Hoy se cumplen cien años del laudo arbitral del 4 de enero de
1917, con el que el Estado dirigido por el radicalismo de H. Yrigoyen intentaba
cerrar el conflicto laboral en el Puerto de Buenos Aires que duró más de un
mes. El documento establecía que ninguno de los participantes en la huelga quedaría
cesante, que la jornada laboral sería de 8 hs en sala de máquinas y 9 en
cubierta, se reconocían los feriados como no laborables, los salarios se
pagarían en tiempo y forma del 1 al 10 de cada mes, se controlaría la calidad
de la alimentación provista a las tripulaciones, existiría un control de horas
extras con certificado del capitán de cada nave, se bregaba por el respeto a
contar con un mínimo de tripulación por buque y no menos, y se reconocía que en
los hechos la contratación quedaría bajo supervisión del sindicato marítimo.
Vayamos por partes. Primero nos
situamos en tiempo y espacio... "Tras la represión del Centenario, la
crisis económica y los primeros años de la guerra, comenzó a despuntar en el
país una renovada acción gremial precisamente encabezada por los trabajadores
marítimos a fines de 1916." Aclaro que las citas -habrá varias- vienen de
un libro de reciente aparición: "EMBARCADOS. Los trabajadores marítimos y
la vida a bordo: sindicato, empresas y Estado en el puerto de Buenos Aires,
1889-1921." de Laura Caruso (editorial Imago Mundi).
¿Por qué era importante el Puerto
para el Gobierno radical? Tengamos en cuenta que, en 1919 en plena represión
feroz en los hechos conocidos como Semana Trágica, los marítimos realizaron
otro paro y con éxito, con el espaldarazo del presidente Yrigoyen... Ocurría
que el Puerto era el punto neurálgico del país agroexportador, ese modelo de
crecimiento hacia afuera por el cual Argentina se insertaba en el mundo
capitalista como un proveedor privilegiado de materias primas (carne y cereales
fundamentalmente). En la restauración conservadora de los '30 (la primera,
después vendrían otras, hasta esta que estamos viviendo), algún preclaro
funcionario diría que el país debía aprovechar sus ventajas comparativas, el
tener un suelo prodigioso que hacía crecer cualquier cosa y extensiones
extraordinarias para que pastara el ganado; eso hacía innecesaria cualquier
inversión en una industria cara y problemática cuando se podía comprar al mundo
lo necesario con las enormes ganancias que nos brindaba la naturaleza. Un
maravilloso negocio que podía ser arruinado, o por lo menos interrumpido por la
organización sindical que había echado raíces ente marítimos, estibadores,
carreteros, changarines, portuarios en general y, para colmo, también en oficiales
y contramaestres de la marina mercante (que era toda toda privada y cuya voz
cantante la llevaba la Sociedad de Navegación a Vapor Nicolás Mihanovich).
¿Cómo eran las condiciones del
trabajo de los marítimos? A juzgar por lo que establecía el laudo, no eran de
lo mejor. Las empresas -y sobre todo Mihanovich- ejercían sus derechos de
propiedad en niveles de superexplotación de los trabajadores, sin respetar prácticamente
ninguna reglamentación establecida (y había bien pocas) ni normas de
seguridad. La vida a bordo era dura y
las tareas del puerto muy pesadas, no eran para cualquiera. Pero esos fulanos
estaban organizados.
¿Cómo era esa organización sindical?
La Federación Obrera Marítima (FOM) era la heredera de las primeras
organizaciones de laburantes gringos que vivían en la Boca, Barracas y la vera
del Riachuelo. Con ideas que alguna vez fueron anarquistas, sus dirigentes
habían mandado al diablo al Partido Socialista y creían en el sindicato como el
centro de la actividad revolucionaria, como un fin en si mismo y la única
organización genuina para la clase obrera. De ahí que se autodenominaran
"Sindicalistas Revolucionarios" o simplemente corriente
"Sindicalista". Habían llegado a controlar la Federación Obrera de la
Región Argentina (FORA) en su IX° Congreso, lo que provocó la ruptura con los
Anarquistas que se quedaron con la FORA V° Congreso. Y de golpe, tenían en
frente a un gobierno producto del voto secreto y obligatorio consagrado por la
ley Sáenz Peña. Yrigoyen creía también en el modelo agroexportador al igual que
los conservadores, pero creía también (al revés que ellos) que era necesario
integrar a la clase obrera a la sociedad con plenos derechos, tanto laborales
como civiles. Una sociedad "armónica" debía necesariamente contar con
la intervención estatal como árbitro entre las clases y allí Yrigoyen intuía
que estos "Sindicalistas" podían ser un aliado muy útil. No así los
anarquistas o los gremios que respondían a los socialistas. Se podía negociar
con esta gente...
Las empresas navieras (el otro
actor de este asunto) no reconocían a los sindicatos y consideraban que la
intervención del Estado violaba el derecho a la propiedad privada. Empresas y
trabajadores debían entenderse entre ellos, en forma privada y, si estallaba el
conflicto, entonces el Estado debía intervenir en favor de la propiedad
privada, es decir, reprimiendo a los revoltosos (gremialistas) y activistas.
Llegaron a llamar a la FOM el "soviet del puerto".
El conflicto de fondo se
desarrolló en estos términos y por esos motivos: "...estos tripulantes
nucleados en la federación crearon una situación excepcionalmente exitosa: el
control sindical sobre la contratación y las condiciones de trabajo a bordo. Junto
al ejercicio de este control, los trabajadores fomistas desarrollaron una
vinculación político-gremial particular con capitanes y oficiales, una novedosa
construcción considerando aquel mundo laboral de a bordo atravesado por las
jerarquías." (...) "La acción de los sindicatos de foguistas y
marineros, mozos y patrones, se vio potenciada por la de oficiales, capitanes,
maquinistas y comisarios, dando lugar a un movimiento eficaz y exitoso en el
control de su trabajo diario."
Y con ese capital se lanzaron a
la construcción de un novedoso movimiento obrero organizado aprovechando la
fortaleza que les daba la estratégica posición por la cual llegaban (las vías navegables) a todos los rincones en
los que estaba estructurado el modelo agroexportador. Si bien fueron derrotados
en 1921, la estela de este tipo de sindicalismo tuvo una vigencia de casi tres
décadas y llegó a las orillas de los que después fue el peronismo. Muchos
dirigentes que se hicieron peronistas en los cuarentas, venían del
"sindicalismo revolucionario". Así son las cosas.
Bueno, se hizo largo. La
intención era destacar el laudo que establecía el control obrero sobre la
contratación laboral en el puerto en base a registros de trabajadores
sindicalizados (y no rompehuelgas, que eufemísticamente las patronales llamaban
"trabajadores libres"), disputando el poder concreto a los dueños de
todo. Y no fue poca cosa.
Los trabajadores tenemos historia
y es imprescindible saber, siempre, de qué lado del capital se ha nacido y por
lo tanto, cuáles son los intereses propios que debemos defender. ¿No le parece
compañero?
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