible, arrastrar a los socialistas ya que los
planteamientos de desarrollo social eran convergentes, unificar a las fuerzas
populares en un nuevo movimiento histórico y neutralizar a los conservadores
(quizás, hasta lograr el pase de muchos que se consideraban conservadores
populares). Así, los militares más reaccionarios y la oligarquía (o sea, los
que lo habían metido en cana) quedarían paralizados e inermes. La iglesia
Católica también podría militar de su lado y esto era muy posible dada la
identificación que ambos tenían en cuestiones de doctrina social.
Nada de eso estaba en las calles en la noche del 16 al 17 de
octubre. Salieron los oscuros, los sin nombre conocido, los que no habían
pisado el Centro. Salieron de Berisso y Ensenada, levantaron los cordones del
conurbano, cruzaron el Riachuelo. Vinieron también las obreras, las costureras,
las que a su vez eran hijas, madres, hermanas, concubinas y novias de
trabajadores. Los trajeron delegados de fábrica, compañeros de barrio,
dirigentes de sindicatos, vecinos, y muchos se plegaron cuando vieron a los
otros ir. Cruzaron el barrio cantando, caminaron por calles de tierra y después
probaron el asfalto, se subieron a camiones, escalaron tranvías. Pasaron por
arriba de la historia sin preguntar y sin permiso. Se vieron juntos, muchos, y
les debe haber gustado. Estaban haciendo algo que estaba bien. La prisión del
Coronel era injusta, la posibilidad, la certeza de perder lo que se había
logrado era cierta. Lo decían los patrones, ya no era una amenaza, lo
comenzaban a hacer. El horario, los turnos, el aguinaldo, las vacaciones pagas,
la salud, hasta lo que tenía que contener el botiquín en la fábrica, el derecho
a tener una organización sindical. Todo estaba por terminar así, de la noche a
la mañana. Entonces había que actuar, de la noche a la mañana.
El 17 el sol los encontró a cuadras de la Plaza. Jamás
habían visto tal cosa, tal vez en una revista, la foto de un diario, pero andar
por ahí… No. Los carteles que llevaban obraron de diccionario, de correo para
mandarse mensajes y aprender a leerse. Allí estaban finalmente después de
tanto, y no se iban a ir.
Ya sabemos que querían a Perón.
Salieron a encontrarlo el mismo día que lo rescataban. Esto
es lo que realmente ocurrió más allá de los planes, las estrategias, más allá
de todos nuestros relatos y libros. Nuestra clase obrera quiso fundirse en los
sectores populares y con los humildes, que eran su retaguardia malherida. Se
cargaron a Marx y al partido de clase, sin querer y sin macartismo. No
perdieron la identidad de clase pero la hundieron en el peronismo que ese día,
el 17, crearon cuando el Coronel salió al balcón y pasadas las once de la
noche, alzó los brazos y les ratificó que no estaban equivocados. Compañeros.
Había pasado el día más largo de todos, el más bello de los
que habría porque nada se le pudo comparar. Nada sabían muchos de política y
tal vez, nunca supieron después, pero volvieron distintos. Al sentimiento lo
habían hecho política y la política del país burgués fue alcanzada. Se la
apropiaron sin violencia, sin violación. De madrugada se la llevaron de vuelta
a los barrios a vivir con ellos.
Yo no sé si alguno se da cuenta que cuando se dice “nació un
nuevo sujeto político que se identificó con el peronismo”, se está cometiendo
un enorme error. Uno no puede identificarse con lo que ya era. Simplemente lo
sacó afuera, lo levantó como bandera y lo llevó a la victoria.
Pasaron muchas cosas del 18 de octubre en más, una de ellas
es que la Argentina nunca volvió a ser lo mismo.
Felíz día, compañeros. Y ¡Viva Perón!
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