jueves, 4 de junio de 2015

OCHO QUE SON DOCE*



Tengo que arrancarme los abrojos del odio para escribir esto. Despabilarme la resaca imbécil de los desprevenidos; tomarme de los cielos y descubrir como un chico la nochebuena… Y hablar entonces de un amor hondo y esperado, que tuvo una segunda oportunidad. Contar… como si vos no supieras.

Hablarte de una plaza extraña, que no es la de costumbre; parado entre muy pocos frente a un par de parlantes solitarios imaginando la entrada hasta el recinto. Deletrear las palabras del milagro para uno, pero en su voz que se alza y se afina cuando uno sospechaba el vozarrón, la voz que se le iba y los ojos le daban ánimo a palabras firmes cuando nos habíamos acostumbrado al vocabulario sin sentido. Era de una patria devastada y triste que muchos han olvidado, porque triunfamos. 


Años de plaza extraña frente al palacio alto y ajeno, que no es rosado sino blanco gris piedra serio, con el carro triunfal sobre la frente sin triunfos. Años celebrando una democracia en la que gente como yo creyó sólo de grande. 


Hasta me acuerdo de una vez en que fuimos poco más de doscientos derretidos en el sol, y los bomberos nos manguereaban desde arriba del autobomba… y nosotros vivando y aplaudiendo. Pero, si los bomberos son canas, si nos están echando agua… pero esa vez era para refresco y no para tirarnos y cazarnos como antes. Agua para un pueblo de pocos, de locos que se escuchan los discursos del desgarbado loco del sur y de la abogada que habla, y habla y habla y habla hasta que el pecho te revienta de locura. Te acordás Flaco? Pero que bien que habla y vos, todo sentimiento como la marchita desafinando. Flaco, el Presidente desafinado de corazones que se habían cansado del dolor. 


Ocho, que son doce. Ultimo. Porque nos va la vida. Congreso, clase de democracia a los animalitos de Perón y los que no. Viste cuántos? Atentos los negros, firmes, peinados, chori en mano y alta la V. Señora… la vemos de clarito otra vez. Al fin, después de tanto luto que se echó encima para que nosotros dejemos de llorar. Nos viene de blanco, de celeste, se ha vestido de nosotros. 


Habla, habla, habla. Y mientras habla tenemos voz. Y que mierda de que no hay fulanos providenciales en la historia, es porque no los conocían a estos dos. 


Otra oportunidad, me dijo el compañero. Aprovechada. Aprovechada compañero.


Banderas, colores de banderas, remeras que dicen cosas y se dicen cosas de uno a otro, de remera a remera en una conversa de pueblo que va y viene uniendo la extraña plaza con la otra, la que guarda la cenizas de las Viejas, la que tiene clavada la colonia, la guerra, la independencia y el balcón de Perón.


Clase de política, consejos de militante. El papel sólo para el reojo de la memoria y sus números porque sabe de sobra, arma de sobra lo que nos tiene que decir y lo que les quiere decir. Y que lo tengan bien claro. Que los gobiernos deben hacer lo que el Pueblo quiere. La Conducción es precisamente esa que sabe de antemano lo que el pueblo iba a querer. El pueblo de la justa, libre y soberana aún sin que lo sepa, tras tanto desocupado y tanta vida rota. Porque el pueblo no es un lugar, es un movimiento que a veces va cuerpo a tierra y a veces desfila como en carnaval. Y no somos todos en tal caso, los que tienen la suerte de poder vivir la alegría, amores agradecidos y ese el que fue con sus dirigentes a la cabeza y aún busca la cabeza de algún dirigente, del traidor que rehúye la mirada aunque lo mire una cámara. Ay, todo eso está en la plaza extraña que se viene a otra plaza como te decía. Un truco de magia que no tiene explicación, porque es de verdad.


Otra vez. Qué hable, que el corazón no se calle nunca más. Aunque nunca vuelva a ser lo mismo cuando ya se hayan ido. Cómo hará otro para oficiar la ceremonia de los primerodemarzo… cómo hará.


Te quería contar un discurso, pero me salió esto. Total, estabas ahí.

* Esto fue escrito unos días después del 1° de marzo de 2015 para la apertura de sesiones ordinarias del Congreso. Se quedó sin publicar traspapelado (sin papel). Era el comienzo de la larga despedida de Cristina como Presidenta y de doce años de aguantar paradito ahí en la plaza de los dos Congresos como una cita de honor y de amor. Por eso es así, desbordado. 

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