Pese a las décadas de democracia
formal, la sociedad no supera aún el hecho de haber padecido una sangrienta
dictadura cívico-militar y eclesiástica. Sus consecuencias y secuelas físicas
están a la vista del que quiera ver (siempre es así, el resto seguirá con la
cabeza metida en un hoyo mediático hegemónico). El reciente fallo de la Corte
Suprema aplicando el no vigente “2x1” en un caso de terrorismo de Estado,
reabre anchas y generosas puertas a la impunidad en la Argentina. Y es más
grave en el contexto de un gobierno de derecha elegido, que viene tras los doce
años de gobiernos kirchneristas y no está dispuesto a aceptar la “pesada
herencia” de los derechos humanos reivindicados.
De estas cuestiones (y más) habla
el impresionante artículo de Luis Bruschtein “Impunidad” aparecido en Página 12
(Panorama Político; 06-05-2017); las citas que seguirán salen de ahí mismo.
Para comenzar y centrar el tema:
“(…)La impunidad tiene una dimensión simbólica y otra más concreta y el
ciudadano común no alcanza a medir la importancia que siempre le asignaron la
derecha y el poder económico, el establishment y las corporaciones.”
“(…) La derecha siempre tuvo claro que el debate de los derechos
humanos era también un debate sobre los resortes de poder en la Argentina.”
La impunidad sirve para ejercer
un poder sin controles y sin excusas, como lo pretendió siempre –y ejerció casi
siempre- la burguesía vernácula. Ahora mismo, han descubierto que se podía
hacer manipulando opinión pública, arrinconando a los proyectos populares y
hasta ganando una elección por poco, pero ganándolas legítimamente. Pero si no
resultara, pero si la crisis autogenerada se desbocara, siempre estarán los
perros, las guardias pretorianas a las que hay que cuidar con esmero y no
castigar para siempre (por más discurso centroprogre, o pseudoprogre que adopta
la Coalición de la Alegría). Se los podría necesitar…
Todos los gobiernos de la
“democracia” transaron de alguna manera, unos porque les torcieron el brazo y
otros con la extraña bonhomía que ostentan los traidores. Salvo uno… :
“Kirchner juntó las dos cosas: usó el poder que obtuvo en las
elecciones para atacar, para atacar a la impunidad, lo contrario que le exigía
la derecha y el poder económico. Hizo votar la nulidad de las leyes de punto
final y obediencia debida y comenzaron los juicios junto con la furiosa
hostilidad de la derecha. El corazón del odio anti k inicial se enquistó
alrededor de esa problemática y funcionó como vector de contagio.”
“(…)Nunca se hubiera podido alcanzar la anulación de las leyes de
impunidad si no hubiera existido el poder para hacerlo y la voluntad política
para decidirlo aún a costa de todas las amenazas que había advertido Escribano:
el gobierno que se meta con la impunidad no aguantará más de un año.”
Poder para hacerlo y voluntad
política, eso fue lo que caracterizó a los tres gobiernos peronistas del
kirchnerismo. El poder se refiere a la legitimidad popular que construyó un
presidente que venía como de prestado y con el 22,5% bajo el brazo, después de
la peor crisis económica, política e institucional ocurrida tras el recupero de
la democracia. Se hizo gobernando en sintonía con el peronismo original,
comunicando directamente, y también pactando con sectores del peronismo no tan
afines y otros que no eran peronistas y aprovecharon el deslizador de la
transversalidad que el peronismo a la K ofrecía generosamente. Eso fue una
construcción, que en las postrimerías del gobierno de NK y el principio de CFK
se consolidó en nuevas agrupaciones juveniles y espacios del centroizquierda no
peronistas. La voluntad política la portaban los protagonistas, que no iban a
dejar las convicciones colgadas en la puerta de la Rosada. Y eso contagia.
"Nuestro peor momento vino
con el kirchnerismo", dijo Videla desde su prisión común y no se
equivocaba. El pecado capital fue meterse con los genocidas, rescatar la
memoria, bancar a los organismos de derechos humanos, destrabar los juicios
pendientes, y sobre todo, ir alertando de que había que ir por el componente
"civil" de la dictadura. Sacarse de encima una teoría de dos demonios
que necesita guerrilleros y militares y oculta a los civiles, a los curas, a
las instituciones y, de última, a la derecha. También estaba lo de la deuda, la
ampliación de derechos, cosas importantes. Pero se trataba de ésto, que remite
al poder real en la Argentina y que sufrió un ataque primero con la
visualización, y luego con el cuestionamiento. Algo impensable, insoportable,
que encendió todas las alertas y desencadenó que se actuara en consecuencia. Si
era posible, voltearlos con un "golpe blando"; caso contrario
desprestigiarlos, calumniarlos, impedirles la acción, terminarlos. Tenían con
qué hacerlo, lo sabemos bien.
Entonces me atrevo a decir que no
es el anti peronismo la razón final del odio, en tal caso vale como
explicitación de un paisaje. La explicación del odio es que el peronismo
kirchnerista se metió con la impunidad del poder real -no de lleno, no desde el
vamos, pero al fin y al cabo si- y eso fue imperdonable. Ese poder sabe muy
bien como convertir a un simple ciudadano en cómplice descuidado de sus
intereses; cómo manipular cabezas groseramente, con una sonrisa y mucho color.
Ahora las cosas son como son y
estamos donde estamos. Esto es peligroso, porque como termina diciendo Bruschtein
en la nota citada:
"En el marco de una política
económica que aumenta drásticamente el desempleo y la pobreza, con sus
consecuencias de marginación y desesperación, el mensaje de la Corte con este
fallo es atemorizante porque muestra a un gobierno que desarma los controles,
en este caso de la Justicia, y se prepara para la represión del descontento,
asegurándoles a las fuerzas represivas que serán impunes."
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