El título pertenece a un notable
artículo publicado por Claudio Scaleta* en Página 12. Tienta pensar que todo
tiene que ver con eso, un sueño de la oligarquía (del poder) acariciado desde
1945 y casi concretado en varias oportunidades. Esta no sería la excepción, por
supuesto. De allí que el "fin de ciclo del kirchnerismo", de Cristina
FK, de un modelo que no es otra cosa que peronismo concentrado y aggiornado a
los tremendos tiempos que plantea la valorización financiera en este
capitalismo global que vivimos y padecemos. Sería fácil, tanto para porfiar con
la vigencia del peronismo, como para tratar de contagiar (sospechosamente)
desánimo. De ambas posturas están llenas las redes sociales (que a veces tienen
más de redes que de sociales). No vamos por allí, uno pretende pensar un poco
más que eso...
El peronismo popular como modelo nacional
se opuso siempre (cuando fue bien popular y, por tanto, bien peronista) a este
modelo que destruye sociedades y que, sabemos, pensamos (¿deseamos?) no cierra
de ninguna forma. Dice el fulano del artículo:
"En rigor, el neoliberalismo
es insustentable en un sentido muy preciso. En el pasado, como vuelve a hacerlo
en el presente, alteró la distribución del ingreso, desarticuló la estructura
productiva y abortó un proceso de desarrollo, pero se extendió durante un
cuarto de siglo, de 1975 a 2001, con picos en la dictadura militar 76-83 y los
‘90. La 'insustentabilidad' no es un determinismo temporal, sino salirse del
camino del desarrollo con inclusión de las mayorías y optar por el desarrollo
dependiente, el del país dual, un proceso que puede o no, dependiendo siempre
de la entrada de capitales externos, terminar en una crisis de deuda como la de
2001, pero que al mismo tiempo puede no interferir durante plazos largos en la construcción
de una hegemonía política, es decir en la consolidación de una alianza de
clases capaz de dotar de sentido a la realidad social en la que se desenvuelve."
Cierto. Mucho tiene que ver lo
dicho con la famosa crisis de representación de los partidos políticos que,
casi siempre, se ve en el radicalismo fagocitado y cómplice de la derecha
liberal triunfante (anote: 42% y 14 provincias, cuando en los cálculos
augurales el presidente imaginaba un buen desempeño con un 40% de los votos y
12 provincias ganadas por la alianza "Cambiemos" y sus repetidoras).
Ocurre que esa crisis también le pegó a la izquierda en versión tradicional (el
inefable partido Comunista, que tras su desguace devino finalmente en
oficialista del anterior gobierno), y emergió la potencia (moderada y que no
molesta significativamente al Poder) de la troskada, que esta vez acertó bien
con la apuesta piquetera primero, y un laburo consecuente en lo sindical. El
por qué de sus límites hay que buscarlos en la orientación declamadamente anti
sistema y linealmente anti burocrática; pero eso es un problema de concepción y
tema para otro día.
La misma crisis de representación
(a nivel mundial, aunque con caminos diferentes en cada caso) golpeó
significativamente al peronismo. Institucionalmente, al PJ. Así fue posible esa
cosa extraña que se llamó "menemismo" y su prédica bullanguera de la
economía popular de mercado. Esas cosas a las que se echa mano para no decir
"liberalismo". Y fueron posibles la "liga de los
gobernadores", el "poder sindical" (visto así, como un actor
político), los "barones del conurbano", y siga usté la lista como
quiera. Fragmentación, pérdida de rumbo (y nadie habla de la única infiltración
posible, que es la liberal). A la clásica y engañosa división entre
"derecha" e "izquierda" peronistas acuñada a mediados de
los años sesenta, se superpuso una enorme variedad de formas. El poder político
obtenido por elecciones evitó que la crisis desbarrancara, tanto con un Ménem
como después, con los Kirchner, aunque por diferentes motivos. En ese sentido,
el mal llamado "kirchnerismo" puso en valor al peronismo en el siglo
XXI. Hay que reconocerlo y, desde ya, agradecerlo.
Pero la crisis de representación
no se diluyó, porque ese tipo de procesos que son culturales, no se detienen
así como así. El peronismo "kirchnerista" en el poder supo capear esa
crisis de los partidos y utilizarla a su favor (y a favor nuestro, como pueblo).
