17 de octubre hubo uno solo y no
se repite. A veces uno piensa que cuando se declama tanto eso de la lealtad, es
porque es un bien escaso. Esa Lealtad con mayúscula del '45 tenía un
destinatario concreto y una intención también muy concreta.
El coronel Perón se había
convertido en la única garantía de una cantidad de viejas reivindicaciones del
movimiento obrero muy conocidas como para andar repitiendo, pero, como que
nunca viene mal... Aumento de salarios como nunca se había visto, lo que era incrementar
y mucho la capacidad adquisitiva de los trabajadores, posibilitando el ascenso
social que se iba a dar en el gobierno que vendría tras el triunfo electoral de
febrero de 1946. Vacaciones pagas; la extensión a muchos gremios de la
jubilación de la que ya gozaban algunos más fuertes, como la Fraternidad. El
famoso Estatuto de los peones del campo, que regulaba la relación brutalmente desigual
de la engañosa patria rural, paternalista y cruel. El aguinaldo, para recuerdo
de que se debía repartir lo generado por todos, al menos en una cuota parte viabilizada
en un decimo tercer sueldo por año. Convenios colectivos de trabajo que eran
para respetar por el rol que asumía finalmente el Estado para controlar su
cumplimiento. Respeto también para las organizaciones obreras, tras décadas de
represión, ninguneo y clasismo de las patronales.
Cosas como esas eran por las que
el movimiento obrero luchaba desde su fundación, en la última parte del siglo
XIX. Muchos pliegos de reclamos, paros, boicots, tomas de establecimientos,
huelgas de solidaridad, muchos muertos acumulados en la memoria de los
humildes, mucha sangre como para que las banderas fueran rojas, bien rojas.
Nada fue gratis, todo fue a punta de pelea y derroche de coraje de gente buena,
laburante, de todos los días, de abajo.
Y cómo serían las cosas que ese
Coronel se convirtió en un par de años en la única garantía, la única
posibilidad de que esos trabajadores pudieran escribir su historia, finalmente.
No se hicieron peronistas, mejor dicho, no inventaron el peronismo por un
soborno, un choriplan, ni ninguna de las turradas que imaginan los que viven
cómodos, los que nunca pensaron en el otro, ni los que nacieron sencillamente
hijos de puta. Sacaron a Perón del mapa, le dieron un golpe dentro del golpe,
avanzaron sobre las conquistas obreras, se rieron en la cara de los delegados,
se pusieron la servilleta para devorarse nuevamente al país y...
Salieron. En grupos, en camiones, de noche, en un
tumulto de silencio y coronando de ingenuidad las consignas. Se embanderaron y
cruzaron los puentes. LLegaron, tomaron la capital sagrada de los puros, de la
gente bien y sus mandaderos. Tenían que hacer algo, porque se perdía todo y
para siempre o por mucho tiempo, por un tiempo que ya no tenían ni querían
aguantar.
Todo eso era Perón. Y uno está
tentado a pensar que Perón no existía y se fue inventando en esos días. Perón
era un milico a punto de retiro al que le quedaba la cárcel de la oligarquía,
tal vez un balazo en la cabeza de algún camarada de armas. El pueblo tuvo que
inventarlo y rescatarlo. Porque nada podían esperar de los que sabían.
Los que sabían les decían que
esperen. Los radicales, repodridos en el famoso "contubernio" que apoyó desde
Roca para adelante a gobiernos de mierda, antirrepublicanos, presumidamente
"aristocráticos", bancaron a Justo, a la década infame y al
"fraude patriótico" poniendo cara de asombrados. No todos, cierto,
había unos jóvenes y unos pocos comités
populares herederos de un maltrecho yrigoyenismo que también salieron el 17.
Los socialistas le decían al pueblo que espere, preocupadísimos más por la
demagogia que por el sufrimiento, solamente había que votarlos para que
hicieran la revolución en el Parlamento, y callarse la boca. Los comunistas
veían obreros dignos solamente en la Unión Soviética, los de acá les parecían
chusma, cabezas, brutos. Lindos socios se había echado la derecha, los
conservadores de todo pelaje. Cómo para confiar en esa gente...
Tenían solamente a Perón, y no
tenían más nada. Y entonces, fueron por
Perón.
De eso se trata la famosa
lealtad. Era lealtad a uno mismo, a los compañeros. Y por eso, a Perón.
Después pasó de todo. Los días
más felices y los más tristes. Más dictaduras, una derecha que fue mutando,
como lo hacen las enfermedades, creció el odio porque la igualdad que lleva a
la verdadera libertad da mucha bronca a la mala gente. También vino la
traición, esa compañera maldita de la lealtad. Muchos no estuvieron a la altura
en ese tiempo y en estos tiempos. Muchos fueron peronistas de Braden más que de
Perón. Cuando se convocan aluviones, esas cosas pasan. Los piolas, los que se
las saben todas, los que se quieren salvar pisando a los compañeros, todo cabe.
Pero nunca dio lo mismo hacer cualquier cosa. Hay una sola forma de ser
peronista y de ser compañero, siempre la hubo.
Nunca nos conformamos con que el
pueblo estuviera bien, ni aún mejor, queremos que el pueblo sea felíz. De eso
se trata el peronismo, el hecho maldito de un viejo país burgués que nunca se
fue de la Plaza.
Felicidades compañeros, siempre
tuvimos cosas importantes para festejar. Pese a todo. Como dijo Perón que sería
en un año o en diez, pero venceremos. Que es como decir, vamos a volver.
Felíz 17 de octubre, compañeros.
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