Es
posible. Lo primero que hay que hacer es separar el deseo de las certezas y
reconocer a cada cosa por separado, algo así como guiarse por el principio de
realidad. Uno no tiene toda la información, apenas alguna experiencia y
conocimiento como para pensar un rato. Las pretensiones de hacer sociología política
amateur en base a esos dos atributos, siempre rayan lo berreta.
Algunos
creen que los aparatos explican toda la política. El poder de los aparatos, los
partidos-maquinaria electoral, la rosca. En esos planteos la gente suele pasar
desapercibida, o es sólo ese aditamento que da lustre a la picardía de los
dirigentes. Esto puede ser postulado a derecha o a izquierda, explica el
voto-ganado y también el fuego-amigo. Hay que tener cuidado con estas cosas,
porque por ahí suele colarse el gorilismo.
Uno
no niega la pertinencia política de los aparatos partidarios, sólo matiza su
peso e influencia en una sociedad (toda la sociedad), que va llevando una
experiencia democrática de más de tres décadas sin interrupción.
Y
con la democracia vino también una derecha que se metió en el sistema
constitucional y aprendió a usar las herramientas que tenía a mano. Saben militar,
saben llegar a la gente, saben esas cosas que antes eran patrimonio de los
partidos populares y la izquierda. No todo es boludeo y globos, hay contacto
real con gente real. Hay que tenerlo en cuenta a la hora de reflexionar lo que
va pasando elección tras elección porque no estamos solos, los otros también
juegan.
Ahora
no es tiempo de analizar. Ahora hay que actuar para que lo complicado se
traduzca en algo posible. Estamos en un momento complicado, qué duda cabe. Es
posible aún que Scioli sea el próximo presidente, también. El Frente para la
Victoria ganó las PASO y las elecciones del domingo 25 de octubre. El problema
son los márgenes, el humor social y la derrota difícil de digerir en la
provincia de Buenos Aires. Para después queda, insisto, el análisis más fino.
Todos sabemos que cuando las papas queman, los pases de factura son de un
online en tiempo real y destemplado. Razones habrá, lo que no hay es la
oportunidad. Ahora no, chicos.
El
candidato no es el Proyecto, es Scioli. Si encarna más o menos el famoso Proyecto
es otra cuestión. Pero nuestro candidato es Scioli. El presidente que queremos
se llama Daniel (Scioli). Y el que no acuerda con esto que es tan sencillo,
puede votar a Macri, en blanco o irse de vacaciones (sugiero las playas que
terminan con “…de la Lora”). No hay tutía, no hay neutrales.
La
discusión –que es preciso aplazar por ahora- es sobre el peronismo, el
kirchnerismo, el progresismo y este Proyecto político que comenzó en 2003 y que
todos los que estuvimos y estamos hemos apoyado y apoyamos. Claro que hay que
hablar de eso y seguramente, haya que separar paja de trigo o, para no ser
peyorativo, dejar que las identidades busquen su lugar en el mundo. De los
oportunistas –que siempre acompañan en primer o segundo plano- para qué hablar,
el tiempo suele encargarse de ellos.
Es
posible y sentirlo es un acto de fe. La irracionalidad suele ser una buena
compañera de la conciencia y es imprescindible en momentos como estos. Si todo
pasara por la ciega razón, la occidental y prolija razón, hubieran sido
imposibles muchos de los buenos momentos que tuvimos en estos doce años (también
los malos, que fueron menos, pero también).
Sólo
esto. Lo demás es lo que los pueblos hacen con su historia, la hacen la
deshacen. Después de todo son sus dueños.
Es
posible.
Disiento. Pienso que estamos perdiendo por irracionales. Por errores básicos generados en actitudes poco racionales.
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