Fueron doce años, algo inédito para la duración en ejecución real de un modelo
popular en nuestro país. Y se acabó, al menos lo que fue. Hoy, y vuelvo al
artículo, parece verdad que
" La porción del electorado
que votó a Cambiemos cree que el tropezón de 2016, con caída de la actividad,
altísima inflación y aumento del desempleo, fue la consecuencia indeseada de
arreglar los desajustes del gobierno saliente, no de las medidas del nuevo, en
tanto el freno de la caída en lo que va de 2017 expresaría que las cosas
comenzaron a mejorar (...) La esperanza en un futuro mejor fue suficiente para
renovar apoyos y ampliar la base de las PASO. La tesis del engaño al electorado
en 2015 no perdió verdad, pero si vigencia. Como en 1991, en 2017 las reformas
que se esperan no fueron ocultadas a la población, ni siquiera el aumento de
las naftas del mismo lunes 23 o el anuncio del aumento del gas en un 40 por
ciento adicional en los próximos meses. Tampoco fue ocultada la voluntad de la
reforma laboral que ya está en gateras y hasta consensuada con parte de la
dirigencia sindical, ni la renovación de la tutela de los organismos
financieros internacionales, cuyas políticas se siguen incluso fuera del marco
de las ayudas condicionadas clásicas en el pasado. Lo mismo corre para la
reforma previsional, los recortes en ciencia y técnica o el librecomercio
unidireccional..."
Esto es lo que está pasando, una
descripción de vamos viviendo. Las explicaciones vendrán por otro lado y son
siempre colectivas, así que no vamos a hacer de adivinos ni sabiondos...
Interesa lo del peronismo, porque
sigue siendo -aún con las transformaciones que tuvieron y tienen lugar en estos
tiempos de reconversiones económicas y revoluciones tecnológicas de profundidad-
el movimiento nacional o, el eje dinamizador y armador del movimiento nacional.
Por más progre que hayan parecido algunas cuestiones aportadas por el kirchnerismo,
nada le quita la esencia peronista que por tradición, trayectoria y
convicción tiene. Ha sido el gran
aglutinador de los sectores populares y aún no
ha perdido su vigencia. Tal vez si su ritmo.
¿Cómo sigue la historieta?...
Dice al final Scaleta: "Saber
si el neoliberalismo que hasta hoy se aplicó sin estridencias bajo el paraguas
del “gradualismo” acelerará su marcha o, como creen los empresarios y los
operadores de la city, desde el pasado lunes comenzó el verdadero gobierno de
Cambiamos (...)resulta difícil que un gobierno que siempre avanzó auscultando
científicamente las reacciones sociales para afianzar su legitimidad política,
la gran diferencia con la experiencia de la primera Alianza, se deje arrastrar
de golpe por el animal spirit de sus respaldos más enardecidos..."
Otra vez cierto, basta conocer la
"muestra" de los hasta ahora doce años (también) del PRO en el
gobierno de la autónoma Ciudad de BA. No se llevaron puesto todo, actuaron paso
a paso y profundizando cada vez más, haciendo que lo privado parezca público,
que la exclusión implicara un necesario ordenamiento de las cosas para una "modernización" de la que
los desprevenidos (por ser fino) "vecinos" de la Capital disfrutan
(no todos, claro, pero muchos). Con esto uno dice que no pisan el palito de
andar privatizando todo, sacando derechos a diestra y siniestra, a lo bestia y
a lo pavote. Es peor... Saben lo que hacen y tienen la firme convicción de
hacerlo. Terminémosla con la
subestimación de la derecha.
Esto se pelea con política, y se
gana con mucho más. Lo que uno dice es que el peronismo K es una buena base
para plantearse como seguir. Copiarlo y ver el futuro en el pasado, sería de
tontos. Defenestrarlo, sería de tontos que corren el riesgo de ser unos hijos
de puta. Y uno no quiere ninguna de las dos cosas.
Ocurre que el peronismo sigue
existiendo.
*"El sueño del fin del peronismo" por Claudio
Scaleta; Página 12 del 25-10-2017; https://www.pagina12.com.ar/71474-el-sueno-del-fin-del-peronismo
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