Yo no estaba cuando vinieron entrada la noche, y subieron
con sigilo y prepotencia hasta el cuarto piso del edificio que se alza en el Bajo,
en la calle del corsario francés que navegó en nuestra libertad. No ví al
oficial dar las órdenes para que la jauría La robara y La metiera en el furgón
de un camión militar. Sé que con el tiempo esos individuos desarrollaron una
extraña fobia a diminutas flores azul intenso y centro amarillo…
No había nacido cuando la algarabía de los imbéciles
arrastraba bustos por la calle, quemaba papeles, sábanas, colchas, rompía
vajilla (o la robaba también), juguetes, ollas, cosas que tuvieran el logo
cuyas siglas eran Efeepé, o que tan sólo las hubieran rozado.
No ví las fogatas, los arrestos, los disparos; no podía
saber de los cesantes, los que volvían a casa y lloraban ante la foto escondida
en el placard, la velita y el beso secreto de un amor prohibido. Nada me enteré
del General que mira de frente y se parece a la mirada que uno imagina para
Dorrego, y se lo llevan junto a los otros, esos otros que arrastraron por los
basurales. Se lo llevan con custodia y él se mira las manos que se mancharon
con tinta pero no con sangre. Asciende en la Penitenciería, asciende al Cielo
de la gloria, con el honor enorme que no valía nada. San Martín viejo cierra
los ojos y le hace la venia. No supe.
“No lo digas”. Uno nace sin saber de los desalmados; porque
verá otras cosas que habrán de pasar en el país barrido, sin populismos, sin
miserables demagogos y con un Tirano prófugo. “Ni lo nombres”.
Creceremos saludando a la bandera, yendo a los desfiles
militares y con militares de niñera. Uniformados en una casacuartel, sin darnos
cuenta. En hilera formados para ir a comulgar, con las mejores intenciones. Nos
limpiarán, evitarán que nos arruinemos ahora que somos la clase media que salió
quién sabe de dóndedenuestroesfuerzoynadamás.
Al que no se mete no le pasará nada. Y la democracia dura
horas, vés no sirve para nada. Lo importante es que Esos no estén.
Una tarde leemos el evangelio y chocamos con Medellín, nos
llevamos por delante el altar, el cura con el diente de oro y el incienso de
los brujos, la ropa de los ricos y las balanzas de los mercaderes. Los curas
nos llevan hacia el socialismo de las catacumbas, y no lo saben.
No se nombra porque no existe. El país no existe, y todo se
pudre. El rock es la bici con la que volamos por la calle, a dios gracias.
Un buen día se puede nombrar y lo digo por primera vez. Y
los conozco… y Vuelve. Menos mal que tuve tiempo para enojarme, pelearme, reconciliarme
y entender, poco pero entender. Porque un día se fue para siempre. Era de
verdad, existía de verdad.
Llegaron otra vez los ladrones y otra vez fue de noche.
Llegaron sus asesinos. Sus civiles, sus uniformes tachonados de nación pero sin
patria. Y otra vez. Pero esta vez…
Yo vi un riachito de sangre frente a casa con vainas de fal;
si me enteré del buraco en la oficina de los abogados montoneros. Supe de los
vampiros enfierrados enfalconeando la noche; los vi una y otra vez.
Supe como se callaba despacito un vecino y otro y el de más
allá dejaba de pensar. Aturdidos. Mientras, a los compañeros se los llevaba la
niebla.
Entonces, como sucede, todo continuó hasta que llegó el día
que vino antes de estos días de ahora. De la reproductora pasamos a la video y
cambiamos la tv que ya era de color. También había democracia.
Llevaba a upa hijos, hacíamos las compras, y éramos como
decir “felíz”. Yo que tuve tantos padres ideológicos, políticos, sociales, me
quedé sin ninguno y lo peor, un día se había ido para siempre ese con el que
solía discutir la política y quería a horrores, sin saber que para eso estaba y
sin saber que él lo sabía.
El odio durmió mucho, se tomó vacaciones porque nada hacía
necesario que se paseara a la vista de todos. El odio se había metabolizado
junto con el temor, ese hermanito menor. Resulta que cuando vinieron caminando los
tipos del sur, reventó.
Yo creía que la patria se había muerto, que la había pisado
un colectivo. No sé. O que no se podría creer más en nada. Y la Patria se alzó
abanderada en un saco cruzado sin abrochar y subió, subió en un mástil que nos
mostraba a todos. Desde allá arriba sopló la sudestada de tanta tragedia que
nos constituye y uno sonrió. Un negro peinado con laburo, hasta un deshacido
como yo sonrió. Nos fuimos reencontrando.
No era un rodete, ni fue rubia. No era bocasucia, tenía
títulos. La puso alto, bien alto, pasó su mano por el escritorio mayor (ese
enorme en el que se apretujaban los
humildes). La trajo de vuelta y con Ella a todo lo demás.
El odio apareció otra vez, en tiempo de cosecha. El odio en
silobolsa. Los zombís salieron estirando los brazos. Pero ya no sale, ya no les
sale. La muerte en un cobertizo hace de lazarillo de tanto en tanto. No hay
catecismo que pueda y quévaser…
El final te lo dejo. Lo quisieron hacer otra vez, firmarlo
de nuevo, que lo creyéramos y que no lo nombráramos más. Que no lo dijéramos
más, que fuéramos de centroderecha o de centro izquierda pero no pe…
Ahora es el siglo veintiuno, viste. A nadie se le caen las
medias por estas cosas. Ya estamos grandes para moqueos. Yo creo que lo podemos
decir.
Yo creo que si
(patriapatriapatriapatriapatriapatriApatrIApatRIApATRIAPATRIA).
Patria. Y viva PERON.
El decreto 4161 prohibió mencionar a Perón, Eva Perón
y todo símbolo que recordara al peronismo. Fue impuesto por la Revolución
Libertadora en 1956 y cada tanto, algún traidor intenta volver a ponerlo en
vigencia de muchas maneras.
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